Jonás

JONAS

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Jonás

No hay motivo para dudar que Jonás es el mismo profeta hijo de Amati o Amitai (cf. 1, 1) que en tiempo de Jeroboam II (783-743 a. C.) predijo una victoria sobre los asirios (IV Reyes 14, 25). La tradición judía cree que fue también el que ungió al rey Jehú por encargo del profeta Eliseo (IV Reyes 9, 1 ss.).

Los cuatro capítulos del Libro no son profecía propiamente dicha, sino más bien relato —probablemente escrito por el mismo Jonás, aunque habla en tercera persona— de un viaje del profeta a Nínive y de las dramáticas aventuras que le ocurrieron con motivo de aquella misión. Sin embargo, tomados en conjunto, revisten carácter profético, como lo atestigua el mismo Jesucristo en Mateo 12, 40, estableciendo al mismo tiempo la historicidad de Jonás, que algunos han querido mirar como simple parábola (cf. 2, 1 y nota). San Jerónimo, empleando un juego de palabras, dice que “Jonás, la hermosa paloma (yoná significa en hebreo paloma), fue en su naufragio figura profética de la muerte de Jesucristo. El movió a penitencia al mundo pagano de Nínive y le anunció la salud venidera”.

La nota característica de esta emocionante historia consiste en la concepción universalista del reino de Dios y en la anticipación del Evangelio de la misericordia del Padre Celestial, “que es bueno con los desagradecidos y malos” (Lucas 6, 35). El caso de Jonás encierra así un vivo reproche, tanto para los que consideran el reino de Dios como una cosa reservada para ellos solos, cuanto para los que se escandalizan de que la divina bondad supere a lo que el hombre es capaz de concebir.

En cuanto a la personalidad de Jonás, para formarse de ella un concepto exacto ha de tenerse presente que Dios no se propone aquí ofrecernos un ejemplo de vida santa, ni de celo en la predicación, ni de sabiduría, como en Jeremías, Ezequiel o Daniel, sino, a la inversa, mostrarnos la lección de sus yerros. La labor profética de Jonás en este Libro, se limita a un versículo (3, 4), donde anuncia y repite escuetamente que Nínive será destruida, sin exponer doctrina, ni formular siquiera un llamado a la conversión. Y en cuanto a la actuación y conducta personal del profeta, vemos que empieza con una desobediencia (1, 3) y que no obstante la gran prueba que sufre y de la cual Dios lo salva (capítulo 2), termina con dos distintos accesos de ira (4, 4 y 8), uno por falta de misericordia hacia los pecadores (cf. 2, 9 y nota) y el otro por falta de resignación. Lejos de proponérnoslo Dios como tipo de imitación, la enseñanza del Libro consiste, al contrario, en descubrirnos al desnudo las debilidades del profeta; lo cual es ciertamente un espejo precioso para que aprendamos a reconocer que las miserias nuestras no son menores que las de Jonás, y lo imitemos, eso sí, en la rectitud con que se declara culpable (1, 12) y en la confianza que manifiesta su hermosa plegaria del capítulo 2.

La Iglesia conmemora a Jonás el día 21 de setiembre. Su imagen se usaba ya en las catacumbas como figura de Cristo, que fue “muerto y sepultado y al tercer día resucitó de entre los muertos”, y cuya resurrección es prenda de la nuestra. Jonás es también tipo de nuestro Salvador en cuanto Enviado que desde Israel trajo la salvación a los gentiles (Lucas 2, 32) y representa de este modo la vocación apostólica del pueblo de Dios. Véase Salmo 95, 3 y nota.

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Jonás 1

Vocación y desobediencia de Jonás

1 Llegó a Jonás, hijo de Amitai, la palabra de Yahvé en estos términos:

2 [9498] “Levántate y ve a Nínive, la ciudad grande, y predica contra ella, porque su maldad ha subido hasta mi presencia.”

3 [9499] Pero Jonás se levantó para huir de la presencia de Yahvé, tomando el camino de Tarsis. Descendió a Jope, donde encontró una nave que se dirigía a Tarsis; pagó el pasaje, y se embarcó en ella para ir con los demás a Tarsis, lejos de la presencia de Yahvé.

4 Pero Yahvé hizo soplar sobre el mar un viento recio, y se desencadenó en el mar una gran tempestad, de suerte que la nave estaba en peligro de ser deshecha.

