Mateo

EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO

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EVANGELIO DE N. S. JESUCRISTO SEGÚN SAN MATEO

De la vida de San Mateo, que antes se llamaba Leví, sabemos muy poco. Era publicano, es decir, recaudador de tributos, en Cafarnaúm, hasta que un día Jesús lo llamo al apostolado, diciéndole simplemente: “Sígueme”; y Leví “levantándose le siguió” (Mt. 9, 9).

Su vida apostólica se desarrolló primero en Palestina, al lado de los otros APÓSTOLES; más tarde predicó probablemente en Etiopía (África), donde a lo que parece también padeció el martirio. Su cuerpo se venera en la Catedral de Salerno (Italia); su fiesta se celebra el 21 de setiembre.

San Mateo fue el primero en escribir la Buena Nueva en forma de libro, entre los años 40-50 de la era cristiana. Lo compuso en lengua aramea o siríaca, para los judíos de Palestina que usaban aquel idioma. Más tarde este Evangelio, cuyo texto arameo se ha perdido, fue traducido al griego.

El fin que San Mateo se propuso fue demostrar que Jesús es el Mesías prometido, porque en Él se han cumplido los vaticinios de los Profetas. Para sus lectores inmediatos no había mejor prueba que ésta, y también nosotros experimentamos, al leer su Evangelio, la fuerza avasalladora de esa comprobación.

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I. INFANCIA DE JESUCRISTO

(1, 1 – 2, 23)

Mateo 1

Genealogía legal de Jesús.

1 Genealogía [9854] de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán:

2 Abrahán engendró a Isaac; Isaac engendró a Jacob; Jacob engendró a Judá y a sus hermanos;

3 Judá engendró a Farés y a Zara, de Tamar [9855] ; Farés engendró a Esrom; Esrom engendró a Aram;

4 Aram engendró a Aminadab; Aminadab engendró a Naasón; Naasón engendró a Salmón;

5 Salmón engendró a Booz, de Racab; Booz engendró a Obed, de Rut; Obed engendró a Jesé;

6 Jesé engendró al rey David; David engendró a Salomón, de aquella (que había sido mujer) de Urías;

7 Salomón engendró a Roboam; Roboam engendró a Abía; Abía engendró a Asaf;

8 Asaf engendró a Josafat; Josafat engendró a Joram; Joram engendró a Ozías;

9 Ozías engendró a Joatam; Joatam engendró a Acaz; Acaz engendró a Ezequías;

10 Ezeguías engendró a Manasés; Manasés engendro a Amón; Amón engendró a Josías;

11 Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, por el tiempo de la deportación a Babilonia.

12 Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel; Salatiel engendro a Zorobabel;

13 Zorobabel engendró a Abiud; Abiud engendró a Eliaquim; Eliaquim engendró a Azor;

14 Azor engendró a Sadoc; Sadoc engendró a Aquim; Aquim engendró a Eliud;

15 Eliud engendró a Eleazar; Eleazar engendro a Matán; Matán engendró a Jacob;

16 Jacob engendró a José, el esposo de María [9856] , de la cual nació Jesús, el llamado Cristo.

17 Así que todas las generaciones son: desde Abrahán hasta David, catorce generaciones; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones; desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.

Nacimiento de Jesús.

18 La generación de Jesucristo fue como sigue: Desposada [9857] su madre María con José, se halló antes de vivir juntos ellos, que había concebido del Espíritu Santo.

19 José, su esposo, como era justo y no quería delatarla, se proponía despedirla en secreto [9858] .

20 Mas mientras andaba con este pensamiento, he aquí que un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María tu esposa, porque su concepción es del Espíritu Santo.

21 Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús (Salvador), porque Él salvará a su pueblo de sus pecados”.

22 Todo esto sucedió para que se cumpliese la palabra que había dicho el Señor por el profeta:

23 Ved ahí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo [9859] , y le pondrán el nombre de Emmanuel, que se traduce: “Dios con nosotros”.

24 Cuando despertó del sueño, hizo José como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su esposa.

25 Y sin que la conociera [9860] , dio ella a luz un hijo y le puso por nombre Jesús.

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Mateo 2

Adoración de los Magos.

1 Cuando hubo nacido Jesús en Betlehem de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos [9861] del Oriente llegaron a Jerusalén,

2 y preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos [9862] que ha nacido? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo”.

3 Oyendo esto, el rey Herodes se turbó y con él toda Jerusalén.

4 Y convocando a todos los principales sacerdotes y a los escribas del pueblo, se informó de ellos dónde debía nacer el Cristo.

5 Ellos le dijeron: “En Betlehem de Judea, porque así está escrito por el profeta:

6 «Y tú Betlehem [9863] (del) país de Judá, no eres de ninguna manera la menor entre las principales (ciudades) de Judá, porque de ti saldrá el caudillo que apacentará a Israel mi pueblo”.

7 Entonces Herodes llamó en secreto a los magos y se informó exactamente de ellos acerca del tiempo en que la estrella había aparecido.

8 Después los envió a Betlehem diciéndoles: “Id y buscad cuidadosamente al niño; y cuando lo hayáis encontrado, hacédmelo saber, para que vaya yo también a adorarlo”.

9 Con estas palabras del rey, se pusieron en marcha, y he aquí que la estrella, que habían visto en el Oriente, iba delante de ellos, hasta que llegando se detuvo encima del lugar donde estaba el niño.

10 Al ver de nuevo la estrella experimentaron un gozo muy grande.

11 Entraron en la casa y vieron al niño con María su madre. Entonces, prosternándose lo adoraron; luego abrieron sus tesoros y le ofrecieron sus dones: oro, incienso y mirra [9864] .

12 Y, avisados en sueños que no volvieran a Herodes, regresaron a su país por otro camino.

Huida a Egipto.

13 Luego que partieron, un ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto, donde permanecerás, hasta que yo te avise. Porque Herodes va a buscar al niño para matarlo”.

14 Y él se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, y salió para Egipto [9865] ,

15 y se quedó allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por el profeta [9866] : “De Egipto llamé a mi hijo”.

Degollación de los inocentes.

16 Entonces Herodes, viendo que los magos lo habían burlado, se enfureció sobremanera, y mandó matar a todos los niños de Betlehem y de toda su comarca, de la edad de dos años para abajo, según el tiempo que había averiguado de los magos.

17 Entonces se cumplió la palabra dicha por el profeta Jeremías:

18 Un clamor se hizo oír en Rama, llanto y alarido grande: Raquel llora a sus hijos y rehúsa todo consuelo, porque ellos no están más” [9867] .

Regreso de la Sagrada Familia.

19 Muerto Herodes, un ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo:

20 Levántate, toma contigo al niño y a su madre y vuelve a la tierra de Israel, porque han muerto los que buscaban la vida del niño”.

21 É1 se levantó, tomó consigo al niño y a su madre y entró en tierra de Israel.

22 Pero oyendo que Arquelao reinaba en Judea en el lugar de su padre Herodes, temió ir allí; y, advertido en sueños, fuese a la región de Galilea [9868] .

23 Y llegado allí se estableció en una ciudad llamada Nazaret [9869] , para que se cumpliese la palabra de los profetas: “El será llamado Nazareno”.

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II. PREPARACIÓN PARA LA VIDA PÚBLICA

(3, 1 – 4, 11)

Mateo 3

Predicación de Juan el Bautista.

1 En aquel tiempo apareció Juan el Bautista, predicando en el desierto de Judea,

2 y decía: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos [9870] está cerca”.

3 Este es de quien habló el profeta Isaías [9871] cuando dijo: “Voz de uno que dama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas”.

4 Juan tenía un vestido de pelos de camello, y un cinto de piel alrededor de su cintura; su comida eran langostas y miel silvestre. Entonces salía hacia él Jerusalén y toda la Judea y toda la región del Jordán,

6 y se hacían bautizar [9872] por él en el río Jordán, confesando sus pecados.

7 Mas viendo a muchos fariseos y saduceos venir a su bautismo, les dijo: “Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la cólera que viene?

8 Producid, pues, frutos propios del arrepentimiento.

9 Y no creáis que podéis decir dentro de vosotros: “Tenemos por padre a Abrahán”; porque yo os digo: “Puede Dios de estas piedras hacer que nazcan hijos a Abrahán”.

10 Ya el hacha está puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego [9873] .

11 Yo, por mi parte, os bautizo con agua para el arrepentimiento; mas Aquel que viene después de mí es más poderoso que yo, y yo no soy digno de llevar sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.

12 La pala de aventar está en su mano y va a limpiar su era: reunirá el trigo en el granero, y la paja la quemará en fuego que no se apaga”.

Bautismo de Jesús.

13 Entonces Jesús fue de Galilea al Jordán a Juan para ser bautizado por él.

14 Pero Juan quería impedírselo [9874] y le decía: “Yo tengo necesidad de ser bautizado por Ti y ¿Tú vienes a mí?”

15 Jesús le respondió y dijo: “Deja ahora; porque así conviene que nosotros cumplamos toda justicia”. Entonces (Juan) le dejo.

16 Bautizado Jesús, salió al punto del agua, y he aquí que se le abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios, en figura de paloma, que descendía y venía sobre Él [9875] .

17 Y una voz del cielo decía: “Este es mi Hijo, el Amado, en quien me complazco” [9876] .

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Mateo 4

Jesús es tentado por el diablo.

1 Por aquel tiempo Jesús fue conducido al desierto por el Espíritu, para que fuese tentado por el diablo [9877] .

2 Ayunó cuarenta días y cuarenta noches, después de lo cual tuvo hambre.

3 Entonces el tentador se aproximó y le dijo: “Si Tú eres el Hijo de Dios, manda que estas piedras se vuelvan panes” [9878] . 4 Mas Él replicó y dijo: “Está escrito: “No de pan sólo vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.

5 Entonces lo llevó el diablo a la Ciudad Santa y lo puso sobre el pináculo del Templo;

6 y le dijo: “Si Tú eres el Hijo de. Dios, échate abajo, porque está escrito: “Él dará órdenes a sus ángeles acerca de Ti, y te llevarán en palmas, para que no lastimes tu pie contra alguna piedra”.

7 Respondióle Jesús: “También está escrito: “No tentarás al Señor tu Dios” [9879] .

8 De nuevo le llevó el diablo a una montaña muy alta, y mostrándole todos los reinos del mundo y su gloria,

9 le dijo: “Yo te daré todo esto si postrandote me adoras”.

10 Entonces [9880] Jesús le dijo: “Vete, Satanás, porque está escrito: “Adorarás al Señor tu Dios, y a Él sólo servirás”.

11 Le dejó entonces el diablo, y he aquí que ángeles se acercaron para servirle.

III. MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA

(4,12 – 18,35)

Comienzo de la vida pública.

12 Al Oír (Jesús) que Juan había sido encarcelado, se retiró a Galilea,

13 y dejando Nazaret, fue y habitó en Cafarnaúm [9881] junto al mar, en el territorio de Zabulón y de Neftalí,

14 para que se cumpliera lo que había dicho el profeta Isaías:

15 “Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, más alía del Jordán, Galilea de los gentiles;

16 e1 pueblo asentado en tinieblas, luz grande vio; y a los asentados en la región y sombra de la muerte, luz les alboreó” [9882] .

Los primeros discípulos.

17 Desde entonces Jesús comenzó a predicar y a decir: “Arrepentíos porque el reino de los cielos está cerca”.

18 Caminando junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón el llamado Pedro y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar, pues eran pescadores,

19 y díjoles: “Venid en pos de Mí y os haré pescadores de hombres”.

20 Al instante, dejando las redes, le siguieron.

21 Pasando adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago hijo de Zebedeo y Juan su hermano, en su barca con Zebedeo su padre, que estaban arreglando sus redes, y los llamó.

22 Ellos al punto, abandonando la barca y a su padre, le siguieron.

Evangelización de Galilea.

23 Y recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos [9883] , y proclamando la Buena Nueva del reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.

24 Su fama se extendió por toda la Siria, y le traían todos los pacientes afligidos de toda clase de dolencias y sufrimientos, endemoniados, lunáticos [9884] , paralíticos, y los sanó.

25 Y le siguieron grandes muchedumbres de Galilea, Decápolis, Jerusalén y Judea, y del otro lado del Jordán.

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Mateo 5

El sermón de la montaña. Las ocho bienaventuranzas.

1 Al ver estas multitudes, subió a la montaña, y habiéndose sentado, se le acercaron sus discípulos.

2 Entonces, abrió su boca, y se puso a enseñarles así:

3 “Bienaventurados los pobres en el espíritu [9885] , porque a ellos pertenece el reino de los cielos.

4 Bienaventurados los afligidos, porque serán consolados.

5 Bienaventurados los mansos, porque heredarán la tierra [9886] .

6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque serán hartados.

7 Bienaventurados los que tienen misericordia, porque para ellos habrá misericordia.

8 Bienaventurados los de corazón puro [9887] , porque verán a Dios.

9 Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios.

10 Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque a ellos pertenece el reino de los cielos [9888] .

11 Dichosos seréis cuando os insultaren, cuando os persiguieren, cuando dijeren mintiendo todo mal contra vosotros, por causa mía.

12 Gozaos y alegraos, porque vuestra recompensa es grande en los cielos, pues así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros”.

Vosotros sois la sal de la tierra.

13 “Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal pierde su sabor, ¿con qué será salada? Para nada vale ya, sino para que, tirada fuera, la pisen los hombres [9889] .

14 Vosotros sois la luz del mundo. No puede esconderse una ciudad situada sobre una montaña.

15 Y no se enciende una candela para ponerla debajo del celemín, sino sobre el candelero, y (así) alumbra a todos los que están en la casa.

16 Así brille [9890] vuestra luz ante los hombres, de modo tal que, viendo vuestras obras buenas, glorifiquen a vuestro Padre del cielo”.

Jesús perfecciona la Ley Antigua.

17 “No vayáis a pensar que he venido a abolir la Ley y los Profetas [9891] . Yo no he venido para abolir, sino para dar cumplimiento.

18 En verdad os digo, hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota [9892] , ni un ápice de la Ley pasará, sin que todo se haya cumplido.

19 Por lo tanto, quien violare uno de estos mandamientos, (aun) los mínimos, y enseñare así a los hombres, será llamado el mínimo en el reino de los cielos; mas quien los observare y los enseñare, este será llamado grande en el reino de los cielos.

20 Os digo, pues, que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”.

21 “Oísteis que fue dicho a los antepasados: «No matarás»; el que matare será reo de condenación”.

22 Mas Yo os digo: “Todo aquel que se encoleriza contra su hermano, merece la condenación; quien dice a su hermano «racá» merece el sanhedrín; quien le dice «necio» merece la gehenna del fuego [9893] .

23 Si, pues, estás presentando tu ofrenda sobre el altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo que reprocharte,

24 deja allí tu ofrenda delante del altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda [9894] .

25 Ponte en paz, sin tardar, con tu adversario mientras vas con el por el camino, no sea que él te entregue al juez y el juez al alguacil; y te pongan en la cárcel.

26 En verdad te digo, que no saldrás de allí sin que hayas pagado hasta el último centavo”.

27 “Oísteis que fue dicho: «No cometerás adulterio» [9895] .

28 Mas Yo os digo: “Quienquiera mire a una mujer codiciándola, ya cometió con ella adulterio en su corazón [9896] .

29 Si, pues, tu ojo derecho [9897] te hace tropezar, arráncatelo y arrójalo lejos de ti; más te vale que se pierda uno de tus miembros y no que sea echado todo tu cuerpo en la gehenna.

30 Y si tu mano derecha te es ocasión de tropiezo, córtala y arrójala lejos de ti; más te vale que se pierda uno de tus miembros y no que sea echado todo tu cuerpo en la gehenna”.

31 “También ha sido dicho: «Si alguno repudia a su mujer, que le dé un acta de repudio».

32 Mas Yo os digo: “Quienquiera repudie a su mujer, si no es por causa de fornicación, se hace causa de que se cometa adulterio con ella; y el que toma a una mujer repudiada comete adulterio” [9898] .

33 “Oísteis también que fue dicho a los antepasados: «No perjurarás, sino que cumplirás al Señor lo que has jurado».

34 Mas Yo os digo que no juréis de ningún modo [9899] : ni por el cielo, porque es el trono de Dios;

35 ni por la tierra, porque es el escabel de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey.

36 Ni jures tampoco por tu cabeza, porque eres incapaz de hacer blanco o negro uno solo de tus cabellos.

37 Diréis (solamente): Sí, sí; No, no. Todo lo que excede a esto, viene del Maligno”.

38 “Oísteis que fue dicho: «Ojo por ojo y diente por diente» [9900] .

39 Mas Yo os digo: no resistir al que es malo; antes bien, si alguien te abofeteare en la mejilla derecha, preséntale también la otra.

40 Y si alguno te quiere citar ante el juez para quitarte la túnica [9901] , abandónale también tu manto.

41 Y si alguno te quiere llevar por fuerza una milla, ve con él dos.

42 Da a quien te pide [9902] , y no vuelvas la espalda a quien quiera tomar prestado de ti”.

43 “Oísteis que fue dicho: «Amarás a tu prójimo, y odiarás a tu enemigo» [9903] .

44 Mas Yo os digo: “Amad a vuestros enemigos, y rogad por los que os persiguen [9904] ,

45 a fin de que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace levantar su sol sobre malos y buenos, y descender su lluvia sobre justos e injustos.

46 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿Los mismos publicanos no hacen otro tanto?

47 Y si no saludáis mas que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis vosotros de particular? ¿No hacen otro tanto los gentiles?

48 Sed, pues, vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” [9905] .

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Mateo 6

De la recta intención.

1 “Cuidad de no practicar vuestra justicia a la vista de los hombres con el objeto de ser mirados por ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial.

2 Cuando, pues, haces limosna, no toques la bocina [9906] delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser glorificados por los hombres; en verdad os digo, ya tienen su paga.

3 Tú, al contrario, cuando haces limosna, que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu mano derecha [9907] ,

4 para que tu limosna quede oculta, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará”.

La oración dominical.

5 “Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; en verdad os digo, ya tienen su paga.

6 Tú, al contrario, cuando quieras orar entra en tu aposento, corre el cerrojo de la puerta, y ora a tu Padre que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagara [9908] .

7 Y cuando oráis, no abundéis en palabras, como los paganos, que se figuran que por mucho hablar serán oídos.

8 Por lo tanto, no los imitéis, porque vuestro Padre sabe qué cosas necesitáis [9909] , antes de que vosotros le pidáis.

9 Así, pues, oraréis vosotros: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre [9910] ;

10 venga tu reino [9911] ; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

11 Danos hoy nuestro pan supersubstancial [9912] ;

12 y perdónanos [9913] nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores;

13 y no nos introduzcas en tentación, antes bien líbranos del Maligno [9914] .

14 Si, pues, vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre celestial os perdonará también [9915] ;

15 pero si vosotros no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestros pecados”.

El ayuno.

16 “Cuando ayunéis [9916] , no pongáis cara triste, como los hipócritas, que fingen un rostro escuálido para que las gentes noten que ellos ayunan; en verdad, os digo, ya tienen su paga.

17 Mas tú, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,

18 a fin de que tu ayuno sea visto, no de las gentes, sino de tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará”.

Las verdaderas riquezas.

19 “No os amontonéis tesoros en la tierra, donde polilla y herrumbre (los) destruyen, y donde los ladrones horadan los muros y roban.

20 Amontonaos tesoros en el cielo, donde ni polilla ni herrumbre destruyen, y donde ladrones no horadan ni roban.

21 Porque allí donde está tu tesoro, allí también estará tu corazón” [9917] .

22 “La lámpara del cuerpo es el ojo: Si tu ojo está sencillo, todo tu cuerpo gozará de la luz [9918] ;

23 pero si tu ojo está inservible, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Luego, si la luz que hay en ti es tiniebla, ¿las tinieblas mismas, cuán grandes serán?”.

24 “Nadie puede servir a dos señores; porque odiará al uno y amará al otro; o se adherirá al uno y despreciará al otro. Vosotros no podéis servir a Dios y a Mammón” [9919] .

Confianza en la providencia del divino Padre.

25 “Por esto os digo: no os preocupéis por vuestra vida: qué comeréis o qué beberéis; ni por vuestro cuerpo, con qué lo vestiréis [9920] . ¿No vale más la vida que el alimento? ¿y el cuerpo más que el vestido?

26 Mirad las aves del cielo, que no siembran ni siegan, ni juntan en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta [9921] . ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?

27 ¿Y quién de vosotros puede, por mucho que se afane, añadir un codo a su estatura [9922] ?

28 y por el vestido, ¿por qué preocupares? Aprended de los lirios del campo: cómo crecen; no trabajan, ni hilan,

29 mas Yo os digo, que ni Salomón, en toda su magnificencia, se vistió como uno de ellos [9923] .

30 Si, pues, la hierba del campo, que hoy aparece y mañana es echada al horno, Dios así la engalana ¿no (hará Él) mucho más a vosotros, hombres de poca fe?

31 No os preocupéis, por consiguiente, diciendo: “¿Que tendremos para comer [9924] ? ¿Qué tendremos para beber? ¿Qué tendremos para vestirnos?”

32 Porque todas estas cosas las codician los paganos. Vuestro Padre celestial ya sabe [9925] que tenéis necesidad de todo eso.

33 Buscad, pues, primero el reino de Dios y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura [9926] .

34 Nos os preocupéis, entonces, del mañana. El mañana se preocupará de sí mismo. A cada día le basta su propia pena [9927] ”.

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Mateo 7

No Juzgar.

1 “No juzguéis [9928] , para que no seáis juzgados.

2 Porque el juicio que vosotros hacéis, se aplicará a vosotros [9929] , y la medida que usáis, se usará para vosotros.

3 ¿Por que ves la pajuela que esta en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que está en tu ojo? [9930]

4 ¿O cómo puedes decir a tu hermano: “Déjame quitar la pajuela de tu ojo”, mientras hay una viga en el tuyo?

5 Hipócrita, quita primero la viga de tu ojo, y entonces verás bien para sacar la pajuela del ojo de tu hermano”.

6 “No deis a los perros lo que es santo y no echéis vuestras perlas ante los puercos, no sea que las pisoteen con sus pies, y después, volviéndose, os despedacen” [9931] .

Poder de la oración.

7 “Pedid y se os dará; buscad y encontraréis; golpead y se os abrirá [9932] .

8 Porque todo el que pide obtiene; y el que busca encuentra; y al que golpea, se le abre.

9 ¿O hay acaso entre vosotros algún hombre que al hijo que le pide pan, le de una piedra;

10 O si le pide un pescado, le dé una serpiente?

11 Si, pues, vosotros, que sois malos, sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas, ¡cuánto más vuestro Padre celestial dará cosas buenas a los que le pidan [9933] !

12 Así que, todo cuanto queréis que los hombres os hagan, hacedlo también vosotros a ellos [9934] ; ésta es la Ley y los Profetas”.

Los dos caminos.

13 “Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición y muchos son los que entran por él.

14 Porque angosta es la puerta [9935] y estrecho el camino que lleva a la vida, y pocos son los que lo encuentran”.

Prevención sobre los falsos profetas.

