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Daniel
Daniel, a quien la misma Biblia cita como prototipo de santidad (Ezequiel 14, 14 y 20) y de sabiduría (Ezequiel 28, 3), vivió, como Ezequiel, en Babilonia durante el cautiverio, pero no fue sacerdote que adoctrinase al pueblo como aquél, y como Jeremías en Jerusalén, sino un alto personaje en la corte de un rey pagano, como fueron José en Egipto y Ester y Mardoqueo en Persia. De ahí sin duda que la Biblia hebrea lo colocase más bien entre los hagiógrafos (aunque no siempre) y que el Talmud viese en él una figura del Mesías por su fidelidad en las persecuciones.
Su libro, último de los cuatro Profetas Mayores en el orden cronológico y también por su menor extensión, reviste, sin embargo, importancia extraordinaria debido al carácter mesiánico y escatológico de sus revelaciones, “como que en él se contienen admirables y especialísimos vaticinios del estado político del mundo, y también del de la Iglesia, desde su tiempo hasta la Encarnación del Verbo eterno, y después, hasta la consumación del siglo, según el pensamiento de San Jerónimo” (Scío).
Precisamente por ello, el Libro de Daniel es uno de los más misteriosos del Antiguo Testamento, el primer Apocalipsis, cuyas visiones quedarían en gran parte incomprensibles, si no tuviéramos en el Nuevo Testamento un libro paralelo, el Apocalipsis de San Juan. Es, por lo tanto, muy provechoso leer los dos juntos, para no perder una gota de su admirable doctrina. Algunas de las revelaciones sólo se entenderán en los últimos tiempos, dice el mismo Daniel en 10, 14; y esos tiempos bien pueden ser los que vivimos nosotros.
El Libro de Daniel se divide en dos partes principales. La primera (capítulos 1-6) se refiere a acontecimientos relacionados principalmente con el Profeta y sus compañeros, menos el capítulo segundo que, como observa Nácar-Colunga, es una visión profética dentro de la parte histórica. La segunda (capítulos 7-12) contiene exclusivamente visiones proféticas. “Anuncia, en cuatro visiones notables, los destinos sucesivos de los grandes imperios paganos, contemplados, sea en ellos mismos, sea en sus relaciones con el pueblo de Dios: 1°, las cuatro bestias, que simbolizan la sucesión de las monarquías paganas y el advenimiento del reino de Dios (capítulo 7); 2°, el carnero y el macho cabrío (capítulo 8); 3°, las setenta semanas de años (capítulo 9); 4°, las calamidades que el pueblo de Jehová deberá sufrir de parte de los paganos hasta su glorioso restablecimiento (capítulos 10-12). El orden seguido en cada una de estas dos partes es el cronológico” (Fillion).
Un apéndice de dos capítulos (13 y 14) cierra el Libro, que está escrito, como lo fue el de Esdras, en dos idiomas entremezclados: parte en hebreo (1, 1-2, 4a; capítulos 8-12) y parte en arameo (2, 4b-7, 28) y cuya traducción por los Setenta ofrece tan notables divergencias con el texto masorético que ha sido adoptada en su lugar para la Biblia griega la de Teodoción; de la que San Jerónimo tomó los fragmentos deuterocanónicos (3, 24-90 y los capítulos 13-14) para su versión latina. El empleo de dos lenguas se explica por la diferencia de los temas y destinatarios. Los capítulos escritos en arameo, que en aquel tiempo era el idioma de los principales reinos orientales, se dirigen a éstos (véase 2, 4 y nota), mientras que los escritos en hebreo, que era el idioma sagrado de los judíos, contienen lo tocante al pueblo escogido, y en sus últimas consecuencias, a nosotros.
Muchos se preguntan si los sucesos históricos que sirven de marco para las visiones y profecías, han de tomarse en sentido literal e histórico, o si se trata sólo de tradiciones legendarias y creaciones de la fantasía del hagiógrafo, “que, bajo forma y apariencia de relato histórico o de visión profética, nos hubiera transmitido, inspirado por Dios, sus concepciones sobre la intervención de Dios en el gobierno de los imperios y el advenimiento de su Reino” (Prado). San Jerónimo aboga por el sentido literal e histórico, con algunas reservas respecto a los dos últimos capítulos, y su ejemplo han seguido, con algunas excepciones, todos los exégetas católicos, de modo que las dificultades que se oponen al carácter histórico de los relatos daniélicos, han de solucionarse en el campo de la historia y de la arqueología bíblicas, así como muchas de sus profecías iluminan los datos de la historia profana y se aclaran recíprocamente a la luz de otros vaticinios de ambos Testamentos.
También contra la autenticidad del Libro de Daniel se han levantado voces que pretenden atribuirlo en su totalidad o al menos en algunos capítulos, a un autor más reciente. Felizmente existen no pocos argumentos a favor de la autenticidad, especialmente el testimonio de Ezequiel (14, 14 ss.; 28, 3), del primer Libro de los Macabeos (1, 51) y del mismo Jesús quien habla del “profeta Daniel” (Mateo 24, 15), citando un pasaje de su libro (Daniel 9, 21). Poseemos, además, una referencia en el historiador judío Flavio Josefo, quien nos dice que el Sumo Sacerdote Jaddua mostró las profecías de Daniel a Alejandro Magno, lo que significa que este Libro debe ser anterior a la época del gran conquistador del siglo IV, es decir, que no puede atribuirse al período de los Macabeos, como sostienen aquellos críticos. Lo mismo se deduce de la incorporación del Libro de Daniel en la versión griega de los Setenta, la cual se hizo en el siglo III o II antes de Cristo.
No obstante los problemas históricos planteados en este libro divino, sus profecías fueron de amplia y profunda influencia, particularmente durante las persecuciones en el tiempo de los Macabeos. “En los relatos y en las revelaciones de Daniel el pueblo de Jehovah poseía un documento auténtico que le prometía claramente la liberación final gracias al Mesías” (Fillion). En ellas encontraron los judíos perseguidos por el tirano Antíoco Epífanes el mejor consuelo y la seguridad de que, como dice el mismo Fillion, “los reinos paganos, por más poderosos que fuesen, no conseguirían destruirlo” y que, pasado el tiempo de los gentiles, vendrá el reino de Dios que el Profeta anuncia en términos tan magníficos (cf. 2, 44; 7, 13 ss.; 9, 24 ss.). Para nosotros, los cristianos, no es menor la importancia del Libro de Daniel, siendo, como es, un libro de consoladora esperanza y una llave de inapreciable valor para el Apocalipsis de San Juan. Un estudio detenido y reverente de las profecías de Daniel nos proporciona no solamente claros conceptos acerca de los acontecimientos del fin, sino también la fortaleza para mantenernos fieles hasta el día en que se cumpla nuestra “bienaventurada esperanza” (Tito 2, 13).
En esta versión los fragmentos deuterocanónicos han sido tomados de la Vulgata.
I. Episodios de la vida de Daniel
Daniel 1
Daniel en la corte de Nabucodonosor
1 [9013] El año tercero del reinado de Joakim, rey de Judá, vino Nabucodonosor, rey de Babilonia a Jerusalén y la asedió.
2 [9014] Y el Señor entregó en sus manos a Joakim, rey de Judá, y parte de los vasos de la Casa de Dios. Los llevó (Nabucodonosor) al país de Sinear, a la casa de su dios; y puso los vasos en la casa del tesoro de su dios.
3 [9015] Y dijo el rey a Aspenaz, prefecto de los eunucos, que trajese de los hijos de Israel, del linaje real y de los príncipes,
4 algunos niños que no tuviesen ningún defecto, de hermosa figura, instruidos en toda sabiduría, dotados de saber, prudentes, inteligentes y aptos para estar en el palacio del rey y aprender la escritura y la lengua de los caldeos.
5 El rey les asignó una ración diaria de los escogidos manjares de la mesa real, y del vino que él mismo bebía, y mandó que los alimentasen así por tres años para que al final de ellos sirviesen al rey.
6 [9016] Entre ellos se hallaron, de los hijos de Judá: Daniel, Ananías, Misael y Azarías;
7 [9017] a los cuales el prefecto de los eunucos les puso (nuevos) nombres; a Daniel le llamó Baltasar; a Ananías, Sidrac; a Misael, Misac; y a Azarías, Abdénago.
Daniel observa la Ley mosaica
8 [9018] Daniel se propuso en su corazón no contaminarse con los manjares escogidos del rey, ni con el vino que él bebía; por lo cual pidió al prefecto de los eunucos que no le (obligara) a contaminarse.
9 Y Dios hizo que Daniel hallase gracia y benevolencia ante el prefecto de los eunucos.
10 Dijo el prefecto de los eunucos a Daniel: “Temo al rey mi señor, el cual ha dispuesto lo que debéis comer y beber. ¿Por qué ha de ver vuestras caras más flacas que las de los jóvenes de vuestra edad? Así me haríais culpable ante el rey.”
11 [9019] Respondió entonces Daniel a Malasar, al cual el prefecto de los eunucos había encargado el cuidado de Daniel, Ananías, Misael y Azarías:
12 Te suplico que hagas con tus siervos una prueba de diez días; dénsenos legumbres para comer y agua para beber;
13 después examinarás nuestros semblantes y los semblantes de los jóvenes que comen de los manjares escogidos del rey; y según vieres, haz con tus siervos.”
14 Aceptó él su propuesta y los probó durante diez días.
15 [9020] Y al cabo de los diez días sus semblantes parecían mejores y más llenos que los de todos los jóvenes que comían de los escogidos manjares del rey.
16 Desde entonces Malasar se llevaba sus manjares escogidos y el vino que habían de beber, y les daba legumbres.
Dios bendice a los jóvenes
17 [9021] Dios concedió a estos cuatro jóvenes conocimiento y entendimiento en todas las letras, y también sabiduría. Daniel entendía, además, toda suerte de visiones y sueños.
18 Cumplido el tiempo que el rey había señalado para que le fuesen presentados, les condujo el prefecto de los eunucos a la presencia de Nabucodonosor.
19 El rey habló con ellos, y no se halló entre todos ellos ninguno como Daniel, Ananías, Misael y Azarías; por lo que fueron admitidos al servicio del rey.
20 En todos los asuntos de sabiduría e inteligencia en que el rey les consultó, los halló diez veces superiores a todos los magos y adivinos de todo su reino.
21 [9022] Permaneció Daniel hasta el año primero del rey Ciro.
Daniel 2
La visión de la estatua
1 [9023] El año segundo del reinado de Nabucodonosor, tuvo Nabucodonosor unos sueños; y se turbó su espíritu de modo que no pudo dormir.
2 [9024] Mandó el rey llamar a los magos, los adivinos, los encantadores y los caldeos, para que manifestasen al rey sus sueños. Llegaron y se presentaron delante del rey.
3 El rey les dijo: “He tenido un sueño y mi espíritu está perturbado hasta que entienda el sueño.”
4 [9025] Respondieron entonces los caldeos al rey en siríaco: “¡Vive para siempre, oh rey! Manifiesta el sueño a tus siervos, y te daremos la interpretación”.
5 Replicó el rey y dijo a los caldeos: “Es cosa resuelta de mi parte: si no me manifestáis ese sueño y su interpretación, seréis hechos trozos, y vuestras casas serán convertidas en cloacas.
6 Si, en cambio, me hacéis saber el sueño y su interpretación, recibiréis de mi parte dones y presentes y grandes honores; por lo tanto manifestadme el sueño y su interpretación.”
7 Respondieron ellos por segunda vez y dijeron: “Diga el rey el sueño a sus siervos, y daremos a conocer la interpretación.”
8 Repuso el rey y dijo: “Bien sé qué queréis ganar tiempo, porque veis que (lo que os digo) es cosa resuelta de mi parte.
9 Por lo cual si no me hacéis saber lo que he soñado, caerá sobre vosotros una misma sentencia. Queréis preparar palabras mentirosas y engañosas, para entretenerme mientras va pasando el tiempo. Por eso, decidme, el sueño, y sabré que podéis darme también la interpretación.”
10 Respondieron los caldeos ante el rey y dijeron: “No hay hombre sobre la tierra que pueda indicar lo que el rey exige; como tampoco jamás rey alguno por grande y poderoso que fuese, pidió cosa semejante a ningún mago, adivino, o caldeo.
11 [9026] La cosa que pide el rey es difícil, y no hay quien pueda indicarla al rey, salvo los dioses que no moran entre los mortales.”
12 Con esto el rey se enfureció, y llenándose de grandísima ira mandó quitar la vida a todos los sabios de Babilonia.
13 Fue publicado este edicto, y los sabios iban a ser llevados a la muerte, y se buscaba también a Daniel y a sus compañeros para matarlos.
Dios revela a Daniel el sueño del rey
14 Entonces Daniel interpeló con toda prudencia a Arioc, capitán de la guardia real, que había salido para matar a los sabios de Babilonia.
15 Tomando la palabra dijo a Arioc, capitán del rey: “¿A qué obedece esta tan severa sentencia de parte del rey?” Y Arioc explicó a Daniel el asunto.
16 Entonces entró Daniel al rey y le pidió que le diera tiempo para indicarle la interpretación.
17 [9027] Después fue Daniel a su casa; y contó el caso a Ananías, Misael y Azarías, sus compañeros,
18 [9028] para que implorasen la misericordia del Dios del cielo en este asunto misterioso, a fin de que no se quitase la vida a Daniel y a sus compañeros junto con los demás sabios de Babilonia.
19 Entonces fue revelado el secreto a Daniel, en una visión nocturna; y Daniel bendijo al Dios del cielo.
20 Tomando la palabra dijo Daniel:
“¡Bendito sea el nombre de Dios
de eternidad a eternidad;
porque suya es la sabiduría y la fortaleza!
21 [9029] Él cambia los tiempos y los momentos,
quita reyes y los pone,
da sabiduría a los sabios y ciencia a los inteligentes.
22 [9030] Él revela las cosas profundas y ocultas,
conoce lo que está en tinieblas;
y con Él mora la luz.
23 A ti, oh Dios de mis padres, doy gracias y alabanzas,
por cuanto me has dado sabiduría y fortaleza;
y porque ahora me has manifestado lo que te hemos pedido,
revelándonos el asunto del rey.”
24 [9031] Después de esto fue Daniel a Arioc, a quien el rey había dado la orden de matar a los sabios de Babilonia. Entró, y le dijo así: “No quites la vida a los sabios de Babilonia. Llévame a la presencia del rey, y manifestaré al rey la interpretación.”
Daniel revela al rey el sueño
25 [9032] Entonces Arioc llevó apresuradamente a Daniel a la presencia del rey, a quien dijo así: “He hallado un hombre de los cautivos de Judá, que dará a conocer al rey la interpretación.”
26 Tomó el rey la palabra y dijo a Daniel, cuyo nombre era Baltasar: “¿Eres tú capaz de hacerme conocer el sueño que he visto, y su interpretación?”
27 [9033] Respondió Daniel ante el rey y dijo: “El secreto (cuya interpretación) pide el rey, no se lo pueden manifestar los sabios, ni los adivinos, ni los magos, ni los astrólogos.
28 Pero hay un Dios en el cielo que revela los secretos, y que da a conocer al rey Nabucodonosor lo que ha de suceder al fin de los días. He aquí tu sueño y las visiones que ha tenido tu cabeza en tu cama:
29 Tú, oh rey, estando en tu cama, pensabas en lo que sucedería después de estos (tiempos), y El que revela los secretos te hizo saber lo que ha de venir.
30 Y a mí me ha sido descubierto este secreto, no porque haya en mí más sabiduría que en todos los vivientes, sino a fin de que se dé a conocer al rey la interpretación y para que conozcas los pensamientos de tu corazón.
31 [9034] Tú, oh rey, estabas mirando, y veías una gran estatua. Esta estatua era inmensa y de un esplendor extraordinario. Se erguía frente a ti, y su aspecto era espantoso.
32 [9035] La cabeza de esta estatua era de oro fino; su pecho y sus brazos de plata; su vientre y sus caderas de bronce;
33 sus piernas de hierro; sus pies en parte de hierro, y en parte de barro.
34 [9036] Mientras estabas todavía mirando, se desgajó una piedra —no desprendida por mano de hombre— e hirió la imagen en los pies, que eran de hierro y de barro, y los destrozó.
35 [9037] Entonces fueron destrozados al mismo tiempo el hierro, el barro, el bronce, la plata y el oro, y fueron como el tamo de la era en verano. Se los llevó el viento, de manera que no fue hallado ningún rastro de ellos: pero la piedra que hirió la estatua se hizo una gran montaña y llenó toda la tierra.
La interpretación del sueño por Daniel
36 Éste es el sueño; y (ahora) le daremos al rey la interpretación.
37 [9038] Tú, oh rey, eres rey de reyes, a quien el Dios del cielo ha dado el imperio, el poder, la fuerza y la gloria.
38 Dondequiera que habiten los hijos de los hombres, las bestias del campo y las aves del cielo. Él los ha puesto en tu mano, y a ti te ha hecho señor de todos ellos. Tú eres la cabeza de oro.
39 Después de ti se levantará otro reino inferior a ti; y otro tercer reino de bronce, que dominará sobre toda la tierra.
40 Luego habrá un cuarto reino fuerte como el hierro. Del mismo modo que el hierro rodo lo destroza y rompe, y como el hierro todo lo desmenuza, así él desmenuzará y quebrantará todas estas cosas.
41 Si tú viste que los pies y los dedos eran en parte de barro de alfarero y en parte de hierro, (esto significa) que el reino será dividido. Habrá en él algo de la fortaleza del hierro, según viste en el hierro mezclado con barro de lodo.
42 Los dedos de los pies eran en parte de hierro, y en parte de barro, (esto significa) que el reino será en parte fuerte, y en parte endeble.
43 Así como viste el hierro mezclado con barro, así se mezclarán por medio de simiente humana; pero no se pegarán unos con otros; así como el hierro no puede ligarse al barro.
44 [9039] En los días de aquellos reyes el Dios del cielo suscitará un reino que nunca jamás será destruido, y que no pasará a otro pueblo; quebrantará y destruirá todos aquellos reinos, en tanto que él mismo subsistirá para siempre,
45 [9040] conforme viste que de la montaña se desprendió una piedra —no por mano alguna—, que desmenuzó el hierro, el bronce, el barro, la plata y el oro. El gran Dios ha mostrado al rey lo que ha de suceder en lo porvenir. El sueño es verdadero, y es fiel la interpretación.”
Nabucodonosor adora a Dios
46 [9041] Entonces el rey Nabucodonosor cayó sobre su rostro, postrándose delante de Daniel; y mandó ofrecerle oblaciones y perfumes.
47 Y dirigió el rey la palabra a Daniel y dijo: “Vuestro Dios es realmente el Dios de los dioses, el Señor de los señores, el que revela los arcanos, puesto que tú has podido descubrir este secreto.”
48 Luego el rey ensalzó a Daniel, y le dio muchos y grandes presentes; y le constituyó gobernador de toda la provincia de Babilonia y jefe supremo de todos los sabios de Babilonia.
49 Mas a ruegos de Daniel puso el rey al frente de la provincia de Babilonia a Sidrac, Misac y Abdénago; Daniel, empero, (permaneció) en la corte del rey.
Daniel 3
La estatua de oro
1 [9042] El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro de sesenta codos de alto y seis codos de ancho. La erigió en la llanura de Dura, en la provincia de Babilonia.
2 [9043] Y mandó el rey Nabucodonosor reunir a los sátrapas, los gobernadores, los generales, los altos magistrados, los tesoreros, los consejeros, los jueces y todos los intendentes de las provincias, para que asistiesen a la dedicación de la estatua levantada por el rey Nabucodonosor.
3 Se reunieron los sátrapas, los gobernadores, los generales, los altos magistrados, los tesoreros, los consejeros, los jueces y todos los intendentes de las provincias para asistir a la dedicación de la estatua levantada por el rey Nabucodonosor; y estaban en pie delante de la estatua que Nabucodonosor había erigido.
4 Y gritaba un pregonero en voz alta: “A vosotros, oh pueblos, naciones y lenguas se os manda
5 [9044] que al tiempo que oyereis el sonido del cuerno, de la flauta, de la cítara, del sambuco, del salterio, de la gaita y de toda suerte de instrumentos músicos, os postréis para adorar la estatua de oro que ha levantado el rey Nabucodonosor.
6 [9045] Quien no se postrare ni (la) adorare, al instante será echado en un horno de fuego ardiente.”
7 Por lo cual, al momento de oír todos los pueblos el sonido del cuerno, de la flauta, de la cítara, del sambuco, del salterio, de la gaita y de toda suerte de instrumentos músicos, se postraron todos esos pueblos, naciones y lenguas, y adoraron la estatua de oro que el rey Nabucodonosor había alzado.
Los tres jóvenes no adoran la estatua
8 [9046] En ese mismo tiempo vinieron algunos caldeos y acusaron a los judíos.
9 Hablaron al rey Nabucodonosor y dijeron: “¡Vive para siempre, oh rey!
10 Tú, oh rey, has dado un decreto según el cual todo hombre que oiga el sonido del cuerno, de la flauta, de la cítara, del sambuco, del salterio, de la gaita y de toda suerte de instrumentos músicos, se postre y adore la estatua de oro;
11 y que todo aquel que no se postrare para adorar, sea arrojado en un horno de fuego ardiente.
12 [9047] Pues bien, hay algunos judíos, a quienes tú has puesto al frente de la provincia de Babilonia: Sidrac, Misac y Abdénago, los cuales no te tienen respeto, oh rey; no sirven a tus dioses, ni adoran la estatua de oro por ti erigida.”
13 Entonces Nabucodonosor se llenó de rabia y furor, y mandó traer a Sidrac, Misac y Abdénago, los cuales fueron conducidos a la presencia del rey.
14 Nabucodonosor tomó la palabra y les dijo: “¿Es de propósito, oh Sidrac, Misac y Abdénago que no servís a mis dioses, ni adoráis la estatua de oro que yo he alzado?
15 Ahora, pues, estad dispuestos: Al momento que oigáis el sonido del cuerno, de la flauta, de la cítara, del sambuco, del salterio, de la gaita y de toda suerte de instrumentos músicos, prosternaos y adorad la estatua que yo he hecho. Si no la adoráis, al instante seréis arrojados en un horno de fuego ardiente; y ¿quién es el Dios que os librará de mi mano?”
16 [9048] Respondieron Sidrac, Misac y Abdénago y dijeron al rey Nabucodonosor: “No tenemos necesidad de responderte acerca de este asunto,
17 Si nuestro Dios, a quien servimos, quiere librarnos, nos librará del horno de fuego ardiente y de tu mano, oh rey.
18 [9049] Y si no, sabe, oh rey, que nosotros no serviremos a tus dioses, ni adoraremos la estatua de oro que ha sido por ti levantada.”
Los tres jóvenes son arrojados al horno
19 [9050] Entonces Nabucodonosor se enfureció, y el aspecto de su rostro se demudó contra Sidrac, Misac y Abdénago. Y tomando de nuevo la palabra, mandó encender el horno siete veces más fuerte de lo acostumbrado.
20 Y dio orden a algunos de los más robustos de su ejército, de que ataran a Sidrac, Misac y Abdénago, para arrojarlos en el horno de fuego ardiente.
21 Entonces fueron atados estos varones, con sus capas, sus túnicas, sus gorras y sus (otros) vestidos, y echados en el horno de fuego ardiente.
22 Y como la orden del rey era urgente, y el horno excesivamente caliente, la llama de fuego abrasó a aquellos hombres que habían echado a Sidrac, Misac y Abdénago.
23 [9051] Así estos tres varones, Sidrac, Misac y Abdénago, cayeron atados en medio del horno de fuego ardiente.
Oración de Azarías
24 Pero ellos andaban por medio de las llamas loando a Dios y bendiciendo al Señor.
25 [9052] Entonces Azarías, poniéndose en pie, oró de esta manera, y abriendo su boca en medio del fuego, dijo:
26 “Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres;
digno de alabanza es tu nombre y glorioso por los siglos.
27 Porque Tú eres justo en todo lo que hiciste con nosotros;
y verdaderas son todas las obras tuyas, rectos tus caminos,
y justos todos tus juicios.
28 Pues justos fueron tus juicios
en todo lo que trajiste sobre nosotros
y sobre la santa ciudad de nuestros padres, Jerusalén;
porque en verdad y en justicia enviaste todas estas cosas
por causa de nuestros pecados.
29 [9053] Puesto que hemos pecado y obrado inicuamente,
apostatando de Ti y en todo hemos faltado;
30 no hemos obedecido tus preceptos
ni los hemos observado;
no hemos obrado según habías dispuesto
para que fuésemos felices.
31 Todo cuanto has enviado sobre nosotros,
y todo lo que nos has hecho,
justísimamente lo has hecho.
32 Nos entregaste en manos de nuestros enemigos malvados,
perversos y prevaricadores, y en poder de un rey injusto,
el peor de toda la tierra.
33 Y ahora no podemos abrir la boca,
siendo como somos objeto de confusión y de oprobio
para tus siervos y para quienes te adoran.
34 Te rogamos que por amor de tu nombre
no nos abandones para siempre,
ni destruyas tu alianza.
35 [9054] ni apartes de nosotros tu misericordia,
por amor de Abrahán, tu amado,
y de Isaac siervo tuyo, y de Israel tu santo,
36 [9055] a los cuales hablaste,
prometiendo que multiplicarías su linaje como las estrellas del cielo,
y como la arena en la playa del mar.
37 Porque nosotros, oh Señor,
hemos sido empequeñecidos más que todas las naciones,
y estamos hoy día abatidos en todo el mundo
por causa de nuestros pecados.
38 [9056] Y no tenemos en este tiempo
príncipe ni caudillo, ni profeta,
ni holocausto, ni sacrificio, ni ofrenda,
ni incienso, ni lugar (donde presentarte) las primicias,
a fin de poder alcanzar tu misericordia.
39 [9057] Pero recíbenos Tú, contritos de corazón,
y con espíritu humillado.
40 Como el holocausto de los carneros y toros,
y los millares de gordos corderos.
así sea hoy nuestro sacrificio delante de Ti,
para que te sea acepto;
pues jamás quedan confundidos los que en Ti confían.
41 Te seguimos ahora de todo corazón,
y te tememos, y buscamos tu rostro.
42 No quieras confundirnos;
haz con nosotros según la mansedumbre tuya,
y según tu grandísima misericordia.
43 [9058] Líbranos con tus prodigios,
y glorifica, oh Señor, tu Nombre.
44 Avergonzados queden todos cuantos hacen sufrir tribulaciones a tus siervos;
queden confundidos por medio de todo tu poder
y sea aniquilada su fuerza;
45 y sepan que Tú eres el Señor,
Dios único y glorioso en la redondez de la tierra.”
El ángel salva a los jóvenes
46 [9059] Entretanto, los siervos del rey que los habían arrojado, no cesaban de cebar el fuego con betún, estopa, pez y sarmientos.
47 [9060] Y se extendía la llama sobre el horno hasta la (altura de) cuarenta y nueve codos;
48 y saltando fuera abrasó a los caldeos que halló cerca del horno.
49 [9061] Mas el Ángel del Señor descendió al horno, y estaba con Azarías y con sus compañeros, sacudiendo del horno la llama del fuego.
50 E hizo que en medio del horno soplase como un viento de rocío; y el fuego no los tocó en parte alguna, ni los afligió, ni les causó la menor molestia.
Cántico de los tres jóvenes
51 [9062] Entonces aquellos tres, como si no tuviesen sino una sola boca, alabaron, y glorificaron, y bendijeron a Dios en medio del horno, diciendo:
52 [9063] Bendito eres Tú, Señor, Dios de nuestros padres,
digno de ser alabado y glorificado y ensalzado por todos los siglos.
Bendito sea tu santo y glorioso Nombre,
digno de ser alabado y ensalzado por todos los siglos.
53 [9064] Bendito eres Tú en el Templo santo de tu gloria,
y sobre todo loor, y sobre toda gloria por los siglos.
54 Bendito eres Tú en el trono de tu reino,
y sobre todo loor y sobre toda gloria por los siglos.
55 Bendito eres Tú que penetras los abismos y te sientas sobre querubines,
y eres digno de loor y de ser ensalzado por los siglos.
56 Bendito eres en el firmamento del cielo,
y digno de loor y de gloria por los siglos.
57 [9065] Obras todas del Señor, bendecid al Señor;
loadle y ensalzadle por los siglos.
58 Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
loadle y ensalzadle por los siglos.