5 [9500] Por lo cual los marineros, llenos de miedo, clamaron cada cual a su dios; y echaron al mar el cargamento de la nave, a fin de aligerarla. Jonás, entretanto, había descendido al fondo de la nave. Allí se había acostado y dormía profundamente.

6 Se le acercó el capitán de la nave y le dijo: “¿Qué te pasa, dormilón? Levántate e invoca a tu Dios. Quizás Dios piense en nosotros para que no perezcamos.”

7 Entonces unos a otros se dijeron: “Vamos y echemos suertes, para que sepamos quién tiene la culpa de este mal que (ha venido) sobre nosotros.” Echaron suertes, y la suerte cayó sobre Jonás.

8 Le dijeron: “Dinos, ¿por quién (ha venido) sobre nosotros este desastre? ¿Cuál es tu profesión? ¿De dónde vienes? ¿Cuál es tu tierra? ¿De qué pueblo eres?”

9 [9501] Les respondió: “Soy hebreo, y temo a Yahvé, el Dios del cielo, el cual hizo el mar y la tierra.”

10 Entonces aquellos hombres quedaron sumamente atemorizados; y le dijeron: “¿Qué es lo que has hecho?” Pues comprendían los hombres que huía de la presencia de Yahvé, ya que él mismo se lo había declarado.

11 Y le dijeron: “¿Qué haremos contigo, para que se nos calme el mar?” Porque el mar iba embraveciéndose cada vez más.

12 [9502] Él les contestó: “Tomadme y echadme al mar, y el mar se os calmará, pues bien sé que por mi culpa ha venido sobre vosotros esta grande tempestad.”

Jonás es arrojado al mar

13 Entretanto los hombres remaban, para ganar tierra, mas no podían; porque el mar se embravecía cada vez más contra ellos.

14 [9503] Entonces invocaron a Yahvé, diciendo: “¡Oh Yahvé, no nos hagas perecer por la vida de este hombre y no nos imputes sangre inocente! Pues Tú, oh Yahvé, has hecho como te plugo.”

15 Y tomaron a Jonás y le echaron al mar; y el mar cesó de embravecerse.

16 Se apoderó de aquellos hombres un gran temor de Yahvé, y ofrecieron sacrificios a Yahvé e hicieron votos.

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Jonás 2

Jonás en el vientre del pez

1 [9504] Entonces Yahvé hizo venir un pez grande para que se tragara a Jonás; y estuvo Jonás en las entrañas del pez tres días y tres noches,

Oración de Jonás

2 Desde las entrañas del pez oró Jonás a Yahvé, y dijo:

3 [9505]

“Clamé a Yahvé en mi angustia, y Él me oyó;

desde el vientre del scheol pedí auxilio,

y Tú has atendido a mi voz.

4 Me arrojaste a lo más profundo,

al seno de los mares;

me circundaron aguas torrenciales,

todas tus olas y ondas pasaron sobre mí.

5 Entonces dije:

«Desterrado he sido de delante de tus ojos,

pero volveré a contemplar tu santo Templo».

6 Las aguas me han encerrado hasta el alma,

me rodea el abismo

y los juncos han enredado mi cabeza.

7 [9506] He descendido hasta las raíces de las montañas;

los cerrojos de la tierra

me encerraron para siempre;

pero Tú sacaste mi vida desde la fosa,

Yahvé, Dios mío.

8 Cuando mi alma desfallecía dentro de mí,

me acordé de Yahvé;

y llegó mi plegaria a tu presencia

en el templo santo tuyo.

9 [9507] Los que van tras las mentirosas vanidades

abandonan su misericordia.

Mas yo te ofreceré sacrificios

con cánticos de alabanza;

cumpliré los votos que he hecho,

pues de Yahvé viene la salvación.”

10 Entonces Yahvé dio orden al pez, y éste vomitó a Jonás en tierra.

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Jonás 3

Jonás en Nínive

1 [9508] Por segunda vez llegó a Jonás la palabra de Yahvé, diciendo:

2 “Levántate y ve a Nínive, la ciudad grande, y predica en ella el mensaje que Yo te diré.”

3 [9509] Jonás se levantó, y marchó a Nínive, según la orden de Yahvé. Era Nínive una ciudad grande delante de Dios, de (una dimensión de) tres días de camino.

4 [9510] Comenzó Jonás a penetrar en la ciudad, y caminando un día entero predicaba, diciendo: “De aquí a cuarenta días Nínive será destruida.”