15 “Guardaos de los falsos profetas [9936] , los cuales vienen a vosotros disfrazados de ovejas, mas por dentro son lobos rapaces.

16 Los conoceréis por sus frutos. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos?

17 Asimismo todo árbol bueno da frutos sanos, y todo árbol malo da frutos malos.

18 Un árbol bueno no puede llevar frutos malos, ni un árbol malo frutos buenos.

19 Todo árbol que no produce buen fruto, es cortado y echado al fuego.

20 De modo que por sus frutos los conoceréis”.

21 “No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre celestial [9937] .

22 Muchos me dirán en aquel día [9938] : “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre lanzamos demonios, y en tu nombre hicimos cantidad de prodigios?”

23 Entonces les declararé: “Jamás os conocí. ¡Alejaos de Mí, obradores de iniquidad!” [9939] .

Necesidad de poner en práctica el Evangelio.

24 Así pues, todo el que oye estas palabras mías y las pone en práctica, se asemejará a un varón sensato que ha edificado su casa sobre la roca:

25 Las lluvias cayeron, los torrentes vinieron, los vientos soplaron y se arrojaron contra aquella casa, pero ella no cayó, porque estaba fundada sobre la roca.

26 Y todo el que oye estas palabras mías y no las pone en práctica, se asemejará a un varón insensato que ha edificado su casa sobre la arena:

27 Las lluvias cayeron, los torrentes vinieron, los vientos soplaron y se arrojaron contra aquella casa, y cayó, y su ruina fue grande”.

28 Y sucedió que, cuando Jesús hubo acabado este discurso, las multitudes estaban poseídas de admiración por su doctrina;

29 porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas de ellos.

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Mateo 8

El gran taumaturgo.

1 Cuando bajó de la montaña, le fueron siguiendo grandes muchedumbres.

2 Y he aquí que un leproso se aproximó, se prosternó delante de Él y le dijo: “Señor, si Tú quieres, puedes limpiarme”.

3 Y Él, tendiéndole su mano, lo tocó y le dijo: “Quiero, queda limpio”, y al punto fue sanado de su lepra.

4 Díjole entonces Jesús: “Mira, no lo digas a nadie; sino ve a mostrarte al sacerdote y presenta la ofrenda prescrita por Moisés, para que les sirva de testimonio [9940] ”.

5 Cuando hubo entrado en Cafarnaúm, se le aproximó un centurión [9941] y le suplicó,

6 diciendo: “Señor, mi criado está en casa, postrado, paralítico, y sufre terriblemente”.

7 Y Él le dijo: “Yo iré y lo sanare”.

8 Pero el centurión replicó diciendo: “Señor, yo no soy digno de que entres bajo mi techo, mas solamente dilo con una palabra y quedará sano mi criado [9942] .

9 Porque también yo, que soy un subordinado, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: “Ve” y él va; a aquél: “Ven”, y viene; y a mi criado: “Haz esto”, y lo hace”.

10 Jesús se admiró al oírlo, y dijo a los que le seguían: “En verdad, os digo, en ninguno de Israel he hallado tanta fe”.

11 Os digo pues: “Muchos llegarán del Oriente y del Occidente y se reclinarán a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos,

12 mientras que los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allá será el llanto y el rechinar de dientes”.

13 Y dijo Jesús al centurión: “Anda; como creíste, se te cumpla”. Y el criado en esa misma hora fue sanado.

14 Entró Jesús en casa de Pedro y vio a la suegra de éste, en cama, con fiebre.

15 La tomó de la mano y la fiebre la dejó; y ella se levantó y le sirvió.

16 Caída ya la tarde, le trajeron muchos endemoniados y expulsó a los espíritus con su palabra, y sanó a todos los enfermos.

17 De modo que se cumplió lo dicho por medio del profeta Isaías [9943] : “Él quitó nuestras dolencias, y llevó sobre Sí nuestras flaquezas”.

18 Y Jesús, viéndose rodeado por una, multitud, mandó pasar a la otra orilla.

19 Entonces un escriba se acercó y le dijo: “Maestro, te seguiré adonde quiera que vayas”.

20 Jesús le dijo: “Las zorras tienen sus guaridas, y las aves del cielo sus nidos, mas el Hijo del hombre [9944] no tiene dónde reclinar la cabeza”.

21 Otro de sus discípulos, le dijo: “Señor, permíteme ir primero a enterrar a mi padre”.

22 Respondióle Jesús: “Sígueme, y deja a los muertos enterrar a sus muertos”.

Jesús calma la tempestad del mar.

23 Cuando subió después a la barca, sus discípulos lo acompañaron.

24 Y de pronto el mar se puso muy agitado, al punto que las olas llegaban a cubrir la barca; Él, en tanto, dormía.

25 Acercáronse y lo despertaron diciendo: “Señor, sálvanos, que nos perdemos”.

26 Él les dijo: “¿Por qué tenéis miedo, desconfiados?” Entonces se levantó e increpó a los vientos y al mar, y se hizo una gran calma.

27 Y los hombres se maravillaron y decían: “¿Quién es Éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?”.

Expulsión de demonios.

28 Y cuando llegó a la otra orilla, al país de los gadarenos [9945] , vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de unos sepulcros y eran en extremo feroces, tanto, que nadie podía pasar por aquel camino.

29 y se pusieron a gritar: “¿Qué tenemos que ver contigo, Hijo de Dios? ¿Viniste aquí para atormentarnos antes de tiempo?”

30 Lejos de ellos pacía una piara de muchos puercos.

31 Los demonios le hicieron, pues, esta súplica: “Si nos echas, envíanos a la piara de puercos”.

32 Él les dijo: “Andad”; a lo cual ellos salieron y se fueron a los puercos. Y he aquí que la piara entera se lanzó por el precipicio al mar, y pereció en las aguas.

33 Los porqueros huyeron, y yendo a la ciudad refirieron todo esto, y también lo que había sucedido a los endemoniados.

34 Entonces toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, al verlo, le rogaron que se retirase de su territorio [9946] .

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Mateo 9

Curación de un paralítico.

1 Subiendo a la barca, pasó al otro lado y vino a su ciudad.

2 Y he aquí que le presentaron un paralítico, postrado en una camilla. Al ver la fe de ellos, dijo Jesús al paralítico: “Confía, hijo, te son perdonados los pecados”.

3 Entonces algunos escribas comenzaron a decir interiormente: “Éste blasfema”.

4 Mas Jesús, viendo sus pensamientos, dijo: “¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: “Te son perdonados los pecados”, o decir:

5 “Levántate y camina?

6 ¡Y bien! para que sepáis que tiene poder el Hijo del hombre, sobre la tierra, de perdonar pecados –dijo, entonces, al paralítico–: “Levántate, cárgate la camilla y vete a tu casa” [9947] .

7 Y se levanto y se volvió a su casa.

8 Al ver esto, quedaron las muchedumbres poseídas de temor y glorificaron a Dios que tal potestad había dado en favor de los hombres.

Vocación de Mateo.

9 Pasando de allí, vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en la recaudación de los tributos, y le dijo: “Sígueme”. Y él se levantó y le siguió.

10 Y sucedió que estando Él a la mesa en la casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores vinieron a reclinarse con Jesús y sus discípulos.

11 Viendo lo cual, los fariseos dijeron a los discípulos: “¿Por qué vuestro maestro come con los publicanos y los pecadores?” [9948] .

12 Él los oyó y dijo: “No son los sanos los que tienen necesidad de médico, sino los enfermos.

13 Id, pues, y aprended lo que significa: “Misericordia quiero y no sacrificio” [9949] . Porque no he venido a llamar justos, sino pecadores”.

Los discípulos del Bautista.

14 Entonces, se acercaron a Él los discípulos de Juan y le dijeron: “¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos mucho, y tus discípulos no ayunan?”

15 Respondióles Jesús: “¿Pueden los hijos del esposo afligirse mientras el esposo está con ellos? Pero vendrán días en que el esposo [9950] le será quitado, y entonces ayunarán.

16 Nadie pone un remiendo de paño nuevo en un vestido viejo, porque aquel pedazo entero tira del vestido, y se hace peor la rotura.

17 Ni tampoco se echa vino nuevo en cueros viejos; de otra manera, los cueros revientan, y el vino se derrama, y los cueros se pierden; sino que el vino nuevo se echa en cueros nuevos, y así ambos se conservan”.

Jesús sana a la hemorroisa y resucita a la hija de Jairo.

18 Mientras les decía estas cosas, un magistrado [9951] se le acercó, se prosternó y le dijo: “Mi hija acaba de morir, pero ven a poner sobre ella tu mano y revivirá”.

19 Jesús se levantó y lo siguió; y también sus discípulos.

20 Y he ahí que una mujer que padecía un flujo de sangre hacía doce años, se aproximó a Él por detrás y tocó la franja de su vestido.

21 Porque ella se decía: “Con que toque solamente su vestido, quedaré sana”.

22 Mas Jesús, volviéndose, la miro y dijo: “Confianza, hija, tu fe te ha sanado” [9952] . Y quedó sana desde aquella hora.

23 Cuando Jesús llegó a la casa del magistrado, vio a los flautistas, y al gentío que hacía alboroto,

24 y dijo: “¡Retiraos! La niña no ha muerto sino que duerme”. Y se reían de Él.

25 Después, echada fuera la turba, entró Él, tomó la mano de la niña, y ésta se levantó.

26 Y la noticia del hecho se difundió por toda aquella región.

Jesús da vista a dos ciegos.

27 Cuando salía Jesús de allí, dos ciegos lo siguieron, gritando: “¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David [9953] !”

28 Y al llegar a la casa, los ciegos se le acercaron, y Jesús les dijo: “¿Creéis que puedo hacer eso?” Respondiéronle: “Sí, Señor”.

29 Entonces les toco los ojos diciendo: “Os sea hecho según vuestra fe”. Y sus ojos se abrieron.

30 Y Jesús les ordenó rigurosamente: “¡Mirad que nadie lo sepa!”.

31 Pero ellos, luego que salieron, hablaron de Él por toda aquella tierra.

Curación de un mudo.

32 Cuando ellos hubieron salido, le presentaron un mudo endemoniado.

33 Y echado el demonio, habló el mudo, y las multitudes, llenas de admiración, se pusieron a decir: “Jamás se ha visto cosa parecida en Israel”.

34 Pero los fariseos decían: “Por obra del príncipe de los demonios lanza a los demonios”.

35 Y Jesús recorría todas las ciudades y las aldeas, enseñando en sus sinagogas y proclamando la Buena Nueva del Reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia.

36 Y viendo a las muchedumbres, tuvo compasión de ellas, porque estaban como ovejas que no tienen pastor [9954] , esquilmadas y abatidas.

37 Entonces dijo a sus discípulos: “La mies es grande, mas los obreros son pocos [9955] .

38 Rogad pues al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies”.

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Mateo 10

Nombres de los apóstoles.

1 Y llamando a sus doce discípulos, les dio potestad de echar a los espíritus inmundos y de sanar toda enfermedad y toda dolencia.

2 He aquí los nombres de los doce Apóstoles: primero Simón, llamado Pedro [9956] , y Andrés su hermano; Santiago el de Zebedeo y Juan su hermano;

3 Felipe y Bartolomé; Tomas y Mateo el publicano; Santiago, el de Alfeo, y Tadeo;

4 Simón el Cananeo, y Judas el Iscariote [9957] , el mismo que lo entregó.

Misión de los doce.

5 Estos son los Doce que Jesús envió, después de haberles dado instrucciones, diciendo: “No vayáis hacia los gentiles y no entréis en ninguna ciudad de samaritanos [9958] ,

6 sino id más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel [9959] .

7 Y de camino predicad diciendo: “El reino de los cielos se ha acercado”.

8 Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad fuera demonios. Recibisteis gratuitamente, dad gratuitamente.

9 No tengáis ni oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos [9960] ;

10 ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el obrero es acreedor a su sustento.

11 Llegados a una ciudad o aldea, informaos de quien en ella es digno, y quedaos allí hasta vuestra partida.

12 Al entrar a una casa decidle el saludo (de paz) [9961] .

13 Si la casa es digna, venga vuestra paz a ella; mas si no es digna, vuestra paz se vuelva a vosotros.

14 Y si alguno no quiere recibiros ni escuchar vuestras palabras, salid de aquella casa o de aquella ciudad y sacudid el polvo de vuestros pies.

15 En verdad, os digo, que en el día del juicio (el destino) será más tolerable para la tierra de Sodoma y Gomorra que para aquella ciudad”.

Predicción de persecuciones.

16 “Mirad que Yo os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como las serpientes, y sencillos como las palomas [9962] .

17 Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los sanhedrines y os azotarán en sus sinagogas,

18 y por causa de Mí seréis llevados ante gobernadores y reyes, en testimonio para ellos y para las naciones.

19 Mas cuando os entregaren, no os preocupéis de cómo o qué hablareis. Lo que habéis de decir os será dado en aquella misma hora [9963] .

20 Porque no sois vosotros los que habláis, sino que el Espíritu de vuestro Padre es quien, habla en vosotros.

21 Y entregará a la muerte hermano a hermano y padre a hijo; y se levantarán hijos contra padres y los harán morir.

22 Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que perseverare hasta el fin, ese será salvo.

23 Cuando os persiguieren en una ciudad, huid a otra. En verdad, os digo, no acabaréis (de predicar en) las ciudades de Israel antes que venga el Hijo del Hombre” [9964] .

24 “El discípulo no es mejor que su maestro [9965] , ni el siervo mejor que su amo.

25 Basta al discípulo ser como su maestro, y al siervo ser como su amo. Si al dueño de casa llamaron Beelzebul [9966] , ¿cuánto más a los de su casa?

26 No los temáis. Nada hay oculto que no deba ser descubierto, y nada secreto que no deba ser conocido.

27 Lo que os digo en las tinieblas, repetidlo en pleno día; lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas [9967] .

28 Y no temáis a los que matan el cuerpo, y que no pueden matar el alma; mas temed a aquel que puede perder alma y cuerpo en la gehenna [9968] .

29 ¿No se venden dos gorriones por un as [9969] ? Ahora bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin disposición de vuestro Padre.

30 En cuanto a vosotros, todos los cabellos de vuestra cabeza están contados.

31 No temáis, pues vosotros valéis más que muchos gorriones”.

Exhortaciones y consuelos.

32 “A todo aquel que me confiese delante de los hombres, Yo también lo confesaré delante de mi Padre celestial;

33 mas a quien me niegue delante de los hombres, Yo también lo negaré delante de mi Padre celestial.

34 No [9970] creáis que he venido a traer la paz sobre la tierra. No he venido a traer paz, sino espada.

35 He venido, en efecto, a separar al hombre de su padre, a la hija de su madre, a la nuera de su suegra;

36 y serán enemigos del hombre los de su propia casa.

37 Quien ama a su padre o a su madre más que a Mí, no es digno de Mí; y quien ama a su hijo o a su hija más que a Mí, no s digno de Mí.

38 Quien no toma su cruz y me sigue [9971] , no es digno de Mí.

39 Quien halla su vida [9972] , la perderá; y quien pierde su vida por Mí, la hallará”.

40 Quien a vosotros recibe, a Mí me recibe [9973] , y quien me recibe a Mí, recibe a Aquel que me envió.

41 Quien recibe a un profeta a título de profeta, recibirá la recompensa de profeta; quien recibe a un justo a título de justo, recibirá la recompensa del justo.

42 y quienquiera diere de beber tan sólo un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, a título de discípulo, en verdad os digo, no perderá su recompensa [9974] ”.

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Mateo 11

Jesús y el Bautista.

1 Cuando Jesús hubo acabado de dar así instrucciones a sus doce apóstoles, partió de allí para enseñar y predicar en las ciudades de ellos.

2 Y Juan, al oír en su prisión las obras de Cristo, le envió a preguntar por medio de sus discípulos:

3 “¿Eres Tú «El que viene» [9975] , o debemos esperar a otro?”

4 Jesús les respondió y dijo: “Id y anunciad a Juan lo que oís y veis:

5 Ciegos ven, cojos andan, leprosos son curados, sordos oyen, muertos resucitan, y pobres son evangelizados [9976] ;

6 ¡y dichoso el que no se escandalizare de Mí [9977] !”

7 Y cuando ellos se retiraron, Jesús se puso a decir a las multitudes a proposito de Juan: “¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Acaso una caña sacudida por el viento?

8 Y si no, ¿qué fuisteis a ver? ¿Un hombre ataviado con vestidos lujosos? Pero los que llevan vestidos lujosos están en las casas de los reyes.

9 Entonces ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, os digo, y más que profeta.

10 Éste es de quien está escrito: “He ahí que Yo envío a mi mensajero que te preceda, el cual preparará tu camino delante de ti”.

11 En verdad, os digo, no se ha levantado entre los hijos de mujer, uno mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él [9978] .

12 Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos padece fuerza [9979] , y los que usan la fuerza se apoderan de él.

13 Todos los profetas, lo mismo que la Ley, han profetizado hasta Juan,

14 y, si queréis creerlo, él mismo es Elías, el que debía venir [9980] .

15 ¡Quién tiene oídos oiga!”

Terquedad del pueblo.

16 “¿Pero, con quien comparar la raza esta? Es semejante a muchachos que, sentados en las plazas, gritan a sus camaradas:

17 Os tocamos la flauta y no danzasteis, entonamos cantos fúnebres y no plañisteis.

18 Porque; vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: “Está endemoniado”.

19 Vino el Hijo del Hombre [9981] , que come y bebe, y dicen: “Es un glotón y borracho, amigo de publicanos y de pecadores”. Mas la Sabiduría ha sido justificada por sus obras”.

¡Ay de las ciudades impenitentes!

20 Entonces se puso a maldecir a las ciudades donde había hecho el mayor número de sus milagros, porque no se habían arrepentido:

21 “¡Ay de ti Corazín! ¡Ay de ti Betsaida! porque si en Tiro y en Sidón [9982] se hubiesen hecho los prodigios que han sido hechos en vosotras, desde hace mucho tiempo se habrían arrepentido en saco y en ceniza.

22 Por eso os digo, que el día del juicio será más soportable para Tiro y Sidón que para vosotras.

23 Y tú, Cafarnaúm, ¿acaso habrás de ser exaltada hasta el cielo? Hasta el abismo serás abatida. Porque si en Sodoma hubiesen sucedido las maravillas que han sido hechas en ti, aún estaría ella en pie el día de hoy.

24 Por eso te digo que el día del juicio será más soportable para la tierra de Sodoma que para ti”.

Infancia espiritual.

25 Por aquel tiempo Jesús dio una respuesta, diciendo: “Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque encubres estas cosas a los sabios y a los prudentes, y las revelas a los pequeños [9983] .

26 Así es, oh Padre, porque esto es lo que te agrada a Ti.

27 A Mí me ha sido transmitido todo por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre conoce bien nadie sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quisiere revelar (lo).

28 Venid a Mí todos los agobiados y los cargados [9984] , y Yo os haré descansar.

29 Tomad sobre vosotros el yugo mío, y dejaos instruir por Mí, porque manso [9985] soy y humilde en el corazón; y encontrareis reposo para vuestras vidas.

30 Porque mi yugo es excelente [9986] ; y mi carga es liviana”.

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Mateo 12

Controversias sobre el sábado.

1 Por aquel tiempo, Jesús iba pasando un día de sábado, a través de los sembrados; y sus discípulos, teniendo hambre, se pusieron a arrancar algunas espigas y a comerlas.

2 Viendo esto, los fariseos le dijeron: “Tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado?”

3 Jesús les dijo: “¿No habéis leído, pues, lo que hizo David cuando tuvo hambre él y los que estaban con él,

4 cómo entró en la casa de Dios y comió los panes de la proposición, que no era lícito comer ni a él, ni a sus compañeros, sino solamente a los sacerdotes [9987] ?

5 ¿No habéis asimismo leído en la Ley, que el día de sábado, los sacerdotes, en el templo, violan el reposo sabático y lo hacen sin culpa?

6 Ahora bien, os digo, hay aquí (alguien) mayor que el Templo.

7 Si hubieseis comprendido lo que significa: “Misericordia quiero, y no sacrificio”, no condenaríais a unos inocentes [9988] .

8 Porque Señor del sábado es el Hijo del hombre”.

9 De allí se fue a la sinagoga de ellos; y he aquí un hombre que tenía una mano seca.

10 Y le propusieron esta cuestión: “¿Es lícito curar el día de sábado?” –a fin de poder acusarlo–.

11 Él les dijo: “¿Cuál será de entre vosotros el que teniendo una sola oveja, si ésta cae en un foso, el día de sábado, no irá a tomarla y levantarla?

12 Ahora bien, ¡cuánto más vale el hombre que una oveja! Por consiguiente, es lícito hacer bien el día de sábado”.

13 Entonces dijo al hombre: “Extiende tu mano”. Él la extendió, y le fue restituida como la otra.

14 Pero los fariseos salieron y deliberaron contra Él sobre el modo de hacerlo perecer.

15 Jesús, al saberlo, se alejó de allí. Y muchos lo siguieron, y los sanó a todos.

16 Y les mandó rigurosamente que no lo diesen a conocer;

17 para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías que dijo:

18 “He aquí a mi siervo, a quien elegí, el Amado, en quien mi alma se complace. Pondré mi Espíritu sobre Él, y anunciará el juicio a las naciones [9989] .

19 No disputará, ni gritará, y nadie oirá su voz en las plazas [9990] .

20 No quebrará la caña cascada, ni extinguirá la mecha que aun humea, hasta que lleve el juicio a la victoria;

21 y en su nombre pondrán las naciones su esperanza”.

El pecado contra el Espíritu.

22 Entonces le trajeron un endemoniado ciego y mudo, y lo sanó, de modo que hablaba y veía.

23 Y todas las multitudes quedaron estupefactas y dijeron: “¿Será éste el Hijo de David?”

24 Mas los fariseos, oyendo esto, dijeron: “Él no echa los demonios sino por Beelzebul [9991] , el príncipe de los demonios”.

25 Conociendo sus pensamientos, les dijo entonces: “Todo reino dividido contra sí mismo, está arruinado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no puede subsistir.

26 Si Satanás arroja a Satanás, contra sí mismo está dividido: entonces, ¿cómo podrá subsistir su reino?

27 Y si Yo, por mi parte, echo los demonios por Beelzebul, ¿por quién los echan vuestros hijos? Por esto ellos serán vuestros jueces.

28 Pero si por el Espíritu de Dios echo Yo los demonios, es evidente que ha llegado a vosotros el reino de Dios.

29 ¿O si no, cómo puede alguien entrar en la casa del hombre fuerte y quitarle sus bienes, si primeramente no ata al fuerte? Solamente entonces saqueará su casa.

30 Quien no está conmigo, está contra Mí, y quien no amontona conmigo, desparrama”.

31 “Por eso, os digo, todo pecado y toda blasfemia será perdonada a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada [9992] .

32 Y si alguno habla contra el Hijo del hombre, esto le será perdonado; pero al que hablare contra el Espíritu Santo, no le será perdonado ni en este siglo ni en el venidero.

33 O haced (que sea) el árbol bueno y su fruto bueno, o haced (que sea) el árbol malo y su fruto malo, porque por el fruto se conoce el árbol.

34 Raza de víboras, ¿cómo podríais decir cosas buenas, malos como sois? Porque la boca habla de la abundancia del corazón [9993] .