59 Cielos, bendecid al Señor;
loadle y ensalzadle por los siglos.
60 Aguas todas que estáis sobre los cielos, bendecid al Señor;
loadle y ensalzadle por los siglos.
61 Ejércitos todos del Señor, bendecid al Señor,
loadle y ensalzadle por los siglos.
62 Sol y luna, bendecid al Señor;
loadle y ensalzadle por los siglos.
63 Estrellas del cielo, bendecid al Señor;
loadle y ensalzadle por los siglos.
64 Lluvias todas y rocíos, bendecid al Señor;
loadle y ensalzadle por los siglos.
65 [9066] Espíritus todos de Dios, bendecid al Señor;
loadle y ensalzadle por los siglos.
66 Fuego y calor, bendecid al Señor;
loadle y ensalzadle por los siglos.
67 Frío y calor, bendecid al Señor;
loadle y ensalzadle por los siglos.
68 Rocíos y escarcha, bendecid al Señor;
loadle y ensalzadle por los siglos.
69 HieIo y frío, bendecid al Señor;
loadle y ensalzadle por los siglos.
70 Heladas y nieves, bendecid al Señor;
loadle y ensalzadle por los siglos.
71 Noches y días, bendecid al Señor;
loadle y ensalzadle por los siglos.
72 Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
loadle y ensalzadle por los siglos.
73 [9067] Relámpagos y nubes, bendecid al Señor;
loadle y ensalzadle por los siglos.
74 Bendiga la tierra al Señor;
alábele y ensálcele por los siglos.
75 Montes y collados, bendecid al Señor;
loadle y ensalzadle por los siglos.
76 Plantas todas que nacéis en la tierra, bendecid al Señor;
loadle y ensalzadle por los siglos.
77 Fuentes, bendecid al Señor;
loadle y ensalzadle por los siglos.
78 Mares y ríos, bendecid al Señor;
loadle y ensalzadle por los siglos.
79 Monstruos del mar y cuanto se mueve en las aguas, bendecid al Señor;
loadle y ensalzadle por los siglos.
80 Aves todas del cielo, bendecid al Señor;
loadle y ensalzadle por los siglos.
81 Bestias todas y ganados, bendecid al Señor;
loadle y ensalzadle por los siglos.
82 Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
loadle y ensalzadle por los siglos.
83 [9068] Bendiga Israel al Señor;
alábele y ensálcele por los siglos.
84 Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
loadle y ensalzadle por los siglos.
85 Siervos del Señor, bendecid al Señor;
loadle y ensalzadle por los siglos.
86 [9069] Espíritus y almas de los justos, bendecid al Señor;
loadle y ensalzadle por los siglos.
87 Santos y humildes de corazón, bendecid al Señor;
loadle y ensalzadle por los siglos.
88 Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor;
loadle y ensalzadle por los siglos.
Porque Él nos sacó del infierno y nos libró de la mano de la muerte;
nos salvó de en medio de las ardientes llamas, sacándonos del fuego.
89 [9070] Tributad gloria al Señor, porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
90 [9071] Todos los que dais culto a Dios, bendecid al Señor, al Dios de los dioses;
loadle y celebradle,
porque su misericordia permanece por todos los siglos.
Nabucodonosor glorifica a Dios
91 Entonces el rey Nabucodonosor se asombró y levantándose apresuradamente, se dirigió a sus consejeros y dijo: “¿No fueron tres los hombres que echamos atados en medio del fuego?” Respondieron ellos y dijeron al rey: “Así es, oh rey.”
92 [9072] Y él repuso, diciendo: “He aquí, que yo veo cuatro hombres sueltos, que se pasean en medio del fuego, sin que hayan padecido daño alguno, y el aspecto del cuarto es semejante a un hijo de Dios.”
93 Entonces Nabucodonosor, acercándose a la boca del horno de fuego ardiente, tomó la palabra y dijo: “¡Sidrac, Misac y Abdénago, siervos del Dios Altísimo, salid y venid!” Salieron, pues, Sidrac, Misac y Abdénago de en medio del fuego.
94 Y habiéndose reunido los sátrapas, los gobernadores, los altos jefes y los consejeros del rey, vieron a esos varones sobre cuyos cuerpos el fuego no había tenido ningún poder. Ni un cabello de su cabeza se había chamuscado, sus ropas estaban intactas, ni siquiera el olor del fuego los había alcanzado.
95 [9073] Entonces Nabucodonosor tomó la palabra y dijo: “Bendito sea el Dios de Sidrac, Misac y Abdénago, que ha enviado su ángel y ha salvado a sus siervos que han confiado en Él, traspasaron la orden del rey y entregaron sus cuerpos para no servir ni adorar a dios alguno fuera del Dios suyo.
96 Publico por mi parte este decreto: Cualquier pueblo, nación o lengua que hable mal del Dios de Sidrac, Misac y Abdénago, será hecho pedazos, y sus casas serán convertidas en cloacas; por cuanto no hay ningún otro dios que pueda salvar de tal manera.”
97 Y el rey ensalzó a Sidrac, Misac y Abdénago en la provincia de Babilonia.
Manifiesto del rey
98 [9074] “El rey Nabucodonosor a todos los pueblos, naciones y lenguas que habitan en toda la tierra: La paz os sea dada en abundancia.
99 Me parece conveniente publicar las señales y las maravillas que el Dios Altísimo ha hecho conmigo.
100 [9075] ¡Cuán grandes son sus señales y cuan estupendas sus maravillas! Su reino es reino eterno y su poderío subsiste de generación en generación.”
Daniel 4
La visión del árbol cortado
1 [9076] Yo, Nabucodonosor, vivía tranquilo en mi casa, y floreciente en mi palacio.
2 Y estando yo en mi cama tuve un sueño que me asustó, y me turbaron los pensamientos y las visiones (que revolvía) mi cabeza.
3 Y di orden que se presentasen delante de mí todos los sabios de Babilonia, para que me dieran la interpretación del sueño.
4 [9077] Vinieron entonces los magos, los adivinos, los caldeos y los astrólogos, y conté ante ellos el sueño; pero no pudieron indicarme su interpretación.
5 [9078] Al fin se presentó delante de mí Daniel, cuyo nombre es Baltasar, del nombre de mi dios, y en el cual reside el espíritu de los santos dioses; y le conté mi sueño, (diciendo): 6 “Baltasar, jefe de los magos, por cuanto yo sé que el espíritu de los santos dioses reside en ti, y que no hay ningún secreto que te cause dificultades, exponme las visiones de mi sueño que he visto, y su interpretación.
7 (He aquí) las visiones que tenía yo en mi cabeza estando en mi cama:
Miraba yo, y vi un árbol en medio de la tierra,
y su altura era grande.
8 El árbol creció y se hizo fuerte,
su copa tocaba en el cielo
y se lo veía desde las extremidades de toda la tierra.
9 Su follaje era hermoso,
y su fruto copioso,
y había en él comida para todos.
A su sombra se abrigaban las bestias del campo,
y en sus ramas moraban las aves del cielo;
y toda carne vivía en él.
10 [9079] Mientras estaba todavía mirando las visiones de mi cabeza,
estando en mi cama,
vi cómo un Velador y Santo descendía del cielo,
11 que gritaba fuerte y dijo así:
«Cortad el árbol y desmochad sus ramas,
sacudid su follaje y desparramad sus frutos;
huyan las bestias de debajo de él,
y los pájaros de sus ramas.
12 Pero el tronco con sus raíces lo dejaréis en tierra,
entre cadenas de hierro y de bronce, en medio de la hierba del campo.
Sea bañado con el rocío del cielo
y con las bestias sea su parte entre la hierba de la tierra.
13 Sea mudado su corazón de hombre,
y désele un corazón de bestia,
y pasen sobre él siete tiempos.
14 [9080] De un decreto de los veladores viene esta sentencia,
y es cosa que se hace por pedido de los santos,
para que los vivientes conozcan
que el Altísimo es dueño del reino de los hombres.
Lo dará a quien mejor le parezca,
y puede poner sobre él al más humilde de los hombres.»
15 Éste es el sueño que vi yo, el rey Nabucodonosor; y tú, Baltasar, dime la interpretación; pues ninguno de los sabios de mi reino ha podido darme su interpretación. Tú lo puedes, porque el espíritu de los santos dioses reside en ti.”
Interpretación del sueño
16 [9081] Entonces Daniel, cuyo nombre es Baltasar, quedó por un rato aturdido, y le conturbaron sus pensamientos, hasta que el rey tomó la palabra y dijo: “Baltasar, no te conturbe el sueño ni su interpretación.” Respondió Baltasar, y dijo: “Señor mío, sea este sueño para los que te odien, y su interpretación para tus enemigos.
17 El árbol que viste, que se hizo grande y fuerte, cuya altura llegaba hasta el cielo y que se podía ver desde toda la tierra;
18 [9082] cuyo follaje era tan hermoso y su fruto tan copioso, en el cual había alimento para todos, debajo del cual moraban las bestias del campo y en cuyas ramas habitaban los pájaros del cielo;
19 [9083] (ese árbol) eres tú, oh rey, que has venido a ser grande y fuerte; pues tu grandeza ha crecido hasta llegar al cielo, y tu dominación hasta alcanzar los fines de la tierra.
20 Y si el rey vio a un Velador y Santo que descendía del cielo, diciendo: «Cortad el árbol y destruidlo, pero dejad el tronco con sus raíces en la tierra entre cadenas de bronce y de hierro, en medio de la hierba del campo, y sea bañado con el rocío del cielo y tenga su parte entre las bestias del campo hasta que pasen sobre él siete tiempos»;
21 ésta es la interpretación, oh rey, y éste es el decreto del Altísimo que ha de cumplirse en mi señor, el rey:
22 [9084] Te echarán de entre los hombres, y habitarás con las bestias del campo. Te darán de comer hierba como a los bueyes, serás mojado con el rocío del cielo, y pasarán sobre ti siete tiempos, hasta que conozcas que el Altísimo es dueño del reino de los hombres y lo da a quien quiere.
23 [9085] Y en cuanto a la orden de dejar el tronco con las raíces del árbol, (esto significa que) te quedarás con tu reino cuando reconozcas que es el cielo el que tiene la potestad.
24 [9086] Por eso, oh rey, te sea grato mi consejo, redime tus pecados con obras de justicia, y tus iniquidades con obras de misericordia para con los pobres. Tal vez así se prolongara tu prosperidad.”
Cumplimiento de la visión
25 Todo esto se cumplió en el rey Nabucodonosor.
26 [9087] Al cabo de doce meses, mientras se paseaba sobre el palacio real de Babilonia,
27 el rey habló y dijo: “¿No es ésta Babilonia, la grande, que yo he edificado para capital de mi reino, con la fuerza de mi poder y para la gloria de mi majestad?”
28 Aun estaba la palabra en la boca del rey, cuando bajó del cielo una voz: “A ti se te anuncia, oh rey Nabucodonosor, que el reino se ha ido de ti.
29 [9088] Te echarán de entre los hombres y habitarás con las bestias del campo; te darán de comer hierba como a los bueyes, y pasarán sobre ti siete tiempos hasta que reconozcas que el Altísimo es dueño del reino de los hombres, y lo da a quien quiere.”
30 En aquella misma hora se cumplió en Nabucodonosor esta palabra: fue expulsado de entre los hombres, comía hierba como los bueyes, y su cuerpo se mojaba con el rocío del cielo, hasta que los cabellos le crecieron como (plumas) de águila, y las uñas como las de las aves.
31 “Mas al cabo de los días, yo, Nabucodonosor, levanté mis ojos hacia el cielo, y recobré mi juicio. Entonces bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive eternamente,
cuya dominación es dominación eterna
y cuyo reino perdura de generación en generación.
32 Todos los habitantes de la tierra son (para Él) una nada;
Él dispone según su voluntad del ejército del cielo
y de los moradores de la tierra.
No hay quien pueda detener su mano,
y decirle: «¿Qué es lo que haces?»
33 [9089] Al mismo tiempo recobré mi juicio y me fueron devueltos, para gloria de mi reino, mi majestad y mi esplendor. Vinieron a buscarme mis consejeros y mis magnates, y fui restablecido en mi reino, y se acrecentó aún mi poderío.
34 Ahora, pues, yo, Nabucodonosor, alabo y ensalzo y glorifico al Rey del cielo; pues todas sus obras son verdad, y sus caminos justicia, y Él puede humillar a quienes proceden con soberbia.”
Daniel 5
El festín de Baltasar
1 [9090] El rey Baltasar dio un gran banquete a sus mil príncipes y bebió vino en presencia de los mil.
2 [9091] Y estando ya excitado por el vino mandó Baltasar traer los vasos de oro y de plata que su padre Nabucodonosor había sacado del Templo de Jerusalén, para que bebiesen en ellos el rey y sus grandes, sus mujeres y sus concubinas.
3 [9092] Fueron traídos los vasos de oro sacados del Templo de la Casa de Dios que hubo en Jerusalén; y bebieron en ellas el rey y sus grandes, sus mujeres y sus concubinas.
4 Bebían el vino alabando a los dioses de oro y plata, de bronce, de hierro, de madera y de piedra.
5 En aquel momento aparecieron los dedos de una mano de hombre, y escribieron en frente del candelabro, sobre la cal de la pared del palacio real; y el rey vio el extremo de la mano que escribía.
6 Entonces el rey mudó de color, le perturbaron sus pensamientos, se le desencajaron las coyunturas de sus caderas y se batían sus rodillas una contra otra.
7 [9093] Y gritó el rey en alta voz que hiciesen venir a los adivinos, los caldeos y los astrólogos. Luego tomando el rey la palabra dijo a los sabios de Babilonia: “El que leyere esta escritura y me indicare su interpretación, será vestido de púrpura, (llevará) un collar de oro al cuello, y será el tercero en el gobierno del reino.”
8 Vinieron entonces todos los sabios del rey, mas no pudieron leer la escritura, ni explicar al rey su significado.
9 Por eso el rey Baltasar se turbó en sumo grado, mudó de color y sus grandes estaban consternados.
10 [9094] Entonces la reina, (que oyó) las voces del rey y de sus grandes, entró en la sala del banquete. Y tomando la palabra dijo la reina: “¡Vive para siempre, oh rey! No te conturben tus pensamientos, ni se te mude el color.
11 [9095] Hay un hombre en tu reino, en el cual reside el espíritu de los santos dioses. Ya en los días de tu padre, se hallaron en él luz e inteligencia y una sabiduría semejante a la sabiduría de los dioses; por lo cual el rey Nabucodonosor tu padre, le constituyó jefe de los magos, de los adivinos, de los caldeos y de los astrólogos.
12 Porque un espíritu superior, de ciencia e inteligencia, para interpretar sueños, descifrar enigmas, y resolver problemas difíciles se halló en él, en Daniel, a quien el rey puso por nombre Baltasar. Llámese, pues, a Daniel, y él te indicará el sentido.”
Daniel interpreta la escritura misteriosa.
13 Fue Daniel llevado a la presencia del rey, el cual tomó la palabra y dijo a Daniel: “¿Eres tú Daniel, uno de los hijos de la cautividad de Judá, a quien el rey mi padre trajo de Judá?
14 He oído decir de ti que el espíritu de los dioses reside en ti y que se hallan en ti luz y entendimiento y una sabiduría extraordinaria.
15 Ahora han sido traídos a mi presencia los sabios y los adivinos, para leer esta escritura e indicarme su significado, pero no han podido explicarme el sentido de esta cosa.
16 Pero de ti he oído decir que eres capaz de dar interpretaciones y resolver problemas difíciles. Ahora bien, si sabes leer la escritura e indicarme su interpretación, serás vestido de púrpura, (llevarás) un collar de oro al cuello, y serás el tercero en el reino.”
17 [9096] Entonces respondió Daniel y dijo delante del rey: “¡Sean para ti tus dones, y da a otro tus recompensas! Yo leeré al rey la escritura y le daré a conocer la interpretación.
18 El Dios Altísimo, oh rey, dio a Nabucodonosor, tu padre, el reino y la grandeza, la gloria y la majestad.
19 Y por la grandeza que le concedió, temblaban delante de él y se estremecían todos los pueblos y naciones y lenguas. Mataba a quien le daba la gana, y dejaba vivir a quien quería; ensalzaba al bienquisto, y humillaba a quien deseaba.
20 Pero cuando su corazón se engrió, y su espíritu se obstinó en la soberbia, fue depuesto del trono de su reino y despojado de su gloria.
21 Fue expulsado de entre los hombres y su corazón se hizo semejante al de las bestias, y habitó con los asnos monteses. Como a los bueyes, le dieron a comer hierba, y su cuerpo fue mojado con el rocío del cielo, hasta que reconoció que el Dios Altísimo es el soberano en el reino de los hombres y que pone sobre él a quien quiere.
22 Y tú, Baltasar, su hijo, aunque sabías todo esto, no has humillado tu corazón,
23 [9097] sino que te has levantado contra el Señor del cielo. Han puesto delante de ti los vasos de su Casa, y tú, tus grandes, tus mujeres y tus concubinas estáis bebiendo en ellos; has alabado a dioses de plata y oro, de bronce, de hierro, de madera y de piedra, que no ven ni oyen, y que nada saben; y no has dado gloria al Dios que tiene en su mano tu vida y es dueño de todos tus caminos.
24 Por eso vino de su parte el extremo de la mano que trazó esta escritura.
25 [9098] He aquí la escritura trazada: Mené, Mené, Tequel, Ufarsin. 26 Y ésta es su interpretación: Mené: Dios ha contado tu reino y le ha puesto término.
27 Tequel: has sido pesado en la balanza y hallado falto de peso.
28 Perés: dividido ha sido tu reino y dado a los medos y persas.”
29 Mandó entonces Baltasar, y vistieron a Daniel de púrpura, le pusieron al cuello un collar de oro y se pregonó que él sería el tercero en el gobierno del reino.
30 [9099] Aquella misma noche fue muerto Baltasar, rey de los caldeos,
31 [9100] y recibió el reino Darío el medo, que tenía unos sesenta y dos años de edad.
Daniel 6
Intrigas de los príncipes contra Daniel
1 [9101] Plugo a Darío constituir sobre el reino ciento veinte sátrapas, repartidos por todo el reino;
2 [9102] y sobre ellos tres presidentes, uno de los cuales era Daniel. A éstos (tres) los sátrapas tenían que dar cuenta, para que no fuese perjudicado el rey.
3 [9103] Ahora bien, ese Daniel aventajaba a los (demás) presidentes y sátrapas, porque había en él un espíritu superior, y pensaba el rey darle autoridad sobre todo el reino.
4 Entonces los presidentes y los sátrapas iban buscando algún pretexto contra Daniel en lo tocante a (la administración) del reino; mas no pudieron hallar ningún pretexto ni falta, porque era fiel, y no se hallaba en él ninguna negligencia ni falta.
5 [9104] Aquellos hombres se dijeron: “No encontraremos contra este Daniel ningún pretexto a menos de hallar contra él algo en lo tocante a la ley de su Dios.”
6 Entonces aquellos presidentes y sátrapas llegaron alborotados al rey y le dijeron así: “Rey Darío, ¡vive para siempre!
7 [9105] Todos los presidentes del reino, los gobernadores y los sátrapas, los consejeros y los magistrados han resuelto que se promulgue un edicto real y se decrete una prohibición, según la cual todo hombre que por espacio de treinta días dirigiere una petición a cualquier dios u hombre, fuera de ti, oh rey, debe ser arrojado en el foso de los leones.
8 [9106] Ahora, pues, oh rey, decreta tú la prohibición y firma el edicto, para que no pueda derogarse, conforme a la ley de los medos y persas, que es irrevocable.”
9 Dadas estas circunstancias el rey Darío firmó el edicto y la prohibición.
Daniel no cumple el edicto
10 [9107] Cuando Daniel supo que había sido firmado el edicto, se retiró a su casa, donde abiertas las ventanas de su cámara alta, que miraban hacia Jerusalén, hincaba tres veces al día las rodillas, y oraba y alababa a Dios, como solía hacerlo antes.
11 Entonces aquellos hombres se apresuraron a acudir, y hallaron a Daniel haciendo oración e invocando a su Dios.
12 Luego se llegaron al rey, y le hablaron acerca de la prohibición real (diciendo): “¿No firmaste tú una prohibición según la cual todo hombre que por espacio de treinta días dirigiere una petición a cualquier dios u hombre fuera de ti, oh rey, debe ser echado en el foso de los leones?” Respondió el rey, y dijo: “Así es, conforme a la ley de los medos y persas, que es irrevocable.”
13 Entonces respondieron ellos y dijeron ante el rey: “Daniel, uno de los hijos de la cautividad de Judá, no hace caso de ti, oh rey, ni de la prohibición que tú firmaste, sino que tres veces al día hace su oración.”
Daniel en el foso de los leones
14 Al oír esto quedó el rey sumamente contristado y se propuso salvar a Daniel; y hasta ponerse el sol hizo esfuerzos por librarle.
15 Pero aquellos hombres vinieron alborotados al rey y le dijeron: “Has de saber, oh rey, que es ley de los medos y persas que toda prohibición y todo edicto firmado por el rey es inmutable.”
16 [9108] Entonces el rey dio orden que trajeran a Daniel, y le echaron en el foso de los leones; y el rey dirigiéndose a Daniel le dijo: “¡Librete tu Dios, a quien tú siempre sirves!”
17 [9109] Luego fue traída una piedra y puesta sobre la boca del foso; y el rey la selló con su anillo, y con el anillo de sus grandes, para que nada se mudase respecto de Daniel.
18 Después volvió el rey a su palacio, y pasó la noche en ayunas; no se le puso delante comida alguna, y el sueño huyó de él.
19 Al rayar el alba se levantó el rey y fue a toda prisa al foso de los leones;
20 donde, arrimándose llamó a Daniel con voz dolorida; y tomando la palabra dijo el rey a Daniel: “Daniel, siervo del Dios vivo, el Dios tuyo, a quien tú sirves sin cesar, ¿ha podido librarte de los leones?”
21 Entonces Daniel dijo al rey: “¡Oh rey, vive para siempre!
22 [9110] Mi Dios ha enviado su ángel, y ha cerrado la boca de los leones, de modo que no me han hecho daño alguno, porque he sido hallado inocente delante de Él; y aun delante de ti, oh rey, ningún mal he hecho.”
23 Entonces el rey se alegró en gran manera, y mandó sacaran a Daniel del foso. Y sacado que fue, no se halló en él lesión alguna, porque había confiado en su Dios.
24 Luego, por orden del rey, fueron traídos aquellos hombres que habían acusado a Daniel, y fueron arrojados en el foso de los leones, ellos, sus hijos y sus mujeres; y aún no habían llegado al fondo del foso, cuando ya los leones los agarraron y les quebrantaron todos los huesos.
Darío glorifica a Dios
25 [9111] Después el rey Darío escribió a todos, los pueblos, naciones y lenguas que habitan en toda la tierra: “¡Abunde en vosotros la paz!
26 Yo establezco por decreto, que en todo el dominio del reino se respete y se tema al Dios de Daniel;
porque Él es el Dios vivo
y que subsiste eternamente,
su reino nunca será destruido,
y su dominación no tendrá fin.
27 [9112] Él libra y Él salva;
Él hace señales y maravillas
en el cielo y en la tierra.
Él ha librado a Daniel
de las garras de los leones.”
28 [9113] Y este Daniel prosperó durante el reinado de Darío y durante el reinado de Ciro el persa.
II. Visiones de Daniel
Daniel 7
La visión de las cuatro bestias
1 [9114] El año primero de Baltasar, rey de Babilonia, vio Daniel un sueño y visiones que (pasaban) por su cabeza mientras estaba en su cama. En seguida escribió el sueño en forma de un resumen.
2 “Yo estaba mirando durante mi visión nocturna, dice Daniel tomando la palabra, y vi cómo los cuatro vientos del cielo revolvían el Mar Grande.
3 [9115] Y subieron del mar cuatro grandes bestias, diferentes una de otra.
4 [9116] La primera era como león, y tenía alas de águila. Mientras estaba todavía mirando, le fueron arrancadas las alas, y fue levantada de la tierra y puesta sobre sus pies como un hombre; y se le dio un corazón de hombre.
5 [9117] Y vi otra bestia, la segunda, semejante a un oso; que se alzaba a un lado; (tenía) tres costillas en su boca, entre sus dientes, y le dijeron así: « ¡Levántate y come carne en abundancia!».
6 [9118] Después de esto seguí mirando, y vi otra, semejante a un leopardo, con cuatro alas de ave en sus espaldas. Tenía esta bestia cuatro cabezas; y le fue dado el dominio.
7 [9119] Después de esto continué mirando la visión nocturna y vi una cuarta bestia, espantosa y terrible y extraordinariamente fuerte, que tenía grandes dientes de hierro. Devoraba y desmenuzaba, y lo que sobraba lo hollaba con los pies. Era diferente de todas las bestias anteriores y tenía diez cuernos.
8 [9120] Estaba yo contemplando los cuernos, cuando divisé otro cuerno pequeño, que despuntaba entre ellos; y le fueron arrancados tres de los primeros cuernos. Y he aquí que había en este cuerno ojos como ojos de hombre y una boca que profería cosas horribles.
El Anciano de días
9 [9121] Estuve mirando
hasta que fueron puestos tronos;
y se sentó el Anciano de días
cuyo vestido era blanco como la nieve,
y el cabello de su cabeza como lana blanca.
Su trono era de llamas de fuego,
y las ruedas del mismo, fuego ardiente.
10 [9122] Un río de fuego corría
saliendo de delante de él;
millares de millares le servían,
y miríadas de miríadas se levantaban ante su presencia.
Se sentó el tribunal
y fueron abiertos los libros.
11 [9123] Miraba yo entonces a causa del ruido de las grandes palabras que hablaba el cuerno; y mientras estaba mirando fue muerta la bestia y su cuerpo destruido y entregado a las llamas del fuego,
12 [9124] A las otras bestias también les fue quitado su dominio, pero les fue prolongada la vida hasta un tiempo y un momento.
El Hijo del hombre
13 [9125] Seguía yo mirando en la visión nocturna,
y he aquí que vino sobre las nubes del cielo
Uno parecido a un hijo de hombre,
el cual llegó al Anciano de días,
y le presentaron delante de Él.
14 [9126] Y le fue dado el señorío, la gloria y el reino,
y todos los pueblos y naciones y lenguas
le sirvieron.
Su señorío es un señorío eterno
que jamás acabará,
y su reino nunca será destruido.
Interpretación de la visión
15 Entonces yo, Daniel, me turbé en espíritu interiormente, y las visiones de mi cabeza me llenaron de espanto.
16 Me acerqué a uno de los asistentes y le pedí el verdadero sentido de todo esto. Él me habló y me explicó el significado de aquellas cosas (diciendo):
17 «Estas grandes bestias, que son cuatro, son cuatro reyes que se levantarán en la tierra.
18 [9127] Mas los santos del Altísimo recibirán el reino, y poseerán el reino hasta la eternidad y por los siglos de los siglos.»
19 Quise entonces saber la verdad acerca de la cuarta bestia, que era tan diferente de todas las (demás) y extraordinariamente terrible, que tenía dientes de hierro y uñas de bronce, que devoraba y desmenuzaba y hollaba con sus pies lo que sobraba;
20 y acerca de los diez cuernos que estaban en su cabeza, y también acerca de aquel otro que le había salido y delante del cual habían caído los tres; ese cuerno que tenía ojos, y una boca que profería cosas espantosas, y parecía más grande que los otros.
21 [9128] Pues estaba yo viendo cómo este cuerno hacía guerra contra los santos, y prevalecía sobre ellos,
22 hasta que vino el Anciano de días y el juicio fue dado a los santos del Altísimo y llegó el tiempo en que los santos tomaron posesión del reino.
23 Y dijo aquél así: «La cuarta bestia es un cuarto reino que habrá en la tierra. Este será diferente de todos los reinos, devorará toda la tierra, la hollará, y la desmenuzará.
24 [9129] Los diez cuernos (significan que) de este reino surgirán diez reyes; y tras ellos se levantará otro que será diferente de los anteriores, y derribará a tres reyes.
25 Proferirá palabras contra el Altísimo, oprimirá a los santos del Altísimo y pretenderá mudar los tiempos y la Ley; y ellos serán entregados en su mano hasta un tiempo, (dos) tiempos y la mitad de un tiempo.
26 [9130] Pero se sentará el tribunal, y entonces se le quitará su dominio, a fin de destruirlo y aniquilarlo para siempre.