5 [9511] Y los ninivitas creyeron en Dios; promulgaron un ayuno y se vistieron de cilicios, desde los grandes hasta los chicos.

Nínive se convierte

6 Llegó la noticia también al rey de Nínive; el cual se levantó de su trono, se despojó de su vestidura, se cubrió de saco y se sentó sobre ceniza.

7 [9512] Y por decreto del rey y de sus grandes, se publicó en Nínive esta proclamación: “Ni hombres ni bestias, ni bueyes, ni ovejas gusten cosa alguna; no salgan a pacer ni beban agua.

8 Cúbranse de saco hombres y bestias, y clamen con ahínco a Dios; y conviértase cada uno de su mal camino y de las injusticias de sus manos.

9 [9513] Pues bien puede ser que Dios cambie su designio y se arrepienta, dejando el furor de su ira, de suerte que no perezcamos.”

10 [9514] Y vio Dios lo que hicieron, cómo se volvieron de su mal camino y arrepintiéndose Dios del mal con que los había conminado, no lo llevó a cabo.

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Jonás 4

Queja de Jonás

1 [9515] Entonces tuvo Jonás un pesar muy grande y se enojó.

2 Y oró a Yahvé, diciendo: “¡Oh Yahvé! ¿No es esto lo que yo me decía estando todavía en mi país? Por eso me adelanté a huir a Tarsis; ya sabía que eres un Dios clemente y misericordioso, longánimo y de gran benignidad, y que te arrepientes del mal.

3 [9516] Ahora, pues, Yahvé, quítame la vida: para mí es mejor la muerte que la vida.”

4 Respondió Yahvé: “¿Te parece bien enojarte?”

5 Y salió Jonás de la ciudad y se sentó al oriente de ella; allí se hizo una cabaña y se estableció debajo de ella, a la sombra, hasta ver lo que sería de la ciudad.

6 [9517] Entonces Yahvé Dios, hizo crecer un ricino, el cual creció hasta por encima de Jonás, para hacer sombra a su cabeza, a fin de librarle de su mal; y concibió Jonás un gran placer por el ricino.

7 Pero al día siguiente, al rayar el alba, mandó Dios un gusano, que picó el ricino, el cual se secó.

8 [9518] Y cuando se levantó el sol, mandó Dios un viento abrasador del oriente; y el sol hería la cabeza de Jonás de tal modo que desfallecía, por lo cual pidió para sí la muerte, diciendo: “Mejor para mí la muerte que la vida.”

El señor reprende a Jonás

9 [9519] Y dijo Dios a Jonás: “¿Te parece bien enojarte a causa del ricino?” Respondió él: “Sí, me parece bien enojarme hasta la muerte.”

10 [9520] Y dijo Yahvé: “Tú tienes lástima del ricino, que ningún trabajo te ha costado, ni tú lo hiciste crecer; creció en una noche, y en una noche pereció.

11 [9521] ¿Y Yo no he de tener lástima de Nínive, la ciudad tan grande, en la cual hay más de ciento veinte mil almas que no saben discernir su mano derecha de la izquierda, y numerosísimos animales?”

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Comentarios de Mons. Straubinger

* 2. Nínive, capital del imperio de los asirios, fue “la más esplendorosa de todas las del mundo antiguo”. Estaba situada en la orilla izquierda del Tigris y se componía de cuatro ciudades, por lo cual se llama aquí la ciudad grande, como también en 3, 2 s. y en 4, 11. Fue destruida por los babilonios entre los años 606-604, y se perdió el recuerdo de sus inmensas ruinas hasta que en 1842 los arqueólogos las descubrieron.

* 3. En vez de ir a Oriente, Jonás baja a Jope (Jafa), puerto palestinense en la costa del Mediterráneo, para escapar hacia el lado opuesto, a Tarsis, ciudad o región situada en el extremo Occidente, probablemente en España. Tal vez fuera el motivo de su huida el temor de que Nínive. si se salvaba, llegase a ser un terrible azote para Israel (cf. 4, 1 s.). Así lo fueron, en efecto, como vemos en el cuarto libro de los Reyes (véase los capítulos 18 y 19) y en Isaías (véase capítulo 10), etc., las tremendas persecuciones de los asirios, que a veces son también símbolo profético de las naciones gentiles enemigas de Israel. Cf. Isaías 5, 25 y nota. San Juan Crisóstomo presenta al profeta desobediente como figura de los pecadores, “que, parecidos a hombres ebrios, no atienden adónde van, ni adonde ponen el pie, sino que, siguiendo sus pasiones, se pierden por su propia locura e inobediencia”. Si Dios nos confía una misión tenemos que dejar las comodidades y sacrificar nuestro yo. No busquemos refugio en los buques de Tarsis que obedecen a nuestro antojo; pues las olas del mar sirven a Dios y son más fuertes que las tablas del mísero barco de nuestro “yo”.