35 El hombre bueno, de su tesoro de bondad saca el bien; el hombre malo, de su tesoro de malicia saca el mal.

36 Os digo, que de toda palabra ociosa que se diga se deberá dar cuenta en el día del juicio.

37 Según tus palabras serás declarado justo, según tus palabras serás condenado”.

Los enemigos piden una señal.

38 Entonces algunos de los escribas y fariseos respondieron, diciendo: “Maestro, queremos ver de Ti una señal”.

39 Replicóles Jesús y dijo: “Una raza mala y adúltera requiere una señal: no le será dada otra que la del profeta Jonás.

40 Pues así como Jonás estuvo en el vientre del pez tres días y tres noches, así también el Hijo del hombre estará en el seno de la tierra tres días y tres noches [9994] .

41 Los ninivitas se levantarán, en el día del juicio, con esta raza y la condenarán, porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás; ahora bien, hay aquí más que Jonás.

42 La reina del Mediodía [9995] se levantará, en el juicio, con la generación ésta y la condenará, porque vino de las extremidades de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón; ahora bien, hay aquí más que Salomón”.

La estrategia de Satanás.

43 “Cuando el espíritu inmundo ha salido del hombre, recorre los lugares áridos, buscando reposo, pero no lo halla.

44 Entonces se dice: “Voy a volver a mi casa, de donde salí”. A su llegada, la encuentra desocupada, barrida y adornada.

45 Entonces se va a tomar consigo otros siete espíritus aun más malos que él; entran y se aposentan allí, y el estado último de ese hombre viene a ser peor que el primero. Así también acaecerá a esta raza perversa”.

Los parientes de Cristo.

46 Mientras Él todavía hablaba a las multitudes, he ahí que su madre y sus hermanos [9996] estaban fuera buscando hablarle.

47 Díjole alguien: “Mira, tu madre y tus hermanos están de pie afuera buscando hablar contigo” [9997] .

48 Mas Él respondió al que se lo decía: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?”

49 Y extendiendo la mano hacia sus discípulos, dijo: “He aquí a mi madre y mis hermanos.

50 Quienquiera que hace la voluntad de mi Padre celestial, éste es mi hermano, hermana o madre”.

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Mateo 13

Parábola del sembrador.

1 En aquel día, Jesús salió de casa y se sentó a la orilla del mar [9998] .

2 Y se reunieron junto a Él muchedumbres tan numerosas, que hubo de entrar en una barca y sentarse, mientras que toda la gente se colocaba sobre la ribera.

3 Y les habló muchas cosas en parábolas [9999] diciendo: “He ahí que el sembrador salió a sembrar.

4 Y, al sembrar, unas semillas cayeron a lo largo del camino, y los pájaros vinieron y las comieron.

5 Otras cayeron en lugares pedregosos, donde no tenían mucha tierra, y brotaron en seguida por no estar hondas en la tierra.

6 Y cuando el sol se levantó, se abrasaron, y no teniendo raíz, se secaron.

7 Otras cayeron entre abrojos, y los abrojos, creciendo, las ahogaron.

8 Otras cayeron sobre tierra buena, y dieron fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta.

9 ¡Quien tiene oídos, oiga! [10000]

10 Aproximáronse sus discípulos y le dijeron: “¿Por qué les hablas en parábolas?”

11 Respondióles y dijo: “A vosotros es dado conocer los misterios del reino de los cielos, pero no a ellos.

12 Porque a quien tiene, se le dará y tendrá abundancia; y al que no tiene, aún lo que tiene le será quitado [10001] .

13 Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni comprenden.

14 Para ellos se cumple esa profecía de Isaías: “Oiréis pero no comprenderéis, veréis y no conoceréis [10002] .

15 Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, y sus oídos oyen mal, y cierran los ojos, de miedo que vean con sus ojos, y oigan con sus oídos, y comprendan con su corazón, y se conviertan, y Yo los sane”.

16 Pero vosotros, ¡felices de vuestros ojos porque ven, vuestros oídos porque oyen!

17 En verdad, os digo, muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; oír lo que vosotros oís y no lo oyeron”.

18 “Escuchad pues, vosotros la parábola del sembrador.

19 Sucede a todo el que oye la palabra del reino y no la comprende [10003] , que viene el maligno y arrebata lo que ha sido sembrado en su corazón: éste es el sembrado a lo largo del camino.

20 El sembrado en pedregales, éste es el hombre que, oyendo la palabra, en seguida la recibe con alegría;

21 pero no teniendo raíz en sí mismo, es de corta duración, y cuando llega la tribulación o la persecución por causa de la palabra, al punto se escandaliza.

22 El sembrado entre los abrojos, éste es el hombre que oye la palabra, pero la preocupación de este siglo y el engaño de las riquezas sofocan la palabra, y ella queda sin fruto.

23 Pero el sembrado en tierra buena, éste es el hombre que oye la palabra y la comprende [10004] : él sí que fructifica y produce ya ciento, ya sesenta, ya treinta”.

Parábola de la cizaña [10005] .

24 Otra parábola les propuso, diciendo: “El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró grano bueno en su campo.

25 Pero, mientras la gente dormía, vino su enemigo, sobresembró cizaña entre el trigo, y se fue.

26 Cuando brotó, pues, la hierba y dio grano, apareció también la cizaña.

27 Y fueron los siervos al dueño de casa y le dijeron: “Señor ¿no sembraste grano bueno en tu campo? ¿Cómo, entonces, tiene cizaña?”

28 Les respondió: “Algún enemigo ha hecho esto”. Le preguntaron: “¿Quieres que vayamos a recogerla?”

29 Mas él respondió: “No, no sea, que al recoger la cizaña, desarraiguéis también el trigo.

30 Dejadlos crecer juntamente hasta la siega. Y al momento de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y al trigo juntadlo en mi granero” [10006] .

Parábola del grano de mostaza.

31 Les propuso esta otra parábola: “El reino de los cielos es semejante a un grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo [10007] .

32 Es el más pequeño de todos los granos, pero cuando ha crecido es más grande que las legumbres, y viene a ser un árbol, de modo que los pájaros del cielo llegan a anidar en sus ramas”.

Parábola de la levadura.

33 Otra parábola les dijo: “El reino de los cielos es semejante a la levadura, que una mujer tomó y escondió [10008] en tres medidas de harina, hasta que todo fermentó”.

34 Todo esto, lo decía Jesús a las multitudes en parábolas, y nada les hablaba sin parábola,

35 para que se cumpliese lo que había sido dicho por medio del profeta: “Abriré mis labios en parábolas; narraré cosas escondidas desde la fundación del mundo” [10009] .

Interpretación de la parábola de la cizaña.

36 Entonces, despidió a la multitud y volvió a la casa. Y los discípulos se acercaron a Él y dijeron: “Explícanos la parábola de la cizaña del campo”.

37 Respondióles y dijo: “El que siembra la buena semilla, es el Hijo del hombre.

38 El campo es el mundo. La buena semilla, ésos son los hijos del reino. La cizaña son los hijos del maligno.

39 El enemigo que la sembró es el diablo. La siega es la consumación del siglo. Los segadores son los ángeles.

40 De la misma manera que se recoge la cizaña y se la echa al fuego, así será en la consumación del siglo.

41 El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y recogerán de su reino todos los escándalos, y a los que cometen la iniquidad,

42 y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes.

43 Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. ¡Quien tiene oídos, oiga!

Parábolas del tesoro escondido, de la perla y de la red.

44 “El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido [10010] en un campo; un hombre, habiéndolo descubierto, lo volvió a esconder, y en su gozo fue y vendió todo lo que tenía, y compró aquel campo.

45 También, el reino de los cielos es semejante a un mercader en busca de perlas finas [10011] .

46 Habiendo encontrado una de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró.

47 También es semejante el reino de los cielos a una red [10012] que se echó en el mar y que recogió peces de toda clase.

48 Una vez llena, la tiraron a la orilla, y sentándose juntaron los buenos en canastos, y tiraron los malos.

49 Así será en la consumación del siglo. Saldrán los ángeles y separarán a los malos de en medio de los justos [10013] ,

50 y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes.

51 ¿Habéis entendido todo esto? [10014] ” Le dijeron: “Sí”.

52 Entonces, les dijo: “Así todo escriba que ha llegado a ser discípulo del reino de los cielos, es semejante al dueño de casa que saca de su tesoro lo nuevo y lo viejo”.

Jesús predicando en Nazaret.

53 Y cuando Jesús hubo acabado estas parábolas, partió de este lugar,

54 y fue a su patria [10015] , y les enseñaba en la sinagoga de ellos; de tal manera que estaban poseídos de admiración y decían: “¿De dónde tiene Éste la sabiduría esa y los milagros?

55 ¿No es Éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas?

56 ¿Y sus hermanas no están todas entre nosotros? Entonces, ¿de dónde le viene todo esto?”

57 Y se escandalizaban de Él [10016] . Mas Jesús les dijo: “Un profeta no está sin honor sino en su país y en su familia”.

58 Y no hizo allí muchos milagros, a causa de su falta de fe.

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Mateo 14

Muerte del Bautista.

1 En aquel tiempo, Herodes el tetrarca [10017] oyó hablar de Jesús,

2 y dijo a sus servidores: “Este es Juan el Bautista, que ha resucitado de entre los muertos, y por eso las virtudes operan en él”.

3 Porque Herodes había prendido a Juan, encadenándolo y puesto en prisión, a causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo [10018] .

4 Pues Juan le decía: “No te es permitido tenerla”.

5 Y quería quitarle la vida, pero temía al pueblo, que lo consideraba como profeta.

6 Mas en el aniversario del nacimiento de Herodes, la hija de Herodías danzó en medio de los convidados y agradó a Herodes,

7 quien le prometió, con juramento, darle lo que pidiese.

8 Y ella instruida por su madre: “Dame aquí, dijo, sobre un plato, la cabeza de Juan el Bautista”.

9 A pesar de que se afligió el rey, en atención a su juramento, y a los convidados, ordenó que se le diese [10019] .

10 Envió, pues, a decapitar a Juan en la cárcel.

11 Y la cabeza de éste fue traída sobre un plato, y dada a la muchacha, la cual la llevó a su madre.

12 Sus discípulos vinieron, se llevaron el cuerpo y lo sepultaron; luego fueron a informar a Jesús.

Primera multiplicación de los panes.

13 Jesús, habiendo oído esto, se retiró de allí en barca, a un lugar desierto, a solas. Las muchedumbres, al saberlo, fueron a pie, de diversas ciudades, en su busca.

14 Y cuando desembarcó, vio un gran gentío; y teniendo compasión de ellos, les sanó a los enfermos.

15 Como venía la tarde, sus discípulos se llegaron a Él diciendo: “Este lugar es desierto, y la hora ya ha pasado. Despide, pues, a la gente, para que vaya a las aldeas a comprarse comida”.

16 Mas Jesús les dijo: “No necesitan irse; dadles vosotros de comer”.

17 Ellos le dijeron: “No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces”.

18 Díjoles: “Traédmelos acá”.

19 Y habiendo mandado que las gentes se acomodasen sobre la hierba, tomó los cinco panes y los dos peces, mirando al cielo los bendijo [10020] y, habiendo partido los panes, los dio a los discípulos y los discípulos a las gentes.

20 Y comieron todos y se saciaron y alzaron lo sobrante de los trozos, doce canastos llenos.

21 Y eran los que comieron cinco mil varones, sin contar mujeres y niños.

22 En seguida obligó a sus discípulos a reembarcarse, precediéndole, a la ribera opuesta, mientras Él despedía a la muchedumbre.

Jesús camina sobre las aguas.

23 Despedido que hubo a las multitudes, subió a la montaña para orar aparte, y caída ya la tarde, estaba allí solo [10021] .

24 Mas, estando la barca muchos estadios lejos de la orilla, era combatida por las olas, porque el viento era contrario.

25 Y a la cuarta vigilia de la noche vino a ellos, caminando sobre el mar.

26 Mas los discípulos viéndolo andar sobre el mar, se turbaron diciendo: Es un fantasma; y en su miedo, se pusieron a gritar.

27 Pero en seguida les habló Jesús y dijo: “¡Animo! soy Yo. No temáis”.

28 Entonces, respondió Pedro y le dijo: “Señor, si eres Tú, mándame ir a Ti sobre las aguas”.

29 Él le dijo: “¡Ven!”. Y Pedro saliendo de la barca, y andando sobre las aguas, caminó hacia Jesús.

30 Pero, viendo la violencia del viento, se amedrentó, y como comenzase a hundirse, gritó: “¡Señor, sálvame!”

31 Al punto Jesús tendió la mano, y asió de él diciéndole: “Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?”

32 Y cuando subieron a la barca, el viento se calmó.

33 Entonces los que estaban en la barca se prosternaron ante Él diciendo: “Tú eres verdaderamente el Hijo de Dios”.

34 Y habiendo hecho la travesía, llegaron a la tierra de Genesaret.

35 Los hombres del lugar, apenas lo reconocieron, enviaron mensajes por toda la comarca, y le trajeron todos los enfermos.

36 Y le suplicaban los dejara tocar tan solamente la franja de su vestido, y todos los que tocaron, quedaron sanos.

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Mateo 15

Controversias con los fariseos.

1 Entonces se acercaron a Jesús algunos fariseos y escribas venidos de Jerusalén, los cuales le dijeron [10022] :

2 “¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de los antepasados?, ¿por qué no se lavan las manos antes de comer?”

3 Él les respondió y dijo: “Y vosotros ¿por qué traspasáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición? [10023]

4 Dios ha dicho: “Honra a ni padre y a ni madre”, y: “El que maldice a su padre o a su madre, sea condenado a muerte” [10024] .

5 Vosotros, al contrario, decís: “Cualquiera que diga a su padre o a su madre: “Es ofrenda (para el Templo) aquello con lo cual yo te podría haber socorrido,

6 –no tendrá que honrar a su padre o a su madre”. Y vosotros habéis anulado la palabra de Dios por vuestra tradición [10025] .

7 Hipócritas, con razón Isaías profetizó de vosotros diciendo:

8 “Este pueblo con los labios me honra, pero su corazón está lejos de Mí.

9 En vano me rinden culto, pues que enseñan doctrinas que son mandamientos de hombres” [10026] .

10 Y habiendo llamado a la multitud, les dijo: “¡Oíd y entended!

11 No lo que entra en la boca mancha al hombre; sino lo que sale de la boca, eso mancha al hombre”.

12 Entonces sus discípulos vinieron a Él y le dijeron: “¿Sabes que los fariseos, al oír aquel dicho, se escandalizaron?”

13 Les respondió: “Toda planta que no haya plantado mi Padre celestial, será arrancada [10027] .

14 Dejadlos: son ciegos que guían a ciegos. Si un ciego guía a otro ciego, caerán los dos en el hoyo”.

15 Pedro, entonces, le respondió y dijo: “Explícanos esa parábola”.

16 Y dijo Jesús: “¿Todavía estáis vosotros también faltos de entendimiento?

17 ¿No sabéis que todo lo que entra en la boca, pasa al vientre y se echa en lugar aparte?

18 Pero lo que sale de la boca, viene del corazón, y eso mancha al hombre.

19 Porque del corazón salen pensamientos malos, homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias.

20 He aquí lo que mancha al hombre; mas el comer sin lavarse las manos, no mancha al hombre”.

La cananea.

21 Partiendo de este lugar, se retiró Jesús a la región de Tiro y de Sidón.

22 Y he ahí que una mujer cananea venida de ese territorio, dio voces diciendo: “¡Ten piedad de mí, Señor, Hijo de David! Mi hija está atormentada por un demonio”.

23 Pero Él no le respondió nada. Entonces los discípulos, acercándose, le rogaron: “Despídela, porque nos persigue con sus gritos”.

24 Mas Él respondió y dijo: “No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel” [10028] .

25 Ella, no obstante, vino a prosternarse delante de Él y dijo: “¡Señor, socórreme!”

26 Mas Él respondió: “No está bien tomar el pan de los hijos para echarlo a los perros”.

27 Y ella dijo: “Sí, Señor, pero los perritos también comen las migajas que caen de la mesa de sus dueños”.

28 Entonces Jesús respondiendo le dijo: “Oh mujer, grande es tu fe; hágasete como quieres”. Y su hija quedó sana, desde aquel momento.

29 Partiendo de allí, Jesús llegó al mar de Galilea, subió a la montaña y se sentó.

30 Y vinieron a Él turbas numerosas, llevando cojos, lisiados, ciegos, mudos y muchos otros, y los pusieron a sus pies, y Él los sanó [10029] .

31 De modo que el gentío estaba maravillado al ver los mudos hablando, sanos los lisiados, cojos que caminaban, ciegos que veían; y glorificaba al Dios de Israel.

Segunda multiplicación de los panes.

32 Entonces, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: “Me da lástima de estas gentes, porque hace ya tres días que no se apartan de Mí, y ya no tienen qué comer. No quiero despedirlas en ayunas, no sea que les falten las fuerzas en el camino”.

33 Los discípulos le dijeron: “¿De dónde procurarnos en este desierto pan suficiente para saciar a una multitud como ésta?”

34 Jesús les preguntó: “¿Cuántos panes tenéis?” Respondieron: “Siete, y algunos pececillos”.

35 Entonces mandó a la gente acomodarse en tierra.

36 Luego tomó los siete panes y los peces, dio gracias, los partió y los dio a los discípulos, y los discípulos a la gente.

37 Y todos comieron y se saciaron, y levantaron lo sobrante de los pedazos, siete canastos llenos.

38 Y los que comieron eran como cuatro mil hombres, sin contar mujeres y niños.

39 Después que despidió a la muchedumbre, se embarcó, y vino al territorio de Magadán [10030] .

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Mateo 16

Los fariseos Y saduceos piden un milagro.

1 Acercáronse los fariseos y saduceos y, para ponerlo a prueba le pidieron que les hiciese ver alguna señal del cielo.

2 Mas Él les respondió y dijo: “Cuando ha llegado la tarde, decís: Buen tiempo, porque el cielo está rojo”,

3 y a la mañana: “Hoy habrá tormenta, porque el cielo tiene un rojo sombrío”. Sabéis discernir el aspecto del cielo, pero no las señales de los tiempos [10031] .

4 Una generación mala y adúltera requiere una señal: no le será dada otra que la del profeta Jonás”. Y dejándolos, se fue.

Levadura de hipocresía.

5 Los discípulos, al ir a la otra orilla, habían olvidado de llevar panes.

6 Y Jesús les dijo: “Mirad y guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos”.

7 Ellos dentro de sí discurrían diciendo: “Es que no hemos traído panes”.

8 Mas Jesús lo conoció y dijo: “Hombres de poca fe; ¿que andáis discurriendo dentro de vosotros mismos que no tenéis panes?

9 ¿No entendéis todavía, ni recordáis los cinco panes de los cinco mil, y cuántos canastos recogisteis?

10 ¿Ni los siete panes de los cuatro mil, y cuántos canastos recogisteis?

11 ¿Cómo no entendéis que no de los panes os quería hablar al deciros: “Guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos?”

12 Entonces, comprendieron que no había querido decir que se guardasen de la levadura de los panes [10032] , sino de la doctrina de los fariseos y saduceos.

Jesús en Cesárea de Filipo. Primado de Pedro.

13 Y llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo [10033] , propuso esta cuestión a sus discípulos: “¿Quien dicen los hombres que es el Hijo del hombre?”

14 Respondieron: “Unos dicen que es Juan el Bautista, otros Elías, otros Jeremías o algún otro de los profetas”.

15 Díjoles: “Y según vosotros, ¿quien soy Yo?”

16 Respondiole Simón Pedro y dijo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo”.

17 Entonces Jesús le dijo: “Bienaventurado eres, Simón Bar-Yoná, porque carne y sangre no te lo reveló, sino mi Padre celestial.

18 Y Yo, te digo que tú eres Pedro [10034] , y sobre esta piedra edificare mi Iglesia, y las puertas del abismo no prevalecerán contra ella.

19 A ti te daré las llaves del reino de los cielos: lo que atares sobre la tierra, estará atado en los cielos, lo que desatares sobre la tierra, estará desatado en los cielos”.

20 Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a nadie que Él era el Cristo [10035] .

Anuncio de la pasión.

21 Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que Él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas, y ser condenado a muerte y, resucitar al tercer día.

22 Mas Pedro, tomándolo aparte, se puso a reconvenirle, diciendo: “¡Lejos de Ti, Señor! Esto no te sucederá por cierto”.

23 Pero Él volviendose, dijo a Pedro: “¡Quítateme de delante, Satanás! ¡Un tropiezo eres para Mí, porque no sientes las cosas de Dios, sino las de los hombres!” [10036] .

¡Renunciarse!

24 Entonces [10037] , dijo a sus discípulos: “Si alguno quiere seguirme, renúnciese a sí mismo, y lleve su cruz y siga tras de Mí.

25 Porque el que quisiere salvar su alma, la perderá; y quien pierda su alma por mi causa, la hallará.

26 Porque ¿de que sirve al hombre, si gana el mundo entero, mas pierde su alma? ¿O que podrá dar el hombre a cambio de su alma?

27 Porque el Hijo del hombre ha de venir, en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces dará a cada uno según sus obras.

28 En verdad, os digo, algunos de los que están aquí no gustarán la muerte sin que hayan visto al Hijo del hombre viniendo en su Reino” [10038] .

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Mateo 17

Transfiguración del Señor.

1 Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan su hermano, y los llevó aparte, sobre un alto monte.

2 Y se transfiguró delante de ellos: resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz.

3 Y he ahí que se les aparecieron Moisés y Elías [10039] , que hablaban con Él.

4 Entonces, Pedro habló y dijo a Jesús: “Señor, bueno es que nos quedemos aquí. Si quieres, levantaré aquí tres tiendas, una para Ti, una para Moisés, y otra para Elías”.

5 No había terminado de hablar cuando una nube luminosa vino a cubrirlos, y una voz se hizo oír desde la nube que dijo: “Este es mi Hijo, el Amado, en quien me complazco; escuchadlo [10040] a Él”.

6 Y los discípulos, al oírla, se prosternaron, rostro en tierra, poseídos de temor grande.

7 Mas Jesús se aproximó a ellos, los tocó y les dijo: “Levantaos; no tengáis miedo”.

8 Y ellos, alzando los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo.

La venida de Elías.

9 Y cuando bajaban de la montaña, les mandó Jesús diciendo: “No habléis a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos”.

10 Los discípulos le hicieron esta pregunta: “¿Por qué, pues, los escribas dicen que Elías debe venir primero?”

11 Él les respondió y dijo: “Ciertamente, Elías vendrá y restaurará todo [10041] .

12 Os declaro, empero, que Elías ya vino, pero no lo conocieron, sino que hicieron con él cuento quisieron. Y así el mismo Hijo del hombre tendrá que padecer de parte de ellos”.

13 Entonces los discípulos cayeron en la cuenta que les hablaba con relación a Juan el Bautista.

Curación de un lunático.

14 Cuando llegaron adonde estaba la gente, un hombre se aproximó a Él, y, doblando la rodilla, le dijo:

15 “Señor, ten piedad de mi hijo, porque es lunático y esta muy mal; pues muchas veces cae en el fuego y muchas en el agua.