27 [9131] Y el reino y el imperio y la magnificencia de los reinos que hay debajo de todo el cielo, será dado al pueblo de los santos del Altísimo; su reino será un reino eterno; y todas las potestades le servirán y le obedecerán».”
28 Aquí terminaron sus palabras. Yo, Daniel, quedé muy conturbado por mis pensamientos y mudé de color; pero guardé estas cosas en mi corazón.
Daniel 8
Visión del carnero y del Macho cabrío
1 [9132] El año tercero del reinado del rey Baltasar, yo, Daniel, tuve una visión, después de aquella que había tenido anteriormente.
2 [9133] Me fijé en la visión y sucedió que al verla, estaba en Susán, la capital que está en la provincia de Elam, y vi la visión, estando sobre el río Ulai.
3 [9134] Alcé mis ojos y miré, y he aquí un carnero que estaba parado ante el río, y tenía dos cuernos. Los dos cuernos eran altos, mas el uno más alto que el otro, y el alto había crecido después del otro.
4 Y vi que el carnero acorneaba hacia el poniente, hacia el septentrión y hacia el mediodía. Ningún animal podía resistirle, ni había quien librase de su poder. Hizo lo que quiso y se engrandeció.
5 [9135] Mientras yo estaba considerando esto, he aquí un macho cabrío que venía del occidente y sin tocar el suelo recorría toda la superficie de la tierra. Este macho cabrío tenía un cuerno bien visible entre los ojos.
6 Llegó hasta el carnero de los dos cuernos, al que yo había visto frente al río; y corrió contra él con el ímpetu de su fuerza.
7 Lo vi cómo se acercaba al carnero y enfureciéndose contra él, hirió al carnero y le quebró los dos cuernos, sin que el carnero tuviera fuerza para mantenerse delante de él. Lo echó por tierra y lo holló; y no hubo quien librase al carnero de su poder.
8 [9136] El macho cabrío se hizo muy grande, pero no obstante su fuerza se le rompió el gran cuerno, y en su lugar salieron cuatro (cuernos) en dirección a los cuatro vientos del cielo.
El cuerno pequeño
9 [9137] De uno de ellos salió un cuerno pequeño, que creció mucho hacia el mediodía, hacia el oriente y hacia la (tierra) hermosa.
10 [9138] Se engrandeció hasta (llegar a) la milicia del cielo, y echó a tierra una parte de la milicia y de las estrellas, y las holló.
11 Y se ensoberbeció hasta contra el príncipe de la milicia (celestial), le quitó el sacrificio perpetuo y arruinó el lugar de su Santuario.
12 [9139] Un ejército le fue dado para destruir el sacrificio perpetuo a causa de los pecados; echó por tierra la verdad y lo que hizo le salió bien.
13 [9140] Y oí hablar a uno de los santos; y otro santo dijo a aquel que estaba hablando: “¿Hasta cuándo durará (lo anunciado en) la visión del sacrificio perpetuo, el pecado de la desolación y el abandono del Santuario y del ejército que serán hollados?”
14 [9141] Y él me dijo: “Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; y será purificado el Santuario.”
El ángel Gabriel explica la visión
15 Mientras yo, Daniel, tenía esta visión, y procuraba entenderla, vi que estaba delante de mí una figura semejante a un varón.
16 Y oí una voz de hombre, de en medio del Ulai, que gritaba y decía: “¡Gabriel, explícale a éste la visión!”
17 [9142] Y él se llegó a donde yo estaba; y cuando se me acercó, me postré rostro por tierra, despavorido. Mas él me dijo: “Sábete, hijo de hombre, que la visión es para el tiempo del fin.”
18 Al hablarme quede sin sentido, rostro en tierra, pero él me tocó, y me hizo estar en pie en el lugar donde yo estaba.
19 Y me dijo: “He aquí que te voy a mostrar lo que sucederá al fin de la indignación; porque (esta visión) es para el tiempo del fin:
20 El carnero que viste, que tenía dos cuernos, éstos son los reyes de Media y de Persia;
21 [9143] y el macho cabrío es el rey de Grecia. El cuerno grande entre sus ojos es el rey primero.
22 Y (como este cuerno) fue quebrado y se levantaron cuatro en su lugar, así surgirán cuatro reinos entre las naciones; pero no con el poder de aquél.
23 [9144] Hacia el fin de su dominación, cuando los prevaricadores hayan completado (su número), se levantará un rey de rostro duro y perito en intrigas.
24 [9145] Será muy poderoso, pero no por propia fuerza; hará destrucciones estupendas, tendrá éxito en sus empresas y destruirá a los fuertes y al pueblo de los santos.
25 [9146] Su astucia hará prosperar el fraude en su mano y se ensoberbecerá su corazón; destruirá a muchos que viven en paz y se levantará contra el Príncipe de los príncipes; pero será quebrado sin mano (humana).
26 Y la visión de las tardes y de las mañanas de la cual hablé es verdadera; pero sella tú la visión, porque es para muchos días.”
27 Yo, Daniel, perdí las fuerzas y estuve enfermo por algunos días. Después me levanté y me ocupé de los asuntos del rey. Quedé asombrado de la visión, mas no hubo quien la entendiese.
Daniel 9
Súplica de Daniel por la restauración
1 [9147] El año primero de Darío, hijo de Asuero, de la estirpe de los medos, que fue constituido rey sobre el reino de los caldeos,
2 [9148] el año primero de su reinado, yo, Daniel, estaba estudiando en los libros el número de los setenta años de que Yahvé había hablado al profeta Jeremías y durante los cuales debía cumplirse la desolación de Jerusalén.
3 [9149] Y volví mi rostro hacia el Señor Dios, para rogarle con oraciones y súplicas, con ayuno y saco y ceniza.
4 Rogando a Yahvé, mi Dios, hice confesión y dije:
“¡Ay! Señor, Dios grande y temible, que guardas la alianza y la misericordia con los que te aman y observan tus mandamientos.
5 Hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos sido malos y rebeldes y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus leyes.
6 No hemos escuchado a tus siervos los profetas, que en tu nombre hablaron a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres, y al pueblo de todo el país.
7 [9150] Tuya es, Señor, la justicia, y nuestra la confusión del rostro, como sucede hoy a los hombres de Judá, a los habitantes de Jerusalén y a todos los israelitas a los que están cerca y a los que están lejos, en todas las tierras adonde los arrojaste a causa de las infidelidades que contra Ti cometieron.
8 ¡Oh Señor, nuestra es la confusión del rostro, y de nuestros reyes, de nuestros príncipes y de nuestros padres; pues hemos pecado contra Ti!
9 Pero del Señor, nuestro Dios, son la misericordia y el perdón, porque nos hemos revelado contra Él;
10 y no hemos escuchado la voz de Yahvé, nuestro Dios, para cumplir sus leyes, que Él puso delante de nosotros por medio de sus siervos los profetas.
11 [9151] Todo Israel ha traspasado tu Ley y se ha apartado para no oír tu voz; por lo cual se ha derramado sobre nosotros la maldición y la execración que está escrita en la Ley de Moisés, siervo de Dios, puesto que hemos prevaricado contra Él.
12 [9152] Por esto Él ejecutó la sentencia que había pronunciado contra nosotros, y contra nuestros jefes que nos gobernaron, trayendo sobre nosotros una calamidad tan grande, que nunca hubo debajo de todo el cielo cosa semejante a la que se ha ejecutado en Jerusalén.
13 Todo este mal vino sobre nosotros conforme está escrito en la Ley de Moisés; más no hemos implorado a Yahvé nuestro Dios para convertirnos de nuestras iniquidades y meditar en tu verdad.
14 Yahvé veló sobre el mal y lo hizo venir sobre nosotros; porque justo es Yahvé, nuestro Dios, en todas sus obras que ha hecho, pero nosotros no quisimos oír su voz.
15 Ahora oh Señor, Dios nuestro, que con mano poderosa sacaste a tu pueblo del país de Egipto y te adquiriste el renombre que tienes hoy, hemos pecado, hemos cometido iniquidad.
16 Oh Señor, según todas tus justicias, apártese, te ruego, tu ira e indignación de Jerusalén, la ciudad tuya, y de tu santo monte; pues a raíz de nuestros pecados y de las iniquidades de nuestros padres, Jerusalén y tu pueblo han venido a ser el oprobio de cuantos viven alrededor nuestro.
17 [9153] Oye ahora, oh Dios nuestro, la oración de tu siervo, y sus súplicas, y por amor del Señor, haz resplandecer tu rostro sobre tu Santuario devastado.
18 [9154] Inclina Dios mío, tu oído y escucha; abre tus ojos y mira nuestras ruinas, y a la ciudad, sobre la cual ha sido invocado tu Nombre pues derramamos nuestros ruegos ante tu rostro, confiando, no en nuestras justicias, sino en tus grandes misericordias.
19 ¡Escucha, Señor! ¡Perdona, Señor! ¡Presta atención, Señor, y obra! ¡No tardes, por amor de Ti, oh Dios mío!, porque sobre tu ciudad y tu pueblo ha sido invocado tu Nombre.”
Profecía de las setenta semanas
20 [9155] Mientras aún estaba hablando y orando, y confesando mi pecado y el pecado de Israel mi pueblo, y presentando mis súplicas a Yahvé, mi Dios, por el santo monte de mi Dios;
21 [9156] y mientras aún estaba profiriendo mis plegarias, aquel varón Gabriel, a quien yo había visto antes en la visión, se me acercó en rápido vuelo, a la hora de la oblación de la tarde,
22 y me instruyó, y habló conmigo diciendo:
“Daniel, he venido ahora para darte inteligencia.
23 [9157] Cuando te pusiste a orar salió una orden, y he venido a anunciarla; porque eres muy amado. Fija, pues, tu atención sobre la palabra y entiende la visión.
24 [9158] Setenta semanas están decretadas
para tu pueblo y para tu ciudad santa,
a fin de acabar con la prevaricación,
sellar los pecados y expiar la iniquidad,
y para traer la justicia eterna,
poner sello sobre la visión y la profecía
y ungir al Santo de los santos.
25 [9159] Conoce y entiende:
Desde la salida de la orden de restaurar y edificar a Jerusalén,
hasta un Ungido, un Príncipe,
habrá siete semanas
y sesenta y dos semanas;
y en tiempos de angustias será ella reedificada con plaza y circunvalación.
26 [9160] Al cabo de las sesenta y dos semanas
será muerto el Ungido
y no será más.
Y el pueblo de un príncipe que ha de venir,
destruirá la ciudad y el Santuario;
mas su fin será en una inundación;
y hasta el fin habrá guerra
(y) las devastaciones decretadas.
27 [9161] Él confirmará el pacto con muchos
durante una semana,
y a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la oblación;
y sobre el Santuario vendrá una abominación desoladora,
hasta que la consumación decretada
se derrame sobre el devastador.”
Daniel 10
El ángel conforta a Daniel
1 El año tercero de Ciro, rey de Persia, fue revelada una palabra a Daniel, llamado Baltasar. Esta palabra es verdad (y se refiere a) una gran guerra. Después entendió él la palabra y comprendió la visión.
2 [9162] En aquellos días yo, Daniel, estuve de duelo durante tres semanas.
3 No comí manjar delicado, ni carne ni vino entraron en mi boca, ni me ungí hasta cumplirse los días de las tres semanas de días.
4 El día veinte y cuatro del primer mes, estando yo a la orilla del gran río, el Tigris,
5 [9163] alcé mis ojos y miré, y vi a un varón vestido de lino blanco y ceñidos los lomos de oro de Ufaz.
6 Su cuerpo era como el crisólito, su rostro parecía un relámpago, sus ojos eran como antorchas de fuego, sus brazos y sus pies tenían el brillo de bronce bruñido y el rumor de sus palabras era parecido al estruendo de un gran gentío.
7 Sólo yo, Daniel, vi la visión; los hombres que conmigo estaban, no la vieron, pero se apoderó de ellos un terror extraordinario, de modo que huyeron y se escondieron.
8 Me quedé solo, al ver esta gran visión. Perdí las fuerzas, mi rostro mudó de color y se desfiguró, y no tuve más vigor.
9 Oía, sí, el sonido de sus palabras, pero oyendo la voz de sus palabras caí sin sentido sobre mi rostro, en tierra.
Explicación del ángel
10 Mas he aquí que una mano me tocó y me sacudió, poniéndome sobre mis rodillas y las palmas de mis manos.
11 [9164] Y me dijo: “Daniel, varón muy amado, atiende a las palabras que te voy a decir, y ponte en pie en el lugar donde estás, pues ahora he sido enviado a ti.” Y así que me hubo dicho esto, me puse en pie temblando.
12 [9165] Mas él me dijo: “No temas, Daniel; pues desde el primer día en que te propusiste alcanzar la inteligencia y humillarte ante tu Dios, fueron escuchadas tus palabras, y yo he venido por causa de tus palabras.
13 [9166] El príncipe del reino de Persia se me opuso veinte y un días; mas he aquí que Miguel, uno de los príncipes más altos, vino a ayudarme, y yo me quedé allí al lado de los reyes de Persia.
14 He venido a enseñarte lo que ha de suceder a tu pueblo al fin de los tiempos; pues la visión es para tiempos (remotos).”
15 Mientras me dirigía estas palabras, incliné mi rostro hacia el suelo y guardé silencio.
16 [9167] Y he aquí que uno que parecía hijo de hombre me tocó los labios; entonces abrí mi boca y hablé, y dije al que estaba delante de mí: “Señor mío, al ver esta visión me sobrecogieron angustias y perdí la fuerza.
17 ¿Cómo podrá el siervo de este mi señor hablar con este señor mío? Pues al presente no tengo fuerza alguna y hasta el aliento me falta.”
18 Entonces aquel que tenía semejanza de hombre volvió a tocarme y me dio fuerza,
19 diciendo: “¡No temas, oh varón muy amado! ¡La paz sea contigo! ¡Ánimo, ánimo!” Y mientras me estaba hablando, recobré las fuerzas, y dije: “Habla, señor mío, pues me has dado fuerzas.”
20 [9168] Y dijo: “¿Sabes por qué he venido a ti? Ahora volveré para luchar con el príncipe de Persia; pues al salir yo, he aquí que vino el príncipe de Grecia.
21 [9169] Pero te anunciaré lo que está escrito en la Escritura de la verdad; y no hay nadie que me ayude contra ellos, sino Miguel vuestro príncipe.”
Daniel 11
El rey persa vencido por el griego
1 [9170] El año primero de Darío el medo, estuve yo allí para ayudarle y fortalecerle.
2 [9171] Y ahora voy a anunciarte la verdad: He aquí que habrá todavía tres reyes en Persia, y el cuarto será mucho más rico que todos los (otros), y cuando se haya hecho fuerte por medio de sus riquezas, incitará a todos contra el reino de Grecia.
3 [9172] Pero se levantará un rey poderoso, que reinará con gran poder y hará cuanto quiera.
4 Mas apenas establecido, será deshecho su reino y repartido hacia los cuatro vientos del cielo, pero no entre sus descendientes, y no con el poder que él había tenido; porque quedará hecho trozos su reino, que pasará a otros y no a aquéllos.
Guerra entre los reyes del mediodía y del norte
5 [9173] El rey del mediodía vendrá a ser fuerte, y también uno de sus príncipes, el cual se hará más fuerte que él y dominará, y su dominio será dominio grande.
6 [9174] Al cabo de años se concertará una alianza, y la hija del rey del mediodía vendrá al rey del norte para establecer la paz, pero ella no podrá conservar la fuerza del brazo, porque ya no existirá su estirpe; pues será entregada ella, y los que la trajeron, y el padre, y el que en otros tiempos había sido su sostén.
7 [9175] En su lugar se levantará uno de los renuevos de sus raíces, el cual vendrá con un ejército y entrará en la fortaleza del rey del norte; luchará contra ellos y vencerá.
8 Los dioses de ellos, sus imágenes de fundición, y sus objetos preciosos de plata y de oro, los llevará al cautiverio, a Egipto, y prevalecerá algunos años sobre el rey del norte.
9 Pero (éste) entrará en el reino del rey del mediodía, y (después) volverá a su tierra.
10 Tras lo cual sus hijos prepararán la guerra y juntarán una gran multitud de tropas; y (uno de ellos) vendrá como una inundación y pasará adelante; luego vendrá de nuevo, y llevará la guerra hasta la fortaleza.
11 El rey del mediodía se enfurecerá y saldrá y peleará contra él, contra el rey del norte; movilizará una gran multitud y las tropas del (rey del norte) serán entregadas en sus manos.
12 Se llevará gran número (de prisioneros), con lo cual se ensoberbecerá su corazón, hará perecer a millares pero no prevalecerá.
13 Pues el rey del norte volverá a levantar un ejército mayor que el primero; y al fin de algunos años vendrá con grandes fuerzas y muchos pertrechos.
14 [9176] En aquellos tiempos muchos se levantarán contra el rey del mediodía; se alzarán también hombres violentos de tu pueblo para cumplir la visión y caerán.
15 [9177] El rey del norte vendrá, y levantará terraplenes, tomará la ciudad fuerte y no podrán resistir las fuerzas del mediodía, ni sus tropas escogidas; pues no tendrán fuerza para nacerle frente.
16 [9178] Por lo cual el invasor hará contra él lo que quiera, pues no habrá quien pueda oponérsele, y se establecerá en la tierra hermosa, llevando en su mano la destrucción.
17 [9179] Se propondrá marchar (contra el otro) con el poderío de todo su reino, pero hará con él un convenio y le dará una hija para arruinarlo, mas esto no se cumplirá, ni tendrá éxito.
18 Entonces volverá su rostro hacia las islas, y se apoderará de muchas; pero un caudillo pondrá fin a su afrenta y hará recaer sobre él su oprobio.
19 Luego se dirigirá hacia las fortalezas de su propio país; pero tropezará y caerá, y no será más hallado.
20 [9180] El que le sucederá enviará un exactor a la (tierra) más magnífica del reino; pero al cabo de pocos días será quebrantado, no en contienda ni en batalla.
Un rey impío en el trono
21 [9181] Surgirá en su lugar un hombre despreciable sin que se le haya dado la dignidad real. Vendrá secretamente y se apoderará del reino por medio de intrigas.
22 Delante de él quedarán sumergidos ejércitos (tan numerosos como) una inundación, y serán deshechos, así como también el príncipe de la Alianza.
23 [9182] No obstante el pacto hecho con él, obrará con dolo; subirá y vencerá con poca gente.
24 En plena paz invadirá la provincia más pingüe y hará lo que no hicieron sus padres, ni los padres de sus padres. Distribuirá entre los (suyos) botín, despojos y riquezas, y trazará sus planes contra las fortalezas, pero (sólo) por algún tiempo.
25 Luego dirigirá su poder y su corazón contra el rey del mediodía, al frente de un gran ejército. El rey del mediodía se empeñará en la guerra con un ejército sumamente grande y fuerte; pero no podrá resistir, pues tramarán contra él intrigas.
26 Los que comen de sus manjares delicados le quebrantarán, su ejército se dispersará, cayendo muchos traspasados.
27 [9183] Estos dos reyes pensarán en su corazón cómo hacerse daño. Sentados en la misma mesa se dirán mutuamente mentiras, sin lograr éxito; porque todavía no habrá llegado el tiempo determinado.
28 [9184] Volverá a su tierra con grandes riquezas; pero su corazón (maquinará) contra la Alianza santa. Obrará y volverá a su país.
29 [9185] Al tiempo determinado se dirigirá de nuevo contra el mediodía, pero esta última vez no pasará lo que en la primera.
30 [9186] Pues vendrán contra él las naves de Kitim; y descorazonado regresará; se irritará contra la Alianza santa; obrará y volverá, y se entenderá con los que abandonaron la Alianza santa.
Opresión de los judíos y de su religión
31 [9187] Sus tropas vendrán y profanarán el Santuario de la Fortaleza; harán cesar el sacrificio perpetuo y pondrán allí la abominación del devastador.
32 [9188] Por medio de halagos inducirá a la apostasía a los violadores de la Alianza, pero el pueblo que conoce a su Dios se mantendrá firme y activo.
33 Los sabios del pueblo instruirán a muchos; pero caerán por un tiempo, víctimas de la espada, de las llamas, del cautiverio y del saqueo.
34 Al ser abatidos tendrán un pequeño socorro, y muchos se unirán a ellos hipócritamente.
35 Por eso algunos de los sabios tropezarán, para que sean probados y purificados y blanqueados hasta el tiempo del fin; pues no habrá llegado aún el tiempo determinado.
36 [9189] Aquel rey hará lo que quiera, se ensoberbecerá, y se engrandecerá sobre todo dios. Hablará cosas espantosas contra el Dios de los dioses, y prosperará hasta que se cumpla la ira; porque lo decretado ha de cumplirse.
37 [9190] No respetará a los dioses de sus padres, ni tampoco a la (divinidad) predilecta de las mujeres. No hará caso de ningún dios; pues sobre todos ellos se ensalzará.
38 [9191] Venerará, en su lugar, al dios de las fortalezas, dios que no conocieron sus padres. Lo honrará con oro y plata, con piedras preciosas y con joyas.
39 Con ese dios extraño atacará los baluartes de las fortalezas. A quienes le reconozcan los colmará de honores, les dará autoridad sobre muchos y les distribuirá tierras en recompensa.
40 [9192] Al tiempo final chocará con él el rey del mediodía, pero el rey del norte caerá sobre él como una tempestad, con carros y gente de a caballo y muchas naves; invadirá las tierras y pasará como una inundación.
41 [9193] Invadirá también la tierra hermosa; y muchos caerán; pero escaparán de su mano Edom y Moab y la parte principal de los hijos de Ammón.
42 Y extenderá su mano contra (otros) países, y no se salvará la tierra de Egipto.
43 Se hará dueño de los tesoros de oro y plata, y de todas las cosas preciosas de Egipto; y los libios y los etíopes le seguirán.
44 [9194] Pero le turbarán rumores desde el oriente y el norte; y saldrá con gran furor para destruir y exterminar a muchos.
45 [9195] Y plantará los pabellones reales entre los mares contra el glorioso y santo monte. Luego llegará a su fin; y no habrá quien le preste socorro.
Daniel 12
Liberación del pueblo de Dios
1 [9196] En aquel tiempo se alzará Miguel, el gran príncipe y defensor de los hijos de tu pueblo; y vendrá tiempo de angustia cual nunca ha habido desde que existen naciones hasta ese tiempo. En ese tiempo será librado tu pueblo, todo aquel que se hallare inscrito en el libro.
2 [9197] También muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para vida eterna, otros para ignominia y vergüenza eterna.
3 [9198] Entonces los sabios brillarán como el resplandor del firmamento, y los que condujeron a muchos a la justicia, como las estrellas por toda la eternidad.
4 [9199] Tú, Daniel, encierra estas palabras, y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos buscarán y se acrecentará el conocimiento.”
5 Y yo, Daniel, miré y vi otros dos que estaban en pie el uno aquende el río y el otro allende el río.
6 [9200] Y dijo (uno de los dos) al varón vestido de lino que estaba sobre las aguas del río: “¿Cuándo será el cumplimiento de estas maravillas?”
7 [9201] Y oí al varón vestido de lino, que estaba sobre las aguas del río, cuando levantando su diestra y su izquierda hacia el cielo juró por Aquel que vive eternamente que eso será dentro de un tiempo, (dos) tiempos y la mitad (de un tiempo) y que todas estas cosas se cumplirán cuando el poder del pueblo santo sea completamente destruido.
8 [9202] Yo oí, pero no comprendí. Dije, “Señor mío: ¿cuál será el fin de estas cosas?”
9 [9203] Y él respondió: “Anda, Daniel; pues estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin.
10 [9204] Muchos serán purificados y blanqueados y acrisolados; pero los malos seguirán haciendo el mal, y ninguno de los malvados entenderá; mas los sabios entenderán.
11 Desde el tiempo en que será quitado el sacrificio perpetuo y entronizada la abominación desoladora, pasarán mil doscientos noventa días.
12 [9205] ¡Bienaventurado el que espere, y llegue a mil trescientos treinta y cinco días!
13 Tú, empero, marcha hacia tu fin y descansa, y te levantarás para (recibir) tu herencia al fin de los días.”
III. Apéndices
Daniel 13
Historia de la casta Susana
1 [9206] Había un varón que habitaba en Babilonia, llamado Joaquín;
2 el cual se casó con una mujer que se llamaba Susana, hija de Helcías, hermosa en extremo y temerosa de Dios;
3 porque sus padres, que eran justos, instruyeron a su hija según la Ley de Moisés.
4 Era Joaquín muy rico, y tenía un jardín junto a su casa, al cual concurrían muchos judíos, por ser él el más ilustre de todos.
5 [9207] Aquel año fueron elegidos jueces del pueblo, dos ancianos de aquellos de quienes dijo el Señor: “Salió la iniquidad de Babilonia, de los ancianos jueces, los cuales parecían gobernar al pueblo.”
6 Frecuentaban estos la casa de Joaquín, donde acudían a ellos todos cuantos tenían algún pleito.
7 Y cuando al mediodía se iba la gente, entraba Susana a pasearse por el jardín de su marido.
8 Los viejos la veían cada día cómo entraba a pasearse; y se inflamaron en malos deseos hacia ella,
9 de tal manera que pervirtieron su mente y desviaron sus ojos para no mirar al cielo ni acordarse de sus justos juicios.
10 Quedaron ambos heridos de pasión por ella, pero no se comunicaron el uno al otro su pasión;
11 pues se avergonzaban de descubrir su concupiscencia y deseos de pecar con ella;
12 aunque buscaban cada día con mayor solicitud el poderla ver.
13 [9208] Y dijo el uno al otro: “Vámonos a casa, que ya es hora de comer.” Salieron y se separaron el uno del otro.
14 Pero volviendo cada cual otra vez, se encontraron en un mismo lugar; y preguntándose mutuamente el motivo, confesaron su pasión, y entonces, de común acuerdo, determinaron el tiempo en que podrían hallarla sola.
15 Mientras estaban aguardando una ocasión oportuna, entró ella en el jardín, como solía todos los días; acompañada solamente de dos doncellas, y quiso bañarse en el jardín, pues hacía calor.
16 No había en él nadie, sino los dos viejos, que se habían escondido y la estaban acechando.
17 Mandó ella a las doncellas: “Traedme el aceite y los perfumes, y cerrad las puertas del jardín; pues quiero bañarme.”
18 Hicieron como dijo, y cerraron las puertas del jardín; y salieron por una puerta excusada para traer lo que había pedido, sin saber que los viejos estaban dentro escondidos.
19 Apenas se hubieron ido las criadas, se levantaron los dos viejos y corriendo hacia ella le dijeron:
20 “Mira, las puertas del jardín están cerradas, nadie nos ve, y nosotros estamos enamorados de ti. Condesciende con nosotros, y cede a nuestros deseos.
21 Porque si te resistieres a ello, testificaremos contra ti, diciendo que estaba contigo un joven, y que por eso despachaste a las doncellas.”
22 [9209] Entonces Susana prorrumpió en gemidos y dijo: “Estrechada me hallo por todos lados; porque si hago eso que queréis, muerte es para mí; y si no lo hago, no me libraré de vuestras manos.
23 Pero mejor es para mí caer en vuestras manos, sin haber hecho tal cosa, que pecar en la presencia del Señor.”
24 Y dio Susana un fuerte grito; pero gritaron también los viejos contra ella.
25 Y uno de ellos corrió a las puertas del jardín y las abrió.
26 Cuando los criados de la casa oyeron el grito en el jardín, corrieron allá por la puerta excusada para ver lo que era.
27 Mas después que los viejos hubieron hablado, quedaron los criados sumamente avergonzados; porque nunca tal cosa se había dicho de Susana.
Susana es condenada a muerte
28 Al día siguiente concurrió el pueblo a la casa de Joaquín, su marido, y vinieron también los dos viejos, llenos de perversos pensamientos contra Susana, para condenarla a muerte.
29 Dijeron en presencia del pueblo: “Envíese a llamar a Susana, hija de Helcías, mujer de Joaquín.” Y enviaron por ella.
30 La cual vino con sus padres e hijos y todos sus parientes.
31 Era Susana sumamente delicada y de extraordinaria belleza.
32 Entonces aquellos malvados la mandaron quitarse el velo —pues estaba ella con su velo puesto— para saciarse por lo menos de su hermosura.