* 5. Alguien ha comparado este sueño de Jonás con el de Jesús en Marc. 4, 38. Fuera de la coincidencia material de que ambos dormían en una embarcación durante una tormenta, nos parece que, en vez de similitud, hay oposición entre el caso del divino Salvador, cuya presencia y cuya palabra potente y bondadosa dominaron el mar y calmaron la tempestad, y el caso de Jonás culpable, que duerme displicentemente mientras los demás sufren por aquella borrasca que el Señor Dios mandaba contra él, y que, lejos de remediarla, como Jesús, tiene al contrario que abandonar el navío para que éste no naufrague. Creemos que se ha de ser muy parco en tomar el nombre santísimo de Jesús para esas comparaciones que no contienen ni una enseñanza doctrinal, ni un homenaje a la gloria del Hombre Dios.

* 9. Jonás comprende que es contra él la indignación de Dios, y reacciona con rectitud, confesando su culpa. Bien sabía que el Altísimo lo veía en todas partes. “Aquel divino semblante del que quiere huir, aquella presencia que pretende evitar, es el rostro que Dios interiormente enseñaba a su profeta.” Cf. Salmo 138, 7 y nota.

* 12. “Ejemplo de admirable penitencia y de magnánima caridad. Es de creer que Jonás obraría así por inspiración de Dios, como Judit y tantos otros justos del Antiguo y Nuevo Testamento” (Páramo). Es sin duda Dios quien mueve a Jonás a este acto de rectitud, del que había de pender su propia salvación, la de sus compañeros, y el cumplimiento de los planes divinos de misericordia sobre Nínive. Para mirar a Jonás también aquí como figura del Salvador, habría que distinguir entre el Cordero sin mancha, que fue Jesús, víctima de los pecados ajenos, y Jonás, justamente perseguido por la justicia divina, y cuya culpa era causa de ruina para aquellos inocentes. Habría que recordar también que, en el caso del Evangelio, la tempestad del mar se calma gracias a las palabras del Señor presente a bordo, en tanto que aquí con Jonás ocurre precisamente lo contrario. Acerca de la serenidad cristiana en el naufragio, véase la aventura de San Pablo en Hechos 27 y notas, donde el Apóstol exhorta a los compañeros que llevan ya catorce días de tempestad.

* 14. Los marineros paganos clamaron al Dios de Jonás, convencidos de que cada pueblo tiene su propio Dios y temiendo que el Dios del profeta pudiera castigarlos. Pero el Señor muestra inmediatamente que tal era su voluntad, haciendo cesar al punto (versículo 15) el furor de las aguas embravecidas por culpa de Jonás.

* 1. Algunos ictiólogos opinan que el pez grande que se tragó a Jonás, fue de la especie squalus carcharías (perro marino, tigre marino, tiburón). Pero ni el nombre hebreo, ni su versión griega y latina, indican especie particular, sino que dicen simplemente “pez grande”, o sea monstruo. Por lo demás la expresión Yahvé hizo venir, muestra bien la divina mano, como en la planta de 4, 6. Las representaciones primitivas halladas en las paredes de las catacumbas, ponen al monstruo dos pies y lo toman por dragón. Aunque la historia natural conoce casos semejantes al de Jonás, no se puede explicar el hecho de que el profeta se hallara tres días en el vientre del pez sin sufrir daño. Hay que admitir un portentoso milagro, que el mismo Jesucristo se dignó recoger y presentarnos como figura del misterio de su propia resurrección (Mateo 12, 39-40), en la cual se funda toda nuestra esperanza, Véase I Corintios capítulo 15. Como bien dice un autor protestante, negar aquí el milagro no es ya ir sólo contra el Libro de Jonás, sino contra la palabra del mismo Jesucristo. Jonás vivió en el vientre del pez, dice San Jerónimo, del mismo modo como pudieron vivir los tres jóvenes en el horno de Babilonia (Daniel 3).