16 Lo traje a tus discípulos, y ellos no han podido sanarlo”.

17 Respondióle Jesús y dijo: “Oh raza incrédula y perversa, ¿hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os habré de soportar? Traédmelo acá”.

18 Increpóle Jesús, y el demonio salió de él, y el niño quedó sano desde aquella hora.

19 Entonces los discípulos se llegaron a Jesús, aparte, y le dijeron: “¿Por qué nosotros no hemos podido lanzarlo?”

20 Les dijo: “Por vuestra falta de fe [10042] . Porque en verdad os digo: Que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diríais a esta montaña: “Pásate de aquí, allá”, y se pasaría, y no habría para vosotros cosa imposible”.

21 [En cuanto a esta ralea, no se va sino con oración y ayuno].

Nuevo anuncio de la pasión.

22 Y yendo juntos por Galilea, Jesús les dijo: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres;

23 y lo harán morir, y al tercer día resucitará”. Y se entristecieron en gran manera.

El tributo del templo.

24 Cuando llegaron a Cafarnaúm acercáronse a Pedro los que cobraban las didracmas y dijeron: “¿No paga vuestro Maestro las dos dracmas?”

25 Respondió: “Sí”. Y cuando llegó a la casa, Jesús se anticipó a decirle: “Qué te parece, Simón: los reyes de la tierra ¿de quién cobran las tasas o tributo, de sus hijos o de los extraños?”

26 Respondió: “De los extraños”. Entonces Jesús le dijo: “Así, pues, libres son los hijos.

27 Sin embargo, para que no los escandalicemos, ve al mar a echar el anzuelo, y el primer pez que suba, sácalo, y abriéndole la boca encontrarás un estatero. Tómalo y dáselo por Mí y por ti”.

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Mateo 18

El mayor en el reino de los cielos.

1 En aquel tiempo, los discípulos se llegaron a Jesús y le preguntaron: “En conclusión, ¿quién es el mayor en el reino de los cielos?” [10043]

2 Entonces, Él llamó a sí a un niño, lo puso en medio de ellos,

3 y dijo: “En verdad, os digo, si no volviereis a ser como los niños [10044] , no entraréis en el reino de los cielos.

4 Quien se hiciere pequeño como este niñito, ése es el mayor en el reino de los cielos.

5 Y quien recibe en mi nombre a un niño como éste, a Mí me recibe [10045] ”.

El escándalo.

6 “Pero quien encandalizare a uno solo de estos pequeños que creen en Mí, más le valdría que se le suspendiese al cuello una piedra de molino de las que mueve un asno, y que fuese sumergido en el abismo del mar.

7 ¡Ay del mundo por los escándalos [10046] ! Porqué forzoso es que vengan escándalos, pero ¡ay del hombre por quien el escándalo viene!

8 Si tu mano o tu pie [10047] te hace tropezar, córtalo y arrójalo lejos de ti. Más te vale entrar en la vida manco o cojo, que ser, con tus dos manos o tus dos pies, echado en el fuego eterno.

9 Y si tu ojo te hace tropezar, sácalo y arrójalo lejos de ti. Más te vale entrar en la vida con un solo ojo, que ser, con tus dos ojos, arrojado en la gehenna del fuego.

10 Guardaos de despreciar a uno solo de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente la faz de mi Padre celestial [10048] .

11 [Porque el Hijo del hombre ha venido a salvar lo que estaba perdido] [10049] ”.

Valor de un Alma.

12 “¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y una de ellas se llega a descarriar, ¿no dejara sobre las montañas las noventa y nueve, para ir en busca de la que se descarrió?

13 Y si llega a encontrarla, en verdad, os digo, tiene mas gozo por ella que por las otras noventa y nueve, que no se descarriaron.

14 De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno de estos pequeños” [10050] .

Corrección fraterna.

15 “Si tu hermano peca [contra ti] [10051] repréndelo entre ti y él solo; si te escucha, habrás ganado a tu hermano.

16 Si no te escucha toma todavía contigo un hombre o dos, para que por boca de dos testigos o tres conste toda palabra.

17 Si a ellos no escucha, dilo a la Iglesia. Y si no escucha tampoco a la Iglesia [10052] , sea para ti como un pagano y como un publicano.

18 En verdad, os digo, todo lo que atareis sobre la tierra, será atado en el cielo, y todo lo que desatareis sobre la tierra, será desatado en el cielo” [10053] .

19 “De nuevo, en verdad, os digo, si dos de entre vosotros [10054] sobre la tierra se concertaren acerca de toda cosa que pidan, les vendrá de mi Padre celestial.

20 Porque allí donde dos o tres están reunidos por causa mía, allí estoy Yo en medio de ellos [10055] ”.

El Siervo sin entrañas.

21 Entonces Pedro le dijo: “Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí y le perdonaré? ¿Hasta siete veces?”

22 Jesús le dijo: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete [10056] .

23 Por eso el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos.

24 Y cuando comenzó a ajustarlas, le trajeron a uno que le era deudor de diez mil talentos [10057] .

25 Como no tenía con qué pagar, mandó el Señor que lo vendiesen a él, a su mujer y a sus hijos y todo cuanto tenía y se pagase la deuda.

26 Entonces arrojándose a sus pies el siervo, postrado, le decía: “Ten paciencia conmigo, y te pagaré todo”

27 Movido a compasión el amo de este siervo, lo dejó ir y le perdonó la deuda.

28 Al salir, este siervo encontró a uno de sus compañeros, que le debía cien denarios [10058] , y agarrandolo, lo sofocaba y decía: “Paga lo que debes”.

29 .Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba y decía: “Ten paciencia conmigo y te pagare”.

30 Mas él no quiso, y lo echó a la cárcel, hasta que pagase la deuda.

31 Pero, al ver sus compañeros lo ocurrido, se contristaron sobremanera y fueron y contaron al amo todo lo que había sucedido.

32 Entonces lo llamó su señor y le dijo: “Mal siervo, yo te perdoné toda aquella deuda como me suplicaste.

33 ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, puesto que yo me compadecí de ti?”

34 Y encolerizado su señor, lo entregó a los verdugos hasta que hubiese pagado toda su deuda.

35 Esto hará con vosotros mi Padre celestial si no perdonáis de corazón cada uno a su hermano [10059] ”.

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IV. MINISTERIO DE JESÚS EN JUDEA

(19,1 – 25,46)

Mateo 19

Indisolubilidad del matrimonio.

1 Cuando Jesús hubo acabado estos discursos partió de Galilea, y fue al territorio de Judea, más allá del Jordán.

2 Le siguieron muchas gentes, y las sanó allí.

3 Entonces, algunos fariseos, queriendo tentarlo, se acercaron a Él y le dijeron: “¿Es permitido al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?”

4 Él respondió y dijo: “¿No habéis leído que el Creador, desde el principio, “varón y mujer los hizo? [10060]

5 y dijo: “Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne”.

6 “De modo que ya no son dos, sino una carne. ¡Pues bien! ¡Lo que Dios juntó, el hombre no lo separe!”

7 Dijéronle: “Entonces ¿por qué Moisés prescribió dar libelo de repudio y despacharla?”

8 Respondióles: “A causa de la dureza de vuestros corazones, os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así.

9 Mas Yo os digo, quien repudia a su mujer salvo el caso de adulterio, y se casa con otra, comete adulterio, y el que se casa con una repudiada, comete adulterio”.

10 Dijéronle sus discípulos: “Si tal es la condición del hombre con la mujer, no conviene casarse”.

11 Pero Él les respondió: “No todos pueden comprender esta palabra, sino solamente aquellos a quienes es dado.

12 Porque hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos hechos por los hombres, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el reino de los cielos. El que pueda entender, entienda” [10061] .

Privilegios de los niños.

13 Entonces le fueron presentados unos niños para que pusiese las manos sobre ellos, y orase (por ellos); pero los discípulos los reprendieron.

14 Mas Jesús les dijo: “Dejad a los niños venir a Mí, y no se lo impidáis, porque de los tales es el reino de los cielos” [10062] .

15 Y les impuso las manos y después partió de allí.

El joven rico.

16 Y he ahí que uno, acercándose a Él, le preguntó: “Maestro, ¿qué de bueno he de hacer para obtener la vida eterna?”

17 Respondióle: “¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? [10063] Uno solo es el bueno. Mas, si quieres entrar en la vida, observa los mandamientos”.

18 “¿Cuáles?”, le replicó. Jesús le dijo: “No matarás; no cometerás adulterio; no robarás; no darás falso testimonio;

19 honra a tu padre y a tu madre, y: amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

20 Díjole entonces el joven. “Todo esto he observado; ¿qué me falta aún?”

21 Jesús le contestó: “Si quieres ser perfecto, vete a vender lo que posees, y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; y ven, sígueme”.

22 Al oír esta palabra, el joven se fue triste, porque tenía grandes bienes.

Peligros de las riquezas.

23 Después dijo Jesús a sus discípulos: “En verdad, os digo: Un rico difícilmente entrará en el reino de los cielos.

24 Y vuelvo a deciros que más fácil es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios”.

25 Al oír esto, los discípulos se asombraron en gran manera y le dijeron: “¿Quién pues podrá salvarse?”

26 Mas Jesús, fijando los ojos en ellos, les dijo: “Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible” [10064] .

Recompensa del seguimiento de Jesús.

27 Entonces Pedro respondió diciéndole: “Tú lo ves, nosotros hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿que nos espera?”

28 Jesús les dijo: “En verdad, os digo, vosotros que me habéis seguido, en la regeneración [10065] , cuando el Hijo del hombre se siente sobre su trono glorioso, os sentaréis, vosotros también, sobre doce tronos, y juzgaréis a las doce tribus de Israel.

29 Y todo el que dejare casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o mujer, o hijos, o campos por causa de mi nombre [10066] , recibirá el céntuplo y heredará la vida eterna.

30 Y muchos primeros serán postreros, y (muchos) postreros, primeros”.

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Mateo 20

Parábola de los obreros de la viña.

1 “Porque el reino de los cielos es semejante a un padre de familia, que salió muy de mañana a contratar obreros para su viña [10067] .

2 Habiendo convenido con los obreros en un denario por día, los envió a su viña.

3 Salió luego hacia la hora tercera, vio a otros que estaban de pie, en la plaza, sin hacer nada.

4 Y les dijo: “Id vosotros también a mi viña, y os daré lo que sea justo”.

5 Y ellos fueron. Saliendo otra vez a la sexta y a la novena hora, hizo lo mismo.

6 Saliendo todavía a eso de la hora undécima, encontró otros que estaban allí, y les dijo: “¿Por qué estáis allí todo el día sin hacer nada?”

7 Dijéronle: “Porque “nadie nos ha contratado”. Les dijo: “Id vosotros también a la viña”.

8 Llegada la tarde, el dueño de la viña dijo a su mayordomo: “Llama a los obreros, y págales el jornal, comenzando por los últimos, hasta los primeros”.

9 Vinieron, pues, los de la hora undécima, y recibieron cada uno un denario.

10 Cuando llegaron los primeros, pensaron que recibirían más, pero ellos también recibieron cada uno un denario.

11 Y al tomarlo, murmuraban contra el dueño de casa,

12 y decían: “Estos últimos no han trabajado más que una hora, y los tratas como a nosotros, que hemos soportado el peso del día y el calor” [10068] .

13 Pero él respondió a uno de ellos: “Amigo, yo no te hago injuria. ¿No conviniste conmigo en un denario?

14 Toma, pues, lo que te toca, y vete. Mas yo quiero dar a este último tanto como a ti.

15 ¿No me es permitido, con lo que es mío, hacer lo que me place? ¿O has de ser tú envidioso, porque yo soy bueno?” [10069]

16 Así [10070] los últimos serán primeros, y los primeros, últimos”.

Tercer anuncio de la pasión.

17 Y subiendo Jesús a Jerusalén, tomó aparte a los doce discípulos, y les dijo en el camino:

18 “He aquí que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y escribas, y lo condenarán a muerte.

19 Y lo entregarán a los gentiles, para que lo escarnezcan, lo azoten y lo crucifiquen, pero al tercer día resucitará”.

Falsa ambición de los hijos de Zebedeo.

20 Entonces la madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Él con sus hijos, y prosternóse como para hacerle una petición [10071] .

21 Él le preguntó: “¿Qué deseas?” Contestóle ella: “Ordena que estos dos hijos míos se sienten, el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, en tu reino”.

22 Mas Jesús repuso diciendo: “No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz, que Yo he de beber?” Dijéronle: “Podemos”.

23 Él les dijo: “Mi cáliz, sí, lo beberéis; pero el sentaros a mi derecha o a mi izquierda, no es cosa mía [10072] el darlo, sino para quienes estuviere preparado por mi Padre”.

24 Cuando los diez oyeron esto, se enfadaron contra los dos hermanos.

25 Mas Jesús los llamó y dijo: “Los jefes de los pueblos, como sabéis, les hacen sentir su dominación, y los grandes sus poder [10073] .

26 No será así entre vosotros [10074] , sino al contrario: entre vosotros el que quiera ser grande se hará el servidor vuestro,

27 y el que quiera ser el primero de vosotros ha de hacerse vuestro esclavo;

28 así como el Hijo del hombre vino, no para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos

[10075] ”.

Curación de dos ciegos.

29 Cuando salieron de Jericó, le siguió una gran muchedumbre.

30 Y he ahí que dos ciegos, sentados junto al camino, oyendo que Jesús pasaba, se pusieron a gritar, diciendo: “Señor, ten piedad de nosotros, Hijo de David”.

31 La gente les reprendía para que callasen, pero ellos gritaban mas, diciendo: “Señor, ten piedad de nosotros, Hijo de David”.

32 Entonces Jesús, parándose los llamó y dijo: “¿Qué queréis que os haga?”

33 Le dijeron: “¡Señor, que se abran nuestros ojos!”.

34 Y Jesús, teniendo compasión de ellos, les tocó los ojos, y al punto recobraron la vista, y le siguieron.

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Mateo 21

Entrada triunfal en Jerusalén.

1 Cuando se aproximaron a Jerusalén, y llegaron a Betfagé [10076] , junto al Monte de los Olivos, Jesús envió a dos discípulos,

2 diciendoles: “Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y encontraréis una asna atada y un pollino con ella: desatadlos y traédmelos.

3 Y si alguno os dice algo, contestaréis que los necesita [10077] el Señor; y al punto los enviará”.

4 Esto sucedió para que se cumpliese lo que había sido dicho por el profeta:

5 “Decid a la hija de Sión [10078] : He ahí que tu rey viene a ti, benigno y montado sobre una asna y un pollino, hijo de animal de yugo”.

6 Los discípulos fueron pues, e hicieron como Jesús les había ordenado:

7 trajeron la asna y el pollino, pusieron sobre ellos sus mantos, y Él se sentó encima.

8 Una inmensa multitud de gente extendía sus mantos sobre el camino, otros cortaban ramas de árboles, y las tendían por el camino.

9 Y las muchedumbres que marchaban delante de Él, y las que le seguían, aclamaban, diciendo: “¡Hosanna [10079] al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en lo más alto!”

10 Y al entrar Él en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, y decían: “¿Quién es este?”

11 Y las muchedumbres decían: “Éste es Jesús, el profeta, de Nazaret de Galilea”.

Purificación del templo.

12 Y entró Jesús en el Templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el Templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían las palomas;

13 y les dijo: “Está escrito: “Mi casa será llamada casa de oración” [10080] , mas vosotros la hacéis “cueva de ladrones”.

14 y se llegaron a Él en el Templo ciegos y tullidos, y los sanó.

15 Mas los sumos sacerdotes y los escribas, viendo los milagros que hacía, y oyendo a los niños que gritaban en el Templo y decían: “Hosanna al Hijo de David”, se indignaron,

16 y le dijeron: “¿Oyes lo que dicen éstos?” Jesús les replicó: “Sí, ¿nunca habéis leído aquello: “De la boca de los pequeñitos y de los lactantes, me prepararé alabanza?” [10081] .

17 Y dejándolos, salió de la ciudad a Betania, donde se albergó.

La higuera estéril.

18 Por la mañana, cuando volvía a la ciudad, tuvo hambre;

19 y viendo una higuera junto al camino, se acerco a ella, mas no hallo en ella sino hojas. Entonces le dijo: “¡Nunca más nazca ya fruto de ti!” Y en seguida la higuera se secó [10082] .

20 Viendo esto, los discípulos se maravillaron y dijeron: “¿Cómo al momento se secó la higuera?”

21 Y Jesús les dijo: “En verdad, os digo, si tenéis fe, y no dudáis, no solamente haréis lo de la higuera, sino que si decís a esta montaña: “Quítate de ahí y échate al mar”, eso se hará [10083] .

22 Y todo lo que pidiereis con fe, en la oración, lo obtendréis”.

Controversia con los sumos sacerdotes y ancianos.

23 Llegado al Templo, se acercaron a Él, mientras enseñaba, los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo y le dijeron: “¿Con qué autoridad haces esto, y quién te ha dado ese poder?” [10084] .

24 Mas Jesús les respondió y dijo: “Yo también quiero preguntaron una cosa; si vosotros me la decís, Yo os diré a mi vez con qué autoridad hago esto:

25 El bautismo de Juan ¿de dónde era? ¿Del cielo o de los hombres?” Ellos, entonces, discurrieron así en sí mismos:

26 Si decimos: “del cielo”, nos dirá: “Entonces ¿por qué no le creísteis?” “Si decimos: “de los hombres”, hemos de temer al pueblo, porque todos tienen a Juan por profeta”.

27 Respondieron, pues, a Jesús, diciendo: “No sabemos”. Y Él les dijo: “Ni Yo tampoco os digo con qué autoridad hago esto”.

Los dos hijos desiguales.

28 “¿Qué opináis vosotros? Un hombre tenía dos hijos; fue a buscar al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar a la viña” [10085] .

29 Mas éste respondió y dijo: “Voy, Señor”, y no fue.

30 Después fue a buscar al segundo, y le dijo lo mismo. Éste contestó y dijo: “No quiero”, pero después se arrepintió y fue.

31 ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?” Respondieron: “El último”. Entonces, Jesús les dijo: “En verdad, os digo, los publicanos y las rameras entrarán en el reino de Dios antes que vosotros [10086] .

32 Porque vino Juan a vosotros, andando en camino de justicia, y vosotros no le creísteis, mientras que los publicanos y las rameras le creyeron. Ahora bien, ni siquiera después de haber visto esto, os arrepentisteis, para creerle”.

Parábola de los viñadores homicidas.

33 “Escuchad otra parábola. “Había un dueño de casa, que plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavo en ella un lagar y edificó una torre; después, la arrendó a unos viñadores, y se fue a otro país.

34 Cuando llegó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los viñadores para recibir los frutos suyos [10087] .

35 Pero los viñadores agarraron a los siervos, apalearon a éste, mataron a aquél, lapidaron a otro.

36 Entonces envió otros siervos en mayor número que los primeros; y los trataron de la misma manera.

37 Finalmente les envió su hijo, diciendo: “Respetarán a mi hijo”.

38 Pero los viñadores, viendo al hijo, se dijeron entre sí: “Éste es el heredero. Venid, matémoslo, y nos quedaremos con su herencia”.

39 Lo agarraron, lo sacaron fuera de la viña y lo mataron.

40 Cuando vuelva pues el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos viñadores?”

41 Dijeron: “Hará perecer sin piedad a estos miserables, y arrendará la viña a otros viñadores, que le paguen los frutos a su tiempo”.

42 y díjoles Jesús: “¿No habéis leído nunca en las Escrituras: “La piedra que desecharon los que edificaban, esa ha venido a ser cabeza de esquina; el Señor es quien hizo esto, y es un prodigio a nuestros ojos?” [10088] .

43 Por eso os digo: El reino de Dios os será quitado, y dado a gente que rinda sus frutos.

44 Y quien cayere sobre esta piedra, se hará pedazos; y a aquel sobre quien ella cayere, lo hará polvo”.

45 Los sumos sacerdotes y los fariseos, oyendo sus parábolas, comprendieron que de ellos hablaba.

46 Y trataban de prenderlo, pero temían a las multitudes porque éstas lo tenían por profeta.

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Mateo 22

Parábola del banquete nupcial.

1 Respondiendo Jesús les habló de nuevo en parábolas, y dijo:

2 “El reino de los cielos es semejante a un rey que celebró las bodas de su hijo.

3 Y envió a sus siervos a llamar a los convidados a las bodas, mas ellos no quisieron venir.

4 Entonces envió a otros siervos, a los cuales dijo: “Decid a los convidados: Tengo preparado mi banquete; mis toros y animales cebados han sido sacrificados ya, y todo está a punto: venid a las bodas”.

5 Pero, sin hacerle caso, se fueron el uno a su granja, el otro a sus negocios. 6 Y los restantes agarraron a los siervos, los ultrajaron y los mataron.

7 El rey, encolerizado, envió sus soldados, hizo perecer a aquellos homicidas, y quemó su ciudad.

8 Entonces dijo a sus siervos: “Las bodas están preparadas, mas los convidados no eran dignos.

9 Id, pues, a las encrucijadas de los caminos, y a todos cuantos halléis, invitadlos a las bodas”.

10 Salieron aquellos siervos a los caminos, y reunieron a todos cuantos hallaron, malos y buenos, y la sala de las bodas quedó llena de convidados.

11 Mas cuando el rey entró para ver a los comensales, notó a un hombre que no estaba vestido con el traje de boda.

12 Díjole: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin tener el traje de boda?” Y él enmudeció.

13 Entonces el rey dijo a los siervos: “Atadlo de pies y manos, y arrojadlo a las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes.

14 Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos” [10089] .

La cuestión del tributo.

15 Entonces los fariseos se fueron y deliberaron cómo le sorprenderían en alguna palabra.

16 Le enviaron, pues, sus discípulos con los herodianos, a decirle: “Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios con verdad, sin miedo a nadie, porque no miras a la persona de los hombres.

17 Dinos, pues, lo que piensas: ¿es lícito pagar tributo al César [10090] o no?”

18 Mas Jesús, conociendo su malicia, repuso: “Hipócritas, ¿por qué me tentáis?

19 Mostradme la moneda del tributo”. Y le presentaron un denario.

20 Preguntóles: “¿De quien es esta figura y la leyenda?”

21 Le respondieron: “del César”. Entonces les dijo: “Dad, pues, al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” [10091] .

22 Oyendo esto, quedaron maravillados, y dejándolo se fueron.

Los saduceos y la resurrección.

23 En aquel día, algunos saduceos, los cuales dicen que no hay resurrección, se acercaron a Él, y le propusieron esta cuestión:

24 “Maestro, Moisés ha dicho: ‘Si alguno muere sin tener hijos, su hermano se casará con la cuñada, y suscitará prole a su hermano’ [10092] .

25 Ahora bien, había entre nosotros siete hermanos. El primero se casó y murió; y como no tuviese descendencia, dejó su mujer a su hermano.

26 Sucedió lo mismo con el segundo, y con el tercero, hasta el séptimo.

27 Después de todos murió la mujer.

28 En la resurrección, pues, ¿de cuál de los siete será mujer? Porque todos la tuvieron”.

29 Respondióles Jesús y dijo: “Erráis, por no entender las Escrituras [10093] ni el poder de Dios.

30 Pues en la resurrección, ni se casan (los hombres), ni se dan (las mujeres) en matrimonio, sino que son como ángeles de Dios en el cielo.