33 Entretanto lloraban los suyos y cuantos la conocían.
34 [9210] Luego se levantaron los dos viejos en medio del pueblo y pusieron sus manos sobre la cabeza de Susana.
35 Ella, empero, llorando alzó sus ojos al cielo; porque su corazón estaba lleno de confianza en el Señor.
36 Y dijeron los viejos: “Estándonos paseando solos en el jardín, entró ésta con dos criadas; y cerró las puertas del jardín, enviando fuera a las criadas.
37 Entonces se le acercó un joven que estaba escondido, y pecó con ella.
38 Nosotros que estábamos en un lado del jardín, viendo la maldad fuimos corriendo adonde estaban, y los hallamos en el mismo acto.
39 Mas al joven no pudimos prenderlo, porque era más fuerte que nosotros, y abriendo la puerta se escapó corriendo,
40 pero habiendo apresado a ésta, la preguntamos quién era el joven, y no nos lo quiso manifestar. De esto somos testigos.”
41 La asamblea les dio crédito, como a ancianos que eran y jueces del pueblo, y la condenaron a muerte.
42 [9211] Entonces Susana clamó en alta voz, y dijo: “Oh Dios eterno, que conoces las cosas ocultas, que sabes todas las cosas aun antes que sucedan,
43 Tú sabes que éstos han levantado contra mí testimonio falso; y he aquí que yo muero sin haber hecho nada de lo que éstos han inventado maliciosamente contra mí.”
Daniel comprueba la inocencia de Susana
44 Y oyó el Señor su oración.
45 [9212] Pues cuando la conducían al suplicio, el Señor suscitó el santo espíritu de un tierno jovencito por nombre Daniel;
46 el cual, a grandes voces, comenzó a gritar: “Inocente soy yo de la sangre de ésta.”
47 Y volviéndose hacia él toda la gente, le dijeron: “¿Qué es lo que dices?”
48 Mas él, estando de pie en medio de ellos, dijo: “¿Tan insensatos sois, oh hijos de Israel, que sin examinar y sin conocer la verdad, habéis condenado a una hija de Israel?
49 Volved al tribunal, porque éstos han dicho falso testimonio contra ella.”
50 Volvió el pueblo, a toda prisa; y los ancianos le dijeron (a Daniel): “Ven, y siéntate en medio de nosotros e instrúyenos; ya que te ha concedido Dios la honra de ancianía”
51 Y dijo Daniel al pueblo: “Separad a éstos lejos el uno del otro, y yo los examinaré.”
52 [9213] Cuando estuvieron separados el uno del otro, llamó a uno de ellos y le dijo: “Envejecido en la maldad, ahora caerán sobre ti los pecados que has cometido antes,
53 cuando pronunciabas injustas sentencias, oprimías a los inocentes y librabas a los malvados, a pesar de que el Señor tiene dicho:
54 «No harás morir al inocente y justo.» Ahora bien, si la viste, di: ¿Bajo qué árbol los viste confabular entre sí?” Respondió él: “Debajo de un lentisco.”
55 A lo cual replicó Daniel: “Ciertamente que contra tu cabeza has mentido; pues he aquí que el ángel del Señor, por sentencia que ha recibido de Él, te partirá por medio.”
56 [9214] Y habiendo hecho retirar a éste, hizo venir al otro, y le dijo: “Raza de Canaán, y no de Judá, la hermosura te fascinó, y la pasión pervirtió tu corazón.
57 [9215] Así os portabais con las hijas de Israel, las cuales por miedo condescendían con vosotros; pero esta hija de Judá no sufrió vuestra maldad.
58 Ahora bien, dime: ¿Bajo qué árbol los sorprendiste tratando entre sí?” Él respondió: “Debajo de una encina.”
59 A lo que repuso Daniel: “Ciertamente que también tú mientes contra tu cabeza; pues el ángel del Señor está esperando con la espada en la mano para partirte por medio y así exterminaros.”
60 Entonces toda la asamblea exclamó en alta voz, bendiciendo a Dios que salva a los que ponen en Él su esperanza.
61 Y se levantaron contra los dos viejos, a los cuales Daniel había convencido por su propia boca de haber proferido un falso testimonio, y les hicieron el mal que ellos habían intentado contra su prójimo;
62 y cumpliendo la Ley de Moisés los mataron, con lo que fue salvada en aquel día la sangre inocente.
63 Entonces Helcías y su esposa alabaron a Dios por su hija Susana; y lo mismo hizo Joaquín, su marido, con todos los parientes; porque nada se halló en ella de deshonesto.
64 [9216] Mas Daniel desde aquel día en adelante se hizo famoso ante todo el pueblo.
65 [9217] El rey Astiages fue a reunirse con sus padres, y le sucedió en el trono Ciro, rey de Persia.
Daniel 14
Daniel se niega a adorar al ídolo Bel
1 [9218] Era Daniel uno de los comensales del rey, quien te honraba más que a todos sus amigos,
2 [9219] Había a la sazón en Babilonia un ídolo llamado Bel; y se gastaban para él cada día doce ambas de flor de harina, cuarenta ovejas y seis cántaros de vino.
3 [9220] Le tributaba culto también el rey e iba todos los días a adorarlo. Daniel, empero, adoraba a su Dios. Y el rey le dijo: “¿Por qué no adoras a Bel?”
4 A lo que respondió, diciendo: “Porque no adoro a los ídolos hechos de mano, sino al Dios vivo, que creó el cielo y la tierra, y es Señor de toda carne.”
5 El rey le replicó: “¿Crees tú acaso que Bel no es un dios vivo? ¿No ves cuánto come y bebe cada día?”
6 A esto contestó Daniel riendo: “No te dejes engañar, oh rey; porque él por dentro es de barro, y por fuera de bronce, y nunca come.”
7 Montó el rey en cólera, y llamó a los sacerdotes del ídolo, a los cuales dijo: “Si no me decís quién come todo eso que se gasta, moriréis.
8 Pero si me hacéis ver que todo eso lo come Bel, morirá Daniel por haber blasfemado contra Bel.” Y dijo Daniel al rey: “Sea como has dicho.”
9 Eran los sacerdotes de Bel setenta, sin contar las mujeres, los párvulos y los hijos. Fue el rey con Daniel al templo de Bel,
10 y dijeron los sacerdotes de Bel: “He aquí que nosotros nos salimos fuera; y tú, oh rey, haz poner las viandas y servir el vino, después cierra la puerta, y séllala con tu anillo.
11 Y si mañana temprano, al entrar no hallares que todo se lo ha comido Bel, moriremos nosotros sin remedio, o morirá Daniel, que ha mentido contra nosotros.”
12 Ellos no tenían miedo, pues habían hecho debajo de la mesa una comunicación secreta, y siempre entraban por allí y se lo comían (todo).
Daniel descubre los engaños de los sacerdotes
13 Luego que se hubieron salido, hizo el rey poner las viandas delante de Bel, y Daniel mandó a sus criados traer ceniza, y la hizo esparcir con una criba por todo el templo en presencia del rey. Después salieron, cerraron la puerta, sellándola con el anillo del rey, y se fueron.
14 Durante la noche entraron los sacerdotes, según su costumbre, con sus mujeres e hijos, y se lo comieron y bebieron todo.
15 Se levantó el rey muy de mañana, y del mismo modo Daniel;
16 y preguntó el rey: “¿Están intactos los sellos, Daniel?” Respondió éste: “Intactos están, oh rey.”
17 Abrió luego el rey la puerta y miró a la mesa y exclamó en alta voz: “Grande eres, oh Bel y no hay en ti engaño alguno.”
18 Mas Daniel se rio y detuvo al rey para que no entrase dentro, y dijo: “Mira al pavimento, y ve de quién son estas pisadas.”
19 “Veo, dijo el rey, pisadas de hombres, de mujeres y de niños.”
20 Con esto se irritó el rey e hizo prender a los sacerdotes y a sus mujeres e hijos; y le mostraron el postigo secreto por donde entraban a comer cuanto había sobre la mesa.
21 [9221] El rey los hizo morir y entregó a Bel en poder de Daniel quien lo destruyo juntamente con el templo.
Daniel y el dragón
22 [9222] Había en aquel lugar un dragón grande al cual adoraban los babilonios.
23 Y dijo el rey a Daniel: “Mira, ahora ya no podrás negar que éste es un dios vivo. Adórale, pues.”
24 A lo que respondió Daniel: “Yo adoro al Señor, mi Dios, porque Él es el Dios vivo; mas ése no es dios vivo.
25 Y tú, rey, dame permiso, y mataré al dragón sin espada ni palo.”
26 [9223] A lo cual dijo el rey: “Te lo doy.” Tomó Daniel pez, sebo y pelos, lo coció todo junto e hizo unas pellas, las qué arrojó en la boca del dragón, el cual reventó. Entonces dijo Daniel: “Ved aquí al que adorabais.”
Daniel en el foso de los leones
27 Cuando supieron esto los babilonios, se irritaron en extremo; y levantándose contra el rey, dijeron: “El rey se ha hecho judío: destruyó a Bel, mató al dragón y quitó la vida a los sacerdotes.”
28 Y fueron al rey y le dijeron: “Entréganos a Daniel, de lo contrario te mataremos a ti y a tu familia.”
29 Viéndose el rey reciamente acometido y sin salida, les entregó a Daniel,
30 [9224] y ellos le arrojaron en el foso de los leones, donde estuvo seis días.
31 Había en el foso siete leones, y les daban cada día dos cuerpos y dos ovejas; pero nada les dieron entonces, para que devorasen a Daniel.
32 [9225] Estaba a la sazón en Judea el profeta Habacuc, el cual había cocido un potaje y desmenuzado unos panes en una vasija, para ir al campo y llevarlo a los segadores.
33 Y dijo el ángel del Señor a Habacuc: “Esa comida que tienes llévala a Babilonia, a Daniel que está en el foso de los leones.”
34 Contestó Habacuc: “Señor, yo no he visto a Babilonia ni tengo noticia del foso.”
35 [9226] Entonces el ángel del Señor le tomó por la coronilla de la cabeza y con la velocidad de su espíritu le llevó de los cabellos de su cabeza hacia Babilonia encima del foso.
36 Gritó Habacuc y dijo: “Daniel, siervo de Dios, toma la comida que Dios te envía.”
37 Entonces dijo Daniel: “Tú, Señor, te has acordado de mí y no has desamparado a los que te aman.”
38 Y se levantó Daniel y comió. Entretanto el ángel de Señor se dio prisa para restituir a Habacuc a su lugar.
39 Al día séptimo vino el rey para hacer él duelo por Daniel; y llegando al foso miró hacia dentro y vio a Daniel sentado en medio de los leones.
40 [9227] Entonces exclamó el rey en voz alta diciendo: “Grande eres Señor, Dios de Daniel.”
41 Y le hizo sacar del foso de los leones. Pero a aquellos que habían maquinado su ruina, los hizo echar en el foso y fueron al punto devorados en su presencia.
42 Entonces dijo el rey: “Teman al Dios de Daniel todos los moradores del orbe; porque Él es el Salvador, el que obra prodigios y maravillas sobre la tierra y libró a Daniel del foso de los leones.”
Comentarios de Mons. Straubinger
* 1. Joakim, hijo del rey Josías de Judá, comenzó a reinar el año 608 o 607. El tercer año de su reinado corresponde, pues, al año 605 o 604. ↑
* 2. Sinear, esto es, Caldea (y su capital Babilonia), la parte meridional de Mesopotamia. El nombre parece un arcaísmo, porque no se usaba más en la lengua vulgar, pero se explica por el carácter profético y apocalíptico del Libro. Véase Génesis 11, 2; 14, 1. ↑
* 3 s. Nótese aquí el cumplimiento de la profecía de Isaías a Exequías (Isaías 39, 7; IV Reyes 20, 18 y nota) y la confirmación de que Daniel llevaba, como Jesús, la sangre real de David (cf. Introducción). Los jóvenes fueron instruidos en las ciencias de los caldeos, no solamente en la lengua corriente, que en aquel tiempo era la aramea, el idioma de los habitantes de Aram o de la Siria, sino también en la antigua, que Daniel llama aquí caldea y que es la que se ha conservado en las inscripciones cuneiformes (cf. 2, 4 y nota). La instrucción abarcaba, además, la astrología y las ciencias mágicas. ↑
* 6. Daniel era entonces un adolescente. De ahí que los sucesos de su libro abarquen casi tres cuartos de siglo, desde Nabucodonosor hasta Darío el Medo (6, 1) y Ciro el Persa (cf. 10, 1). Su vida, que alcanzó honores casi reales (2, 46 ss.), llegó hasta el fin de la cautividad —en el cual sin duda alguna influyó como instrumento divino—, de modo que, habiendo sido contemporáneo de Jeremías y de Ezequiel (Ezequiel 14, 20; 28, 3), lo fue también de Esdras y de Zorobabel. ↑
* 7. Como expresa San Crisóstomo, el derecho de dar nombre equivale a ejercer el dominio y es signo de señorío sobre otro. Significa a la vez la recepción de los cuatro nobles hebreos en el pueblo caldeo, y el empeño por desvincularlos de Israel, pues sus nuevos nombres tienen vinculación con los dioses babilónicos (Bel, Nebo, etc.). Daniel significa: “mi juez (mi protector) es Dios”. Baltasar (o Belsasar según la transcripción hebraica) se traduce como una parodia del anterior: “Bel protege su vida”. Es de imaginar la repugnancia con que lo llevaría quien tan fiel había de ser al verdadero Dios de Israel (versículos 8-16, etc.). Cf. el cambio de nombre de Zorobabel (Esdras 1, 8 y nota) y el de José en Egipto (Génesis 41, 45). ↑
* 8. Daniel no vacila en preferir el ayuno al peligro de contaminarse comiendo manjares prohibidos por la Ley y que tal vez provenían de los sacrificios ofrecidos a los ídolos. ↑
* 11. Malasar: no es nombre propio sino de un cargo. Éste lo ejerció amablemente. Y no sin provecho para sí mismo (versículo 16). ↑
* 15 s. El éxito confirma la fe confiada de Daniel, y nos muestra cómo ya entonces Yahvé daba todo “por añadidura”, como dijo Jesús (Mateo 6, 33), al que buscase ser fiel a la Ley. La observancia de los preceptos mosaicos referentes a la alimentación era más grave de lo que hoy suponemos después de escuchar a San Pablo (Colosenses 2, 16-23). A los que se extrañan de que los jóvenes hebreos rechazasen los manjares de los caldeos, pero no sus ciencias, responde San Jerónimo: “Aprenden ellos, no para seguir, sino para juzgar y convencer; aprenden la doctrina de los caldeos con el mismo propósito que había llevado a Moisés a estudiar las ciencias de los egipcios.” ↑
* 17. Dios concedió: Estas palabras bastan para responder a los que se sorprenden de que Daniel pueda ser el autor de este Libro, donde varias veces se le elogia (cf. 5, 11; 6, 4; 13, 45). Reconoce él simplemente, como lo hizo José (Génesis 40, 8), y Salomón, y San Pablo, y María Inmaculada, las “grandezas” que Dios obra en él (cf. Lucas 1, 48 s. y notas). Pero no lo hubo más fiel en dar al Señor toda la gloria (2, 18 ss.; cf. Ezequiel 28,3 y nota). La humildad es simplicidad de niño ante Dios, y no mojigatería. Esa sinceridad es lo que Dios amó en David, y lo que el mismo Dios elogia en Daniel (cf. I Macabeos 2, 60; Ezequiel 14, 20). Daniel recibió un don especial de Dios, como José en Egipto (Génesis 40, 1 ss.; 41, 1 ss.): el don de sueños proféticos y el don de interpretarlos (véase Eclesiástico 34, 1 ss. y notas); don sumamente apreciado en Babilonia (cf. 2, 1 ss.). ↑
* 21. El año primero del rey Ciro: Cf. 9, 25. Fecha importantísima para los judíos, pues señala el fin del cautiverio babilónico (Esdras 5, 13; 6, 3; II Paralipómenos 36, 22). No significa que Daniel muriese ese año, sino que Dios lo conservaba aún entonces —después de salvarlo de todas las persecuciones con estupendos prodigios— para que presenciase el paso del imperio a manos del Anunciado por Isaías casi dos siglos antes (cf. Isaías 45, 3 y nota), según lo vaticinara también el mismo Daniel en 2, 39 y 5, 28. ↑
* 1. Para comprender la preocupación del rey hay que tener presente, no sólo que los babilonios veían en los sueños algo sobrenatural, creyendo que por medio de ellos los dioses les intimaban órdenes y les descubrían cosas futuras, sino también que aquí había realmente una voluntad divina, como en el sueño del Faraón narrado en el capítulo 41 del Génesis, y no ya para dar un anuncio de alcance limitado como aquél, sino una revelación que abarcaría todo el desarrollo de la historia. Cf. versículo 28 s. y 45; 1, 17 y nota. ↑
* 2. Los caldeos: aquí como en 4, 4 y 5, 7, señala una clase de magos, o quizás a todos los sabios babilónicos. La crítica ha atribuido demasiada importancia a esta denominación, tomándola como indicio de que el Libro de Daniel hubiese sido compuesto después del destierro, cuando “caldeos” ya no significaba todo el pueblo, sino sólo una casta. Aun concediendo este cambio del significado de la palabra, no necesitamos aceptar la opinión de los críticos, puesto que Daniel sobrevivió al fin del destierro y bien pudo conocer el nuevo sentido que se daba entonces al término “caldeo”. ↑
* 4. En siríaco, esto es, en arameo. Con esta misma palabra cesa aquí el texto hebreo y empieza el arameo que se usa hasta el fin del capítulo 7, en que Daniel vuelve al hebreo hasta el fin de la parte protocanónica. Su lenguaje hebreo es semejante al de Ezequiel, y el hecho de retornar a esa lengua patria denuncia al verdadero autor, que se apartó de ella por la necesidad de ser entendido en Babilonia, cuyo idioma usual bien conocía (cf. 1, 4 y nota). Ello no obsta a que los caldeos hablasen al rey en caldeo, en vez de arameo, y que estas palabras “en siríaco” sean puestas aquí por un copista como simple advertencia al lector de que en lo sucesivo el relato continúa en arameo.
5. Convertidas en cloacas: Vulgata: serán confiscadas. ↑
* 11. Los magos tienen razón, mas los caprichos de un rey oriental solían ser tan absurdos que exigían cosas imposibles. Recuérdese la orden de azotar las aguas del Helesponto, dada por Jerjes (cf. Ester 8, 1 ss. y nota), llamado Asuero en el Libro de Ester, quien como rey de Persia se reconoce heredero de Ciro (Ester 16, 16 y nota), o sea, sucesor del imperio de Nabucodonosor un siglo después del cautiverio de Babilonia, y que, no obstante retener aún en “durísima esclavitud” (Ester 14, 8) a los muchos judíos que habían quedado “esparcidos por toda la tierra” (Ester 2, 6; 3, 8; 11, 4; 13, 4 y notas), los libró de la destrucción gracias a Ester, y les permitió seguir viviendo según sus leyes (Ester 16, 19), aunque “como súbditos de los persas” (Ester 16, 23). ↑
* 17. Notemos la hermosa solidaridad espiritual de estos amigos en el destierro. ↑
* 18 ss. Cf. 1, 17 y notas. Daniel no confía en las ciencias, aunque las había estudiado con el mejor de los éxitos (véase 1, 20). sino únicamente en la inspiración e iluminación que viene de Dios (cf. 27 ss.). Los cuatro jóvenes se arrodillan y, dirigiendo sus miradas (cf. 6, 10) hacia Jerusalén, la ciudad amada de Dios aunque castigada entonces, acuden a Aquel que es la sola fuente de toda verdadera Sabiduría (Eclesiástico 1, 1 y nota). Y Dios, que en su infinita misericordia siempre está atendiendo las oraciones y súplicas de los humildes, revela a Daniel el sueño del rey. Lo que sigue en los versículos 20-23 constituye una de las más bellas alabanzas de Dios que hay en la Biblia (cf. la oración de Daniel en 9, 3 ss., y las de sus amigos en 3, 26 ss. y 52 ss.). El joven profeta da la gloria a Dios que solo conoce las cosas profundas y recónditas y concede sabiduría y fortaleza a los que confiados en Él se las piden. Véase Job 12, 22; Salmo 138, 12. Cf. Ezequiel 28, 3 y nota. A fin de que no se quitase la vida: Preciosa simplicidad filial. Daniel no pretende penetrar los misterios por ningún alarde de ser sabio, pero no duda de que Dios se los revelará para salvarles la vida. ↑
* 21. Quita reyes y los pone: De aquí el dicho proverbial. Esa confesión de Daniel, llena de sabiduría política y base de toda filosofía de la historia, parece intuir ya el contenido de aquel sueño de Nabucodonosor, que revela precisamente el orden puesto por Dios para la sucesión histórica de los reinos. Cf. versículo 37 ss.; 4, 19 ss.; 5, 20 ss. ↑
* 22. Con estas palabras, de altísima piedad, el profeta nos previene sobre la extraordinaria importancia del misterio que va a ser descubierto, tan grande, que interesa a toda la historia. Y al mismo tiempo nos comunica Daniel una preciosa luz espiritual para el conocimiento de Dios en su llaneza inefable, pues, pudiendo Él guardarse todos sus misterios, nos comunica tantos. Cf. Amós 3, 7; I Corintios 2, 10; Hebreos 4, 13. ↑
* 24. No quites la vida, etc.: La caridad de Daniel se preocupa ante todo de salvar la vida a aquellos hechiceros. En el capítulo 6 vemos cuan distinta es la conducta que usaron con él los cortesanos urdiendo su muerte, de la que sólo había de salvarlo un estupendo milagro. ↑
* 25. De los cautivos: Se refiere a la primera transmigración de los cautivos judíos, de la cual Daniel formaba parte el año 605 (cf. 1, 1 ss.); y le llama de Judá a diferencia de la de Israel o reino del norte, que estaba cautivo en Asiria desde 722 (cf. IV Reyes 17, 6 y nota) y a la cual perteneció Tobías, cuya tribu (de Neftalí) fue llevada aún antes de esa fecha (Tobías 1, 2 y nota; IV Reyes 15, 29). ↑
* 27 s. La respuesta de Daniel es un modelo de humildad. “Sólo el Dios del cielo ha podido otorgar la revelación tan ardientemente deseada por el rey. De una manera análoga José había insistido delante del Faraón sobre este privilegio de Yahvé. Cf. Génesis 41, 16, 25, 28” (Fillion). De nuevo rechaza el profeta todo honor y gloria personal para él (versículo 30). “Es que el verdadero sabio, dice San Bernardo, como no se infla, ve las cosas tales como son en sí mismas: las divinas como divinas y las humanas como humanas.” Al fin de los días (versículo 28): Estas palabras aclaran el sentido de las expresiones del versículo 29: “después de estos tiempos” y “lo que ha de venir” (cf. versículo 45 y nota). Scío señala aquí su alcance escatológico y cita a Ezequiel 38, 8, que él interpreta del Anticristo, según lo cual la estatua de Daniel comprende “todo el tiempo de los gentiles” (Lucas 21, 24). Cf. Ezequiel 30, 3 y nota. De ahí la grande importancia histórica de esta profecía. Jesús en su discurso escatológico (Mateo 24, 15) cita otro pasaje de Daniel (9, 27). ↑
* 31. De un esplendor extraordinario: “Así se escribe la historia” y, como dice Jesús, los que dominan a las naciones aún son llamados bienhechores (Lucas 22, 25). Nótese el contraste con la humilde confesión de Daniel por los pecados de Israel, de sus padres y de sus reyes (9, 5-8). Pronto nos muestra Dios el destino de aquel soberbio monumento político: quedará reducido a polvo (versículo 35). Fillion hace notar que la estatua tenía forma humana, es decir, que representaba el humanismo, o sea, lo que Jesús llama “el mundo”, por oposición al Reino de Dios. ↑
* 32 s. Oro, plata, bronce, hierro, denotan cada vez mayor dureza y menor calidad en la misma estatua, hasta que aparece la frágil arcilla en los pies. “La potestad del mundo es una en todas sus fases. Por eso en la visión todas estas fases están unidas en una sola imagen” (Fillion). ↑
* 34. Sobre esta gran piedra véase versículo 45 y nota. ↑
* 35. Fillion llama la atención sobre el hecho de que “así pulverizadas las partículas de la estatua fueron llevadas por el viento de modo que todo rastro de ellas desapareció en absoluto”, pues la montaña llenaba toda la tierra. Véase 7, 26 s.; Lucas 18, 8 y nota. Cf. IV Esdras 12, 11 ss.; 13, 6 ss. ↑
* 37 ss. En la interpretación del sueño, que tiene gran semejanza con la visión de las cuatro bestias del capítulo 7, los exégetas católicos no han logrado hasta ahora una explicación homogénea. Según la interpretación tradicional, después del primer reino que evidentemente es el babilónico, el segundo sería el de los medos y persas, los cuales dominaron al primero; el tercer reino sería el de Alejandro Magno, y el cuarto el de los romanos, los que sometieron a casi todos los pueblos por el poder de las armas (el hierro), mas no supieron, dicen, transformarlos en un pueblo unido, de manera que su imperio se asemejaba a una mezcla de hierro y barro. Esta misma interpretación siguen algunos modernos, como Vigouroux, Knabenbauer, Fillion, Linder, etc. Al mismo tiempo esta interpretación afirma un paralelismo entre la visión de la estatua y la de las cuatro bestias (capítulo 7), la cual termina, según todos lo afirman, en la destrucción del Anticristo por la segunda venida del Señor, y la manifestación de su reino eterno, en tanto que ésta terminaría según ellos en la primera venida de Cristo, considerando que al nacer la Iglesia pulverizó y sustituyó a todos los cuatro imperios. Algunos protestantes siguen igual interpretación de esos cuatro imperios, pero para obviar aquella dificultad sostienen que, según el Apocalipsis, habrá un renacimiento del imperio romano en los últimos tiempos. Otros autores consideran que el primer reino continuó con Darío el Medo y Ciro el Persa, pues su reino no fue menor que el de Nabucodonosor, ni ellos destruyeron a Babilonia como antes se creía, sino que continuaron aquel reino, y el mismo Daniel, ministro de Nabucodonosor, lo fue también de Darío, y continuaba en tiempo de Ciro. El segundo reino sería según esto el de los griegos, que, fundado por Alejandro, y consolidado por Seleuco, fue menor que el babilónico, y no dominó toda la tierra como se dice del tercero. Éste, el de bronce, correspondería entonces a los romanos, que dominaron toda la tierra, y no como el de hierro que todo lo destruye, sino, dicen, difundiendo también su derecho y cultura, y dividiéndose luego (del vientre a los muslos) en dos: el Imperio de Oriente y el de Occidente. El cuarto reino, de hierro y barro, se inicia, según ellos, con las invasiones de los pueblos del Norte y los nuevos reinos por ellos fundados, y se caracteriza por estar dividido, porque ya no hay, como en los anteriores, una sola nación que domine universalmente, y sólo se llama reino en el sentido lato de régimen o sistema político de ese último período de la historia de las naciones que el Profeta prevería para el tiempo final en que Cristo retornará, no ya como en su primera venida, naciendo de mujer y presentándose humilde como el cordero de Dios, la Víctima Redentora, sino como Juez que viene de improviso, sin mano de hombre, como una gran piedra que destruye toda la estatua del poder mundano, culminado en el Anticristo. Como se ve, esta segunda opinión hace terminar el último reino con la segunda venida de Cristo, lo cual corresponde mejor al sentido de la profecía, pues la piedra, es decir Cristo (versículo 45 y nota), en su primera venida, no destruyó el cuarto reino, el cual estaba entonces en toda su fuerza. Transcurrieron cinco siglos antes que fuese arruinado y sustituido por los pueblos del Norte, los cuales llegaron a fundar un nuevo Imperio bajo Carlomagno, el cual también se dividió. Otros intérpretes, en fin, como Calmet, Lagrange, Buzy, Riessler, Goettsberger, reduciendo el alcance de la visión al mundo oriental, refieren el cuarto reino a los sucesores de Alejandro Magno, que a causa de sus discordias desbarataron la obra del gran Macedonio. En este caso, la mezcla del versículo 43 se referiría a los matrimonios entre las familias de los Diadocos (sucesores de Alejandro). Como ejemplo de esta interpretación veamos la de Nácar-Colunga: “Esta visión representa los cuatro imperios que desde el caldeo se sucedieron en Oriente: el caldeo, el persa, el macedonio y el Seléucidas o sirio. No han faltado intérpretes que han querido ver en este último el imperio romano, llevados de la idea de que bajo este imperio había aparecido el Mesías. Pero Daniel no es una excepción entre los Profetas, que ven el reino mesiánico al término de su horizonte histórico.” Dentro de esta variedad de interpretaciones, hay todavía variedad en los detalles. Un exégeta moderno, H. Junker, atribuye sólo al primer reino carácter histórico y ve en los otros algún poder humano. De ahí la necesidad que señala S. S. Pío XII de redoblar los esfuerzos de los estudiosos, para los cuales el Papa reclama una notable libertad. ↑
* 44. Un reino que nunca jamás será destruido: No puede ser sino el reino del Mesías. “Admirable profecía es ésta del reino eterno de Jesucristo” (Páramo). Véase 7. 13-H; Números 24, 19; Salmo 2, 6-9; 71, 7-11; Isaías 9,6-7; Jeremías 23, 5; Ezequiel 37, 24 ss.; Lucas 1,32-33; Apocalipsis 1, 5; 19, 6. ↑