* 3 ss. La oración de Jonás refleja bien los pensamientos que agitaban su corazón en aquella más que angustiosa situación. Se apoya en oraciones conocidas y divulgadas entre los israelitas. Véase Salmo 15, 10; 17, 7; 29, 4; 30, 23; 41, 8; 68, 2; 119, 1, etc. Cf. la oración de Ezequías (Isaías 38, 10). Has atendido a mi voz: He aquí lo más hermoso de esta oración: el firmísimo sentimiento de confianza, que se da por salvado cuando aún está en pleno peligro. Así Jesús daba gracias al Padre anticipadamente. Véase Juan 11, 41 s.

* 7. Sacaste mi vida desde la fosa: Lo mismo dijo David (Salmo 15, 10) mirando a Jesucristo, único en quien se cumplieron estas palabras proféticas.

* 9. Las mentirosas vanidades; nombre bíblico de los ídolos. Abandonan su misericordia. Según algunos el sentido sería que los que sirven a los vanos ídolos no pueden hallar misericordia. Mas no se ve qué sentido tendría esto aquí, cuando precisamente Jonás era castigado por no querer que Dios perdonase a Nínive. Según Crampón, su misericordia querría decir “el autor de su gracia”. Nácar-Colunga dice; “¡Cómo se sustraen a su misericordia los que siguen las mentirosas vanidades!” Según esto, el sujeto de su misericordia seria Dios (versículo 8), cuya mano se hacía sentir pesadamente sobre Jonás por no haberle obedecido. Y también podría significar que el mismo Jonás se declara culpable de su falta de misericordia con los ninivitas, por lo cual se propone ofrecer la reparación del versículo 10. El sacrificio de alabanza es, en efecto el que más honra a Dios, y por el cual Él promete mostrarnos la salvación (Salmo 49, 23).

* 1. Dios manda a veces callar a sus profetas (véase Hechos 16, 6). Pero ¡ay de los que callan cuando Él quiere que se hable! Cf. Ezequiel 3, 16-21 y notas.

* 3. Ciudad grande delante de Dios: Hebraísmo; superlativo de grande. Cf. Génesis 10, 9; Salmo 67, 1-6 y nota. Nínive, fundada por Asur, originario de Babilonia, del cual tomó nombre la Asiria, formaba un conglomerado de cuatro ciudades: Nínive, Rehobot, Calé y Resen (Génesis 10, 11 ss.). Cf. 1, 2 y nota.

* 4. La profecía, como todas las conminatorias, llevaba implícita la condición de cumplirse siempre que Nínive no se hubiera arrepentido (cf. versículo 10). San Agustín dice que la Nínive pecadora fue (simbólicamente) destruida y edificada en su lugar la Nínive penitente.

* 5. Los ninivitas creyeron: Es decir, no sólo se arrepintieron de sus maldades, sino que creyeron en Dios. Jesús dice que “Jonás fue una señal para los ninivitas” (Lucas 11, 30), lo cual muestra que éstos conocieron el gran milagro del capítulo 2, que confirma la verdad del Dios en cuyo nombre hablaba el profeta (véase Lucas 11, 32). Esta conversión de Nínive, que pareciera haber sido un episodio momentáneo, es quizá el hecho histórico central del Libro de Jonás, pues la capital de Asiria fue la única ciudad pagana que admitió oficialmente la religión de Israel, sin lo cual no se concebiría su grande contrición pública ante el simple anuncio de un profeta que hablaba en nombre de una divinidad extranjera. Tan señalada fue la misericordia con que Dios buscó la conversión de Nínive, que su empeño por atraerla es lo que da origen a todos los sucesos del Libro de Jonás y a todas las pruebas que sufre el profeta. Después de dedicar así uno de sus libros a la conversión de Nínive, la Biblia dedica otro a su apostasía: la profecía de Nahúm, cuya interpretación se aclara y cuya trascendencia se destaca si lo estudiamos en conexión con el presente Libro. Véase Nahúm 3, 4 ss. y nota.