31 Y en cuanto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os ha dicho Dios:

32 “Yo soy el Dios de Abrahán, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob”? Dios no es Dios de muertos, sino de vivientes” [10094] .

33 Al oír esto, las muchedumbres estaban poseídas de admiración por su doctrina.

El mandamiento principal.

34 Mas los fariseos, al oír que había tapado la boca a los saduceos, vinieron a reunirse junto a Él;

35 y uno de ellos, doctor de la Ley, le propuso esta cuestión para tentarlo:

36 “Maestro, ¿cuál es el mayor mandamiento de la Ley?”

37 Respondió Él: “Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, con toda tu alma, y con todo tu espíritu [10095] .

38 Éste es el mayor y primer mandamiento.

39 El segundo le es semejante: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

40 De estos dos mandamientos pende toda la Ley y los Profetas”.

El salmo 109.

41 Estando aún reunidos los fariseos, Jesús les propuso esta cuestión:

42 “¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es hijo?” Dijéronle “de David”.

43 Replicó Él “¡Cómo, entonces, David (inspirado), por el Espíritu, lo llama “Señor”, cuando dice:

44 “El Señor dijo a mi Señor: Sientate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos bajo tus pies” [10096] ?

45 Si David lo llama “Señor” ¿cómo es su hijo?

46 Y nadie pudo responderle nada, y desde ese día nadie osó más proponerle cuestiones.

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Mateo 23

Último gran discurso de Jesús en el templo: la hipocresía de los escribas y fariseos.

1 Entonces Jesús habló a las muchedumbres y a sus discípulos,

2 y les dijo: “Los escribas y los fariseos se han sentado en la cátedra de Moisés.

3 Todo lo que ellos os mandaren, hacedlo, y guardadlo; pero no hagáis como ellos, porque dicen, y no hacen.

4 Atan cargas pesadas e insoportables y las ponen sobre las espaldas de las gentes, pero ellos mismos ni con el dedo quieren moverlas.

5 Hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres; se hacen más anchas las filacterias [10097] y más grandes las franjas (de sus mantos);

6 quieren tener los primeros puestos en los banquetes y en las sinagogas,

7 ser saludados en las plazas públicas, y que los hombres los llamen: “Rabí”.

8 Vosotros, empero, no os hagáis llamar “Rabí”, porque uno solo es para vosotros el Maestro; vosotros sois todos hermanos [10098] .

9 Y tampoco llaméis padre a ninguno de vosotros sobre la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo.

10 Ni os llaméis director, porque uno solo es vuestro director: Cristo.

11 El mayor entre vosotros sea servidor de todos [10099] .

12 Quien se elevare, será abajado; y quien se abajare, será elevado [10100] ”.

13 “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque cerráis con llave ante los hombres el reino de los cielos; vosotros ciertamente no entráis; y a los que están entrando, no los dejáis entrar [10101] .

14 [¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque devoráis las casas de las viudas, y pretextáis hacer largas oraciones. Por eso recibiréis condenación más rigurosa] [10102] .

15 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito [10103] , y cuando llega a serlo, lo hacéis doblemente mas hijo de la gehenna que vosotros.

16 ¡Ay de vosotros, conductores ciegos!, que decís: “Quien jura por el Templo, nada es; mas quien jura por el oro del Templo, queda obligado”.

17 ¡Insensatos y ciegos! ¿que es más, el oro, o el Templo que santifica el oro?

18 Y: “Quien jura por el altar, nada importa; mas quien jura por la ofrenda que está sobre él, queda obligado”.

19 ¡Ciegos! ¿qué es más, la ofrenda, o el altar que hace sagrada la ofrenda?

20 Quien, pues, jura por el altar, jura por el altar y por todo lo que está sobre él.

21 Quien jura por el Templo, jura por él y por Aquel que lo habita.

22 Y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por Aquel que está sentado en el”.

23 “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, que pagáis el diezmo de la menta, del eneldo y del comino, y descuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe [10104] . Esto hay que practicar, sin omitir aquello,

24 conductores ciegos, que coláis el mosquito, y os tragáis el camello.

25 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque purificáis lo exterior de la copa y del plato, mas el interior queda lleno de rapiña y de iniquidad [10105] .

26 ¡Fariseo ciego! comienza por limpiar el interior de la copa y del plato, para que también su exterior se purifique”.

27 “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera tienen bella apariencia, pero por dentro están llenos de osamentas de muertos y de toda inmundicia [10106] .

28 Lo mismo vosotros, por fuera parecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad”.

29 “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque reedificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos;

30 y decís: “Si nosotros hubiésemos vivido en el tiempo de nuestros padres, no habríamos participado con ellos en el asesinato de los profetas”.

31 Con esto, confesáis que sois hijos de los que mataron a los profetas.

32 ¡Colmad, pues, vosotros la medida de vuestros padres!”

33 “¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo podréis escapar a la condenación de la gehenna?

34 Por eso, he aquí que Yo os envío profetas, sabios y escribas: a unos mataréis y crucificaréis, a otros azotaréis en vuestras sinagogas y los perseguiréis de ciudad en ciudad,

35 para que recaiga sobre vosotros toda la sangre inocente derramada sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo, hasta la sangre de Zacarías [10107] , hijo de Baraquías, a quien matasteis entre el santuario y el altar.

36 En verdad, os digo, todas estas cosas recaerán sobre la generación esta”.

Queja amarga de Jesús.

37 “¡Jerusalén! ¡Jerusalén! tú que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados, ¡cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus pollitos debajo de sus alas, y vosotros no habéis querido!

38 He aquí que vuestra casa os queda desierta.

39 Por eso os digo, ya no me volveréis a ver, hasta que digáis: “¡Bendito el que viene en nombre del Señor!” [10108] .

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Mateo 24

Discurso escatológico de Jesús.

1 Saliendo Jesús del Templo, íbase de allí, y sus discípulos se le acercaron para hacerle contemplar las construcciones, del Templo.

2 Entonces Él les respondió y dijo: “¿Veis todo esto? En verdad, os digo, no quedara aquí piedra sobre piedra que no sea derribada”.

3 Después, habiendo ido a sentarse en el Monte de los Olivos, se acercaron a Él sus discípulos en particular, y le dijeron: “Dinos cuándo sucederá esto, y cuál será la señal de tu advenimiento y de la consumación del siglo”.

4 Jesús les respondió diciendo: “Cuidaos que nadie os engañe [10109] .

5 Porque muchos vendrán bajo mi nombre, diciendo: “Yo soy el Cristo”, y a muchos engañarán [10110] .

6 Oiréis también hablar de guerras y rumores de guerras. ¡Mirad que no os turbéis! Esto, en efecto, debe suceder, pero no es todavía el fin [10111] .

7 Porque se levantará pueblo contra pueblo, reino contra reino, y habrá en diversos lugares hambres y pestes y terremotos.

8 Todo esto es el comienzo de los dolores”.

9 “Después os entregarán a la tribulación y os matarán y seréis odiados de todos los pueblos por causa de mi nombre.

10 Entonces se escandalizarán muchos, y mutuamente se traicionarán y se odiarán.

11 Surgirán numerosos falsos profetas, que arrastrarán a muchos al error;

12 y por efecto de los excesos de la iniquidad, la caridad de los más se enfriará [10112] .

13 Mas el que perseverare hasta el fin, ése será salvo.

14 Y esta Buena Nueva del Reino será proclamada en el mundo entero, en testimonio a todos los pueblos [10113] . Entonces vendrá el fin.

15 Cuando veáis, pues, la abominación de la desolación, predicha por el profeta Daniel [10114] , instalada en el lugar santo –el que lee, entiéndalo–,

16 entonces los que estén en Judea, huyan a las montañas;

17 quien se encuentre en la terraza, no baje a recoger las cosas de la casa;

18 quien se encuentre en el campo, no vuelva atrás para tomar su manto.

19 ¡Ay de las que estén encintas y de las que críen en aquel tiempo!

20 Rogad, pues, para que vuestra huida no acontezca en invierno ni en día de sábado [10115] .

21 Porque habrá, entonces, grande tribulación, cual no la hubo desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá más.

Falsos cristos.

22 Y si aquellos días no fueran acortados, nadie se salvaría; mas por razón de los elegidos serán acortados esos días.

23 Si entonces os dicen: “Ved, el Cristo está aquí o allá”, no lo creáis.

24 Porque surgirán falsos cristos y falsos profetas [10116] , y harán cosas estupendas y prodigios, hasta el punto de desviar, si fuera posible, aún a los elegidos [10117] .

25 ¡Mirad que os lo he predicho!

26 Por tanto, si os dicen,: “Está en el desierto”, no salgáis; “está en las bodegas”, no lo creáis.

27 Porque, así como el relámpago sale del Oriente y brilla hasta el Poniente, así será la Parusía del Hijo del Hombre.

28 Allí donde esté el cuerpo, allí se juntarán las águilas” [10118] .

Segunda venida de Cristo.

29 “Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días el sol se oscurecerá, y la luna no dará más su fulgor, los astros caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas.

30 Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre [10119] , y entonces se lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo con Poder y gloria grande.

31 Y enviará sus ángeles con trompeta de sonido grande, y juntarán a los elegidos de Él de los cuatro vientos, de una extremidad del cielo hasta la otra” [10120] .

Aprended de la higuera.

32 “De la higuera [10121] aprended esta semejanza: cuando ya sus ramas se ponen tiernas, y sus hojas brotan, conocéis que está cerca el verano.

33 Así también vosotros cuando veáis todo esto, sabed que está cerca, a las puertas.

34 En verdad, os digo, que no pasará la generación ésta [10122] hasta que todo esto suceda.

35 El cielo y la tierra pasarán, pero las palabras mías no pasarán ciertamente”.

36 “Mas en cuanto al día aquel y a la hora, nadie sabe, ni los ángeles del cielo, sino el Padre solo [10123] .

37 Y como sucedió en tiempo de Noé, así será la Parusía del Hijo del Hombre.

38 Porque así como en el tiempo que precedió al diluvio, comían, bebían, tomaban en matrimonio y daban en matrimonio, hasta el día en que entró Noé en el arca,

39 y no conocieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la Parusía del Hijo del Hombre.

40 Entonces, estarán dos en el campo, el uno será tomado, y el otro dejado;

41 dos estarán moliendo en el molino, la una será tomada y la otra dejada”.

¡Velad!

42 “Velad [10124] , pues, porque no sabéis en qué día vendrá vuestro Señor.

43 Comprended bien esto, porque si supiera el amo de casa a qué hora de la noche el ladrón había de venir, velaría ciertamente y no dejaría horadar su casa.

44 Por eso, también vosotros estad prontos, porque a la hora que no pensáis [10125] , vendrá el Hijo del Hombre.

45 ¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, a quien puso el Señor sobre su servidumbre para darles el alimento a su tiempo? [10126]

46 ¡Feliz el servidor aquel, a quien su señor al venir hallare obrando así!

47 En verdad, os digo, lo pondrá sobre toda su hacienda [10127] .

48 Pero si aquel siervo malo dice en su corazón: “Se me retrasa el señor”,

49 y se pone a golpear a sus consiervos y a comer y a beber con los borrachos [10128] ;

50 volverá el señor de aquel siervo en día que no espera, y en hora que no sabe,

51 y lo separará y le asignará su suerte con los hipócritas; allí será el llanto y el rechinar de dientes”.

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Mateo 25

Parábola de las diez vírgenes.

1 “En aquel entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes, que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo [10129] .

2 Cinco de entre ellas eran necias, y cinco prudentes.

3 Las necias, al tomar sus lámparas, no tomaron aceite consigo,

4 mientras que las prudentes tomaron aceite en sus frascos, además de sus lámparas.

5 Como el esposo tardaba, todas sintieron sueño y se durmieran.

6 Mas a medianoche se oyó un grito: “¡He aquí al esposo! ¡Salid a su encuentro!”

7 Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas.

8 Mas las necias dijeron a las prudentes: “Dadnos de vuestro aceite, porque nuestras lámparas se apagan”.

9 Replicaron las prudentes y dijeron: “No sea que no alcance para nosotras y para vosotras; id más bien a los vendedores y comprad para vosotras”.

10 Mientras ellas iban a comprar, llegó el esposo; y las que estaban prontas, entraron con él a las bodas, y se cerró la puerta.

11 Después llegaron las otras vírgenes y dijeron: “¡Señor, señor, ábrenos!”

12 Pero él respondió y dijo: “En verdad, os digo, no os conozco”.

13 Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora”.

Parábolas de los talentos.

14 “Es como un hombre, que al hacer un viaje a otro país, llamó a sus siervos, y les encomendó sus haberes [10130] .

15 A uno dio cinco talentos, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad [10131] ; luego partió.

16 En seguida, el que había recibido cinco talentos se fue a negociar con ellos, y ganó otros cinco.

17 Igualmente el de los dos, ganó otros dos.

18 Mas el que había recibido uno, se fue a hacer un hoyo en la tierra, y escondió allí el dinero de su señor.

19 Al cabo de mucho tiempo, volvió el señor de aquellos siervos, y ajustó cuentas con ellos.

20 Presentándose el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco, y dijo: “Señor, cinco talentos me entregaste; mira, otros cinco gane”.

21 Díjole su señor: “¡Bien! siervo bueno y fiel; en lo poco has sido fiel, te pondré al frente de lo mucho; entra en el gozo de tu señor”.

22 A su turno, el de los dos talentos, se presentó y dijo: “Señor, dos talentos me entregaste; mira, otros dos gané”.

23 Díjole su señor: “¡Bien! siervo bueno y fiel; en lo poco has sido fiel, te pondré al frente de lo mucho; entra en el gozo de tu señor”.

24 Mas llegándose el que había recibido un talento, dijo: “Tengo conocido que eres un hombre duro, que quieres cosechar allí donde no sembraste, y recoger allí donde nada echaste.

25 Por lo cual, en mi temor, me fuí a esconder tu talento en tierra. Helo aquí; tienes lo que es tuyo”.

26 Mas el señor le respondió y dijo: “Siervo malo y perezoso, sabías que yo cosecho allí donde no sembré y recojo allí donde nada eché.

27 Debías, pues, haber entregado mi dinero a los banqueros, y a mi regreso yo lo habría recobrado con sus réditos.

28 Quitadle, por tanto, el talento, y dádselo al que tiene los diez talentos.

29 Porque a todo aquel que tiene, se le dará, y tendrá sobreabundancia; pero al que no tiene, aun lo que tiene le sera quitado [10132] .

30 Y a ese siervo inútil, echadlo a las tinieblas de afuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes”.

El Juicio de las naciones.

31 “Cuando el Hijo de Hombre vuelva en su gloria, acompañado de todos sus ángeles, se sentará sobre su trono de gloria,

32 y todas las naciones [10133] serán congregadas delante de Él, y separará a los hombres, unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los machos cabríos.

33 Y colocará las ovejas a su derecha, y los machos cabríos a su izquierda.

34 Entonces el rey dirá a los de su derecha: “Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo [10134] .

35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero y me acogisteis [10135] ;

36 estaba desnudo, y me vestisteis; estaba enfermo, y me visitasteis; estaba preso, y vinisteis a verme”.

37 Entonces los justos le responderán, diciendo: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer, o sediento, y te dimos de beber?

38 ¿Cuándo te vimos forasteros, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos?

39 ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?”

40 Y respondiendo el rey les dirá: “En verdad, os digo: en cuanto lo hicisteis a uno solo, el más pequeño de estos mis hermanos, a Mí lo hicisteis [10136] ”.

41 Entonces dirá también a los de su izquierda: “Alejaos de Mí, malditos, al fuego eterno; preparado para el diablo y sus ángeles.

42 Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber;

43 era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel y no me visitasteis”.

44 Entonces responderán ellos también: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”

45 Y Él les responderá: “En verdad, os digo: en cuanto habéis dejado de hacerlo a uno de éstos, los más pequeños, tampoco a Mí lo hicisteis”.

46 Y éstos irán al suplicio eterno, mas los justos a la eterna vida”.

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V. PASIÓN Y MUERTE DE JESÚS

(26,1 – 27,66)

Mateo 26

María de Betania unge a Jesús.

1 Cuando Jesús hubo acabado todos estos discursos, dijo a sus discípulos:

2 “La Pascua, como sabéis, será dentro de dos días, y el Hijo del hombre va a ser entregado para que lo crucifiquen”.

3 Entonces los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron en el palacio del pontífice que se llamaba Caifás;

4 y deliberaron prender a Jesús con engaño, y darle muerte.

5 Pero, decían: “No durante la fiesta, para que no haya tumulto en el pueblo”.

6 Ahora bien, hallándose Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso,

7 una mujer se acercó a Él, trayendo un vaso de alabastro, con ungüento de mucho precio, y lo derramó sobre la cabeza de Jesús, que estaba a la mesa.

8 Los discípulos, viendo esto, se enojaron y dijeron: “¿Para qué este desperdicio?

9 Se podía vender por mucho dinero, y darlo a los pobres” [10137] .

10 Mas Jesús, notándolo, les dijo: “¿Por qué molestáis a esta mujer? Ha hecho una buena obra conmigo.

11 Porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a Mí no me tenéis siempre.

12 Al derramar este ungüento sobre mi cuerpo;: lo hizo para mi sepultura.

13 En verdad, os digo, en el mundo entero, dondequiera que fuere predicado este Evangelio, se contará también, en su memoria, lo que acaba de hacer” [10138] .

Judas vende al Maestro.

14 Entonces uno de los Doce, el llamado Judas Iscariote [10139] , fue a los sumos sacerdotes,

15 y dijo: “¿Qué me dais, y yo os lo entregaré?” Ellos le asignaron treinta monedas de plata.

16 Y desde ese momento buscaba una ocasión para entregarlo.

La Última Cena.

17 El primer día de los Ázimos [10140] , los discípulos se acercaron a Jesús, y le preguntaron: “¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?”

18 Les respondió: a la ciudad, a cierto hombre, y decidle: “El Maestro te dice: Mi tiempo está cerca, en tu casa quiero celebrar la Pascua con mis discípulos”.

19 Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua.

20 Y llegada la tarde, se puso a la mesa con los Doce.

21 Mientras comían les dijo: “En verdad, os digo, uno de vosotros me entregará”.

22 Y entristecidos en gran manera, comenzaron cada uno a preguntarle: “¿Seré yo, Señor?”

23 Mas Él respondió y dijo: “El que conmigo pone la mano en el plato, ése me entregará.

24 El Hijo del hombre se va, como esta escrito de Él, pero ¡ay de aquel hombre, por quien el Hijo del hombre es entregado! Más le valdría a ese hombre no haber nacido”.

25 Entonces Judas, el que le entregaba, tomó la palabra y dijo: “¿Seré yo, Rabí?” Le respondió: “Tú lo has dicho” [10141] .

26 Mientras comían, pues, ellos, tomando Jesús pan, y habiendo bendecido partió y dio a los discípulos diciendo: “Tomad, comed, éste es el cuerpo mío” [10142] .

27 Y tomando un cáliz, y habiendo dado gracias, dio a ellos, diciendo: “Bebed de él todos,

28 porque ésta es la sangre mía de la Alianza, la cual por muchos se derrama para remisión de pecados.

29 Os digo: desde ahora no beberé de este fruto de la vid hasta el día aquel en que lo beba con vosotros, nuevo, en el reino de mi Padre”.

Jesús predice a Pedro su negación.

30 Y entonado el himno, salieron hacia el Monte de los Olivos.

31 Entonces les dijo Jesús: “Todos vosotros os vais a escandalizar de Mí esta noche, porque está escrito: ‘Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño’ [10143] .

32 Mas después que Yo haya resucitado, os precederé en Galilea”.

33 Respondióle Pedro y dijo: “Aunque todos se escandalizaren de Ti, yo no me escandalizaré jamás”.

34 Jesús le respondió: “En verdad, te digo que esta noche, antes que el gallo cante, tres veces me negarás”.

35 Replicóle Pedro: “¡Aunque deba contigo morir, de ninguna manera te negaré!” Y lo mismo dijeron también todos los discípulos [10144] .

Agonía de Jesús.

36 Entonces, Jesús llegó con ellos al huerto llamado Getsemaní, y dijo a los discípulos: “Sentaos aquí, mientras voy allí y hago oración” [10145] .

37 y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos dé Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse.

38 Después les dijo: “Mi alma está triste, mortalmente; quedaos aquí y velad conmigo”.

39 Y adelantándose un poco, se postró con el rostro en tierra, orando y diciendo: “Padre mío, si es posible, pase este cáliz lejos de Mí; mas no como Yo quiero, sino como Tú”.

40 Y yendo hacia los discípulos, los encontró durmiendo. Entonces dijo a Pedro: “¿No habéis podido, pues, una hora velar conmigo?

41 Velad y orad, para que no entréis en tentación. El espíritu, dispuesto (está), mas la carne, es débil”.

42 Se fue de nuevo, y por segunda vez, oró así: “Padre mío, si no puede esto pasar sin que Yo lo beba, hágase la voluntad tuya” [10146] .

43 Y vino otra vez y los encontró durmiendo; sus ojos estaban, en efecto, cargados.

44 Los dejó, y yéndose de nuevo, oró una tercera vez, diciendo las mismas palabras.

45 Entonces, vino hacia los discípulos y les dijo: “¿Dormís ahora y descansáis?” [10147] He aquí que llegó la hora y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores.

46 ¡Levantaos! ¡Vamos! Mirad que ha llegado el que me entrega”.

La Divina Víctima es presa y llevada ante el Sanhedrín.

47 Aun estaba hablando y he aquí que Judas, uno de los Doce, llegó acompañado de un tropel numeroso con espadas y palos, enviado por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo.

48 El traidor les había dado esta señal: “Aquel a quien yo daré un beso, ése es; sujetadle”.

49 En seguida se aproximó a Jesús y le dijo: “¡Salud, Rabí!”, y lo besó.

50 Jesús le dijo: “Amigo, ¡a lo que vienes!” [10148] . Entonces, se adelantaron, echaron mano de Jesús, y lo prendieron.

51 Y he aquí que uno de los que estaban con Jesús llevó la mano a su espada, la desenvainó y dando un golpe al siervo del sumo sacerdote, le cortó la oreja [10149] .

52 Díjole, entonces, Jesús: “Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que empuñan la espada, perecerán a espada.

53 ¿O piensas que no puedo rogar a mi Padre, y me dará al punto más de doce legiones de ángeles? [10150]

54 ¿Mas, cómo entonces se cumplirían las Escrituras de que así debe suceder?” [10151] .

55 Al punto dijo Jesús a la turba: “Como contra un ladrón habéis salido, armados de espadas y palos, para prenderme. Cada día me sentaba en el Templo para enseñar, ¡y no me prendisteis!

56 Pero todo esto ha sucedido para que se cumpla lo que escribieron los profetas”. Entonces los discípulos todos [10152] , abandonándole a Él, huyeron.

57 Los que habían prendido a Jesús lo llevaron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde los escribas y los ancianos estaban reunidos.

58 Pedro lo había seguido de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote, y habiendo entrado allí, se hallaba sentado con los satélites para ver cómo terminaba eso.