* 45. La piedra desprendida de la montaña sin concurso humano y que se hace ella misma un monte (versículo 34 s.) es, según opinión unánime, Jesucristo, el Mesías y Salvador. Él fundará su reino sobre las ruinas de los imperios del mundo. Él es la piedra fundamental del reino, de Dios, como vaticinó ya Isaías: “He aquí que pondré en los cimientos de Sión una piedra, piedra escogida, angular, preciosa, asentada por fundamento” (Isaías 28, 16). Jesucristo se llama a Sí mismo piedra en Mateo 21, 42 ss., donde dice a los judíos que el reino de Dios les será quitado, y agrega: “Quien cayere sobre esta piedra, se hará pedazos; y a aquél sobre quien ella cayere, lo hará polvo” (cf. Salmo 117, 22). El Mesías, en efecto, fue piedra de tropiezo para Israel que lo rechazó (cf. Lucas 2, 34; Isaías 8, 14; Romanos 9, 33; I Pedro 2, 7), y aquí se presenta haciendo polvo (versículo 35) a los imperios gentiles. También los intérpretes judíos están de acuerdo en reconocer que esta nueva descripción designa el reino que según los oráculos de los profetas debía fundar el Mesías. El monte de donde se desprende la piedra es “probablemente la colina de Sión que en otros oráculos cristológicos, está en relación estrecha con el Mesías y su reino. Cf. Salmo 2, 6; 19, 2; Isaías 2, 2, etc.” (Fillion). ↑
* 46 s. Sobrecogido de admiración. Nabucodonosor adora a Dios en la persona del profeta. En la triple confesión del rey se ha querido ver una alusión al misterio de la Trinidad: Dios de los dioses, el Padre; Señor de los señores, el Hijo; y Aquel que revela los arcanos, el Espíritu Santo. Vuestro Dios es realmente el Dios de los dioses: Es muy admirable el que Dios quiera presentarse en la Biblia como un Dios determinado. Es para que atendamos a esas mil características propias que Él nos revela sobre Sí mismo, y le tengamos una adhesión consciente, electiva, como la del que siguiese por ejemplo el partido de Júpiter por preferirlo al de otro. Claro está que Él mismo nos dice que Él es el único verdadero, y que “todos los dioses de los gentiles son demonios” (Salmo 95, 5). Pero Él no quiere que lo miremos en abstracto, simplemente como el Creador, porque eso no interesa a nuestro corazón, que ya tiende a ver en Él una fatalidad impersonal —el Fatum— a la que estaríamos sometidos como a las fuerzas cósmicas, pero que sería ajena a todo lo que constituye nuestro espíritu, o sea, la intimidad de nuestro ser, nuestros afectos, nuestra ansia de felicidad. Es precisamente esto, más que todo, lo que a este Dios peculiar le interesa, y por eso más que toda otra característica, más que toda su magnificencia, destaca Él su bondad, que viene de su amor por los hombres, no cansándose de repetir que “su misericordia dura eternamente” (Salmo 135, 1 ss.) y que Él es el “amador de los hombres” (Sabiduría 7, 22). Más tarde nos dirá que ese amor fue tan grande, que le hizo entregar a su Hijo (Juan 3, 16). Éste es el Dios nuestro, y no una vaga divinidad cuyos atributos tuviese que adivinar la mente humana, como pretenden los teósofos. ↑
* 1. Según los Setenta y otras versiones, este episodio de la estatua de oro ocurrió dieciséis años después del sueño narrado en el capítulo 2, o sea, el año 18 del reinado de Nabucodonosor, que fue el mismo de la ruina de Jerusalén (IV Reyes 25, 8; Jeremías 52, 12).La llanura de Dura se extiende al sudeste de la ciudad de Babilonia. San Jerónimo opina que la estatua representaba al mismo Nabucodonosor, quien de este modo se hacía adorar como Dios. Otros piensan que se trataba de una columna hueca, revestida de chapas de oro, y coronada con la imagen del dios Marduk (Bel), el ídolo principal de los caldeos. Consideramos más acertada la opinión de San Jerónimo porque, históricamente, cuadra con la soberbia del rey conquistador del mundo y “cabeza de oro” de todos los imperios (cf. 2, 37 s.); y proféticamente nos muestra un anuncio de los honores divinos tributados al “hombre de pecado” que San Pablo revela en su profecía sobre el Anticristo (II Tesalonicenses 2, 3 ss.). Cf. versículos 6 y 18 y notas. Las proporciones de la estatua corresponden al sistema sexagesimal que en Babilonia estaba en uso (60 codos de altura por 6 de anchura = 30 por 3 metros, aproximadamente), siendo de notar que, así como el número siete es sagrado (cf. versículo 47), el número seis, aquí repetido, es propio de lo humano, y así también es el número 666, propio de la bestia apocalíptica (Apocalipsis 13, 18). En ese capítulo 13 sobre el Anticristo, encontramos un acontecimiento paralelo al presente: el Falso Profeta hace adorar una imagen de la Bestia (Apocalipsis 13, 14 ss.). ↑
* 2. Los sátrapas: los más altos dignatarios del imperio, puestos al frente de las provincias. Véase Esdras 8, 36; Ester 3, 12. Ellos y todos los jefes deberán someterse al plan del rey. Por cierto que Daniel no figura entre ellos aunque era alto personaje (cf. 2, 48). Pero tampoco figura luego junto a sus compañeros perseguidos (versículo 12 ss.), lo cual hace pensar que estaba, sin duda, ausente en aquellos días. De lo contrario, ¿no habría él disuadido al rey de su insensato proyecto de la estatua? ↑
* 5. La postración rostro en tierra, era entre los orientales el gesto de adoración (cf. 2, 46). Como se ve, se trataba de un culto idolátrico, al cual Daniel y sus compañeros no habrían podido acomodarse aunque se les hubiera prometido todo el imperio. ↑
* 6. En el Apocalipsis, es el Falso Profeta, o bestia de la tierra, quien manda matar a todos cuantos no adoraren la imagen de la Bestia del mar (Apocalipsis 13, 15). Después de anunciarnos Daniel en el capítulo 2 la caída de la potestad temporal de los imperios gentiles (cf. Ezequiel 30, 3 y nota), vemos aquí el fenómeno religioso: la idolatría del hombre (versículo 1 y nota), y su forma obligatoria que suprime la libertad espiritual, sometiéndola al orden político y económico y dirigiendo la “opinión pública”, la mentira en común, como lo vemos en este siglo xx. ↑
* 8. Acusaron: El texto original (arameo) emplea para expresar esta idea, un giro muy pintoresco: los comieron a pedazos; así como hoy, por “hablar mal de otro en su ausencia”, suele decirse “sacarle el cuero”. ↑
* 12. La sanción afectaba especialmente a los tres jóvenes por ser funcionarios (cf. 2, 49) y no haberse unido a todos los del versículo 2 s. (véase allí la nota sobre la ausencia del mismo Daniel). Los demás judíos no fueron molestados, y esto es lo que destaca más la lección magnífica que nos dan los tres jóvenes con su fidelidad al Dios verdadero, conservada en las alturas del poder, donde la vanidad y la llamada “razón de estado” provocan tantas prevaricaciones de los poderosos. Cuan implacable será Dios con ellos puede verse en 6, 6 ss. ↑
* 16 ss. La arrogancia del rey no los confunde. Así lo había dicho el Espíritu Santo por boca de David (Salmo 118, 46) y lo confirmó el mismo Jesús en su promesa de Mateo 10, 19 s. La fe confiada, firme y modesta de estos santos jóvenes, semejante a la de Mardoqueo (Ester 3, 2; 13, 14), es tanto más hermosa cuanto que en el cautiverio estaban privados de pastores y culto (versículo 38), y lejos de Jerusalén, la ciudad santa que había caído a causa de sus impiedades (cf. versículo 28 ss.; Ezequiel capítulo 8 y notas). ↑
* 18. La distinción entre los dioses y la estatua, repetida en los versículos 12 y 14 precisamente confirma la opinión de que ésta no era la de uno de aquéllos, sino la efigie del rey. Cf. versículo 1 y nota. También Darío manda que le adoren, en 6, 7. ↑
* 19. Los arqueólogos nos dicen que “el horno, con su abertura lateral, por la que se podía ver su interior e introducir el combustible, era uno de los tantos hornos de cocer ladrillos o de hacer cal que había en la región, lo suficientemente espaciosos para que en ellos se pudieran pasear los tres jóvenes” (Prado). Cf. el caso a que alude Jeremías en 29, 21-23. El fuego siete veces mayor parece simplemente un desahogo de ira, pues, como observa Fillion, con él sería más corto el suplicio. Pero esa prueba septenaria (cf. versículo 1 y nota), que encierra quizás un símbolo de las que han de purificar a los justos (I Pedro 1, 7), sirvió para que se manifestasen las obras de Dios (Juan 9, 3), como vemos en los versículos 46 ss. ↑
* 23. Entre este versículo y el 24 trae la Vulgata la siguiente nota de San Jerónimo: “Lo que sigue no lo hallé en los códices hebreos.” Se refiere a los versículos 24-90, deuterocanónicos, que el Doctor Máximo tomó de la versión griega de Teodoción. Sin este pasaje queda una laguna, y no se explicaría el asombro del rey Nabucodonosor en el versículo 91 (que era el 24) si faltase lo que aquí se relata en los versículos 24 y 49. ↑
* 25. El primer pensamiento después de verse libres los jóvenes de las ataduras y de las llamas es alabar a Dios. Ora aquí Azarías, y luego lo harán los tres (versículo 51). ↑
* 29 ss. Es posible que en el cántico de Azarías se haya conservado una de las oraciones que los israelitas desterrados solían rezar, o al menos, referencias a las mismas. De ahí las alusiones al cautiverio y a los pecados del pueblo. Nótese que esta oración es colectiva, a manera de las litúrgicas: el orante habla en plural incluyendo a los demás en sus plegarias, y empezando, como es característico de las oraciones bíblicas, por una sincerísima confesión de los pecados del pueblo, como acto de contrición colectiva. Así lo hace también Daniel en 9, 3 ss. Es de admirar en Israel ese “sentido de la Iglesia”, en que la oración individual no tarda en extenderse abarcando caritativamente a todo el pueblo, como lo vemos, por ejemplo, desde David (cf. Salmo 101, 1 y nota) hasta la Santísima Virgen María en el Magníficat (Lucas 1, 54 s.). ↑
* 35. Israel: Jacob, a quien se le da aquí el título de santo en el sentido de consagrado, porque Dios le otorgó, por medio de su padre Isaac, la bendición privilegiada de los primogénitos, que pertenecían singularmente a Él. Cf. Génesis 32, 22 ss. ↑
* 36 ss. Aquí como en Eclesiástico 36, 17 s. se da por pendiente aún la promesa hecha a Abrahán (Génesis 15, 5), no obstante lo mucho que el pueblo se había multiplicado en otros períodos de su historia. Cf. Eclesiástico 44, 22 y nota. Esto aclara las palabras de San Esteban en Hechos de los Apóstoles 7, 17. Cf. Éxodo 1, 7. ↑
* 38. Ni profeta: Cf. Salmo 73, 9; Lamentaciones 2, 9; Oseas 3, 4. Daniel no era un profeta sacerdotal, que pudiese ser pastor del pueblo (véase la introducción) y “los raros profetas que quedaban no se dirigían sino a fragmentos de la nación” (Fillion). Véase Ezequiel 14, 3 y 20, 3. Cf. Ezequiel 3, 25 y nota. ↑
* 39 s. Notará el lector que en este pasaje se inspira la oración de la Misa después del ofrecimiento del cáliz: “In spiritu humilitatis, etc.” Cf. Ezequiel 46, 15 y nota. ↑
* 43. Glorifica, oh Señor, tu Nombre: véase en Ezequiel 36. 21-22 y nota, el admirable sentido de estas palabras. ↑
* 46. Betún (en latín, nafta), que según San Jerónimo y Dioscórides abundaba en Babilonia y el un “betún líquido, incoloro y muy inflamable”. ↑
* 47. Cuarenta y nueve codos: en cifra redonda. Corresponde a siete veces siete, cuyo sentido místico es símbolo de la perfección y plenitud, igual que el número cuarenta. Ambos se usan muchas veces en la Escritura, y el siete especialmente en el Apocalipsis. ↑
* 49. EI Ángel del Señor: Es el cuarto personaje que ve el rey en el versículo 92. ↑
* 51. Según esto, la oración impetratoria de Azarías, alusiva a todo el pueblo (versículos 24-25) se convierte aquí en cántico de agradecimiento de los tres, al verse tan prodigiosamente salvados mientras Dios mostraba su poder contra los caldeos (versículo 48). ↑
* 52. La Iglesia ha recogido este grandioso himno de alabanza incorporándolo a la liturgia. “En cada uno de estos versículos se acumulan enérgicos epítetos para suplir la debilidad de la humana alabanza” (Cardenal Gomá). ↑
* 53 s. Templo y trono: Como observa Fillion, no pueden referirse al Templo de Jerusalén que se hallaba en ruinas, según dice el mismo Azarías en el versículo 38, sino al santuario eterno y al trono celestial. Véase Salmo 150, 1 y nota; cf. Salmo 10, 5; Isaías 6, 1; Hababuc 2, 20, etc. ↑
* 57 ss. Aquí empieza (hasta el versículo 88) el Benedicite, recitado cada día, después de la Misa, como himno de agradecimiento y alabanza en unión de todas las creaturas. El estribillo: loadle y ensalzadle, recuerda el Salmo 148. Véase también Salmo 102, 20 ss. y notas. Aprovechemos este rapto de sublime lirismo que aquí nos brinda el Espíritu Santo. La alabanza, propia del gozoso agradecimiento (como el Magníficat), es lo único que el hombre puede dar a Dios, y es lo que a Él le agrada (Salmo 49, 23 y nota). De ahí que toda entera ha de ser para Él, sin que el hombre se reserve la más mínima parte (Salmo 148, 13 y nota). Bien lo vemos, por contraste, en la estatua de oro (versículo 1 y nota). Cosa muy notable es que el Anticristo no nos es anunciado como el arquetipo de inmoralidad, ni siquiera de falta de misericordia, sino del que se hace alabar (II Tesalonicenses 2, 4). En este sentido será el antípoda de Cristo que solamente deseaba la gloria del que lo envió y no hay en él injusticia (Juan 7, 18). Cf. Lucas 13, 26 y nota. ↑
* 65. Espíritus: aquí, según el contexto, los vientos, no los ángeles. Véase Salmo 193, 4 y nota. Cf. Salmo 148, 8. ↑
* 73. Hasta este versículo el cántico se refiere a los fenómenos de los espacios celestes. Con el versículo 74 empieza la enumeración de las creaturas de la tierra, en progresión ascendente, de las menos perfectas a las superiores. ↑
* 83. Si Israel tiene motivos sin límites para tributar a su Dios el homenaje de la alabanza (versículo 57 ss. y nota), más aún los tiene la Iglesia de Jesucristo (cf. versículo 95 ss. y nota), aunque su actual peregrinación dolorosa a la espera del Esposo (cf. Cantar de los Cantares 1, 1 y nota) se parece mucho, como la de cada cristiano en particular, al destierro de Israel en Babilonia, cuando sus cantores, silenciosos al recuerdo de Sión, colgaban las arpas en los sauces. Véase S- 136, 1 ss. y notas. Cf. Filipenses 3, 20 s. ↑
* 86. Espíritus y almas: En el lenguaje bíblico, espíritu significa las facultades superiores, el sujeto de la vida sobrenatural; y alma indica las inferiores, que se refieren a la vida natural, psíquica y aun fisiológica (cf. I Tesalonicenses 5. 23; Hebreos 4, 12; Génesis 2, 7; Job 32, 8; Zacarías 12, 1). Aquí el término se refiere a los justos que murieron en el Señor, y es un elocuente testimonio de la inmortalidad del alma. ↑
* 89. Véase Salmo 135, 1 y nota. ↑
* 90. Al final de este versículo San Jerónimo anota: “Hasta aquí falta en el hebreo, y lo que hemos puesto es la versión de Teodoción.” Después continúa el texto arameo (protocanónico) que se interrumpió desde el versículo 23. El versículo 91 de la Vulgata corresponde al 24 del texto arameo. ↑
* 92. Hijo de Dios significa, en boca del rey pagano, el ángel del versículo 49. San Ireneo y Tertuliano ven en esta figura al Mesías, y claro está que espiritualmente estamos seguros de que Él “está con nosotros basta la consumación del siglo” (Mateo 28, 20), a través de las persecuciones anunciadas (Juan 16, 33; II Timoteo 3, 12) y simbolizadas sin duda en el suplicio de los tres jóvenes por no adorar al ídolo del mundo, que en una u otra forma será adorado hasta el fin de los tiempos (véase versículo 6 y nota). ↑
* 95 ss. Si bien el rey reconoce al Dios de Israel que acaba de salvar a los tres jóvenes, y aun reconoce que fue porque confiaron en Él, no parece atribuirle todavía la exclusividad, el carácter del Dios solo y único (cf. 2, 47 y nota), porque en 4, 5 llama a Baal su dios. En 4, 31 ss. le vemos hacer una más plena confesión del verdadero Dios. “Ante esa confesión y la de Darío (6, 25 ss.), en que reyes paganos proclaman la divinidad del Dios de Israel, podemos apreciar mejor, con San Pablo, todo lo que tiene de asombroso que nosotros, descendientes del “pueblo necio” de los gentiles (Romanos 10, 19), ajenos a las promesas de Israel y sin Dios en este mundo (Éfeso 2, 12 ss.), hayamos sido admitidos a gozar de ese Dios por la fe en el Evangelio de su Hijo Jesucristo, y a participar, como cristianos, de promesas aún mayores. ¡Cuánto más preciosa no debería sernos esa fe, y cuán grande la humildad del olivo silvestre! (Romanos 11. 17 ss.).” ↑
* 98 Los versículos 98-100 corresponden en el texto original al capítulo siguiente. ↑
* 100. Cf. Salmo 144, 13 y nota. ↑
* 1. En el original este capítulo comienza con la carta, en 3, 98. Es generalmente atribuido al mismo Nabucodonosor en su opulenta vejez (cf. versículo 19 y nota). Algunos autores suponen que se ha de sustituir aquí a Nabucodonosor por Naboned, cuyo nombre se perdió probablemente por un copista. “El silencio de las fuentes babilónicas sobre la locura atribuida a Nabucodonosor, y la imposibilidad de considerar la narración de Daniel como gemela de la consignada por Eusebio (Praep. Evang. IX, 41, 6) relativa a una pretendida profecía de Nabucodonosor acerca de un conquistador persa, hace que los intérpretes vuelvan una y otra vez los ojos hacia la figura de Naboned” (Prado). Sabemos, efectivamente, por los documentos babilónicos, que Naboned pretendía ser favorecido por sueños que le enviaban los dioses, y también llama la atención el hecho de que Naboned estuviera ausente de Babilonia viviendo durante siete años en el desierto de Teima, lo que cuadraría con lo dicho en los versículos 13 y 29. Sabemos además que el vocablo Nabucodonosor, como Asuero en Persia y Faraón en Egipto, se usaba también a manera de un título en lugar del nombre propio del rey. Floreciente, esto es, en paz y gozando de buena salud. Cf. Salmo 1, 3; 91, 14; Proverbios 11, 28. ↑
* 4. Los caldeos: cf. 2, 2 y nota. ↑
* 5. La primera parte del nombre de Baltasar recuerda a Baal o Bel, dios principal de Babilonia (cf. 1, 7 y nota). El espíritu de los santos dioses: alusión a la interpretación del primer sueño (capítulo 2). El epíteto santos denota al parecer los dioses benévolos a los hombres, en contraste con aquellos seres superiores que procuran traer males sobre la humanidad. ↑
* 10. Velador y Santo: Nombre de ángeles, que solamente aquí se mencionan en la Sagrada Escritura (cf. versículo 14), pero al cual alude tres veces el Libro de Henoc (12, 4; 13, 10; 15, 9). También es conocido en otros libros apócrifos. Es llamado así “tanto por su naturaleza, la cual siendo espiritual está continuamente en acción y sin reposar un punto como por su oficio, que es el estar siempre pronto para recibir las órdenes de Dios y en vela para la guardia de la Iglesia y de los fieles”. (Scío). Véase 10, 13 y nota. ↑
* 14. Nótese que en el versículo 21 el decreto es del Altísimo. Los veladores, etc. (véase versículo 10 y nota). Aquí parece revelársenos una de las funciones de los ángeles como fieles ejecutores de la voluntad de Dios y de sus juicios. San Pablo nos lo previene muchas veces para que no veamos en ellos a unos semidioses o demiurgos, que obrasen con autonomía propia, como los eones de Valentino, de que habla San Ireneo. Véase 6, 22; II Reyes 24, 16; Éfeso 1, 21 s.; Colosenses 1, 16; 2, 10 y 18; Hebreos 1, 7 y 13 s.; Apocalipsis 19, 10; 22, 9; I Pedro 3, 22, etc. Cf. 10, 13 y nota. El final (cf. versículo 22) establece una vez más la doctrina tan admirable y tan bíblica según la cual Dios se complace en elegir sus príncipes entre el estiércol (Salmo 112, 7 ss. y nota), mientras el soberbio desciende a lo más bajo (Lucas 1, 48 ss. y nota), doctrina que tiene aquí trascendencia histórico-política, pues se aplica directamente al rey que fue “cabeza de oro” en la gran visión del capítulo 2. ↑
* 16. Daniel se conturba porque Dios le había revelado ya el significado del sueño. Con benevolencia hacia el rey, le expresa primero el deseo de que los males que ha de anunciar se cumplan en los enemigos, y no en el rey mismo; pero, como profeta fiel, no calla nada de lo que Dios le ha mostrado. ↑
* 18. Véase versículo 29; Lucas 13, 18 ss. Son las características de un mal árbol de mostaza, es decir, de algo que se multiplica enormemente, pero no para bien sino para un fin catastrófico según veremos luego. Comparémoslo con las crisis mundiales presenciadas en el siglo XX, que los Sumos Pontífices desde Pío X han calificado tantas veces como tiempos apocalípticos: por una parte el enorme progreso científico, puesto mayormente al servicio de la corrupción en la paz y de la destrucción en la guerra; y por otra parte la caída de las más poderosas naciones desde el apogeo del progreso y la fuerza, al abismo de la ruina y del hambre. Véase versículo 29 ss.; Ezequiel 28, 5 s. y notas. ↑
* 19. No puede negarse que esta grandeza extraordinaria del rey, así como el afecto que le muestra Daniel (versículo 16) y la elección de éste para la interpretación del sueño, etc., parecen referirse al mismo Nabucodonosor de los capítulos anteriores, en el cual la humillación extrema que aquí recibe, cuadra además perfectamente como castigo por la soberbia estatua del capítulo 3, en lo cual estriba la enseñanza espiritual de la visión según lo vemos en los versículos 14 y 22. Véase versículo 27 y nota. ↑
* 22. Son indicios de una enfermedad mental que sobrevendrá al rey. El cumplimiento se narra en el versículo 30. Siete tiempos (versículos 13 y 29): es decir, siete lapsos iguales, probablemente años, según se deduce también de 7, 25; Apocalipsis 12, 14; 13, 5; etc. Sobre el carácter místico del número siete, cf. 3, 47; 9, 27. ↑
* 23. Cuando reconozcas que es el cielo el que tiene la potestad. Se encierra aquí una enseñanza fundamental, cuya inobservancia ha causado la ruina de numerosas dinastías y dirigentes de pueblos. Reconocer que Dios es el Señor, al que hemos de someternos, parece a primera vista cosa fácil y agradable, mas la experiencia y la historia muestran que el orgullo de los seres creados intenta equipararse a Dios desde los días del paraíso, más aún, desde el momento de la creación de los ángeles; pues no dudamos de que la rebeldía de Satanás se produjo en los albores de su existencia. De ahí que ese ángel caído, a quien Jesús llama “el príncipe de este mundo” (Juan 14, 30) siga instigando al género humano a confiar en su propia fuerza y en su propia sabiduría. Cf. Salmo 148, 13; Isaías 42, 8; 48, 11; I Timoteo 1, 17, etc. ↑
* 24. Con obras de misericordia: Como vemos, desde el Antiguo Testamento la Biblia no se cansa de destacar la importancia de la limosna para recibir el perdón de los pecados. Véase Tobías 4, 7-11 y notas; 12, 9 y nota; Mateo 5, 7; 25, 34 ss.; Hechos de los Apóstoles 10, 4; I Pedro 4, 8. Lo mismo hacen, claro está, los Santos Padres, San Cipriano y San Ambrosio comparan su eficacia a la del Bautismo y dicen que, así como el fuego del infierno se apaga con el agua saludable del sacramento, la llama del pecado se apaga con la limosna y las buenas obras. San León dice: “Las limosnas borran los pecados y preservan de la muerte y del infierno.” ↑
* 26 s. En opinión de San Jerónimo, Dios postergó por esos doce meses el castigo porque Nabucodonosor, exhortado por Daniel (versículo 24), hizo buenas obras. Ello no obstante, volvió a caer (versículo 27) en esa soberbia complacencia de sí mismo, que Dios no pudo soportar en ningún hombre (véase 3, 57 ss. y nota), ni aún en su gran amigo David (véase II Reyes 24; I Paralipómenos 21 y notas), y entonces el castigo anunciado en el sueño no tardó en sobrevenir. Todo esto parece confirmar que se trata de Nabucodonosor, y no de Naboned, como creen muchos modernos (cf. versículos 1 y 19 y notas), pues no se sabe nada de construcciones de Naboned en Babilonia, ni tendría sentido el castigo que relata el profeta, si no fuese contra el culpable de soberbia. Según Kaulen, una inscripción de Nabucodonosor ha conservado casi al pie de la letra la presuntuosa exclamación del versículo 27. Por lo demás, aunque él hubiese endilgado realmente a un enemigo suyo el terrible castigo anunciado (cf. versículo 16), según la leyenda de Eusebio, ello no significaría que tal pretensión se cumpliese, sino mostraría mejor la arrogancia que le hizo merecer ese castigo. ↑
* 29 s. A estar a los síntomas indicados en este párrafo, se trataba de una enfermedad mental que los médicos suelen llamar zoantropía, en que el enfermo cree ser transformado en un animal. Semejante humillación para el rey, cuando el poderoso imperio babilónico tocaba el cielo en su grandeza, y alcanzaba en su poderío los términos de la tierra (versículo 19), como el gran árbol que lo simbolizaba (versículo 18), hace que en esta narración se vea, como en las de los capítulos 2, 3 y 7, una figura profética de la caída de la gentilidad, y en la cepa no arrancada del todo, la señal de que en la gran tribulación del Anticristo, no obstante su extremada bestialidad, no perecerán totalmente las naciones y habrá quien permanezca fiel para la venida de Cristo (véase Mateo 24, 22-24; Apocalipsis 13, 7 ss.; 20, 4). En sentido espiritual, esta caída de Nabucodonosor nos ofrece la figura del pecador que pierde la gracia. Desde lo alto de la amistad divina se precipita al infierno y no sólo se vuelve “como el caballo y el mulo que no tienen inteligencia” (Tobías 6, 17; Salmo 31, 9), sino —lo que es peor— se hace compañero de los demonios. Respecto a los siete tiempos véase versículo 22 y nota. Si este episodio se refiere a Nabucodonosor y no a Naboned (véase nota al versículo 1), dicen los que sostienen esa opinión, los siete tiempos de locura del rey serían posteriores al largo asedio de Tiro, que según Flavio Josefo se prolongó durante trece años y terminó sin resultado decisivo. Cf. Ezequiel 29, 18. ↑
* 33. Como Job, así también Nabucodonosor recobra su prosperidad, aún acrecida, pero sólo después de la gran humillación (cf. Salmo 118, 67 y 71 y nota), en la cual aprendió a no usurpar ya la gloria, que es toda de Dios (versículo 34). ↑
* 1. He aquí el célebre festín sacrílego, que terminará en tragedia. Mil convidados no era cosa de asombrarse en el fasto oriental. Véase el de Asuero en Ester 1, 3-8. El nombre de Baltasar suena como el que fue puesto a Daniel (cf. 1, 7), pero en el caldeo tiene una variante y corresponde a Bel-sar-usur: “Bel proteja al rey”. El rey Baltasar o Belsazar actuaba más bien como virrey, asociado al trono de Naboned, pues durante el retiro de éste a su palacio de Teima (véase la nota a 4, 1), llevaba aquél el gobierno del reino y tenía el mando del ejército, de suerte que prácticamente era considerado como rey, aún entre los babilonios. Así también el mismo Nabucodonosor es llamado rey en Jeremías 46, 2, cuando aún vivía su padre Nabopolasar, y lo mismo el asirio Asurbanipal fue proclamado rey en vida de Asarhaddón. Véase en Isaías 21, 5 el vaticinio (hecho casi dos siglos antes) de esta escena desenfadada que ocurre mientras Babilonia, que se cree inexpugnable, está ya sitiada por las tropas de Ciro. ↑
* 2. Los vasos de oro, etc.: Cf. 1, 2; IV Rey 24. 13; Jeremías 52, 17 ss.; Esdras 1, 9 ss. Su padre Nabucodonosor: Por otro documento se sabe que el sucesor de Nabucodonosor fue su hijo Evilmerodac, luego asesinado por su cuñado y sucesor Neriglisar, a quien destronó y sucedió en 556 Naboned, quien en inscripciones cuneiformes no ha mucho descubiertas, llama a “Baltasar su primogénito, el retoño de su corazón”. Como observan Vigouroux, Fillion, Prado, etc., nada se opone a que Naboned fuese también cuñado de Evilmerodac, es decir, casado con una hija de Nabucodonosor, siendo éste así abuelo de Baltasar. Esa hija sería la reina que aparece en el versículo 10 y evoca con insistencia los recuerdos de Nabucodonosor llamándolo padre de Baltasar, como queriendo decir que al ser padre de ella, lo era también del nieto que ella le había dado. También Daniel lo llama así por antonomasia (versículo 18) como indicando que fue el fundador de la grandeza de Babilonia (cf. 4, 27). ↑