* 7. No es cosa extraña ese edicto del rey. Sabemos, por ejemplo, que el rey Asarhaddón de Nínive (681-669) dio una orden parecida. Tampoco era extraordinario incluir a los animales en la penitencia. Herodoto narra que los persas hacían participar en el luto a los animales domésticos. Se los cubría con paños fúnebres y no se les daba de comer. Los balidos y bramidos que daban pidiendo alimento, instigaban aún más a los hombres a la contrición. Por otra parte, conviene leer la profecía de Nahúm, que es posterior a Jonás y se dirige contra Nínive, para saber que la capital de los asirios, primicias de los gentiles convertidos al Dios de Israel, será entre ellos la más rebelde. Véase Nahúm 1, 11 y nota.

* 9. Lejos de ser ésta una expresión de duda, lo es, al contrario, de esperanza. El pueblo culpable bien sabe que merece el castigo, pero se atreve a esperar en la inagotable misericordia de Dios, la cual se da precisamente con mayor abundancia cuanto más se confía en ella (Salmo 32, 22 y nota). Nada sería más erróneo que ver aquí palabras de duda (en Joel 2, 14 las usa el profeta mismo de parte de Dios), o pensar que esa duda pudiera favorecer el espíritu de contrición y oración, porque “nadie navega contra la corriente de la esperanza”. Y, en último análisis, San Pablo nos enseña que la causa del perdón “no es del que quiere ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia” (Romanos 9, 16), “para que no se gloríe ninguna carne” (I Corintios 1, 29) creyendo que ha ganado el perdón por sus propios méritos, y le robe así a Dios la gloria, que Él cifra en el reconocimiento de su gratuita misericordia. Véase Salmo 50 y notas sobre el verdadero espíritu de contrición. Por lo demás, ¿quién, sino Dios mismo, pone en nosotros ese buen espíritu? “Aún en estado de gracia, necesitamos de una inspiración especial del Espíritu Santo para cada obra sobrenaturalmente buena” (Scheeben). ¿Qué no será para salir del pecado? Cf. 4, 1 ss.

* 10. No lo llevó a cabo: Dios, quien no puede ser vencido por ninguna fuerza contraria, se deja vencer por los ruegos de los ninivitas. “La ciudad de Nínive, que habría perecido por sus pecados, se rescató con las lágrimas de penitencia” (San Jerónimo). Cf. Amós 7, 3. Jesús opone el ejemplo de los ninivitas a la impenitencia de los fariseos, cuando dice: “Los hombres de Nínive se levantarán, en el día del juicio, con esta raza y la condenarán, porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás” (Mateo 12, 41). “El Señor nos propone este ejemplo de sincera conversión de los ninivitas para que, haciendo con ella un cotejo de la nuestra, veamos sí tiene alguna relación con la de este pueblo. Pide conversión de corazón y frutos dignos da penitencia: quiere que nos lleguemos a Él con grande fe, humildad y confianza; que lloremos, gimamos y clamemos haciéndole una santa violencia que le sea agradable y que nuestra penitencia no consista en apariencias y promesas vanas, sino en acciones contrarias a todo aquello que nos apartó de su amistad” (Scío).

* 1. Se enojó, quizá, en parte, porque temía el gran poder de Asiria y las calamidades que este país ocasionaría a su patria (véase 1, 3 y nota), pero lo que aquí se nos enseña no es eso, sino la mezquindad de nuestro corazón humano que se duele de que Dios sea misericordioso (versículo 2), en vez de alegrarse como corresponde a la caridad (I Corintios 13, 4 ss). Pésima cosa es afligirse de que Dios sea bueno, como lo mostró Jesús con los obreros de la primera hora (Mateo 20, 15), y mucho más cuando vemos que Jonás no estaba exento de culpa y desobediencia (1, 3) y no podía por tanto arrojar la primera piedra (Juan 8, 7). Más aún, él acababa de ser perdonado después de su oración (capítulo 2), y ahora se oponía al perdón de otros, como en la parábola de Mateo 18, 24 ss., por no hacer un papel deslucido después de su amenaza de 3, 4. ¿Qué más podía desear un alma sacerdotal, sino el fruto de su predicación? Dios nos muestra aquí que es malo ese espíritu que se duele de su misericordia, como lo era, a la inversa, aquél que lo tomaba por duro en la parábola de las minas (Lucas 19, 20 ss. y notas). No se ve, en consecuencia, cómo podría ser agradable a Dios que nos pusiéramos a defender aquí a Jonás mientras Él lo está desaprobando.