59 Los sumos sacerdotes, y todo el Sanhedrín, buscaban un falso testimonio contra Jesús para hacerlo morir;

60 y no lo encontraban, aunque se presentaban muchos testigos falsos. Finalmente se presentaron dos [10153] ,

61 que dijeron: “Él ha dicho: “Yo puedo demoler el templo de Dios, y en el espacio de tres días reedificarlo”.

62 Entonces, el sumo sacerdote se levantó y le dijo: “¿Nada respondes? ¿Qué es eso que éstos atestiguan contra Ti?” Pero Jesús callaba.

63 Díjole, pues, el sumo sacerdote: “Yo te conjuro por el Dios vivo a que nos digas si Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios”.

64 Jesús le respondió: “Tú lo has dicho. Y Yo os digo: desde este momento veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y viniendo sobre las nubes del cielo”.

65 Entonces, el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, y dijo: “¡Ha blasfemado! [10154] ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ahora mismo, vosotros habéis oído la blasfemia.

66 ¿Qué os parece?” Contestaron diciendo: “Merece la muerte”.

67 Entonces lo escupieron en la cara, y lo golpearon, y otros lo abofetearon,

68 diciendo: “Adivínanos, Cristo, ¿quién es el que te pegó?”

Negación de Pedro.

69 Pedro, entretanto, estaba sentado fuera, en el patio; y una criada se aproximó a él y le dijo: “Tú también estabas con Jesús, el Galileo”.

70 Pero él lo negó delante de todos, diciendo: “No sé qué dices”.

71 Cuando salía hacia la puerta, otra lo vio y dijo a los que estaban allí: “Éste andaba con Jesús el Nazareno”.

72 Y de nuevo lo negó, con juramento, diciendo: “Yo no conozco a ese hombre”.

73 Un poco después, acercándose los que estaban allí de pie, dijeron a Pedro: ¡Ciertamente, tú también eres de ellos, pues tu habla te denuncia!”

74 Entonces se puso a echar imprecaciones y a jurar: “Yo no conozco a ese hombre”. Y en seguida cantó un gallo,

75 y Pedro se acordó de la palabra de Jesús: “Antes que el gallo cante, me negarás tres veces” [10155] . Y saliendo afuera, lloró amargamente.

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Mateo 27

Fin del traidor.

1 Llegada la madrugada, todos los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo tuvieron una deliberación contra Jesús para hacerlo morir.

2 Y habiéndolo atado, lo llevaron y entregaron a Pilato, el gobernador.

3 Entonces viendo Judas, el que lo entregó, que había sido condenado, fue acosado por el remordimiento, y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos,

4 diciendo: “Pequé, entregando sangre inocente”. Pero ellos dijeron: “A nosotros ¿qué nos importa? tú verás”.

5 Entonces, él arrojó las monedas en el Templo, se retiró y fue a ahorcarse [10156] .

6 Mas los sumos sacerdotes, habiendo recogido las monedas, dijeron: “No nos es lícito echarlas en el tesoro de las ofrendas, porque es precio de sangre”.

7 Y después de deliberar, compraron con ellas el campo del Alfarero para sepultura de los extranjeros.

8 Por lo cual ese campo fue llamado Campo de Sangre, hasta el día de hoy.

9 Entonces, se cumplió lo que había dicho el profeta Jeremías [10157] : “Y tomaron las treinta monedas de plata, el precio del que fue tasado, al que pusieron precio los hijos de Israel,

10 y las dieron por el Campo del Alfarero, según me ordenó el Señor”.

Jesús ante Pilato.

11 Entretanto, Jesús compareció delante del gobernador, y el gobernador le hizo esta pregunta: “¿Eres Tu el rey de los judíos?” Jesús le respondió: “Tú lo dices”.

12 Y mientras los sumos sacerdotes y los ancianos lo acusaban, nada respondió.

13 Entonces, Pilato le dijo: “¿No oyes todo esto que ellos alegan contra Ti?”

14 Pero Él no respondió ni una palabra sobre nada, de suerte que el gobernador estaba muy sorprendido.

Pospuesto a un ladrón.

15 Ahora bien, con ocasión de la fiesta, el gobernador acostumbraba conceder al pueblo la libertad de un preso, el que ellos quisieran.

16 Tenían a la sazón, un preso famoso, llamado Barrabás.

17 Estando, pues, reunido el pueblo, Pilato les dijo: “¿A cuál queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, el que se dice Cristo?”,

18 porque sabía que lo habían entregado por envidia [10158] .

19 Mas mientras él estaba sentado en el tribunal, su mujer [10159] le mandó decir: “No tengas nada que ver con ese justo, porque yo he sufrido mucho hoy, en sueños, por Él”.

20 Pero los sumos sacerdotes y los ancianos persuadieron a la turba que pidiese a Barrabás, y exigiese la muerte de Jesús.

21 Respondiendo el gobernador les dijo: “¿A cuál de los dos queréis que os suelte?” Ellos dijeron: “A Barrabás”.

22 Díjoles Pilato: “¿Qué haré entonces con Jesús, el que se dice Cristo?” Todos respondieron: “¡Sea crucificado!”

23 Y cuando él preguntó: “Pues ¿qué mal ha hecho?”, gritaron todavía más fuerte, diciendo: “¡Sea crucificado!”

24 Viendo Pilato, que nada adelantaba, sino que al contrario crecía el clamor, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo diciendo: “Yo soy inocente de la sangre de este justo [10160] . Vosotros veréis”.

25 Y respondió todo el pueblo diciendo: “¡La sangre de Él, sobre nosotros y sobre nuestros hijos!”

26 Entonces, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuese crucificado.

Coronación de espinas.

27 Entonces, los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio, y reunieron alrededor de Él toda la guardia [10161] .

28 Lo despojaron de los vestidos y lo revistieron con un manto de púrpura.

29 Trenzaron también una corona de espinas y se la pusieron sobre la cabeza, y una caña en su derecha; y doblando la rodilla delante de Él, lo escarnecían, diciendo: “¡Salve, rey de los judíos!”;

30 y escupiendo sobre Él, tomaban la caña y lo golpeaban en la cabeza.

31 Después de haberse burlado de Él, le quitaron el manto, le pusieron sus vestidos, y se lo llevaron para crucificarlo.

Crucifixión.

32 Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, de nombre Simón; a éste lo requisaron para que llevara la cruz de Él [10162] .

33 Y llegados a un lugar llamado Gólgota, esto es, “del Cráneo”,

34 1e dieron a beber vino mezclado con hiel; y gustándolo, no quiso beberlo.

35 Los que lo crucificaron se repartieron sus vestidos, echando suertes [10163] .

36 Y se sentaron allí para custodiarlo.

37 Sobre su cabeza pusieron, por escrito, la causa de su condenación: “Este es Jesús el rey de los judíos”.

38 Al mismo tiempo crucificaron con Él a dos ladrones, uno a la derecha, otro a la izquierda.

39 Y los transeúntes lo insultaban meneando la cabeza y diciendo:

40 “Tú que derribas el Templo, y en tres días lo reedificas, ¡sálvate a Ti mismo! Si eres el Hijo de Dios,¡bájate de la cruz!”

41 De igual modo los sacerdotes se burlaban de Él junto con los escribas y los ancianos, diciendo:

42 “A otros salvó, a sí mismo no puede salvarse. Rey de Israel es: baje ahora de la cruz, y creeremos en Él.

43 Puso su confianza en Dios, que Él lo salve ahora, si lo ama, pues ha dicho: “De Dios soy Hijo”.

44 También los ladrones, crucificados con Él, le decían las mismas injurias.

Muerte de Jesús.

45 Desde la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora nona [10164] .

46 Y alrededor de la hora nona, Jesús clamó a gran voz, diciendo: “¡Elí, Elí, ¿lama sabactani?”, esto es: “¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?” [10165] .

47 Al oír esto, algunos de los que estaban allí dijeron: “A Elías llama éste”.

48 Y en seguida uno de ellos corrió a tomar una esponja, que empapó en vinagre, y atándola a una caña, le presentó de beber.

49 Los otros decían: “Déjanos ver si es que viene Elías a salvarlo”.

50 Mas Jesús, clamando de nuevo, con gran voz, exhaló el espíritu.

Prodigios.

51 Y he ahí que el velo del templo se rasgó en dos [10166] , de arriba abajo; tembló la tierra, se agrietaron las rocas,

52 se abrieron los sepulcros y los cuerpos de muchos santos difuntos resucitaron [10167] .

53 Y, saliendo del sepulcro después de la resurrección de Él, entraron en la Ciudad Santa, y se aparecieron a muchos.

54 Entretanto, el centurión y sus compañeros que guardaban a Jesús, viendo el terremoto y lo que había acontecido, se llenaron de espanto y dijeron: “Verdaderamente, Hijo de Dios era este”.

55 Había también allí muchas mujeres que miraban de lejos; las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole.

56 Entre ellas se hallaban María la Magdalena, María la madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.

La sepultura.

57 Llegada la tarde, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José [10168] , el cual también era discípulo de Jesús.

58 Se presentó delante de Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato mandó que se le entregase.

59 José tomó, pues, el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia [10169] ,

60 y lo puso en el sepulcro suyo, nuevo, que había hecho tallar en la roca. Después rodó una gran piedra sobre la entrada del sepulcro, y se fue.

61 Estaban allí María la Magdalena y la otra María, sentadas frente al sepulcro.

Custodia del sepulcro.

62 Al otro día, el siguiente de la Preparación [10170] , los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron y fueron a Pilato,

63 a decirle: “Señor, recordamos que aquel impostor dijo cuando vivía: “A los tres días resucitare”.

64 Manda, pues, que el sepulcro sea guardado hasta el tercer día, no sea que sus discípulos vengan a robarlo y digan al pueblo: “Ha resucitado de entre los muertos”, y la última impostura sea peor que la primera”.

65 Pilato les dijo: “Tenéis guardia. Id, guardadlo corno sabéis”.

66 Ellos, pues, se fueron y aseguraron el sepulcro con la guardia, después de haber sellado la piedra [10171] .

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VI. LA RESURRECCIÓN

(28,1 – 20)

Mateo 28

Resurrección de Jesús.

1 Después del sábado, cuando comenzaba ya el primer día de la semana, María la Magdalena y la otra María [10172] fueron a visitar el sepulcro.

2 Y he ahí que hubo un gran terremoto, porque un ángel del Señor bajó del cielo, y llegándose rodó la piedra, y se sentó encima de ella.

3 Su rostro brillaba como el relámpago, y su vestido era blanco como la nieve.

4 Y de miedo a él, temblaron los guardias y quedaron como muertos.

5 Habló el ángel y dijo a las mujeres: “No temáis [10173] , vosotras; porque sé que buscáis a Jesús, el crucificado.

6 No está aquí; porque resucitó, como lo había dicho. Venid y ved el lugar donde estaba.

7 ¡Luego, id pronto y decid a sus discípulos que resucitó de los muertos, y he aquí que os precederá en Galilea; allí lo veréis. Ya os lo he dicho”.

8 Ellas, yéndose a prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, corrieron a llevar la nueva a los discípulos de Él.

9 Y de repente Jesús les salió al encuentro y les dijo: “¡Salud!” Y ellas, acercándose, se asieron de sus pies y lo adoraron.

10 Entonces Jesús les dijo: “No temáis. Id, avisad a los hermanos míos que vayan a Galilea; allí me verán”.

Soborno de los soldados.

11 Mientras ellas iban, algunos de la guardia fueron a la ciudad a contar a los sumos sacerdotes todo lo que había pasado.

12 Éstos, reunidos con los ancianos, deliberaron y resolvieron dar mucho dinero a los soldados,

13 diciéndoles: “Habéis de decir: Sus discípulos vinieron de noche, y lo robaron mientras nosotros dormíamos [10174] .

14 Y si el gobernador llega a saberlo, nosotros lo persuadiremos y os libraremos de cuidado”.

15 Ellos, tomando el dinero, hicieron como les habían enseñado. Y se difundió este dicho entre los judíos, hasta el día de hoy.

Aparición de Jesús en Galilea.

16 Los once discípulos fueron, pues, a Galilea, al monte donde les había ordenado Jesús.

17 Y al verlo lo adoraron; algunos, sin embargo, dudaron.

18 Y llegándose Jesús les habló, diciendo: “Todo poder me ha sido dado en el cielo y sobre la tierra.

19 Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos bautizandolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo [10175] ;

20 enseñándoles a conservar todo cuanto os he mandado. Y mirad que Yo con vosotros estoy todos los días, hasta la consumación del siglo” [10176] .

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Comentarios de Mons. Straubinger

1 ss. S. Mateo da comienzo a su Evangelio con el abolengo de Jesús, comprobando con esto que Él, por su padre adoptivo, San José, desciende legalmente en linea recta de David y Abrahán, y que en Él se han cumplido los vaticinios del Antiguo Testamento, los cuales dicen que el Mesías prometido ha de ser de la raza hebrea de Abrahán y de la familia real de David. La genealogía no es completa. Su carácter compendioso se explica, según S. Jerónimo, por el deseo de hacer tres grupos de catorce personajes cada uno (cf. v. 17). Esta genealogía es la de San José, y no la de la Santísima Virgen, para mostrar que, según la Ley, José era padre legal de Jesús, y Este, heredero legal del trono de David y de las promesas mesiánicas. Por lo demás, María es igualmente descendiente de David; porque según San Lucas 1, 32, el hijo de la Virgen será heredero del trono “de su padre David”. Sobre la genealogía que trae S. Lucas, y que es la de la Virgen, véase Lc. 3, 23 y nota. Según los resultados de las investigaciones modernas hay que colocar el nacimiento de Jesús algunos años antes de la era cristiana determinada por el calendario gregoriano, o sea en el año 747 de la fundación de Roma, más o menos. Al no hacerlo así, resultaría que Herodes habría ya muerto a la fecha de la natividad del Señor, lo cual contradice las Sagradas escrituras. Ese hombre impío murió en los primeros meses del 750.

3. Tamar. Aparecen, en esta genealogía legal de Jesús, cuatro mujeres: Tamar, Racab, Betsabée y Rut, tres de las cuales fueron pecadoras (Gn. 38, 15; Jos. 2, 1 ss.; 2 Sam. 11, 1 ss.) y la cuarta moabita. S. Jerónimo dice al respecto que el Señor lo dispuso así para que “ya que venía para salvar a los pecadores, descendiendo de pecadores borrara los pecados de todos”.

16. Esposo de María: S. Ignacio y S. Jerónimo explican que fue de suma importancia que Jesús naciera de una mujer que conservando su virginidad, fuese a la vez casada, pues así quedaría velado a los ojos de Satanás el misterio de la Encarnación. Jesús (hebreo Yeschua) significa “Dios salva” (cf. v. 21). Cristo es nombre griego que corresponde al hebreo Mesías, cuyo significado es “Ungido”. En Israel se consagraban con óleo los Reyes y los Sumos Sacerdotes. Jesucristo es el Ungido por excelencia. por ser el “Rey de los Reyes” (Ap. 19, 16) y el Sumo Sacerdote de la Nueva Alianza (Cf. Hb. Caps. 5-10; Sal. 109, 4 y nota).

18. Entre los judíos los desposorios o noviazgo equivalían al matrimonio y ya los prometidos se llamaban, esposo y esposa.

19. No habiendo manifestado María a su esposo la aparición del Ángel ni la maravillosa concepción por obra del Espíritu Santo, San José se vio en una situación sin salida, tremenda prueba para su fe. Jurídicamente S. José habría tenido dos soluciones: 1º acusar a María ante los tribunales, los cuales, según la Ley de Moisés, la habrían condenado a muerte (Lv. 20, 10; Dt. 22, 22. 24; Jn. 8, 2 ss.); 2º darle un “libelo de repudio”, es decir, de divorcio, permitido por la Ley para tal caso. Pero, no dudando ni por un instante de la santidad de María, el santo patriarca se decidió a dejarla secretamente para no infamarla, hasta que intervino el cielo aclarándole el misterio. “¡Y qué admirable silencio el de María! Prefiere sufrir la sospecha y la infamia antes que descubrir el misterio de la gracia realizado en ella. Y si el cielo así probó a dos corazones inocentes y santos como el de José y María, ¿por qué nos quejamos de las pruebas que nos envía la Providencia?” (Mons. Ballester). Es la sinceridad de nuestra fe lo que Dios pone a prueba, según lo enseña San Pedro (1 Pe. 1, 7). Véase Sal. 16, 3 y nota.

23. Es una cita del profeta Isaías (7, 14). Con ocho siglos de anticipación Dios anuncia, aunque en forma velada, el asombroso misterio de amor de la Encarnación redentora de su Verbo, que estará con nosotros todos los días hasta la consumación del siglo (Mt. 28, 20). Será para las almas en particular y para toda la Iglesia, el “Emmanuel”: “Dios con nosotros”, por su Eucaristía, su Evangelio y por la voz del Magisterio infalible instituido por Él mismo.

25. Sin que la conociera, etc.: Éste es el sentido del texto que dice en el original: “no la conoció hasta que dio a luz”. “Hasta” significaba entre los hebreos algo así como “mientras” y expresa, como dice S. Jerónimo, únicamente lo que aconteció o no, hasta cierto momento, mas no lo que sucedió después. Véase, como ejemplo, Lc. 2,37 y lo mismo 2 Sam. 6, 23: “Micol no tuvo hijos hasta el día de su muerte”.

1. Mago es el nombre que entre los persas y caldeos se daba a los hombres doctos que cultivaban las ciencias, especialmente la astronomía.

2. El rey recién nacido es a los ojos de los magos un rey universal, tal como lo daban a conocer los divinos oráculos de la Biblia que se habían ido esparciendo por el mundo de entonces (cf. Jr. 23, 5 ss.; 33, 15; Is. caps. 11, 32, 60; Ez. 37, 23 ss.). Pero no se trata para ellos de un rey como los demás, observa Fillion, “sino del rey ideal, desde tiempo atrás anunciado y prometido por Dios, que había de salvar a su pueblo y a toda la humanidad”. Véase la profecía del ángel en Lc. 1, 32; la aclamación del pueblo en Mc. 11, 10; la confesión de Pilato en Jn. 19, 19, etc.

6. Véase Mi. 5, 2; Jn. 7, 42. Betlehem o Belén, ciudad situada a 8 kms. al sur de Jerusalén. Una magnífica Basílica recuerda el nacimiento del Salvador. En la gruta, debajo, arden constantemente 32 lámparas; y una estrella señala el lugar donde nació nuestro Redentor. Sobre el símbolo de la estrella véase la profecía de Balaam en Nm. 24, 17 y Ap. 22, 16, donde Jesús mismo se da ese nombre (cf. Sal. 109, 3 y nota).

11. Como hijos de los gentiles, “reconozcamos en los magos adoradores las primicias de nuestra vocación de nuestra fe, y celebremos con corazones dilatados por la alegría los comienzos de esta dichosa esperanza; pues, desde este momento se inicia nuestra entrada en la celestial herencia de los hijos de Dios” (S. León Magno). Los dones de los magos son muy significativos: el oro simboliza la realeza; el incienso, la divinidad; la mirra, la humanidad. Se trata, pues, de una pública confesión de la divinidad del Hijo del hombre y de la realeza que había sido anunciada por el ángel (Lc. 1, 32; Sal. 71, 10 s. y notas).

14. Unas ocho o diez jornadas de camino a través del desierto separan Egipto de Palestina. San José es modelo de la virtud de la obediencia. Sin proferir excusas, tan obvias en tal trance, abandona al instante el país natal y acata en todo la santa voluntad de Dios, que para él había reservado las tareas más penosas. A su obediencia y humildad corresponde su gloria y poder en el cielo.

15. Véase Oseas 11, 1 y nota explicativa.

18. Con el versículo citado, San Mateo quiere expresar la inmensidad del dolor aludiendo a la tumba de Raquel, esposa de Jacob, sepultada en el camino de Jerusalén a Belén (Gn. 35, 19; Jr. 31, 15). Rama: localidad situada al Norte de Jerusalén y campo de concentración de los judíos que por Nabucodonosor fueron llevados al cautiverio de Babilonia (587 a. C.). “Raquel se alza de su sepulcro para llorar la partida de sus hijos a Babilonia y para mezclar sus lamentos con los de las madres de los Inocentes”. La Iglesia celebra el 28 de diciembre la memoria de éstos como flores del martirio por Cristo.

22. El Patriarca José es un envidiable prototipo de las almas interiores, habiéndose formado él mismo en la escuela de Jesús y de María. Su vida fue una vida de silencio y trabajo manual. En el taller de Nazaret, este varón justo, como lo llama el Espíritu Santo (1, 19), nos da ejemplo de una santa laboriosidad, en unión con el divino Modelo, en cuyo nombre S. Pablo nos recomienda a todos sin excepción el trabajo manual (1 Ts. 4, 11).

23. Nazaret: pequeña población de Galilea, donde nadie buscaba al Mesías. Véase v. 15; Lc. 1, 26; 2, 39; Jn. 1, 46; 8, 52; Nazareno, esto es, Nazareo o consagrado a Dios (Dt. 23, 16 y nota) y también Pimpollo (Is. 11, 1; 53, 2).

2. El reino de los cielos, o sea, el reino de Dios. La condición necesaria para entrar en ese reino es arrepentirse de los pecados y creer al Evangelio (4, 17; Mc. 1, 15), cosas ambas que Jesús resume en la pequeñez, es decir, en la infancia espiritual o la pobreza en espíritu (5, 3; 18, 1-4). Véase v. 10 y nota.

3. Véase Is. 40, 3.

6. Este bautismo no era sino una preparación de Israel para recibir al Mesías (Hch. 19, 4 y nota). Tampoco era un sacramento la confesión que los pecadores hacían, pero sí una manifestación del dolor interior, un medio eficaz para conseguir la gracia de arrepentimiento, condición del perdón.

10 ss. Aquí y en el v. 12 el Bautista señala a Jesús dispuesto a comenzar su reinado de justicia. En 11, 12 ss., el mismo Jesús nos muestra cómo ese reino será en ese entonces impedido por la violencia y cómo, aunque el Bautista vino con la misión de Elías (Mal. 4, 5 y 13 [Nota: en la Biblia de Jerusalén: Mal. 3, 23]), éste habrá de volver un día (17, 11 s.) a restaurarlo todo. Fillion hace notar la similitud de este pasaje con Mal. 3, 2 s. (véase allí la nota), donde no se trata ya del juicio sobre las naciones como en 25, 32 (cf. Jl. 3) sino de un juicio sobre su pueblo. Cf. Sal. 49, 4 ss. y notas.

14. Jesús no necesitaba del bautismo, pero queriendo cumplir toda justicia (v. 15), es decir, guardar puntualmente todas las leyes y costumbres de su pueblo, se sometió al bautismo como se había sometido a la circuncisión y demás ritos judíos.

16. En el bautismo de Jesús se manifiesta la Ssma. Trinidad: el Padre que habla del cielo, el Hijo que está en forma de hombre arrodillado a la orilla del Jordán, y el Espíritu Santo que se hace visible en forma de paloma. Cf. Lc. 3, 22; Jn. 1, 32 ss. y nota.