* 3. Nótese el desenfreno de la orgía. No les bastaba el placer: tuvieron que poner la nota de burla contra Dios. Así también, al instante mismo en que se comete la horrible profanación, el Dios de Israel da su tremenda respuesta, que sólo el israelita Daniel sabía descifrar (versículo 11 ss.). También el castigo de Nabucodonosor le cayó al instante (4, 27). ↑
* 7. El tercero en el gobierno del reino: El primero era Naboned el segundo, el mismo Baltasar. ↑
* 10. La reina: no la mujer de Baltasar, sino su madre, que conforme a la costumbre era la primera mujer del reino (véase III Reyes 2, 19). La reina madre, al llamar la atención sobre Daniel, que era ya un anciano de ochenta años y vivía retirado de la vida pública y de la política, muestra hasta qué punto era proverbial la sabiduría del profeta, al cual vemos llamado constantemente desde el capítulo 2, cada vez que se impone descifrar algo oculto. Se explica así la expresión de Ezequiel, dirigida al príncipe de Tiro, símbolo de la autosuficiencia anticristiana: “Está visto que tú te crees más sabio que Daniel” (Ezequiel 28, 3 y nota). ↑
* 11. El espíritu de los santos dioses: véase 4, 5 y nota. ↑
* 17 s. ¡Qué bien suena este lenguaje en el profeta de Dios, que no busca honores como los falsos profetas, ni teme la cólera de aquellos a quienes van dirigidas las amenazas divinas que debe anunciar! Como un precedente de harta elocuencia, Daniel empieza recordando al rey el castigo de su antepasado Nabucodonosor (véase capítulo 4). Es el preludio de la catástrofe que veremos desencadenarse en el versículo 30, en forma tan súbita como aquélla, y como tantos otros ejemplos bíblicos en que la caída del soberbio se produce en el momento en que él se siente más alto. Ver Hechos de los Apóstoles 12, 21-23 y nota. ↑
* 23. No has dado gloria a Dios: El pecado de Baltasar consiste en haberse levantado, como Nabucodonosor, contra el dominador del cielo (cf. 4, 23 y nota). A este pecado el rey agregó el uso sacrílego de los vasos sagrados sacados del Templo de Jerusalén (versículo 2). ↑
* 25 ss. Mené, Mené, Tequel, Ufarsin (en la Vulgata: Mené, Tequel, Fares), La primera palabra, repetida, sin duda, para darle más relieve y precisión, significa contado; la segunda, pesado; la tercera, dividido o separado, con evidente alusión a los persas. En el versículo 28 se repite la tercera palabra en su forma primitiva (Perés). ↑
* 30. Baltasar fue asesinado por Ugbaru (Gobryas), gobernador de Gutium, aliado de los persas, en la noche del 15 al 16 del mes de Tischri del año 538 a. C. Según Jenofonte, Ciro se enteró que había en Babilonia una de esas grandes fiestas en las cuales los babilonios acostumbraban comer y beber, bailar y holgarse durante toda la noche. Abrió en aquella noche los fosos que venían al Éufrates, e hizo desviar el agua del río hacia los canales, de modo que los soldados pudieron vadearlo y llegar al palacio real, donde se hallaba, alegre y confiado, Baltasar con su corte. El P. Prado se inclina a ver en esta caída de Babilonia la profetizada por Isaías 13 y 14, aunque no la parte relativa al rey de Babilonia (Isaías 14, 4-21) a quien llama “personificación poética del imperio de los caldeos”, diciendo que no coincide con Nabucodonosor, ni con Naboned ni con Baltasar, y añadiendo que el pasaje de Isaías 14, 12-15, tampoco puede aplicarse a Satanás sino en un sentido acomodaticio. Hace notar que, según otros, Isaías quiso referirse, antes que a la ruina de Babilonia, a la de los imperios asirios. Los estudios más recientes sobre la toma de Babilonia los resume Schuster-Holzammer diciendo: “Cuando Ciro (desde 539) hizo la campaña contra Babilonia, le salió al encuentro Naboned, mientras Bel-sar-usur quedaba para defender la ciudad en calidad de general en jefe. Naboned fue derrotado y se rindió a Ciro, el cual le trató con toda suerte de consideraciones… Nada dice la Sagrada Escritura de la toma de Babilonia. Se efectuó –contra lo que antes se creía− sin resistencia y sin espada, con sorprendente rapidez, al mando de Ugbaru (Gobryas), gobernador de Gutium. Ciro, que entró en Babilonia tres meses más tarde, perdonó a la ciudad y adoró a los dioses, tomó el título de “rey de Babilonia” y puso de gobernador de ella (¿virrey?) a Ugbaru.” Los judíos cautivos recibieron trato benévolo y permiso de repatriarse de parte del conquistador Ciro (véase Esdras 1, 1 y nota), anunciado por el mismo Isaías como figura de la salud mesiánica (Isaías 44, 28; 45, 1 ss.); benevolencia que seguirían recibiendo más tarde (hacia 520 a. C.) de su nieto Darío I Histaspes (como luego también de Artajerjes Longimano: Esdras 7) al facilitar grandemente que se continuara la construcción del segundo Templo de Jerusalén (Esdras 5), interrumpida por orden de su predecesor Artajerjes (Esdras 4, 7-24), pues la sujeción de Israel continuó bajo los reyes de Persia como bajo Nabucodonosor, no obstante la salida de Babilonia. Por otra parte la Sagrada Escritura nos muestra la subsistencia de Babilonia, aún después del año 176 a. C., pues fue habitada por el rey Antíoco Epífanes (I Macabeos 6, 4) que comenzó a reinar en aquella fecha (I Macabeos 1, 11) sobre los griegos como antes la había habitado Alejandro Magno que allí murió. ↑
* 31. Recibió el reino, expresión que se confirma, como lo nota el mismo Schuster-Holzammer, por las palabras de 9, 1: “fue rey del reino de los caldeos”. El que así recibió —no de manos de Baltasar, sino del magnánimo conquistador Ciro— el gran reino de Nabucodonosor, para, continuarlo como virrey, no es otro que Ugbaru (cf. nota anterior) cuyo nombre de Darío parece ser (lo mismo que el de Ciaxares) un título que significa jefe, y que es llamado Medo. Se espera que la historia suministre nuevas aclaraciones sobre este punto un tanto oscuro como también que las inscripciones cuneiformes nos descubran un Baltasar, hijo de Nabucodonosor (cf. versículo 2 y nota), que pudiera, como dice Linder, haber sido “segundo del reino” de Babilonia después de su hermano Evilmerodac. ↑
* 1. Sobre la personalidad de este Darío (único de ese nombre que figura en Daniel), véase el final del capítulo anterior, y su nota. Algunos lo identifican también —además de Ugbaru— con Astiages (cf. 13, 65), hijo del medo Ciaxares, que en 9, 1 sería llamado Asuero, como título de su dignidad; otros, con Cambises II, hijo de Ciro, etc. Mientras se aclaran las divergencias de los historiadores, tenemos los creyentes sobrados datos con los que el profeta nos da aquí, y en otros lugares, para saber lo que interesa del punto de vista profético, y es que uno “de la estirpe de los medos gobernó el reino de los caldeos” (cf. 9, 1) o sea el imperio de Nabucodonosor, a cuyo frente veremos más tarde a Ciro el Persa (versículos 28 y 10, 1), lo cual nos muestra el cumplimiento de lo anunciado por Daniel en 5, 26 ss., y la forma en que se iba cumpliendo la profecía de la estatua (capítulo 2). ↑
* 2. El nuevo rey extranjero repone, y con el más alto rango (versículo 4). al mismo Daniel que había servido a Nabucodonosor (capítulos 1-4) y que luego había de continuar sirviendo a Ciro. A todos mostró el profeta igual fidelidad, que Darío retribuyó con extraordinaria estima y afecto, como se ve en todo este capítulo. ↑
* 3. Había en él un espíritu superior: La Vulgata dice: espíritu de Dios. Aunque la palabra Dios falta en el arameo, se entiende que la superioridad de Daniel en los negocios públicos le viene, como a David (véase Salmo 100 y notas), de que Dios era su guía también en cuanto al orden político y económico. Véase Mateo 6, 33. ↑
* 5. Debido al prestigio de su fidelidad, Daniel estaba fuera del alcance de las intrigas de la Corte (versículo 4), por lo cual sus enemigos tuvieron que buscar otro camino para eclipsarlo. “El plan de los conspiradores consistirá en colocar a Daniel en una situación tal que sus deberes civiles choquen forzosamente con los religiosos”, sabiendo que él no vacilará en preferir a su Dios. San Pedro (I Pedro 4, 16) destaca el honor de ser perseguidos por ser “cristianos” (cf. Hechos de los Apóstoles 11, 26 y nota). ↑
* 7. Al decir todos los presidentes, etc., exageran pérfidamente aquellos viles cortesanos, cuya actitud tan servil como la de los que vimos en 3, 2 ss., confirma que allí se trataba de adorar en estatua la persona de Nabucodonosor, como aquí a Darío. Hasta en la Roma de los Augustos se tributaba honores divinos a los emperadores, y al advenimiento de cada nuevo César, los Senadores se apresuraban a declararlo dios en la primera sesión que celebraban; y también hasta ahora, el Mikado del Japón ha sido considerado hijo del Sol. Aquí se trata de una prueba por treinta días, durante los cuales los babilonios tenían que mostrar mediante sus actos, que consideraban al rey como representante exclusivo de la divinidad. ↑
* 8. Era proverbial la fidelidad de los persas en cumplir la real palabra empeñada en los edictos (cf. versículos 12 y 15; Ester 2, 1; 8, 1 ss. y notas). Medos y persas: sigue uniéndose ambos nombres (cf. versículos 12, 15, etc.) para acentuar la idea de un mismo imperio. ↑
* 10. Tres veces al día, o sea, a las nueve de la mañana, a las doce y a las tres de la tarde (cf. III Reyes 8, 35 y nota; Salmo 27, 2; 54, 18; 137, 2; Hechos de los Apóstoles 3, 1; 10, 9). Al rezar dirigía Daniel la mirada hacia Jerusalén, la Ciudad Santa, siguiendo en el destierro, y a pesar de que el Santuario había sido destruido, la piadosa costumbre de Israel desde que Salomón fundó el Templo, que miraba hacia oriente. También los templos cristianos suelen estar ubicados de modo que en lo posible miren hacia el oriente. Véase Ezequiel 43, 2; 47, 8; Lucas 1, 78 y nota. ↑
* 16. Nada resulta más paradojal que esta actitud del rey: condena al profeta por haber orado al Dios de Israel, y luego le dice que esta oración será su salvación. Prueba evidente de que los cortesanos, llenos de falsedad como los que acusaron a Cristo ante Pilatos, le habían arrancado por sorpresa el decreto, sabiendo que una vez dado sería irrevocable. Lo cual nos muestra que es “propio del sabio rectificar su opinión” y que aquella tradición medo-persa, yendo más allá de la fidelidad a la palabra empeñada, caía en una soberbia presunción de infalibilidad. Los romanos fueron más sabios, al reconocer que “es humano el errar”. ↑
* 17. Con buena razón el rey puso su sello sobre la piedra, para que nadie se atreviera a tocarla y para preservar al profeta de la persecución de sus enemigos, en la esperanza de que se salvase de los leones (versículos 16 y 20). Toda esta escena nos recuerda a los Sumos Sacerdotes que pusieron su sello sobre la piedra que cerraba el sepulcro de Jesús (Mateo 27, 66). Daniel es figura del Mesías, en cuanto los leones nada pudieron hacerle, así como Cristo resucitó triunfante de la muerte, en tanto que ella devorará un día para siempre a los enemigos del Salvador, como los leones devoraron a los cortesanos de Babilonia (versículo 24). ↑
* 22 s. Ha cerrado la boca de los leones: San Pablo emplea esta misma expresión, atribuyendo el milagro a la fe de Daniel (Hebreos 11, 33). La Sagrada Escritura trae muchos ejemplos que muestran cómo Dios salva por medio de un ángel (cf. 3, 49; 14, 33; Tobías 6, 4; Hechos de los Apóstoles 12, 7, etc.) a sus amigos que confían en Él, con lo cual se cumple la bienaventuranza anunciada a “todos aquellos que ponen en Él su confianza”. El versículo 23 destaca expresamente que se salvó “porque tuvo confianza en Dios”. Tal es la espiritualidad que se bebe y aprende en la Biblia entera, desde el Antiguo Testamento hasta las más altas revelaciones de Jesús. La salvación milagrosa de Daniel servía de ejemplo consolador a los cristianos en las persecuciones, como se ve en las pinturas de las catacumbas de Roma. Nótese que esta doctrina de la confianza encierra la más grande suavidad, pues parte del supuesto de sentirse amado con amor sin límites, y al mismo tiempo nos libra automáticamente del natural egocentrismo, como niños muy pequeños que, sabiendo que tienen quien vele por ellos con mayor cuidado que una madre (cf. Isaías 66, 13 y nota), se olvidan de pensar en sus intereses, y entonces pueden entregarse al amor. Tal es la doctrina espiritual de Santa Teresa del Niño Jesús. ↑
* 25 s. Decreto notable, parecido al de Nabucodonosor en 3, 98 ss., y cuyo estilo, que coincide no poco con el de los Libros Sagrados, hace pensar que Daniel fue consultado para su redacción. ↑
* 27. Véase Isaías 45, 21; Oseas 1, 7; Sofonías 3, 17; cf. Mateo 1, 21. ↑
* 28. Prosperó, es decir, tuvo elevada posición en el reino. Lo cual duró por lo menos hasta el año tercero de Ciro (10, 1). ↑
* 1. Con este capítulo empieza la segunda parte del libro de Daniel (capítulos 7-12) que contiene, no ya la interpretación de revelaciones ajenas, sino las visiones propias del profeta. La primera visión se refiere a cuatro animales simbólicos, que significan cuatro reinos. La semejanza con el sueño de Nabucodonosor (capítulo 2), y en parte con el capítulo 8, salta a la vista, si bien no es tan fácil identificarla en todos sus detalles. Ésta parece revestir un carácter más espiritual y aquélla más político. Para poder asimilar las dos visiones en su significación final (cf. versículo 7 y nota), faltaría que los autores aclarasen de común acuerdo si ambas tienen o no carácter escatológico, es decir si la revelación hecha al profeta alcanza en ambos casos a la segunda venida de Cristo o se detiene en la primera. El año primero de Baltasar: Es decir, en 540 a. C, dos años antes de su muerte (véase 5, 29 ss.; 8, 1). ↑
* 3. El mar simboliza el mundo de los gentiles (cf. Isaías 17, 12; Apocalipsis 17, 15), quizá por oposición a la tierra santa de Israel, que la Biblia suele llamar por antonomasia “la tierra”. También sale del mar la gran Bestia de siete cabezas de Apocalipsis 13 (cf. Isaías 27, 1), y de ahí que algunos la identifiquen con estas cuatro bestias de Daniel, que entre todas también tienen siete cabezas, pues la tercera tiene cuatro (versículo 6). ↑
* 4. Como león: En este león con alas de águila, símbolo de fuerza y agilidad, se ve generalmente el imperio caldeo, significando esos emblemas la cabeza de oro de la estatua (cf. 2, 32). En Jeremías 4, 7 y 49, 19 ss., Nabucodonosor es figurado como león, y como águila en Ezequiel 17, 3; Habacuc 1, 8, etc. También con los asirios se usa la figura del león (Isaías 5, 29), y eran comunes en los monumentos de Nínive y Babilonia los leones alados, aunque no como esta bestia, sino con cabeza de hombre. No faltan, sin embargo, quienes piensan que, tratándose de una revelación sobre lo futuro, no podría aquí hablarse de Nabucodonosor que ya había muerto cuando Daniel tuvo esta visión (cf. v. 1 y nota), y de ahí que se inclinen a pensar que esta profecía no es una repetición del capítulo 2, sino que su paralelismo debe buscarse en el Apocalipsis de San Juan, viendo en ella reinos de un carácter más espiritual que histórico. El que le fueran arrancadas las alas, muestra, según algunos, la debilidad del reino bajo los últimos sucesores de Nabucodonosor, especialmente bajo Naboned y Baltasar (cf. capítulo 5). Queda la dificultad de lo que sigue: fue levantada de la tierra, etc. Unos ven aquí una nueva señal de debilitamiento; otros, de la curación de Nabucodonosor (4. 31 ss.). Otros recuerdan, al contrario, su locura, pero el cambio de corazón de aquel rey no fue de bestia en hombre sino a la inversa (4, 13 ss.). También hay algunos que suponen aquí una indicación de que el imperio caldeo, humanizado en manos de Ciro, se continuó en él. ↑
* 5. El oso, suele explicarse como correspondiente al segundo imperio del capítulo 2, 32, y la mayoría lo aplica al reino de los medos y persas, aunque algunos subdividen en dos a este imperio; otros ven en la segunda bestia el imperio de Alejandro a quien, dicen, cuadrarían mejor que a Ciro las palabras “come carne en abundancia”. Tres costillas en su boca, entre sus dientes (Vulgata: tres órdenes de dientes): Ellos significarían, dicen unos, Babilonia, Lidia y Egipto, tres países conquistados por Ciro; o bien, dicen otros, las vastas conquistas del imperio medo-persa. Nada puede decirse de seguro a este respecto. Vemos por esto con cuánta moderación hemos de usar las afirmaciones propias y ajenas en terreno tan debatido, que no sólo está sujeto a variar según las investigaciones históricas (cf. 5, 30 y nota), sino que puede encerrar también misterios que sólo quiera aclarar Dios en un “tiempo determinado”, como se le dice a Daniel en 12, 9 ss. (Véase la introducción.) ↑
* 6. Por el leopardo se entiende, en general, el imperio de Alejandro Magno. Las cuatro alas denotarían la velocidad de sus conquistas y las cuatro cabezas su división en cuatro reinos (Siria, Egipto, Asia Menor y Macedonia). correspondiendo este reino al tercero del capítulo 2 (2, 32 c. y 39 b.). Véase 8, 8 ss.; 11, 4. Otros lo aplican al rey de los persas. Otros observan que si esta bestia correspondiese al tercer reino del capítulo 2, se partiría en dos como el vientre y los muslos de la estatua y no en cuatro, alegándose por otra parte que los verdaderos sucesores de Alejandro Magno fueron en realidad dos, Seleuco y Ptolomeo, a los que Daniel llama, en el capítulo 11, rey del norte y rey del sur. Las tres bestias que aquí vemos: león, oso y leopardo, recuerdan las características de la Bestia apocalíptica, que “será semejante a un leopardo, y sus pies como de oso, y su boca como de león” (Apocalipsis 13, 2). Cf. versículo 3 y nota. ↑
* 7 s. La cuarta bestia no tiene nombre como las anteriores. Es tan diferente de ellas, que Daniel apenas halla palabras para describirla. Según la mayoría de los intérpretes, ella representa al imperio romano, y los dientes de hierro serían el hierro de la estatua descrita en 2, 33 ss. Las diez astas o cuernos corresponden a los dedos de los pies de la estatua del capítulo 2 (2, 33 y 41) y significan diez reyes (versículo 24) o diez reinos (cf. 2, 44). en que habría de dividirse el imperio romano en la Edad Media y en los tiempos modernos, lo cual tendría que armonizarse con la interpretación dada al capítulo 2. Fillion observa que “en ambos relatos se insiste especialmente sobre el cuarto de estos reinos”, y deduce que “ambos contienen la misma revelación”, por lo cual no se ve cómo allí puede referirse el profeta a la primera venida de Cristo, y aquí a la secunda, a la cual precederá el Anticristo del versículo 8 (II Tesalonicenses 2, 4 ss.). Una minoría sostiene que este cuarto reino es el de Alejandro Magno y los reinos de sus sucesores, mientras el tercero (el leopardo) correspondería al reino persa y el segundo (el oso) a los medos. El pequeño cuerno (versículo 8) es, en opinión de estos expositores, Antíoco Epífanes, y los diez cuernos representan, según ellos, los tres grandes generales de Alejandro y los siete reyes que precedieron a Antíoco. Nos parece poco probable esta opinión, no sólo por las coincidencias históricas, que en ninguna de las dos interpretaciones alcanzan la seguridad necesaria para imponerse, sino por la autoridad de San Juan, que en los capítulos 13 y 17 del Apocalipsis atribuye a la bestia que sube del mar (versículo 3) las características de las tres antes señaladas (versículo 6 y nota), y sobre todo las de esta cuarta bestia de Daniel (diez cuernos, una boca que blasfema, guerra contra los “santos”, poder de tres años y medio), refiriéndose seguramente no al reino greco-sirio, sino a un reino futuro, y en el cual se contempla esencialmente el aspecto religioso. ↑
* 8. “En este pequeño cuerno los Padres —entre otros San Ireneo, Teodoreto, San Jerónimo, Lactancio— y los comentadores modernos —Maldonado, Cornelio a Lapide, Calmet— y muchos exégetas contemporáneos, sean católicos, sean protestantes, han visto con razón la figura del Anticristo. Véase los versículos 24 b-25” (Fillion). Muchos de ellos señalan que está tipificado en Antíoco Epífanes. Véase 8, 23-25; 9, 26 s.; 11, 36 ss.; 12, 11, etc. Algunos, para sostener la aplicación de la cuarta bestia al imperio romano, suponen que éste renacerá por poco tiempo al final (Apocalipsis 17, 11 ss.). ↑
* 9. El Anciano de días: Este antropomorfismo, como observa Fillion, designa evidentemente a Dios, es decir, al eterno Padre. Véase Deuteronomio 33, 26-27; Ezequiel 1, 26; Apocalipsis 3, 21; 4, 2. ↑
* 10. Millares de millares: Véase Apocalipsis 5, 11; Hebreos 1, 14. En un notable grabado del artista Alberto Durero, el célebre ilustrador del Apocalipsis combina esta escena en que, el Hijo del hombre recibe del Padre la potestad eterna —en virtud de la cual todos los pueblos de la tierra le servirán—, con la de Apocalipsis 5, donde Dios, sentado en el trono, entrega al Cordero el Libro de los siete sellos Cf. Apocalipsis 5, 7 ss. ↑
* 11. Sobre la destrucción del Anticristo véase versículo 26; II Tesalonicenses 2, 8; Apocalipsis 19, 20; Isaías 11, 4. ↑
* 12. Algunos señalan esta subsistencia de las primeras bestias hasta el final, como argumento contra la interpretación histórica de los reinos que ellas representarían. ↑
* 13. En el Hijo del hombre ya los judíos veían al Mesías (cf. Salmo 79, 18 y nota). La palabra parecido prueba, que el Hijo del hombre no es simplemente igual a uno de nosotros, sino un Ser superior. Sobre el significado mesiánico de este título no cabe duda, ya que Jesucristo se lo aplica 80 veces a Sí mismo, 30 veces en San Mateo, 14 en San Marcos, 25 en San Lucas y 11 en San Juan, caracterizando con él toda su misión terrenal como predicador de la Buena Nueva, amigo de los pobres, enfermos y pecadores, como también su pasión, su muerte, su futura gloria y segunda venida como Juez. Véase especialmente Mateo 26, 64; Marcos 14, 62. Semejante retrato no se encuentra sino en los vaticinios de Isaías sobre el “Siervo de Yahvé” (Isaías capítulos 42, 49, 50, 52, 53), por lo cual Battifol cree que las palabras “Hijo del Hombre” son equivalentes a “Siervo de Yahvé”. En todo caso es una “expresión feliz en la que Cristo Nuestro Señor compendió a maravilla su misión de restaurar el reinado sobrenatural de Dios en el mundo y el modo de llevar a cabo tal restauración según las profecías del Antiguo Testamento” (Oñate). El Padre d’Alés, Joüon y otros expositores expresan que al llamarse así en alusión a su venida gloriosa, Jesús alude evidentemente a este pasaje del profeta Daniel. ↑
* 14. El señorío, la gloria y el reino: un reino universal (versículo 27 s.), en el cual serán recogidos todos los pueblos de la tierra y a cuyo rey obedecerán todas las naciones. Éste es el reino que el Señor Jesús enseñó a pedir a sus discípulos en la oración dominical: “Venga a nos el tu reino” (venga a nosotros tu reino) (Mateo 6, 9). “En este cuadro, así como a menudo en los cuadros proféticos, la primera venida del Salvador para establecer el reino mesiánico, se junta con su segunda venida para darle perfección” (Crampón). Véase Miqueas 4, 7; Apocalipsis 11, 15, etc. “En cuanto Hijo de Dios el Mesías poseía la potestad infinita, pero en cuanto Hombre, necesitaba ser entronizado solemnemente por su Padre” (Fillion). Cf. Salmo 2, 8, que figura en la Misa de Cristo Rey junto con el presente versículo y con Salmo 71, 2. 8 y 11; 88, 27 s.; Juan 18, 33-37; Apocalipsis 5, 12; 19, 16; etc. ↑
* 18. Los santos del Altísimo; o sea, el verdadero pueblo teocrático, al que el mismo Dios había llamado nación santa (Éxodo 19, 6 y Deuteronomio 7, 6). Debido al carácter universal del reino de Cristo, todos los integrantes de la Iglesia tienen la esperanza de reinar con Cristo (cf. Apocalipsis 1, 6; 5, 10; 19, 6 s.; Lucas 21, 31; 22, 16 y 29 s., etc.). La Didajé se refiere a esta palabra de Daniel cuando dice; “Líbrala (a tu Iglesia) de todo mal, consúmala por tu caridad; y de los cuatro vientos reúnela santificada en tu reino que para ella preparaste, porque tuyo es el poder y la gloria en los siglos.” Véase Éfeso 1, 22-23. ↑
* 21 s. Se refiere al cuerno pequeño, que es el Anticristo. Su triunfo será de corta duración, porque el mismo Señor vendrá a juzgarlo “y matará con el aliento de su boca y destruirá con la manifestación de su Parusía”. Cf. versículo 26; II Tesalonicenses 2, 8; Apocalipsis 19, 11-21 y notas. ↑
* 24 s. Véase Apocalipsis 17, 12. Mudar los tiempos: a saber, los tiempos sagrados, las fiestas, las formas de culto. Un tiempo, (dos) tiempos y la mitad de un tiempo (cf. 12, 7). San Jerónimo y muchos otros intérpretes creen que un tiempo equivale a un año. Sin embargo puede haber aquí un número místico (véase 4, 22 y nota). Siendo siete el número de perfección, tres y medio puede ser propio de lo contrario, de algo incompleto y malo, esto es, una persecución que no alcanza su objetivo. Véase Apocalipsis 11, 2 y 13, 5, donde aparece la misma cifra misteriosa, expresada en meses. Los que ven en la cuarta bestia el reino grecos-sirio, aplican este número a los tres años y medio que duró la profanación del Templo (168-165 a. C.). ↑
* 26. Véase 2, 35; Apocalipsis 19, 17-21; 20, 11 ss.; Isaías 11, 4. ↑
* 27. Véase versículo 14; Sabiduría 6, 21 y nota. ↑
* 1. Daniel deja aquí la lengua aramea y vuelve a usar el hebreo que dejó en 2, 4, porque basta aquí las visiones se han referido al mundo pagano universal, durante el “tiempo de los gentiles”, y en adelante se refieren también a Israel y señalan, como dice Fillion, las calamidades que el pueblo de Yahvé deberá sufrir de parte de los gentiles hasta su glorioso restablecimiento. Esta visión del carnero y el macho cabrío tuvo lugar dos años después de la primera (capítulo 7), y está en íntima relación con ella, pues la completa y la aclara. En los versículos 2-8 empieza tratando de la lucha del reino de los persas con Alejandro Magno y de la división del imperio de éste; los versículos 9-25 se refieren a Antíoco Epífanes. del que se habló en la nota a 7, 8 como figura del Anticristo. Véase 11, 45 y nota. ↑
* 2. Susán o Susa: segunda capital del reino de los persas. Sobre el río Ulai. Así se llama el río que atraviesa la provincia de Susiana. El profeta fue trasladado en espíritu a Susa y se encuentra cerca de la fortaleza, junto al río Ulai. ↑
* 3 s. El camero de dos cuernos es figura del reino de los medos y persas, como dice el ángel en el versículo 20. El asta alta simboliza a los persas, el asta pequeña a los medos. Ninguna bestia, es decir, ningún otro reino, pudo en su tiempo resistir a esos dos. Véase 7, 5 y nota. ↑
* 5 ss. El macho cabrío es tipo de Alejandro Magno, rey de los griegos (cf. versículos 21) que destruyó el imperio de los persas en las batallas del río Granico, de Iso y Arbela (334-331 a. C.). ↑
* 8. Los cuatro cuernos representan a los sucesores de Alejandro, el cual murió a los 32 años (323) y dejó los países conquistados a sus generales, que en 301 los dividieron en cuatro (originariamente en seis) zonas, quedando para Seleuco Siria y Babilonia, y para Ptolomeo, Egipto. Cf. 7, 6 y nota. ↑
* 9. Un cuerno pequeño: Alusión a Antíoco Epífanes, el octavo sucesor de Seleuco, que reinó de 175 a 164 y extendió su reino hacia el mediodía (Egipto), hacia el oriente (Persia) y hacia la tierra hermosa, esto es, Palestina con Jerusalén, profanando el Templo y prohibiendo el culto de Dios. Sobre este nombre de Palestina véase las denominaciones análogas en 11, 16; Jeremías 3, 19; Ezequiel 20, 6 y 15. ↑
* 10. Se engrandeció hasta llegar a la milicia del cielo y echó a tierra, etc.: Alusión a la persecución del pueblo judío por Antíoco IV, Epífanes, que profanó el Templo. La milicia o ejército del cielo son los ángeles y los astros. Cf. Génesis 2, 1 y nota.