* 3. También Elías, fugitivo y amenazado de muerte por su fidelidad, pide al Señor, en un rapto de dolor, que le quite la vida (III Reyes 19, 4), pero lo hace en muy distintas circunstancias y “abrasándose de celo” por el honor de Yahvé (III Reyes 19, 10). Jonás está muy lejos de tener igual móvil, como se ve en los versículos 8 y siguientes. Nótese que lo que Dios le censura allí, es precisamente ese móvil, y no la debilidad de quejarse, pues sabemos que Job incurrió muchas veces en esa misma queja y Dios no se lo condenó.

* 6. La voz hebrea Kikaión, que traduce San Jerónimo por hiedra, en los Setenta se vierte por calabacera; los modernos, en cambio, opinan que se trataba de la planta que se llama ricino, la cual en pocos días crece y con sus amplias hojas proporciona sombra. Cf. 2, 1.

* 8. Como lo dice el mismo Dios en los versículos 9 y 10, este nuevo deseo de morir ya no es por el enojo del versículo 3, sino por la planta. Después de aquel enojo, había tenido Jonás “grandísimo placer” por la sombra de la planta (versículo 6), y ahora, como aquí vemos, se deseaba la muerte porque le abrasaba el calor. Precisamente este nuevo caso lo provoca el Señor con el fin de darle una lección sobre su sinrazón en el enojo anterior, mostrando al profeta, para confusión tuya, que se interesaba mucho por conservar una planta y nada por salvar toda una ciudad; y peor aún: se enojaba de que no fuera destruida, y eso a pesar del empeño que Dios le había mostrado por salvarla. Apenas puede darse un ejemplo más elocuente de lo que somos en nuestro corazón, egoísta y vil cada vez que no recurrimos a la caridad de Cristo, sin el cual nada podemos hacer (Juan 15, 5). El santo profeta quiso, sin duda, al escribir este Libro, dejarnos tan saludable enseñanza a costa de su propia humillación, como tantas veces nos alecciona el Evangelio con las faltas y errores del que había de ser el Príncipe de los Apóstoles.

* 9 ss. He aquí el objeto y fin de este divino Libro: El Señor no es solamente Dios de Israel, sino de todas las naciones. Su bondad y misericordia se extienden sobre todas sus obras (Salmo 135), por lo cual envía un mensajero especial para inspirar ánimo penitente a una ciudad que, a los ojos del profeta, mil veces había merecido ser arrasada. ¿Qué diremos de las ciudades modernas, que, por su mayor responsabilidad, viven tal vez en peores condiciones espirituales que la antigua capital de Asiria? No nos toca a nosotros condenarlas (cf. Lucas 9, 54 s.), ni apresurarnos a quitar la cizaña del trigo (Mateo 13, 30 y 39), ni siquiera perder por ello la paz de nuestro corazón. Pero sí, hemos de estar prontos a “huir de Babilonia” para no participar de sus delitos y de sus plagas (Apocalipsis 18, 4; Jeremías 51, 6; Isaías 48, 20 y notas). “El que ama el peligro perecerá en él” (Eclesiástico 3, 27) y “si alguno ama el mundo, el amor del Padre no está en él” (I Juan 2, 15). Véase Salmo 54, 7 ss.; Cantar de los Cantares 1, 8.

* 10. Ningún trabajo te ha costado: En cambio las almas, no sólo pertenecen a Él por haberlas creado, sino que aún habían-de costarle toda la Sangre de su Hijo Único. Jesús distingue al buen Pastor, de los otros, en que a éstos no les interesan las ovejas como cosa propia (Juan 10, 12 s.). “¡Cómo se conoce que nada te ha costado redimirla!”, fue el reproche que escuchó una vez, desde un crucifijo, un pastor de almas que se resistió a absolver un pecador arrepentido.

* 11. Ciento veinte mil: Si tomamos este número de niños pequeños como base, la población de Nínive bien pudo sumar más de medio millón de habitantes. Que no saben discernir su mano derecha de la izquierda: Análoga expresión se usa para designar a los pequeñuelos. En sentido moral todos corremos el riesgo de no distinguir entre la derecha y la izquierda, porque, como dice el Doctor Místico, “a cada paso tomamos lo malo por bueno, y lo bueno por malo, y esto, de nuestra cosecha es”. De ahí que en nuestra conducta práctica necesitemos siempre de consejo (véase Proverbios 12, 15). Obsérvese al final la delicadeza del Señor para con los animales. Véase Proverbios 12, 10.