17. He aquí la primera revelación del más grande de los misterios: el infinito amor del Padre al Unigénito, en el cual reside toda su felicidad sin límites y por el cual, con el cual y en el cual recibe eternamente toda su gloria, como lo expresa el Canon de la Misa. Cf. sobre este amor 12, 18; 17, 5; Is. 42, 1; Jn. 3, 35; 12, 28; 2 Pe. 1, 17.

1. Véase Mc. 1, 2 ss.; Lc. 4, 1 ss.

3 ss. Esta tentación se comprende sólo como humillación del Señor, quien, siendo el segundo Adán, quiso expiar así el pecado de los primeros padres. El tentador procura excitar las tres concupiscencias del hombre: la sensualidad por medio del apetito de comer, la soberbia por medio del orgullo presuntuoso, y la concupiscencia de los ojos por medio de los apetitos de riqueza, poder y goce. Preparóse Jesús para la tentación orando y ayunando. He aquí las armas más eficaces para resistir a las tentaciones. Las citas de la Sagrada Escritura corresponden a los siguientes pasajes: v. 4 a Dt. 8, 3 y Sb. 16, 26; v. 6, al Sal. 90, 11 s.; v. 7, a Dt. 6, 16; v. 10, a Dt. 6, 13.

7. “Guárdese el lector de entender que Cristo declara aquí su divinidad, diciendo a Satanás que no lo tiente a Él. Esto habría sido revelar su condición de Hijo de Dios, que el diablo deseaba vanamente averiguar. Venció Jesús al tentador con esta respuesta, enseñándonos que poner a Dios en el caso de tener que hacer un milagro para librarnos de un peligro en que nos hemos colocado temerariamente y sin motivo alguno, es pecado de presunción, o sea tentar a Dios”.

10. Por tercera vez es vencido Satanás por el poder de la Escritura. San Pedro nos reitera esta doctrina de que, para vencer al diablo, hemos de ser fuertes en la fe (1 Pe. 5, 8) y San Juan nos da igual receta para vencer al mundo, cuyo príncipe es el mismo Satanás (Jn. 14, 30). Sobre el poder de la Palabra divina, véase Lc. 22, 36 y nota; Sal. 118, 1 ss.; Ap. 12, 11.

13. Cafarnaúm, hoy Tel Hum, situada en la ribera norte del Lago de Genesaret.

15 s. Véase Is. 9, 1 s. y nota.

23. En las sinagogas de ellos: cf. Hb. 8, 4 y nota.

24. Lunáticos se llamaban los epilépticos y enfermos de similar categoría, porque su enfermedad se atribuía a la influencia de la luna.

3. Pobres en el espíritu son, como observa Sto. Tomás, citando a San Agustín, no solamente los que no se apegan a las riquezas (aunque sean materialmente ricos), sino principalmente los humildes y pequeños que no confían en sus propias fuerzas y que están, como dice S. Crisóstomo, en actitud de un mendigo que constantemente implora de Dios la limosna de la gracia. En este sentido dice el Magnificat: “A los hambrientos llenó de bienes y a los ricos dejó vacíos” (Lc. 1, 53).

5. Los mansos tendrán por herencia el reino de los cielos, cuya figura era la tierra prometida. C. Sal. 36, 9; 33, 19 y nota.

8. Verán a Dios: “Los limpios de corazón son los que ven a Dios, conocen su voluntad, oyen su voz, interpretan su palabra. Tengamos por cierto que para leer la Santa Biblia, sondear sus abismos y aclarar la oscuridad de sus misterios poco valen las letras y ciencias profanas, y mucho la caridad y el amor de Dios y del prójimo” (S. Agustín).

10. Cf. Sal. 16 y sus notas.

13 ss. En las dos figuras de la sal y de la luz, nos inculca el Señor el deber de preservarnos de la corrupción y dar buen ejemplo.

16. Así brille: alguien señalaba la dulzura que esconden estas palabras si las miramos como un voto amistoso para que nuestro apostolado dé fruto iluminando a todos (cf. Jn. 15, 16), para gloria del Padre (Jn. 15, 8). Y si es un voto de Jesús ya podemos darlo por realizado con sólo adherirnos a él, deseando que toda la gloria sea para el Padre y nada para nosotros ni para hombre alguno.

17. San Pablo enseña expresamente que Jesús aceptó la circuncisión para mostrar la veracidad de Dios confirmando las promesas que Él había hecho a los patriarcas (Rm. 15, 8). Es lo que dice María en Lc. 1, 54 s.

18. La jota (yod) es en el alefato hebreo la letra más pequeña. Este anuncio lo había hecho ya Moisés a Israel, diciéndole que un día había de cumplir “todos los mandamientos que hoy te intimo” (Dt. 30, 8). Lo mismo se había prometido en Jr. 31, 33; Ez. 36, 27, etc., y sin embargo Jesús había dicho a los judíos que ninguno de ellos cumplía la Ley (Jn. 7, 19). El Redentor quiere así enseñarles que tales promesas sólo llegarán a cumplirse con Él. Cf. Ez. 44, 5 y nota.

22. Se trata aquí de fórmulas abreviadas de maldición. Se pronunciaba una sola palabra, mas el oyente bien sabía lo que era de completar. Tomado por sí solo, racá significa estúpido y necio en las cosas que se refieren a la religión y al culto de Dios. Necio es más injurioso que “racá”, porque equivale a impío, inmoral, ateo, en extremo perverso. El concilio, esto es, el Sanhedrín o supremo tribunal del pueblo judío, constaba de 71 jueces y era presidido por el Sumo Sacerdote. Representaba la suprema autoridad doctrinal, judicial y administrativa. Gehenna es nombre del infierno. Trae su origen del valle Ge Hinnom, al sur de Jerusalén, donde estaba la estatua de Moloc, lugar de idolatría y abominación (2 R. 23, 10).

24. “La misericordia del Padre es tal, que atiende más a nuestro provecho que al honor del culto” (S. Crisóstomo).

27. Véase Ex. 20, 14; Dt. 5, 10.

28. Es muy importante distinguir entre la inclinación y la voluntad. No hemos de sorprendernos de sentir el mal deseo ni tener escrúpulo de él, porque esto es lo normal; pecado sería consentir en lo que sentimos. Dios saca de él ocasión de mérito grandísimo cuando lo confesamos con plena desconfianza de nosotros mismos, y entonces nos da la fuerza para despreciarlo. Por eso Santiago (1, 12) llama bienaventuranza la tentación en el hombre recto.

29 s. Véase Lc. 24, 19 s. Por ojo derecho y por mano derecha entiende Jesucristo cualquier cosa que nos sea tan preciosa como los miembros más necesarios de nuestro cuerpo.

31 s. Véase Dt. 24, 1. Jesús suprime aquí el divorcio que estaba tolerado por Moisés, y proclama la indisolubilidad del matrimonio. Si no es por causa de fornicación: no quiere decir que en el caso de adulterio de la mujer, el marido tenga el derecho de casarse con otra, sino solamente de apartar la adúltera. El vínculo del matrimonio subsiste hasta la muerte de uno de los dos contrayentes (19, 6; Mc. 10, 11; Lc. 16, 18; Rm. 7, 2; 1 Co. 7, 10 s. y 39).

34 ss. Véase Lv. 19, 12; Nm. 30, 3; Dt. 23, 21 ss. No se prohíbe el juramento, sino el abuso de este acto solemne y santo.

38. Referencia a la Ley del Talión. Véase Dt. 19, 21; Lv. 24, 20 y Ex. 21, 24 con su nota explicativa.

40. Véase Mi. 2, 8 ss.

42. Da a quien te pide: “No digáis –observa un maestro de vida espiritual–: gasto mis bienes. Estos bienes no son vuestros, son bienes de los pobres, o más bien, son bienes comunes, como el sol, el aire y todas las cosas” (Dt. 15, 8; Si. 12, 1 s. y notas).

43. Odiarás a tu enemigo: Importa mucho aclarar que esto jamás fue precepto de Moisés, sino deducción teológica de los rabinos que “a causa de sus tradiciones habían quebrantado los mandamientos de Dios” (15, 9 ss.; Mc. 7, 7 ss.) y a quienes Jesús recuerda la misericordia con palabras del A. T. (9, 3; 12, 7). El mismo Jesús nos enseña que Yahvé –el gran “Yo soy”– cuya voluntad se expresa en el Antiguo Testamento, es su Padre (Jn. 8, 54) y no ciertamente menos santo que Él, puesto que todo lo que Él tiene lo recibe del Padre (11, 27), al cual nos da precisamente por Modelo de la caridad evangélica, revelándonos que en la misericordia está la suma perfección del Padre (5, 48 y Lc. 6,35). Esta misericordia abunda en cada página del A. T. y se le prescribe a Israel, no sólo para con el prójimo (Ex. 20, 16; 22, 26; Lv. 19, 18; Dt. 15, 12; 27, 17; Pr. 3, 28, etc.), sino también con el extranjero (Ex. 22, 21; 23, 9; Lv. 19, 33; Dt. 1, 16; 10, 18; 23, 7; 24, 14; Mal. 3, 5, etc.). Véase la doctrina de David en Sal. 57, 5 y nota. Lo que hay es que Israel era un pueblo privilegiado, cosa que hoy nos cuesta imaginar, y los extranjeros estaban naturalmente excluidos de su comunidad mientras no se circuncidaban (Ex. 12, 43; Lv. 22, 10; Nm. 1, 51; Ez. 44, 9), y no podían llegar a ser sacerdote, ni rey (Nm. 18, 7; Dt. 17, 15), ni casarse con los hijos de Israel (Ex. 34, 16; Dt. 7, 3; 25, 5; Esd. 10, 2; Ne. 13, 27). Todo esto era ordenado por el mismo Dios para preservar de la idolatría y mantener los privilegios del pueblo escogido y teocrático (cf. Dt. 23, 1 ss.), lo cual desaparecería desde que Jesús aboliere la teocracia, separando lo del César y lo de Dios. Los extranjeros residentes eran asimilados a los israelitas en cuanto a su sujeción a las leyes (Lv. 17, 10; 24, 16; Nm. 19, 10; 35, 15; Dt. 31, 12; Jos. 8, 33); pero a los pueblos perversos como los amalecitas (Ex. 17, 14; Dt. 25, 19), Dios mandaba destruirlos por ser enemigos del pueblo Suyo (cf. Sal. 104, 14 ss. y nota). ¡Ay de nosotros si pensamos mal de Dios (Sb. 1, 1) y nos atrevemos a juzgarlo en su libertad soberana! (cf. Sal. 147, 9 y nota). Aspiremos a la bienaventuranza de no escandalizarnos del Hijo (11, 6 y nota) ni del Padre (Jc. 1, 28; 3, 22; 1 Sam. 15, 2 ss). “Cuidado con querer ser más bueno que Dios y tener tanta caridad con los hombres, que condenemos a Aquel que entregó su Hijo por nosotros”.

44 s. Como se ve, el perdón y el amor a los enemigos es la nota característica, del cristianismo. Da a la caridad fraterna su verdadera fisonomía, que es la misericordia, la cual, como lo confirmó Jesús en su Mandamiento Nuevo (Jn. 13, 34 y 15, 12), consiste en la imitación de su amor misericordioso. El cristiano, nacido de Dios por la fe, se hace coheredero de Cristo por la caridad (Lv. 19, 18; Lc. 6, 27; 23, 34; Hch. 7, 59; Rm. 12, 20).

48. Debe notarse que este pasaje se complementa con el de Lc. 6, 36. Aquí Jesús nos ofrece como modelo de perfección al Padre Celestial, que es bueno también con los que obran como enemigos suyos, y allí se aclara y confirma que, en el concepto de Jesús, esa perfección que hemos de imitar en el divino Padre, consiste en la misericordia (Ef. 2, 4; 4, 32; Col. 3, 13). Y ¿por qué no dice aquí imitar al Hijo? Porque el Hijo como hombre es constante imitador del Padre, como nos repite tantas veces Jesús (Jn., 5, 19 s. y 30; 12, 44 s. y 49; etc.), y adora al Padre, a quien todo lo debe. Sólo el Padre no debe a nadie, porque todo y todos proceden de Él (Jn. 14, 28 y nota).

2. No toques la bocina: Contraste con Nm. 10, 10. El Padre Celestial no necesita ya de esta advertencia, según vemos en el v. 4.

3. Tu izquierda, es decir que no hemos de huir tan sólo de la ostentación ante los demás, sino también de la propia complacencia que mostraba el fariseo del templo (Lc. 18, 11 s.).

6 s. Dios, que quiere ser adorado en espíritu y en verdad (Jn. 4, 23), nos muestra aquí, por boca de su Hijo y Enviado, que el valor de la oración estriba esencialmente en la disposición del corazón más que en las manifestaciones exteriores. Cf. 15, 8; Is. 1, 11 y nota.

8. Lo sabe ya el Padre: Es ésta una inmensa luz para la oración ¡Cuán fácil y confiado no ha de volverse nuestro ruego, si creemos que Él ya lo sabe, y que todo lo puede, y que quiere atendernos pues su amor está siempre vuelto hacia nosotros! (Ct. 7, 10), y esto aunque hayamos sido malos, según acabamos de verlo (5, 45-48). Es más aún: Jesús no tardará en revelarnos que el Padre nos lo dará todo por añadidura (v. 32-34) si buscamos su gloria como verdaderos hijos.

9 ss. El Padre Nuestro es la oración modelo por ser la más sencilla fórmula para honrar a Dios y entrar en el plan divino, pidiéndole lo que Él quiere que pidamos, que es siempre lo que más nos conviene. Véase Lc. 11, 2. Orar así es ,colocarse en estado de la más alta santidad y unión con el Padre, pues no podríamos pensar ni desear ni pedir nada más perfecto que lo dicho por Jesús. Claro está que todo se pierde si la intención del corazón –que exige atención de la mente– no acompaña a los labios. Véase 15, 8. Santificado, etc.: toda la devoción al Padre –que fue la gran devoción de Jesús en la tierra y sigue siéndolo en el cielo donde Él ora constantemente al Padre (Hb. 7, 25)–está en este anhelo de que el honor, la gratitud y la alabanza sean para ese divino Padre que nos dio su Hijo. Tu Nombre: en el Antiguo Testamento: Yahvé; en el Nuevo Testamento: Padre. Véase Jn. 17, 6; cf. Ex. 3, 14; Lc. 1, 49.

10. No se trata como se ve, del Cielo adonde iremos, sino del Reino de Dios sobre la tierra, de modo que en ella sea obedecida plenamente la amorosa voluntad del Padre, tal como se la hace en el Cielo. ¿Cómo se cumplirá tan hermoso ideal? Jesús parece darnos la respuesta en la Parábola de la Cizaña (13, 24-30 y 36-43). Véase 24, 3-13; Lc. 18, 8; 2 Ts. 2, 3 ss.

11. Supersubstancial, esto es, sobrenatural. Así traducen San Cirilo y San Jerónimo. Sin embargo, hay muchos expositores antiguos y modernos que vierten: “cotidiano”, o de “nuestra subsistencia”, lo que a nuestro parecer no se compagina bien con el tenor de la Oración dominical, que es todo sobrenatural. Este modo de pedir lo espiritual antes de lo temporal coincide con la enseñanza final del Sermón (v. 33), según la cual helaos de buscar ante todo el reino de Dios, porque todo lo demás se nos da “por añadidura”, es decir, sin necesidad de pedirlo.

12. Perdonamos: esto es declaramos estar perdonando desde este momento. No quiere decir que Dios nos perdone según nosotros solemos perdonar ordinariamente, pues entonces poco podríamos esperar por nuestra parte. El sentido es, pues: perdónanos como perdonemos, según se ve en el v. 14.

13. Aquí como en 5, 37, la expresión griega “Apó tu ponerú”, semejante a la latina “a malo” y a la hebrea “min hará”, parece referirse, como lo indica Joüon, antes que al mal en general al Maligno, o sea a Satanás, de quien viene la tentación mencionada en el mismo versículo. La peor tentación sería precisamente la de no perdonar, que S. Agustín llama horrenda, porque ella nos impediría ser perdonados, según vimos en el v. 12 y la confirman el 14 y el 15. Véase 18, 35; Mc. 11, 25; Jn. 17, 15. Tentación (en griego peirasmós, de peira, prueba o experiencia) puede traducirse también por prueba. Con lo cual queda claro el sentido: no nos pongas a prueba, porque desconfiamos de nosotros mismos y somos muy capaces de traicionarte. Este es el lenguaje de la verdadera humildad, lo opuesto a la presunción de Pedro. Véase Lc. 22, 33 (cf. Martini). Esto no quita que Él pruebe nuestra fe (1 Pe. 1, 7) cuando así nos convenga (St. 1, 12) y en tal caso “fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados más allá de vuestras fuerzas” (1 Co. 10, 13).

14. ¡Es, pues, enorme la promesa que Jesús pone aquí en nuestras manos! ¡Imaginemos a un juez de la tierra que dijese otro tanto! Pero ¡ay! si no perdonamos, porque entonces nosotros mismos nos condenamos en esta oración (cf. 5, 43-48). Es decir, que si rezaran bien un solo Padrenuestro los que hacen las guerras, éstas serían imposibles. ¡Y aun se dice que estamos en la civilización cristiana!

16. El ayuno no era, como hoy, parcial, sino que consistía en la abstinencia total de todas las comidas y bebidas durante el día. Era, pues, una verdadera privación, una auténtica señal de penitencia, que practicaban también los primeros cristianos, principalmente el viernes de cada semana, por ser el día en que “el Esposo nos fue quitado” (9, 15).

21. Jesús nos da aquí una piedra de toque para discernir en materia de espiritualidad propia y ajena. El que estima algo como un tesoro, no necesita que lo fuercen a buscarlo. Por eso San Pablo nos quiere llevar por sobre todo al conocimiento de Cristo (Ef. 4, 19). Una vez puesto el corazón en Él, es seguro que el mundo ya no podrá seducirnos. Véase 13, 44 ss.

22. Estas palabras se refieren a la recta intención o simplicidad del corazón, tan fundamental según toda la Escritura. “Dios, dice S. Bernardo, no mira lo que hacéis, sino con qué voluntad lo hacéis”. Véase Sb. 1, 1 ss. y nota. Cf. Lc. 11, 34 y nota.

24. Para poder entender el sentido literal, en el cual se encierra la profunda enseñanza espiritual de este texto, necesitamos ver detenidamente qué entiende Jesús por el uno y el otro. El primero es Dios, y el otro es Mammón, nombre que significa la personificación de las riquezas. De esto resulta que el que ama las riquezas, poniendo en ellas su corazón, llega sencillamente a odiar a Dios. Terrible verdad, que no será menos real por el hecho de que no tengamos conciencia de ese odio. Y aunque parezca esto algo tan monstruoso, es bien fácil de comprender si pensamos que en tal caso la imagen de Dios se nos representará día tras día como la del peor enemigo de esa presunta felicidad en que tenemos puesto el corazón; por lo cual no es nada sorprendente que lleguemos a odiarlo en el fondo del corazón, aunque por fuera tratemos de cumplir algunas obras, vacías de amor, por miedo de incurrir en el castigo del Omnipotente. En cambio, el segundo caso nos muestra que si nos adherimos a Dios, esto es, si ponemos nuestro corazón en Él, mirándolo como un bien deseable y no como una pesada obligación, entonces sentiremos hacia el mundo y sus riquezas, no ya odio, pero sí desprecio, como quien posee oro y desdeña el cobre que se le ofrece en cambio. Santo Tomás sintetiza esta doctrina diciendo que el primer fruto del Evangelio es el crecimiento en la fe, o sea en el conocimiento de los atractivos de Dios; y el segundo, consecuencia del anterior, será el desprecio del mundo, tal como lo promete Jesús en este versículo.

25. Quiere decir: si lo que vale más (la vida y el cuerpo) me ha sido dado gratis y sin que yo lo pidiese, ¿cómo no ha de dárseme lo que vale menos, esto es el alimento para esa vida y el vestido para ese cuerpo? Es el mismo argumento que usa San Pablo en el orden espiritual: Dios que no perdonó a su propio Hijo y lo entregó por nosotros ¿cómo no habría de darnos con ti todos los bienes? (Rm. 8, 32).

26. Véase un argumento análogo en Is. 40, 25-31, donde el divino Padre se queja de que se le mire como malo e indiferente ante nuestras necesidades.

27. A su estatura: otros traducen: a su vida. Continuando el divino Maestro con su maravillosa dialéctica, nos presenta aquí la cuestión bajo un nuevo aspecto: No sólo es cierto que el Padre Celestial es quien nos lo da todo gratuitamente, y que en Él hemos de confiar con más razón que los despreocupados pajarillos, sino también que, aun cuando pretendamos alardear de suficiencia y poner gran esfuerzo en nuestras iniciativas, seremos del todo impotentes si Él no obra, pues que nada podemos ni aún en aquello que nos parece más nuestro, como es la propia vida y la propia estatura. Véase Sal. 126 y notas.

29. Como uno de ellos. Notemos que aquí nos da el Señor, de paso, una lección fundamental de estética, e inculca el amor a la naturaleza al mostrarnos la superioridad de las bellezas que su Padre nos dio, sobre todas las que puede elaborar el hombre; y así los pintores clásicos estudiaban la ciencia del colorido en flores y plumajes de aves. Todos habremos observado que, cuando estamos bien de salud y con el organismo descongestionado, nuestros ojos descubren esplendores nuevos en la luz y el color. Pensemos, pues, qué bellezas no vería en ellos la Humanidad santísima de Jesús, el ideal del hombre perfecto en todo sentido.

31. En Jn. 6, 27, nos muestra Jesús cuál es el alimento por que hemos de preocuparnos.

32. Vuestro Padre sabe. Véase vers. 8 y nota.

33. Todo el orden económico del cristianismo está resumido en esta solemne promesa de Jesús. Su conocimiento y aceptación bastaría para dar solución satisfactoria a todos los problemas sociales. La justicia, según la Sagrada Escritura, no ha de entenderse en el sentido jurídico de dar a cada uno lo suyo, sino en el de la justificación que viene de Dios (Rm. 3, 25 s.; 10, 3 ss. y 30 ss.; Fil. 3, 9), y de la santidad, que consiste en el cumplimiento de la divina Ley. Véase Sal. 4, 6 y nota; Hb. 13, 5. Cf. Lc. 18, 9 ss. y nota.

34. A cada día le basta su propia pena: Suavísima revelación que solemos mirar como un molesto freno a nuestros impulsos de dominar el futuro, cuando debiera al contrario llenarnos de alegría. Porque si el Amo para el cual se destinan todos nuestros trabajos y el Dueño de nuestra vida nos dice que de este modo le gusta más ¿por qué hemos de empeñarnos en obrar de otro modo más difícil. Pensemos cuán grande tendría que ser la maldad de quien así nos habla si sus promesas no fueran seguras. ¡Porque ello significaría privarnos de la prudencia humana, para que luego nos quedásemos sin una cosa ni otra! ¿Es esto compatible con la compasión y riqueza de bondad que vemos derrochar a cada paso de la vida de Jesús? Sobre esta suavidad de Dios que nos presenta la sabiduría como una serenidad inquebrantable y muy superior a la sofrosyne de los griegos porque cuenta con la infalible intervención de una Providencia paternal, véase Sal. 36, 4 ss.; 111, 7; Jn. 14, 1 y 27, etc.