11. El príncipe de la milicia (celestial), esto es, el mismo Dios. El sacrificio perpetuo: el sacrificio matutino y vespertino que se ofrecía todos los días en el Templo (véase Éxodo 29, 38; Números 28, 6 ss.). El lugar de su Santuario (el Templo): Antíoco profanó el Templo dedicándole el culto pagano (véase I Macabeos 1, 23 ss.). ↑
* 12. A causa de los pecados: He aquí la humilde confesión del profeta en nombre de todo el pueblo. Israel prosperaba cuando servía a Yahvé, y sufría opresión y persecución cuando se alejaba de Dios. Así lo había prometido Él mismo a su pueblo (Deuteronomio capítulo 28). ↑
* 13. Uno de los santos: uno de los ángeles. El pecado de la desolación, es decir, los pecados que son causa de la desolación, o tal vez, el pecado que cometió el impío Antíoco desolando el Templo. ↑
* 14. El ángel indica el tiempo durante el cual el Santuario de Jerusalén será profanado por Antíoco. Los 2.300 días corresponden a seis años lunares y medio. Este número se reduce a la mitad, o sea, a tres años y medio, más o menos (que corresponderían a los años 168-165), si se supone como base del cálculo: una mañana y una tarde igual a un día. Cf. 12, 11. Sobre el número misterioso de tres años y medio véase 7, 25 y nota; 12, 7 y 11; Apocalipsis 11, 2; 13, 5. Cf. I Macabeos 1, 22 ss.; 4, 51 s.; II Macabeos 5, 12 ss. ↑
* 17. Para et tiempo del fin: al fin de los tiempos; según otros, al cabo de los acontecimientos que Daniel acaba de presenciar en la visión. ↑
* 21. El rey de Grecia (en hebreo: el rey de Javán). Con el nombre de Javán (Jonia), designaban los orientales a los pueblos helénicos. El rey primero: Alejandro Magno. ↑
* 23. Cuando los prevaricadores hayan completado su número: Por prevaricadores se entienden los israelitas apóstatas que por no sufrir tormentos, violaron la Ley. Véase 11, 14; I Macabeos 1, 58; 2, 23. Perito en intrigas: astuto, precursor del maquiavelismo de hoy. Exactamente esto fue Antíoco Epífanes. Véase 7, 8; 12, 11 y notas. Cf. 9, 26 s. y nota ↑
* 24. Pueblo de los santos: Así es llamada la nación israelita: “Seréis para Mí, le dice Dios, un reino sacerdotal, y una nación santa” (Éxodo 19, 6). San Pedro aplica esta grandiosa idea a todos los cristianos (I Pedro 2, 9). Cf. 7, 18 y nota. ↑
* 25. El Príncipe de los príncipes: Dios. Antíoco no será aniquilado por obra de hombre sino por mano del Altísimo. Véase el cumplimiento de esta profecía en I Macabeos 6, 8 ss.; II Macabeos 9. 5 ss. De la misma manera el Anticristo cuya figura es el rey Antíoco, será destruido por el mismo Jesucristo “con el aliento de su boca” y “el resplandor de su venida” (II Tesalonicenses 2, 8). ↑
* 1. Sobre Darío el Medo, véase 6, 1 y nota. Asuero: Jerjes, probablemente idéntico con Ciaxares. El año primero: 538 a. C. ↑
* 2. El profeta meditaba en los libros sagrados en que estaba escrito que el cautiverio había de durar setenta años (Jeremías 25, 11 ss.; 29, 10). Siendo el punto de partida el año 606-605 (la primera deportación de cautivos, de la cual Daniel formaba parte), los setenta años de la profecía de Jeremías estaban a punto de vencer. Tal vez creyera Daniel que Dios había postergado el cumplimiento del vaticinio por los pecados del pueblo (versículo 13 ss.). ↑
* 3 ss. El profeta une a la oración el ayuno, que eleva al hombre hasta el trono de Dios (San Atanasio), y el vestido de cilicio, señal de luto y penitencia. La oración de Daniel es una joya de la literatura religiosa, un llamamiento conmovedor al Padre de las misericordias, una confesión sincera los pecados, que en este caso no son del profeta porque él vivía fiel a la Ley del Señor, sino los de todo el pueblo. En esto Daniel es, como Ezequiel (cf. Ezequiel 4, 4 y nota), una figura de Jesucristo que siendo la inocencia en persona, llevó sobre sus hombros los pecados de todo el mundo. Esa confesión en plural: hemos pecado… hemos apostatado… no hemos obedecido, etc., ese acto de contrición colectiva de todo Israel, que era lo que le hacía recibir tantas veces la misericordia y el perdón, es lo que Pío XII ha indicado a toda la cristiandad, diciendo: “Es menester que la Cristiandad considere las responsabilidades que le tocan en las pruebas de nuestros días…; ¿Quién tendría el derecho de creerse inocente?… Entrad en vosotros mismos y reflexionad. Reconoced vuestras responsabilidades. Ellas os harán sentir en lo más profundo del alma la necesidad que tenéis de rogar y de obrar en vista de obtener la misericordia divina.” Cf. Joel 2, 17: Lamentaciones 3, 42 y nota. La presente oración tiene semejanza con la de Azarías (3, 25 ss.) y también con las de Esdras (Esdras 9. 6 ss.), Nehemías (Nehemías 1, 5 ss. y 9, 6 ss.) y Baruc (Baruc 1, 15 ss.). Cf. Ester 14, 7; Isaías 1, 9; 6, 5. ↑
* 7. La confusión del rostro: Expresión hebrea que significa los sentimientos de vergüenza y los remordimientos a causa de los pecados. El espíritu compungido es el sacrificio más grato a Dios: “Un corazón contrito y humillado Dios no lo despreciará” (Salmo 50, 19). “¡Oh dichoso dolor, exclama San Jerónimo, que atrae las miradas de Dios!” Tuya es, Señor, la justicia. Dios no es como los hombres que se dejan arrastrar por la cólera. A pesar de la severidad de sus castigos, permanece eternamente justo y misericordioso y no hay quien pueda inculcarle porque su misericordia sobrepuja todas sus obras (cf. Éxodo 20, 6). San Pablo lo llama “Padre de las misericordias y Dios de toda consolación” (II Corintios 1, 3), pues “por naturaleza es causa y origen del bien, y los juicios severos y los castigos vienen de nosotros; nuestros pecados nos los atraen” (San Bernardo). ↑
* 11. Véase Levítico 26, 16; Deuteronomio capítulo 28; 29, 19 ss. ↑
* 12. Una calamidad tan grande: Alusión a la destrucción de Jerusalén y la subsiguiente cautividad. Véase Lamentaciones 1. 1 ss. ↑
* 17. Haz resplandecer tu rostro. Cf. Números 6, 25, donde este término se usa en la fórmula de la bendición que los sacerdotes tenían que impartir al pueblo. No hay imagen más expresiva para señalar la infinita bondad de Dios. ↑
* 18. La ciudad sobre la cual ha sido invocado tu Nombre: Jerusalén. Confiando, no en nuestras justicias: es decir, no en nuestras obras. Justicia tiene en el hebreo postexílico también el significado de limosna. ↑
* 20. El santo monte: el monte Sión y en sentido más amplio, toda la ciudad de Jerusalén. Cf. versículo 16. ↑
* 21. Dios no tarda en escuchar la humilde oración, pues, como dice el Salmista: Él atiende a la oración de los humildes y no desprecia sus plegarias (Salmo 101, 18). Apenas terminada la oración, brotan sus frutos y Daniel es consolado por un mensaje mesiánico, cuyo portador es Gabriel. Como observa Suárez, el arcángel Gabriel es el mensajero de los misterios relacionados con la venida del Mesías. (Cf. Lucas 1, 26 ss.) La oblación de la tarde, o sea, la vespertina, que se ofrecía a las tres de la tarde, consistía en el holocausto de un cordero (Éxodo 29, 39; Números 28, 4; Salmo 140, 2 y nota). Nótese cómo el santo profeta emplea este término sagrado para indicar la hora, no obstante hallarse el templo en ruinas. ↑
* 23. Hemos traducido: eres muy amado, en lugar de la versión literal: tú eres un varón de deseos, que se encuentra en la Vulgata. pues varón de deseos “significa un hombre que es objeto de los deseos y del amor de Dios, por consiguiente el bien amado del Señor” (Fillion); de modo que los autores de ambos Apocalipsis son honrados con el título de Amado del Señor: Daniel aquí y en 10, 31 y 19, y San Juan en varios lugares de su Evangelio. Dios muestra su amor a Daniel, revelándole un gran misterio. “El profeta deseaba saber cuándo terminarían los setenta años de la cautividad; Dios le anuncia una liberación mucho más importante, de la cual la predicha por Jeremías es solamente figura.” El dar más de lo que pedimos es propio del Padre celestial, el cual, según dice Santo Tomás, está más dispuesto a dar que nosotros a recibir. ↑
* 24. Después de cumplirse setenta semanas será establecido el tiempo mesiánico. Los expositores y comentaristas, desde la era patrística, toman este número en el sentido de semanas de años, de manera que la suma total es siete veces mayor: 490 años. A fin de acabar con la prevaricación, etc.: Son enumerados aquí seis bienes espirituales que traerá el Mesías, todos referentes a su misión de borrar los pecados, restaurar la justicia y hacer la paz con Dios. La justicia será eterna: véase sobre esta característica del reino mesiánico, Salmo 71; Isaías 11, 4 s.; 51, 5 ss.; Jeremías 23, 5; Ezequiel 11, 19 s.; Oseas 2, 19; etc. Poner sello sobre la visión y la profecía; es decir que con la venida del prometido rey y sacerdote (Salmo 109) la profecía tendrá su fin y a la vez su cumplimiento. El santo de los santos significa, en general, el Santísimo (la parte más interior) del Templo, donde estaba el Arca de la Alianza. Aquí, empero, la mayoría de los intérpretes lo refieren a Cristo. La unción del Santo de los santos se manifiesta en su misión de Mesías, que significa Ungido. ↑
* 25. El ángel analiza las setenta semanas, excluyendo la última, de la cual tratarán los versículos 26 y 27, y dividiendo las restantes en siete, y setenta y dos. El punto de partida consistirá en un edicto que establezca la reedificación de la Ciudad Santa. Un Ungido, un Príncipe: en la exégesis más tradicional, el mismo Cristo; según otros, uno de los caudillos que libraron a los cautivos: Ciro (Lagrange, Nácar-Colunga) o Zorobabel. Las siete semanas corresponden a los 49 años que los regresados del cautiverio tendrán que emplear en la reconstrucción de la Ciudad Santa. ↑
* 26. Es éste el punto culminante de la profecía: Pasadas las siete semanas empleadas en la reedificación de Jerusalén y las subsiguientes sesenta y dos, será muerto el Ungido. Su propio pueblo lo abandonará y renegará de Él (cf. Oseas capítulo 2; Hechos de los Apóstoles 13, 46; Romanos capítulos 9-11), y vendrá un pueblo extranjero con su caudillo que destruirá la ciudad y el santuario, lo que muchos refieren a los romanos y su emperador Tito, que destruyó a Jerusalén el año 70 d. C. Su fin: puede aplicarse a la destrucción de Jerusalén o al fin del imperio romano. En una inundación, y hasta el fin habrá guerra y las devastaciones decretadas: La inundación puede ser la de los pueblos bárbaros que siglos más tarde destruyeron el imperio romano. Es muy difícil armonizar esta grandiosa profecía con la cronología sagrada. Los exégetas católicos se dividen en dos opiniones, la primera de las cuales ve, en este vaticinio una profecía directamente mesiánica. Para sus representantes el “Príncipe” y “Ungido” no puede ser sino Cristo en persona y el número de las semanas fijabas debe terminar con la vida y muerte del Mesías. Tomando como punto de partida el año 445, año en que Artajerjes dio el permiso para reedificar a Jerusalén (Nehemías 2, 1 ss.), y teniendo en cuenta que Jesucristo nació 6-8 años antes de nuestra era, llegamos más o menos al año de la muerte de Cristo. La más exacta coincidencia se consigue eligiendo como fecha inicial el año 458 en que Artajerjes envió a Esdras a Palestina con plenos poderes (Esdras capítulo 7; cf. 9, 9). “Si tomamos como fecha del nacimiento de Jesucristo el año 747 de Roma, es decir, siete años antes de la era cristiana, ese período (que comienza con el año 458 a. C.) termina el año 39 del nacimiento de Jesucristo, es decir, el año 32 de nuestra era. Las siete y sesenta y dos semanas deben entenderse sin interrupción, formando un total de sesenta y nueve semanas; por lo menos no hay necesidad de separarlas. Este período de sesenta y nueve semanas es de tribulaciones, de expectación por el Mesías y de persecuciones. Por la importancia especial que encierra la última semana y porque no ha de ser completa, la profecía la separa de las demás; en cuanto a las sesenta y nueve restantes, se sirve el Ángel de la fórmula 7 + 62, conforme a la costumbre del profeta, que p. ej., en 7, 25 y 12, 7 dice 1 + 2 + ½ en vez de 3 ½. Mas no es preciso buscar un acontecimiento particular de la vida de Jesucristo, p. ej., el bautismo o el principio de la vida pública” (Schuster-Holzammer). Esta explicación, que puede llamarse la tradicional, no es aceptada por todos los exégetas católicos. Hay un grupo de intérpretes que toman por punto de partida una fecha anterior a Artajerjes y llegan con la última semana hasta los tiempos de los Macabeos. Sus principales representantes son Lagrange, Riessler, Szczygiel, Nácar-Colunga. Para ellos el Ungido a quien se quita la vida al final de la 69ª semana, es el Sumo Sacerdote Onías III (que fue muerto bajo Antíoco Epífanes), y el pueblo con el caudillo futuro son los sirios con ese mismo rey Antíoco. Este grupo toma la profecía en sentido típicamente mesiánico, es decir, su cumplimiento se realizaría en los tiempos de los Macabeos y sería tipo de lo que va a suceder con Cristo. Por su parte San Jerónimo alude a este texto al comentar Mateo 24, 15, y admite que la abominación puede referirse al Anticristo, opinión muy difundida entre los Padres. ↑
* 27. Este último verso de la profecía ofrece las mismas dificultades que los anteriores y algunas más. Una de éstas es la explicación escatológica que surgió ya en la era patrística de la Iglesia y tiene hoy todavía valiosos defensores. Estudiamos primero el texto y las versiones. El hebreo dice literalmente: Y él confirmará el pacto con muchos durante una semana, y a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la oblación, y sobre el ala de las abominaciones estará el devastador, hasta que la consumación decretada se derrame sobre el devastador. La Vulgata vierte: Y afirmará una alianza con muchos en una semana, y en medio de la semana cesará la hostia y el sacrificio; y estará en el Templo la abominación de la desolación, y durará la desolación hasta la consumación y el fin. Nuestra traducción es la del hebreo con las correcciones de la Biblia de Pirot. Las interpretaciones se dividen en tres grupos, la tradicional, la moderna y la escatológica, la cual también pretende fundarse en la tradición. Del grupo moderno, que ve el fin histórico de esta profecía cumplida ya en la época de los Macabeos (cf. nota 26, final), tomamos como ejemplo la interpretación de Nácar-Colunga, que dice: “Queda una semana, que va desde la muerte de Onías hasta la de Antíoco (164). Esta semana será de persecución, la cual el intérprete (el ángel) divide en dos mitades, por la supresión del sacrificio perpetuo, realizada por Antíoco IV en 168 y que duró tres años. La salud mesiánica vendrá después, pero tampoco inmediatamente después, como acaece en los demás profetas. El número de años de cada grupo no se ajusta matemáticamente a los años de la historia, pero téngase en cuenta que Daniel es un profeta, no un historiador, y aun en estos últimos cabrían tales aproximaciones. (Véase Jeremías 25, 11 s.; 29, 10.)” Los defensores de la interpretación tradicional dicen: Por la muerte de Cristo se confirmará el pacto con muchos, no con todos, pues no todos van a convertirse inmediatamente a la doctrina de Cristo. Y cesarán los sacrificios, lo que significa que el culto del Antiguo Testamento será sustituido por el verdadero sacrificio expiatorio de Cristo. El Templo será destruido y profanado. Las palabras abominación desoladora (Vulgata: abominación de la desolación) se refieren, según los intérpretes antiguos al ídolo de Júpiter que erigió Antíoco Epífanes (cf. I Macabeos 1, 57) o a la imagen del César con que Pilato profanó el Templo o a una profanación semejante. A este pasaje alude Jesús en su gran discurso escatológico (Mateo 24, 15), enseñando que volverá a cumplirse en los tiempos que Él anuncia. De ahí que no todos los Padres apliquen esta profecía a la destrucción de Jerusalén, sino más bien a los tiempos del fin. El mismo Doctor Máximo admite que puede tratarse del Anticristo, lo que, entre otros, sostienen San Hipólito (en un fragmento cóptico, publicado en “Sefarad”, 1946, p. 359), San Cirilo de Jerusalén y San Atanasio. Algunos Padres creen que en los últimos tiempos los judíos edificarán un nuevo templo en Jerusalén que sería objeto de esa desolación por un falso Mesías, el Anticristo. Entre los modernos esta tesis escatológica ha sido defendida por Caballero Sánchez en su libro “La Profecía de las 70 Semanas”, Madrid. Editorial Luz, 1946. Apoyándose principalmente en las palabras de Jesucristo, quien combina este verso con los acontecimientos del fin (Mateo 24, 16-21; Lucas 21, 20; 21, 24; 21, 28-31), resume dicho autor sus puntos de vista en las siguientes palabras (pág. 115): “Las 70 semanas son tiempos judíos y… deben necesariamente interrumpirse durante los tiempos de la evacuación del Ungido y arriendo de la viña (de Israel) a otras gentes. Se reanudarán cuando, convirtiéndose a Cristo, las ramas naturales sean re-injertas en su Olivo propio. Cesa entonces la evacuación de Israel. Vuelve el hijo pródigo (el pueblo judío) a la casa paterna… Cesa también entonces el arriendo de la viña a otras gentes. Jerusalén vuelve a ser la capital religiosa de la comunidad y corre la última semana. Semana escatológica en que se atan los cabos de los siglos: siglo presente: tiempo de los gentiles; siglo futuro: era del Emmanuel. Semana escatológica, la del supremo combate: guerra destructora, culto abominable, magna tribulación por un lado, y por el otro, formación del bloque anticristo, estruendosa victoria de la cuarta bestia “pueblo invasor” de Palestina y apoteosis de su jefe. Semana escatológica que se clausura con la tempestad divina, que limpia definitivamente la tierra del Emmanuel para que allí resplandezca el nuevo orden del reino de Dios, gloria de Israel.” Sin embargo, hay que advertir, con Linder, que el nuevo pacto se confirmará “no solamente con los judíos, sino con todos los gentiles, pues el reino mesiánico se extenderá sobre todos los pueblos”. ↑
* 2. Daniel parece haberse afligido por la suerte de los judíos cautivos que habían regresado a Jerusalén, porque eran pocos en número y tenían que luchar con muchas dificultades, principalmente con el odio de los samaritanos, los cuales impedían la reconstrucción de la ciudad. Como en ocasiones anteriores, Daniel recurre a la oración y al ayuno, pidiendo a Dios consuelo y esclarecimiento sobre el porvenir de su pueblo. Dios escucha la súplica de su fiel servidor y le hace ver un “varón” (versículo 5) que le conforta y le da las explicaciones pedidas. ↑
* 5 ss. Nótese la semejanza de esta aparición con la de Jesucristo en Apocalipsis 1, 13 ss., por lo cual algunos comentaristas ven en el “varón” al Mesías, o al mismo Dios (cf. Ezequiel 1, 16 y 24). Efectivamente, la aparición del “varón” en Daniel y de Jesucristo en el Apocalipsis (capítulo 1) son tan parecidas que se puede pensar en la misma persona, aunque en el versículo 11 se llama “enviado” por Dios. El efecto que produjo esta visión en Daniel fue el mismo que sucedió a San Juan (cf. el versículo 8 con Apocalipsis 1, 17). Se notan también semejanzas con la visión que San Pablo tuvo de Cristo en el camino de Damasco (cf. el versículo 7 con Hechos de los Apóstoles 9, 7). Sin embargo, la interpretación más común de este pasaje es la que ve en el “varón” a un ángel (Gabriel). ↑
* 11. Varón muy amado: Cf. versículos 19; 9, 23 y nota. ↑
* 12. Alcanzar la inteligencia. Veamos aquí cuan agradable a Dios resulta este anhelo, que no era sólo de doctrina espiritual sino de profecía. Cf. 39, 1. ↑
* 13. Pasaje diversamente interpretado. San Jerónimo opina que el ángel custodio del reino de los persas hacía valer ante Dios los muchos pecados del pueblo judío para impedir su liberación del cautiverio. Otros comentaristas explican este pasaje en el sentido de que el ángel del reino de los persas resistía porque no quería perder los adoradores de Dios. Interviene en favor de los judíos San Miguel, el cual es, como se ve en el versículo 21 y en 12, 1, el ángel custodio de Israel y el príncipe de la milicia celestial. Su nombre significa: “¿Quién es como Dios?” San Judas (versículo 9) lo presenta luchando con el diablo y lo llama Arcángel, siendo el único que en la Sagrada Escritura lleva este título, sólo repetido una vez por San Pablo en I Tesalonicenses 4, 15. También en Apocalipsis 12, 7 lucha San Miguel contra Satanás y su ejército (véase Ezequiel 28, 14 y nota), y aun la lucha nuestra, dice San Pablo, es contra esos espíritus a quienes llama principados y potestades, gobernadores de las tinieblas de este mundo, y huestes espirituales de la maldad en los lugares celestiales (Éfeso 6, 12). Tales son los ángeles a quienes juzgaremos un día según el mismo San Pablo (I Corintios 6, 3). Su jefe Satanás, a quien Jesús llama el príncipe de este mundo (Juan 14, 30), no sólo tiene las funciones de acusador ante Dios (Job 1, 9 ss.; Apocalipsis 12, 10) sino que hasta tuvo poder por ejemplo para impedir varias veces el viaje de San Pablo a Tesalónica (I Tesalonicenses 2, 18). Así también, dice Scío, “el ángel malo que bajo las órdenes de Satanás príncipe de las tinieblas, tiranizaba el imperio de los persas, se oponía con todo su poder a las santas inspiraciones de Gabriel, inclinando el corazón del rey (Cambises, hijo de Ciro) a la crueldad contra el pueblo de Dios”. Los ángeles del Señor, cuya función es alabarle (3, 58) no tienen caprichos propios (cf. 4, 14 y nota) sino que son fidelísimos “ejecutores de sus órdenes y prontos a obedecer la voz de sus mandatos”, según lo dice el Salmo 102, 20, usado como Introito en la Misa de todos los ángeles. La perfección con que estos ministros cumplen la voluntad de Dios, nos la muestra el mismo Jesús al enseñarnos a pedir, en el Padrenuestro, que la voluntad del Padre se haga en la tierra como se hace en el cielo. Ante tan claras enseñanzas no vemos cómo podría demostrarse, o suponerse siquiera, en los ángeles buenos, ni voluntades divergentes, contrarias a la perfección de la caridad, ni un conocimiento defectuoso de la voluntad divina. La Liturgia y la tradición atribuyen a San Miguel el papel de proteger las almas e introducirlas ante Dios en la gloria eterna. “He aquí, dice el Oficio de su fiesta, el Arcángel San Miguel, príncipe de la milicia angélica, cuyo culto es manantial de beneficios para los pueblos, y cuya oración conduce al reino de los cielos… El Arcángel San Miguel viene con una multitud de ángeles; a él le ha confiado Dios las almas de los santos, a fin de que los conduzca al gozo del paraíso.” Y en el Ofertorio de la Misa por los difuntos, la Iglesia ruega “que estas almas no caigan en las tinieblas, sino que el portaestandarte San Miguel las conduzca a la luz santa”. ↑
* 16. Hijo de hombre: Aquí no es el Hijo del hombre por excelencia, el Mesías, sino aquel varón del versículo 5. El hebreo usa el plural: uno semejante a los hijos de los hombres. ↑
* 20. El príncipe de Grecia: Véase la nota al versículo 13 sobre el llamado ángel de los persas. ↑
* 21. Contra ellos: contra los ángeles de Persia y Grecia. ↑
* 1. Este versículo cierra el capítulo anterior, porque el que habla es el interlocutor de 10, 21. Lo que sigue se lee como un resumen de la historia de los Seléucidas y Ptolomeos y sus injerencias en Palestina, por lo cual los críticos racionalistas niegan el carácter profético de este capítulo y lo atribuyen a un escritor posterior. ↑
* 2. Los tres reyes son, según unos, Cambises, Seudo-Smerdis y Darío Histaspes; según otros, Ciro, Cambises y Darío I, El cuarto es Jerjes, de cuyas inmensas riquezas nos dan cuenta los historiadores antiguos. Jerjes movilizó todas sus fuerzas para invadir a Grecia (480 a. C.). ↑
* 3 s. El rey poderoso es Alejandro Magno, que en el capítulo 8 es comparado al cuerno grande del macho cabrío. Alejandro murió en el año 323 a la edad de treinta y tres años, y su reino no pasó a sus descendientes sino que fue dividido entre sus generales. A partir del versículo 4 la profecía se ocupa solamente de dos de los reinos sucesores de Alejandro: Siria, el reino de los Seléucidas, y Egipto, el reino de los Ptolomeos. ↑
* 5. El rey del mediodía: Ptolomeo I Lasos, rey de Egipto (323-28S) y fundador de la dinastía de los Ptolomeos. Uno de sus príncipes: Seleuco I Nicator (323-280), fundador de la dinastía de los Seléucidas, reyes de Siria, a los cuales pertenecía también Babilonia y Persia, el núcleo principal del inmenso imperio que fue formando Alejandro Magno con sus innumerables conquistas. ↑
* 6. No podrá conservar la fuerza del brazo, etc. El final del versículo ha sido traducido de diversas maneras. Se refiere a Ptolomeo II Filadelfo, rey de Egipto (285-246) que casó a su hija Berenice con Antíoco II, rey del norte, o sea, rey de Siria (261-246), pero Laodice, la esposa legítima de Antíoco, envenenó a éste y mató a Berenice junto con su hijo. ↑
* 7 ss. Ptolomeo III Euergetes (246-221), hermano de Berenice, declaró la guerra a Seleuco Calínico, rey de Siria (241-226) y lo derrotó. Los hijos de Seleuco se volvieron contra Egipto, penetrando hasta Rafia en la frontera de Palestina y Egipto, mas el rey de Egipto aniquiló su ejército el año 217 en la batalla de Rafia (versículo 11). ↑
* 14. Hombres violentos (La Vulgata: hijos de los transgresores): son aquellos judíos que se adhirieron a los sirios y a sus ritos paganos. Véase 8, 23 y nota. ↑
* 15. Ese rey del norte es Antíoco III Magno, rey de Siria (222-187), el cual derrotó al general egipcio Scopas en Paneas cerca de las fuentes del Jordán, y se apoderó de Sidón, ciudad de Fenicia, que estaba bajo el poder del rey del mediodía (Egipto). ↑
* 16. La tierra hermosa: Así es llamado con énfasis el país de los judíos. Véase versículo 41; 8, 9 y nota; Jeremías 3, 19; Ezequiel 20, 6 y 15. ↑
* 17 ss. Antíoco Magno casó su hija Cleopatra con Ptolomeo V de Egipto (204-181), con el fin de apoderarse de Egipto con la ayuda de ella, pero Cleopatra se puso de parte de su marido. Mientras tanto Antíoco conquistó algunas islas del Mediterráneo y países de la costa del Asia Menor, hasta que fue vencido por el romano Scipión en la batalla de Magnesia en 190 a. C. Caerá (versículo 19): Antíoco fue matado en un tumulto del año 187. ↑
* 20. La (tierra) más magnifica: Palestina. Cf. nota 16. Será quebrantado, etc. Se refiere a Seleuco IV Filopator, rey de Siria (187-175), que envió a Heliodoro para robar los tesoros del Templo de Jerusalén (véase II Macabeos 3, 1 ss.). Ese rey murió no en contienda ni en batalla, sino envenenado por el mismo Heliodoro. ↑
* 21 ss. El hombre despreciable es Antíoco IV Epífanes (175-164) que usurpó el trono con ardid y violencia contra el sucesor legítimo Demetrio (versículo 22). El príncipe de la Alianza (versículo 22): el Sumo Sacerdote Onías III, destituido injustamente por Antíoco (cf. II Macabeos 4. 1 y 33). ↑
* 23 s. Alusión a las exitosas expediciones de Antíoco Epífanes contra Egipto, cuyo rey Ptolomeo VI Filometor (181-145) traicionado por sus propios consejeros (versículo 26), fue vencido en la batalla de Pelusio. ↑
* 27. Dirán mutuamente mentiras. En este punto la humanidad no ha mejorado. La mentira sigue ocupando un lugar preferido en las negociaciones internacionales. ↑
* 28. La Alianza santa: el pueblo teocrático, Jerusalén y el Templo. De vuelta de Egipto, Antíoco saqueó el Templo (I Macabeos 1, 21 ss.; II Macabeos 5, 11 ss.). ↑
* 29. Esta expedición de Antíoco contra Egipto fue contrarrestada por los romanos. En su regreso de Egipto el rey impío se entrevistó en Jerusalén con muchos judíos apóstatas. ↑
* 30. Naves de Kitim: Alusión a los Romanos, por lo cual San Jerónimo traduce galeras y Romanos. Kitim significa la isla de Chipre, y en sentido más amplio, los pueblos de Occidente. Los que abandonaron, etc.: los judíos apóstatas. Véase versículo 14 y nota. ↑
* 31. Tropas: son las. tropas que Antíoco puso como guarnición en Jerusalén (I Macabeos 1, 35). El Santuario de la fortaleza: el Templo de Jerusalén. La abominación es el culto idolátrico, pues Antíoco erigió en el Templo una estatua de Júpiter (I Macabeos 1, 57). Véase 9, 27 y nota. Cf. Mateo 24, 15 y nota. ↑
* 32 ss. Esta profecía se refiere a los Macabeos, especialmente a Matatías y sus hijos que, apoyados por algunos pocos (cf. versículo 34) lucharon contra Antíoco en defensa de la Ley de Dios. Los sabios (versículo 33) son probablemente los “hasidim”, que significa “los piadosos”. Así se llamaba aquel sector del pueblo judío que se mantenía fiel a la Ley (I Macabeos 2, 42) y en cuyo seno había de gestarse en adelante la secta de los fariseos. Se unirán a ellos hipócritamente (versículo 34): Se refiere a aquellos tímidos que se adhirieron al Macabeo solamente porque temían su severidad. ↑
* 36. Se engrandecerá sobre todo dios: “La manía antirreligiosa de Antíoco de que aquí se habla no se mostró sólo en la persecución del culto judío, sino en su olvido del dios tradicional en su familia, Apolo, a quien sustituyó por Júpiter. A él dedicó el Templo de Jerusalén bajo el apellido de Olímpico” (Nácar-Colunga). Cf. II Tesalonicenses 2, 3 y nota. Hasta que se cumpla: Antíoco podrá ejercer su poder contra el pueblo judío solamente como instrumento de la ira de Dios y hasta que se apacigüe la indignación divina que permitía la opresión de los judíos como castigo de la apostasía. ↑
* 37. No respetará… a la (divinidad) predilecta de las mujeres (Vulgata: será codiciador de mujeres): Por esta divinidad se puede entender a Tammuz (Adonis), el dios favorecido por las mujeres (cf. Ezequiel 8, 14) o, tal vez, a Astarté, cuyo templo saqueó Antíoco (I Macabeos 6, 1 ss.). Así lo explica San Efrén. Quiere decir que Antíoco despreciará a los dioses de su propio país, lo cual sería el colmo de la impiedad (cf. nota 36). ↑
* 38. Al dios de las fortalezas: La Vulgata conserva la palabra hebrea Maosim que significa “fortalezas”. El nombre “Dios de las fortalezas” se da aquí a Júpiter Capitolino de Roma, cuyo culto introdujo Antíoco en su reino y para cuyo templo mandó numerosos regalos a Roma (Tito Livio 41, 20; 42, 6). Otros expositores ven en Maosim al dios romano Marte. ↑
* 40. Esta nueva expedición de Antíoco contra Egipto es desconocida, “Por esto, la explicación mas razonable de estos versículos 40-45 es que el profeta, dejando la Historia y apoyándose en ella, salta desde el gran perseguidor del pueblo judío a otro perseguidor del fin de los tiempos, al Anticristo, que entonces vendrá a suscitar la última prueba del pueblo de Dios. Sería esto como el puente entre la época de Antíoco y la época final, que nos describe en el capítulo siguiente” (Nácar-Colunga). ↑
* 41. La tierra hermosa es el país de los judíos. Véase versículo 16 y nota. ↑
* 44. Rumores desde el oriente y el norte: Aquí hay una alusión a la revuelta de los partos y de los armenios. ↑
* 45. Entre los mares: entre el Mar Mediterráneo y el Mar Muerto, o sea en Judea. El glorioso y santo monte: el monte Sión. Antíoco murió en 164 a. C. al despojar el Templo de Elimais (I Macabeos 6, 1 ss.). Muchos aplican al Anticristo lo que aquí se dice en los versículos 40-45. En todo caso Antíoco puede tomarse como figura de aquél. Cf. 7, 8 y nota. ↑
* 1. La visión profética pasa de las persecuciones de la época macabea a los últimos tiempos y a la salvación final de los escogidos, “El oráculo franquea aquí de golpe un intervalo de muchos siglos, para proporcionar a los israelitas pruebas de una consolación de orden superior” (Fillion). Cf. II Tesalonicenses 2, 7 y nota. Tu pueblo, es decir, el de Daniel (cf. 9. 15 s., 20 y 24; 10, 14). Crampón, que aplica los versículos 1-4 a la liberación de Israel por la muerte de Antíoco. añade que “parecen presentar en una misma perspectiva la liberación final del pueblo de Dios”. Vendrá un tiempo de angustia, etc. Jesucristo anuncia también “la gran tribulación” en su discurso escatológico (Mateo 24, 21). Cf. Jeremías 30, 5; Salmo 2, 5; Apocalipsis 7,14, etc. Inscrito en el libro: Se refiere al libro de la vida, en el cual están inscritos aquellos que tienen derecho al reino de los cielos. Es un simbolismo tomado del registro civil de un reino. Cf. Salmo 68, 29; 138, 16; Éxodo 32, 32; Fil. 4, 3; Apocalipsis 3, 5; 13, 8; 20, 15, etc. Sobre San Miguel y su misión véase 10, 13 y nota; sobre su papel en la lucha contra Satanás, cf. Apocalipsis 12, 7 y notas. ↑
* 2. Los resucitados son divididos en dos clases, destinados unos a la vida eterna y otros a la eterna ignominia. Para ignominia y vergüenza eterna: Es de notar que aquí por primera vez el Antiguo Testamento anuncia a Israel la resurrección de los pecadores para la condenación. Este pasaje completa la revelación de Job 19, 25-27; Isaías 26, 19; 66, 24. Cf. Ezequiel 37, 1 ss. Indirectamente se enseña aquí la resurrección de todos los hombres, “porque para todos vale la misma razón. Lo que el Ángel dice implícitamente, lo dice Nuestro Señor explícitamente en Juan 5, 28” (Linder). ↑
* 3. Los sabios: los observadores de la Ley de Dios. San Jerónimo pone aquí la siguiente nota: “¿Ves tú qué distancia separa la santidad sin ciencia, de la ciencia unida a la santidad? La primera nos hace semejantes a las estrellas, la segunda al mismo cielo.” La promesa que en este pasaje se da a los que ejercen el apostolado de enseñar, tiene su paralelo en las palabras de Cristo: “Los justos, resplandecerán como el sol en el reino de su Padre” (Mateo 13. 43). También el apóstol San Pablo promete doblado honor a los presbíteros, “sobre todo los que trabajan en predicar y enseñar” (I Timoteo 5, 17). “Si vives santamente e instruyes perfectamente, dice San Juan Crisóstomo, serás juez de todos; si por el contrario, instruyes bien y vives mal, te juzgas a ti solo. Porque, viviendo y enseñando bien, das a conocer al pueblo cómo ha de vivir; pero, enseñando bien y viviendo mal, dices a Dios las razones que tiene para condenarte.” Cf. Eclesiástico 24, 31 y nota. ↑
* 4. Sella el libro, para que nadie modifique sus palabras, y guárdalo hasta el tiempo del fin. Nótese lo que se dice sobre el crecimiento del conocimiento. Muchos buscarán: Cf. Amós 8, 11 ss. Significa “la acción de buscar apresuradamente la verdadera doctrina… Al fin de los tiempos se leerá, con interés el libro de Daniel, a fin de comprenderlo lo mejor posible y admirar la maravillosa coincidencia de los acontecimientos con los vaticinios” (Fillion). Análoga idea expresa San Juan en el Apocalipsis, cuando dice: “No selles las palabras de la profecía de este libro, pues el tiempo está cerca— el justo se justifique más y más; y el santo más y más se santifique” (Apocalipsis 22, 10-12). Es asombroso cómo también en este punto concuerdan los dos vates: Daniel y San Juan. Éste no ha de sellar el libro, porque los últimos tiempos están cerca; aquél ha de sellarlo para que se lo lea cuando el fin se acerque. San Juan subraya la importancia de la lectura del Apocalipsis diciendo: “Bienaventurado aquel que lee y escucha las palabras de esta profecía y observa las cosas escritas en ella” (Apocalipsis 1, 3). El mismo efecto tendrá sin duda la lectura y meditación de las profecías de Daniel, por lo cual pensamos que merece un comentario más completo. “El sabio indaga la sabiduría de todos los antiguos y hace estudio de los profetas” (Eclesiástico 39, 1). ↑
* 6. Ese varón es el mismo personaje que se presentó al profeta en el capítulo anterior. Véase 10, 5 y nota. ↑
* 7. Un tiempo, dos tiempos y la mitad de un tiempo: Cf. 7, 25 y nota, donde se encuentra el mismo número misterioso. En ambos lugares se refiere a la tribulación que los santos han de sufrir de parte de un poder que se levanta contra Dios. En el versículo 11 y en Apocalipsis 11, 2 y 13, 5 este número es expresado en días y meses. Cuando el poder del pueblo santo sea completamente destruido: EL vaticinio sólo se cumplirá cuando el pueblo de Dios haya llegado al colmo de la tribulación. Cf. Salmo 101, 18 y nota. ↑
* 8. No comprendí: Aquí vemos, como en muchos otros lugares de los libros proféticos, que los profetas a menudo son voceros del Altísimo sin conocer el alcance de sus palabras. A esto se refiere San Pedro, diciendo que “ninguna profecía de la Escritura se hace por propia iniciativa” (II Pedro 1, 20, texto griego). Por lo cual exhorta. San Pablo: “No queráis despreciar las profecías” (I Tesalonicenses 5, 20), porque tales anuncios son para las generaciones venideras, “una antorcha que luce en lugar oscuro, hasta que amanezca el día y nazca en vuestros corazones la estrella de la mañana” (II Pedro 1, 19). ↑
* 9. El profeta no consigue respuesta, pues Dios se ha reservado los tiempos y momentos, como dijo Jesús a los apóstoles que le preguntaron en un asunto parecido (Hechos de los Apóstoles 1, 7). Véase Mateo 24, 36; Marcos 13, 32 y notas. “Velad, ya que no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor” (Mateo 24, 42). Hasta el tiempo del fin, lo que cuadra bien al sentido escatológico de este capítulo. Cf. versículo 4. ↑
* 10. Véase 11, 35. En el tiempo del fin obrará el “hombre de pecado” y el “misterio de iniquidad” (II Tesalonicenses 2, 3 y 7), y los santos serán perseguidos de tal manera que ninguno se salvaría si ese tiempo no fuese abreviado por amor de los escogidos (Mateo 24, 22). Los sabios entenderán: Véase versículo 3. Los verdaderos fieles entenderán los misterios. Cf. I Tesalonicenses 5, 4; Lucas 21, 36-11. El término aquí indicado equivale a tres años y medio o cuarenta y dos meses. Cf. versículo 7 y nota; 7, 25 y nota; Apocalipsis 11, 2; 13, 5. Es en el Apocalipsis el período del poder que persigue en los últimos tiempos a la grey de Cristo, por lo cual no conviene aplicar este pasaje únicamente a Antíoco Epífanes, como lo hace la interpretación “histórica”. Por sacrificio perpetuo entiende aquí San Jerónimo con otros Padres el culto de la Eucaristía y todo el culto solemne de la Iglesia, que en los tiempos del Anticristo será obstaculizado. Abominación desoladora: Se refiere al Anticristo. Véase lo que sobre este tema llevamos dicho en las notas a los versículos 26 y 27 del capítulo 9. ↑
* 12 s. “Llama dichoso al que viviere después de la muerte del Anticristo; porque verá días felices de paz y de descanso; cuando habrá cesado su violenta persecución” (Scío). Hay en estos cuarenta y cinco días la diferencia entre 1335 y 1290, un misterio que Dios parece haber dejado intencionalmente en suspenso, para los últimos tiempos (cf. versículo 9 y nota) pero que de todas maneras es digno de la mayor atención, porque “nadie sabe el día ni la hora” (Mateo 24, 36; Marcos 13, 32). Marcha hacia tu fin y descansa (versículo 13): Se anuncia aquí a Daniel su resurrección y su premio de acuerdo con lo dicho en el versículo 2. “Así que aquél que había recibido tantos vaticinios para su pueblo, obtiene, al final, para sí mismo una profecía llena de consolación.” No es más que justo que las visiones de Daniel rematen en tan consoladora promesa, de la cual participamos todos los que en ellas creemos. Cf. el final del Apocalipsis del Nuevo Testamento, donde Jesús consuela con análoga promesa al Vidente de Patmos: “El que tiene sed, venga; y el que quiera, tome de balde el agua de la vida” (Apocalipsis 22, 17). Cf. Apocalipsis 1, 3. Al final del versículo 13 encontramos en la Vulgata la siguiente nota de San Jerónimo: “Lo que hasta aquí hemos puesto de Daniel se lee en el texto hebreo. Lo demás que sigue hasta el fin del libro se ha trasladado de la edición de Teodoción.” ↑
* 1. Los dos capítulos restantes 13 y 14 han sido tomados de la versión griega de Teodoción, como observa San Jerónimo en la nota con que concluye el capítulo 12. El capítulo 13 narra con un dramatismo sorprendente la historia de la casta Susana, cuyo nombre significa Azucena. Cronológicamente este episodio ha de colocarse entre los capítulos primero y segundo del Libro de Daniel, pues el profeta era aún joven al desempeñar el honroso papel de defensor de la inocencia (cf. versículos 45 y 64). Contra la historicidad de este capítulo se han levantado muchas objeciones, pero sabemos que siempre fue objeto de veneración, como lo demuestran ya las pinturas de las catacumbas. ↑
* 5. Los judíos desterrados podían vivir en Babilonia conforme a sus costumbres patrias, y disfrutaban de cierta autonomía en la administración de sus comunidades. No es de extrañar que tuvieran jueces propios, elegidos de en medio del pueblo. La palabra del Señor a la que el texto alude, no se halla textualmente en la Sagrada Escritura, si bien recuerda las acusaciones de los profetas contra los malos jueces y falsos profetas, que eran los causantes principales de la corrupción del pueblo. ↑
* 13 s. La escena no carece de comicidad. Ambos fingen retirarse, ocultando sus malos designios para volverse a encontrar en el mismo sitio, después de dar un rodeo. ↑
* 22 s. “De un momento a otro Susana vio que todo lo que tenía estaba en peligro de ser destruido: su vida, su hogar, su honor, su fama. Supo que iba a perder no sólo su vida sino también el amor de su marido, el cariño de sus padres y de sus hijos, el respeto de sus criados; supo que iba a ser motivo de que se avergonzasen de ella. Una sola cosa podía salvarla y conservar todo lo que fue su dicha; consentir en el pecado, entregarse. «Mas prefiero caer inculpable en vuestras manos, antes que pecar contra el Señor» (versículo 23). Para Susana, por encima de toda su dicha, estaba Dios. Prefirió perderlo todo antes de perderle a Él. No pidió a Dios su vida, ni su fama; descansó en la certeza de que Dios sabía que la mataban siendo inocente, siendo la víctima de la maldad. Saberse sin culpa delante de Dios fue su consuelo; su entrega a Su voluntad fue sin reserva” (Elpis). ↑
* 34. Pulieron sus manos, etc.: Hicieron esto como testigos, según mandaba la Ley (Levítico 24, 14). ¡Dos criminales disfrazados de testigos! Con razón en los cuadros de las catacumbas Susana es representada como cordero, y los dos viejos como lobos. El proceso se desarrolla con apariencias de corrección y de conformidad con la Ley. La exigencia de que la acusada levante el velo (versículo 32), está de acuerdo con los usos del foro judío. ↑
* 42 s. Clamó en alta voz, “poniendo en este grito toda su alma, toda su angustia, toda su confianza, toda la fuerza de su inocencia”. Susana apela a Dios, el Juez eterno, que conoce los corazones (Hechos de los Apóstoles 1, 24; 15, 8) y no abandona a los que en Él confían. He aquí una ilustración elocuente de lo que dice el gran Apóstol San Pablo en Romanos 8, 26-27: “No sabemos cómo conviene lo que tenemos que pedir; pero el Espíritu mismo solicita en nuestro lugar con gemidos inexpresables. Y Él, que es escrutador de los corazones, conoce lo que ansía el Espíritu; sabe qué solicita para los santos según Dios.” Comentando estas palabras en una alocución pronunciada el 9 de julio de 1941, dice S. S. Pío XII: “El Espíritu Santo, que, con su gracia, obra en nuestras almas y nos inspira nuestros gemidos, sabe darles bien el verdadero sentido y el verdadero valor, y el Padre, que lee en el fondo de los corazones, ve clarísimamente lo que a través de nuestras plegarias y de nuestros deseos, pide su divino Espíritu para nosotros, y tales peticiones del Espíritu, profundamente íntimas en nosotros, las oye Él, sin duda alguna.” ↑
* 45. Suscitó el santo espíritu: Según la versión de los Setenta, un ángel había venido a imbuir a Daniel el espíritu de la sabiduría. Véase 4, 5; 5, 11 y 14. El procedimiento que se observa en la ejecución de la presunta adúltera es el conocido por la Mischna de los judíos. Un heraldo debía invitar a los espectadores a probar, si podían, la inculpabilidad del reo. Esta circunstancia dio a Daniel la posibilidad de intervenir legalmente en el último momento. Nótese que Dios eligió para el cargo de juez a un “tierno jovencito”. Lo hizo para avergonzar a los perversos ancianos. “Daniel, siendo aún jovencito, juzgó a los de muy larga edad, mientras que a los viejos deshonestos y torpes condenó su edad lasciva” (San Jerónimo. A Paulino). Daniel obtuvo este preciosísimo don como premio por su fidelidad a la Ley de Dios. Otros no lo alcanzan nunca porque se enredan en sus propios consejos. Cf. Salmo 118, 99 s. ↑
* 52. Tenemos aquí una nueva prueba de que el Espíritu de Dios habla por boca de Daniel. Un procedimiento estrictamente jurídico no habría logrado descubrir la verdad. Cf. versículo 45. ↑
* 56. Raza, de Canaán: Era la mayor injuria que se podía proferir contra un israelita. Los cananeos que habitaban el país de Palestina antes de que Israel lo tomara en posesión, habían sido maldecidos por Dios (Génesis 9, 25-27), de tal modo que los israelitas estaban obligados a aniquilarlos a causa de sus maldades. ↑
* 57. Israel: aquí no todo el pueblo de Jacob, sino solamente el reino del norte con Samaría por capital, que se llamaba de Israel, pero deshonraba ese nombre por acomodarse a la idolatría de los cananeos y mezclarse en matrimonios con esa raza maldita. ↑
* 64. Se destaca en la historia de Susana, por una parte su inquebrantable confianza en Dios (cf. Salmo 2, 13; 56, 2; 117, 8; Eclesiástico 2, 6; II Macabeos 15, 7, etc.), por la otra, la sabiduría y fortaleza del joven profeta. Pero ¿qué sería todo esfuerzo humano sin la mano omnipotente del Altísimo? Toda la sabiduría de Daniel le fue dada por Él (versículos 45 y 52) como el profeta se complacía en proclamarlo (cf. Ezequiel, 28, 3 y nota). Del Señor le vino también a Susana la fortaleza, y por Él fue salvada para que se aumente nuestra confianza en su santo Nombre. ↑
* 65. Sobre Astiages véase 6, 1 nota. ↑
* 1. En este último capítulo se narran dos episodios de la vida de Daniel que prueban la vanidad de los ídolos. Es una ilustración del capítulo 6 de Baruc, donde se describe la impotencia de los dioses de los gentiles. El rey aquí aludido es Ciro, como se deduce del capítulo anterior (13, 65), cuyo último versículo forma la transición a estos dos episodios de Bel y el dragón. Algunos creen que se trata del rey Cambises. Daniel no comía de los manjares de la corte, como sabemos por el capítulo 1, aunque se dice aquí que era comensal del rey. Esto sólo quiere decir que el rey costeaba el sustento del profeta. ↑
* 2. Bel, llamado también Marduk, era el ídolo principal de los babilonios. Los paganos creían que los dioses comían los manjares colocados delante de sus estatuas. Por eso, en las inscripciones cuneiformes los sacrificios se llaman “manjares de los dioses”. De ahí la cólera del rey por el embuste de los sacerdotes al ver que eran ellos los que comían los manjares ofrecidos a Bel (versículo 20). Doce arfabas: 670 litros. Seis cántaros: seis metretas: 220 litros, más o menos. ↑
* 3. Llama la atención el hecho de que el persa Ciro haya tributado culto a los dioses de Babilonia. Así lo vemos efectivamente en una inscripción babilónica. Lo hizo sin duda por razones políticas. ↑
* 21. Según otra versión griega, sólo fue destruida la sala de Bel y éste mismo. Así quedó demostrada la inanidad del ídolo que en opinión de los babilonios estaba animado y habitado por la divinidad. ↑
* 22. El culto del dragón, es decir, de la serpiente alada, está atestiguado en Babilonia por las modernas investigaciones arqueológicas. Han sido encontrados relieves y figuras que representan este animal en diversas formas. El escritor pagano Arriano habla de un Templo babilónico dedicado a una serpiente que daba oráculos a la manera de la Pitia de Delfos (cf. Hechos de los Apóstoles 16, 16). La serpiente ha dejado profundas huellas, no sólo en la Biblia (Génesis capítulo 3; Números 21, 6; Isaías 27, 1; Apocalipsis 12, 14, etc.), sino también en las mitologías de casi todos los pueblos, especialmente la serpiente alada, en las mitologías americanas (aztecas y mayas), y figura todavía hoy, como dragón, en el escudo de China. También en Palestina se han encontrado restos del culto de la serpiente. Los antiguos le atribuían una ciencia oculta y superior, razón por la cual la medicina que antiguamente se consideraba más bien como una ciencia mágica, lleva la serpiente en su escudo. Por esa misma razón usamos la palabra griega terapéutica, derivada de una análoga semítica que significa serpiente. ↑
* 26. El dragón reventó por comer aquellos objetos imposibles de digerir. Nótese que Daniel mató al dragón sin armas, para mostrar al rey y al pueblo que no es la fuerza la que vence a los ídolos, sino el poder del Dios vivo. ↑
* 30. Es la segunda vez que Daniel es arrojado al lago de los leones. Véase 6, 16. ↑
* 32. San Jerónimo opina que este Habacuc es idéntico con el octavo de los profetas menores. Los modernos intérpretes, en cambio, se inclinan a suponer que hubo otro profeta homónimo. El primer profeta de este nombre vivió en tiempo del rey Josías (638-608), es decir, casi cien años antes de los acontecimientos aquí relatados. ↑
* 35. Otros ejemplos de traslación corporal son la de Elías (III Reyes 18, 12; IV Reyes 2, 1 ss.), y del diácono Felipe (Hechos de los Apóstoles 8, 39 s.). ↑
* 40. Convencido por los grandes milagros aquí relatados, el rey Ciro reconoció que el verdadero Dios era el de los judíos, y permitió el regreso del pueblo israelita al país de sus padres, para reedificar el Templo y la Ciudad Santa (Esdras 1, 1 ss.), de donde se deduce la grande influencia de Daniel en ese acontecimiento (cf. 6, 28). Véase la Introducción. ↑