1. Se prohíbe el juicio temerario. S. Agustín observa al respecto: “Juzguemos de lo que está de manifiesto, pero dejemos a Dios el juicio sobre las cosas ocultas” (Lc. 6, 37; Rm. 2, 1). Hay en este sentido una distinción fundamental entre el juicio del prójimo que nos está absolutamente prohibido, y el juicio en materia de espíritu que nos es recomendado por S. Juan, S. Pablo y el mismo Señor (7, 15; 1 Jn. 4, 1; 1 Ts. 5, 21; Hch. 17, 11; 1 Co. 2, 15).

2. Es la regla del Padre Nuestro (6, 12 ss.). Importa mucho comprender que Cristo, al pagar por pura misericordia lo que no debía en justicia (Sal. 68, 5 y nota), hizo de la misericordia su ley fundamental y la condición indispensable para poder aprovechar del don gratuito que la Redención significa; esa Redención, sin la cual todos estamos irremisiblemente perdidos para siempre. Dedúcese de aquí, con carácter rigurosamente jurídico, una gravísima consecuencia, y es que Dios tratará sin misericordia a aquellos que se hayan creído con derecho a exigir del prójimo la estricta justicia. Bastará que el divino Juez les aplique la misma ley de justicia sin misericordia, para que todos queden condenados, ya que “nadie puede aparecer justo en su presencia” (Sal. 142, 2). Véase la “regla de oro” (v. 12) y la Parábola del siervo deudor (18, 21 ss.). S. Marcos (4, 24) añade a este respecto una nueva prueba de la generosidad de Dios.

3 ss. Véase en la nota a Lc. 6, 42 el hondo sentido de este pasaje.

6. El Evangelio es semilla. No debe darse por la fuerza a quienes tienen el espíritu mal dispuesto por la soberbia, pues sólo conseguiríamos que lo profanasen y aumentasen su odio. Porque, como dice S. Juan de la Cruz, sólo a los que negando los apetitos se disponen para recibir el espíritu, les es dado apacentarse del mismo. Véase Pr. 29, 9 y nota. Os despedacen: Véase Hch. 7, 54 y nota.

7 s. Sobre estas inefables promesas en favor de la oración, que Jesús hace tan reiteradamente, y que nosotros miramos con tan poca fe, véase 21, 22; Mc. 11, 24; Lc. 11, 9; Jn. 14, 13; St. 1, 6 y 4, 3, etc.

11. A los que le pidan: es decir que, no obstante saber bien el Padre cuanto necesitamos (6, 32), se goza en recibir el pedido de sus hijos. Dará cosas buenas: véase Lc. 11, 13.

12. Es la regla de oro que Jesús nos ofrece para guía de nuestra conducta. Nótese su carácter positivo, en tanto que el Antiguo Testamento la presentaba en forma negativa (Tob. 4, 16; Lc. 6, 31; Hch. 15, 29).

14. Por el camino estrecho no pueden pasar sino los pequeños. Es éste un nuevo llamado a la humildad y al amor, el cual nos hace cumplir los mandamientos. Véase Lc. 13, 24 y nota.

15. Jesús, como buen Pastor (Jn. 10, 1-29), nos previene aquí bondadosamente contra los lobos robadores, cuya peligrosidad estriba principalmente en que no se presentan como antirreligiosos, sino al contrario “con piel de oveja”, es decir, “con apariencia de piedad” (2 Tm. 3, 5) y disfrazados de servidores de Cristo (2 Co. 11, 12 ss.). Cf. Lc. 6, 26; 20, 45; Jn. 5, 43; 7, 18; 21, 15; Hch. 20, 29; 1 Jn. 2, 19; Rm. 15, 17 s., etc. Para ello nos habilita a fin de reconocerlos, pues sin ello no podríamos aprovechar de su advertencia. Cf. Jn. 7, 17; 10, 4, 8 y 14.

21. Entendamos bien lo que significa hacer su voluntad. Si buscamos, por ejemplo, que un hombre no le robe a otro, para que la sociedad ande bien, y no para que se cumpla la voluntad de Dios, no podemos decir que nuestra actitud es cristiana. Ese descuido de la fe sobrenatural nos muestra que hay una manera atea de cumplir los mandamientos sin rendir a Dios el homenaje de reconocimiento y obediencia, que es lo que Él exige. ¡Cuántas veces los hombres que el mundo llama honrados, suelen cumplir uno u otro precepto moral por puras razones humanas sin darse cuenta de que el primero y mayor de los mandamientos es amar a Dios con todo nuestro ser!

22. En aquel día: el día del juicio, llamado también “el día del Señor”, “el día grande”, “día de Cristo”, “día de ira”. Cf. Sal. 117, 24; Is. 2, 12; Ez. 30, 3 y notas; Jl. 1, 15; Ab. 15; Sof. 1, 7; Rm. 2, 5; 1 Co. 3, 13; 2 Co. 1, 14; Fil. 1, 6 y 10; 2 Pe. 3, 12; Judas 6.

23. Terribles advertencias para los que se glorían de ser cristianos y no viven la doctrina de Jesucristo, Véase Jr. 14, 14 ss., donde el profeta de Dios habla contra los falsos profetas y sacerdotes que abusan del nombre del Señor.

4. De testimonio: para que los sacerdotes reconocieran el milagro hecho por Él, y certificaran legalmente la curación.

5. El centurión del ejército romano mandaba a cien soldados. Aquí se trata de un militar al servicio de Herodes Antipas, tetrarca de Galilea.

8. Palabras de humildad incorporadas a la Liturgia de la santa Misa.

17. Véase Is. 53, 4.

20. El Hijo del hombre: Es el título con que Jesucristo se presentaba como Mesías Rey según el profeta Daniel lo había aplicado en Dn. 7, 13 (Joüon). –¡No tiene dónde reclinar la cabeza! Jesús hace aquí ostentación de su pobreza, como todo amigo y todo esposo que no quiere ser buscado por su fortuna sino por su atractivo y afecto preferente hacia su propia persona (cf. Lc. 9, 57 ss.). ¡Y qué mayor atractivo que ese mismo, de ver que Aquel por quien y para quien fueron hechas todas las cosas, careció de todas –desde el pesebre a la cruz– despreciándolas por amor nuestro y mirándonos a nosotros, a cada uno de nosotros, como su único tesoro, como el más preciado de todos los dones que el Padre le hizo! (Jn. 10, 29 y nota). La suavidad de este asombroso amor es tanto más irresistible cuanto que lo vemos guardar luego esa pobreza para Él solo, en tanto que todo lo temporal lo da por añadidura (6, 33) a quienes lo acepten a Él y deseen ese Reino en el cual nos promete sentarnos a su mesa (Lc. 22, 29 s.).

28. Gadara, ciudad situada al este del mar de Galilea. Marcos (5, 1) dice “Gerasa”; Lucas (8, 26), “Gergesa”; Vulg.: “Gerasa”.

34. Los gadarenos representan a los que rechazan la luz de Cristo, pidiéndole “que se retire de su país”, o sea de sus casas y corazones, porque aman más las tinieblas que la luz (Jn. 3, 19). Cf. Lc. 8, 36 s.

6. Sanando primero el alma, Jesús nos enseña que ésta vale más que el cuerpo. No se olvide, pues, la preparación espiritual de los enfermos. Cf. St. 5, 14 s.

11. Véase Lc. 5, 32 y nota; 15, 2 ss.; Jn. 6, 37.

13. Véase Os. 6, 6; 1 Re. 15, 22; Si. 35, 24.

15. El Esposo de esta parábola es el mismo Jesús; sus amigos, los apóstoles, no podían ayunar como si hicieran duelo por su presencia. En las bodas de los judíos los amigos solían acompañar al esposo cuando éste salía al encuentro de la esposa (Mt. 25, 1-13; Jn. 3, 29). Sobre el ayuno véase 6, 16 y nota.

18. Un magistrado: según Mc. 5, 22, uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo. No se dice si éste, como autoridad religiosa, admitía las enseñanzas de Jesús. Lo que sí vemos, es que recurre a Él cuando necesita de sus milagros.

22. Es una máxima del reino de Dios: “Dios resiste a los soberbios, y da su gracia a loa humildes” (St. 4, 6). La fe humilde y confiada que dio eficacia a la oración de la enferma, es condición indispensable de toda oración (St. 4, 3 ss.).

27. Hijo de David, esto es, en el sentir de los judíos, el Mesías prometido. Cf. 1, 1 ss. y nota.

36. Cf. Sal. 13, 4 y nota.

37. La parábola de la mies y de los obreros tiene para nosotros el sentido de que faltan obreros en la Viña de Dios: sacerdotes y laicos celosos, llenos de espíritu de apostolado. Jesús enseña que estos obreros se han de pedir al Padre, porque sólo Él es quien hace el llamado. Véase 15, 13; Jn. 6, 37 y 44; 1 Tm. 5, 22. Rogad: quizá quiere Jesús que se unan a su oración por los doce que va a llamar en seguida (10, 1 s.).

2. Pedro, en arameo Kefa, esto es, piedra, llamado así porque a él será entregada la primacía (16, 17-19; Lc. 22, 31 s.; Jn. 21, 15-17).

4. Iscariote, es decir, hombre de Cariot, pueblo ubicado cerca de Jerusalén (Jos. 15, 25).

5. Gentiles y samaritanos, no son excluidos del reino de Dios; sin embargo, quería Jesús evangelizar primero las ovejas perdidas de su propio pueblo, y después a los demás. Véase Is. 9, 1 y nota.

6. Cf. 15, 24; 28, 19; Lc. 24, 47. Después de Pentecostés S. Pedro abrió la puerta a los gentiles (Hch. 10) para ser “injertados” en el tronco de Israel (Rm. 11, 11-24) y manifestó que ello era a causa de la incredulidad de la Sinagoga (ibíd. 30 s.) y así lo confirmó el Concilio de Jerusalén (Hch. 15). Más tarde el pueblo judío de la Dispersión rechazó también la predicación apostólica y entonces Pablo les anunció que la salvación pasaba a los gentiles (Hch. 28, 23 ss.) y desde la prisión escribió a los Efesios sobre el Misterio del Cuerpo Místico (Ef. 1, 22), escondido desde todos los siglos (Ef. 3, 9; Col. 1, 26), por el cual los gentiles son llamados a él (Ef. 3, 6), no habiendo ya diferencia alguna entre judío y gentil.

9 s. En estas palabras se contiene una exhortación a amar y practicar la pobreza, un llamado especial que Dios hace a los religiosos y sacerdotes que se dedican al sagrado ministerio. Jesús manda, tanto a los apóstoles, como a los discípulos (Lc. 10, 4), que no lleven bolsa, ni alforja, ni dinero, confiando en la eficacia propia de la divina Palabra, cuya predicación es el objeto por excelencia del apostolado, según se nos muestra en la despedida de Jesús (28, 19 s.; Mc. 16, 15); en la conducta de los Doce después de Pentecostés (Hch. 6, 2) y en las declaraciones de S. Pablo (1 Co. 1, 17; 9, 16).

12. Esta costumbre, todavía hoy mantenida en Oriente, de darse el saludo La paz sea contigo, era seguida fielmente por los primeros cristianos. ¡Qué bien sería restaurarla según lo enseña aquí el Maestro! Saludar, en lenguaje pagano, es desear la salud. En lenguaje cristiano, es desear la paz, que es cosa del alma. Cf. Lc. 1, 28 y nota.

16. Como ovejas en medio de lobos: He aquí el sello que nos permite en todos los tiempos reconocer a los discípulos. Un humilde predicador, atacado por un poderoso que defendía el brillo mundano de sus posiciones sacudidas por la elocuencia del Evangelio, se limitó a dar esta respuesta: “Una sola cosa me interesa en este caso, y es que Jesús no vea en mí al lobo sino al cordero”. Como las serpientes: Entre tos pueblos de Oriente la serpiente era símbolo de la prudencia y de las ciencias ocultas. Nótese, con S. Gregorio Magno, que el Señor recomienda la unión de la prudencia con la sencillez. Ésta para con Dios y aquélla para con los hombres, como vemos en el v. 17 y ss.

19. Cf. Lc. 21, 14 y nota.

23. La venida del Hijo del hombre es, indudablemente, el retorno de Jesús al fin de los tiempos, y no podemos pensar que tal expresión se refiera a la ruina de Jerusalén, que ocurrió cuarenta años más tarde. La profecía de Jesús se cumplió ya en parte al pie de la letra, puesto que los apóstoles, rechazados en su predicación, hubieron de abandonar la Palestina sin evangelizar todas sus ciudades, lo cual, por tanto, ni se hizo entonces ni se ha hecho después. Las palabras del divino Maestro significaban, pues, una prevención a los apóstoles de que Israel no los recibiría favorablemente, prevención que Jesús les da a fin de que no se sorprendan al ser rechazados. Cf. Hch. 13, 46 y nota. S. Hilario refiere este pasaje a la conversión final de Israel, con motivo de la Parusía.

24. El discípulo no es mejor que su maestro: He aquí una de esas palabras definitivas de Jesús, que debieran bastar para que nunca jamás aceptásemos la menor honra. ¿Tuvo honores el Maestro? No, tuvo insultos. Luego si Él no los tuvo, no debe buscarlos nadie porque nadie es más que Él. Véase Lc. 6, 40; Fil. 2, 7 y nota.

25. Beelzebul (Dios de las moscas) es un nombre despectivo que los judíos daban a Satanás o a alguno de los príncipes de los demonios (2R. 1, 2).

27. Cf. Hch. 28, 23 y nota.

28. Gehena: infierno. Véase 5, 22; I Jn. 4, 18 y notas.

29. Por un as, moneda que en tiempos de Cristo equivalía a 1/16 de denario, unos cinco centavos argentinos.

34. La verdad es como una espada. No puede transigir con las conveniencias del mundo. Por eso los verdaderos discípulos de Jesucristo serán siempre perseguidos. El Señor no envía sus elegidos para las glorias del mundo sino para las persecuciones, tal como Él mismo ha sido enviado por su Padre. Cf. Jn. 17, 18; Lc. 12, 51 s.; 22, 36 y nota.

38. Cf. 16, 24 ss.

39. Quien halla su vida, esto es, quien se complace en esta peregrinación y se arraiga en ella como si fuera la verdadera vida. Ese tal, ya habrá tenido aquí “sus bienes” como dijo Jesús al Epulón (Lc. 16, 25) y no le quedará otra vida que esperar. Véase el ejemplo de los Recabitas en Jr. 35. Otros traducen: “quien conserva su alma”, esto es, quien pretende salvarse por su propio esfuerzo, sin recurrir al único Salvador, Jesús. Véase Lc. 14, 26 ss.; 17, 33 y notas.

40. A Mí me recibe: Jesús mismo vive en sus discípulos; es lo que da su significación a este comportamiento. Y cuando Jesús habla del “ethos” de la relación filial con Dios, de la actitud abierta y sin reservas frente al Padre y del amor fraterno recíproco que ha de unir a los hijos de Dios, el sentido de esta actitud se fundamenta asimismo partiendo de la persona de Jesús. “El que por Mí recibiere a un niño como este, a Mí me recibe; y el que escandalizare a uno de estos pequeños que creen en Mí, más le valiera que le colgasen al cuello una piedra de molino de asno y le arrojaran al fondo del mar” (Mt. 18, 5-6) (Guardini).

42. Si los que sólo apagan la sed física de un discípulo de Cristo, obtendrán su recompensa ¿cuánto más la recibirán los ministros de Cristo que apaguen en las almas la sed de verdad?

3. El que viene, esto es, el Mesías, rey de Israel, anunciado por los profetas. Véase Jn. 6, 14; 11, 27 y nota. En el v. 5 Jesús se presenta con las palabras con que lo anunciara Isaías (Is. 35, 5; 61, 1 y notas). Y como bien sabía Él que había de ser rechazado, expresa en el v. 6 la bienaventuranza de aquellos que excepcionalmente no hallaren en Él un tropiezo.

5. En vez de larga respuesta, Jesús muestra a los enviados los prodigios que estaba obrando cuando ellos llegaron, y les prueba de este modo que Él es el Mesías, en quien se han cumplido las profecías (Is. 35, 5 s.; 61, 1).

6. Dichoso el que no se escandalizare de Mí: Es decir, dichoso el que sabe reconocer que las precedentes palabras de Isaías sobre el Mesías Rey se cumplen realmente en Mí (cf. Lc. 4, 21 y nota), y no tropieza y cae en la duda como los demás, escandalizado por las apariencias de que soy un carpintero (Mt. 13, 55; Mc. 6, 3), y porque aparezco oriundo de Nazaret siendo de Belén (Mt. 21, 11; Jn. 7, 41 y 52), y porque mi doctrina es contraria a la de los hombres tenidos por sabios y virtuosos, como los fariseos. Dichoso el que cree a pesar de esas apariencias, porque ve esas obras que Yo hago (Jn. 10, 33; 14, 12) y esas palabras que ningún otro hombre dijo (Jn. 7, 46), y juzga con un juicio recto y no por las apariencias (Jn. 7, 24). Porque los que dudan de los escritos de Moisés y de los Profetas (Jn. 5, 46) no creerían aunque un muerto resucitara y les hablase. (Lc. 16, 31). ¡Y esto les pasó aún a los apóstoles con el mismo Jesús resucitado! (Lc. 24, 11). Dichoso el que sabe reconocer, en esa felicidad hoy anunciada a los pobres y cumplida en estos milagros, las profecías gloriosas sobre el Mesías Rey que, junto con dominar toda la tierra (Sal. 71, 8), tiene esa predilección que Yo demuestro por los pobres (Sal. 71, 12 ss.; Lc. 4, 18). Dichoso, en fin, el que, al pie de la Cruz, siga creyendo todavía, como Abrahán, contra toda esperanza (Rm. 4, 18), como creyó mi Madre (Lc. 1, 45; Jn. 19, 25 y nota) y comprenda las Escrituras según las cuales era necesario que el Mesías padeciese mucho, muriese y resucitase (Lc. 24, 26 s. y 45 s.; Jn. 11, 51 s.; Hch. 3, 22 y nota). Por eso nadie puede ir a Jesús si no le atrae especialmente el divino Padre (Jn. 6, 44), porque es demasiado escandaloso el misterio de un Dios víctima de amor (1 Co. 1, 23). Por eso muchas veces, aunque nos decimos creyentes, no creemos, porque somos como el pedregal (Mt. 13, 21). Véase Lc. 7, 23 y nota.

11. Es decir: Juan es el mayor de los profetas del antiguo Testamento, pero la nueva alianza, el Reino de Jesucristo, será tan superior que cualquiera en él será mayor que Juan porque Él lo constituirá sobre todos sus bienes (24, 46 s.; Hb. 8, 8 s.). En cuanto a la Iglesia, fundada cuando Israel rechazó el reino del Mesías (cf. 16, 16 ss.; Rm. 11, 12 y 15 y notas), vemos cuán privilegiada es desde ahora nuestra situación de verdaderos hijos de Dios y hermanos de Jesús. Véase Jn. 1, 11-12; 11, 52; Ef. 1, 5 y notas, etc.

12. Según algunos, los que no hacen violencia a Dios con su confianza inquebrantable, no entrarán en el reino de los cielos. Otros exégetas toman estas palabras en sentido profético, refiriéndolas a las persecuciones que el Reino de Dios ha de sufrir en la tierra. Véase Lc. 16, 16 y nota. Se apoderan de él: así también Buzy y la Biblia Pirot. Cf. 23, 13.

14. Muchos consideraban al Bautista como el profeta Elías, el cual, conforme a la profecía de Malaquías (4, 5), ha de volver al mundo. Véase 17, 11 y nota.

19. Véase Lc. 7, 35 y nota. La Sabiduría increada es el mismo Verbo divino que se hizo carne. Sus obras le dan testimonio, como Él mismo lo dijo muchas veces (Jn. 10, 37 s.; 12, 37-40; 15, 22-25).

21 s. Corazín y Betsaida eran ciudades vecinas a Cafarnaúm. Las tres son aquí maldecidas por su incredulidad e infidelidad a los privilegios de que se gloriaban (cf. 7, 23; Lc. 13, 27). Tiro y Sidón: dos ciudades paganas de Fenicia.

25. El Evangelio no es privilegio de los que se creen sabios y prudentes, sino que abre sus páginas a todos los hombres de buena voluntad, sobre todo a los pequeñuelos, esto es, a los pobres en el espíritu y humildes de corazón, porque “aquí tienen todos a Cristo, sumo y perfecto ejemplar de justicia, caridad y misericordia, y están abiertas para el género humano, herido y tembloroso, las fuentes de aquella divina gracia, postergada la cual y dejada a un lado, ni los pueblos ni sus gobernantes pueden iniciar ni consolidar la tranquilidad social y la concordia” (Pío XII en la Encíclica “Divino Afflante Spiritu”).

28. No sólo los muy agobiados; también todos los cargados, para que la vida les sea llevadera.

29. Nótese que no dice que soy manso, sino porque soy manso. No se pone aquí como modelo, sino como Maestro al cual debemos ir sin timidez, puesto que es manso y no se irrita al vernos tan torpes.

30. El adjetivo griego “jrestós” que Jesús aplica a su yugo, es el mismo que se usa en Lc. 5, 39 para calificar el vino añejo. De ahí que es más exacto traducirlo por “excelente”, pues “llevadero” sólo da la idea de un mal menor, en tanto que Jesús nos ofrece un bien positivo, el bien más grande para nuestra felicidad un temporal, siempre que le creamos. El yugo es para la carne mala, mas no para el espíritu, al cual, por el contrario, Él le conquista la libertad (Jn. 8, 31 s.; 2 Co. 3, 17; Ga. 2, 4; St. 2, 12). Recordemos siempre esta divina fórmula, como una gran luz para nuestra vida espiritual. El Evangelio donde el Hijo nos da a conocer las maravillas del Eterno Padre, es un mensaje de amor, y no un simple código penal. El que lo conozca lo amará, es decir, no lo mirará ya como una obligación sino como un tesoro, y entonces sí que le será suave el yugo de Cristo, así como el avaro se sacrifica gustosamente por su oro, o como la esposa lo deja todo por seguir a aquel que ama. Jesús acentúa esta revelación en Jn. 14, 23 s., al decir a San Judas Tadeo que quien lo ama observará su doctrina y el que no lo ama no guardará sus palabras, Tal es el sentido espiritual de las parábolas del tesoro escondido y de la perla preciosa (13, 44 ss.). Del conocimiento viene el amor, esto es, la fe obra por la caridad (Ga. 5, 6). Y si no hay amor, aunque hubiera obras, no valdrían nada (1 Co. 13, 1 ss.). Todo precepto es ligero para el que ama, dice S. Agustín; amando, nada cuesta el trabajo: Ubi amatur, non laboratur.

4. Alude Jesús a la historia que se refiere en el primer libro de los Reyes 21, 16. Los panes de la proposición, son los doce panes que cada semana se colocaban como sacrificio en la mesa de oro en el Santo del Templo. Véase Lv. 24, 5 ss.

7. Véase 9, 13; Os. 6, 6; Si. 35, 4.

18. Los vers. 18-21 son una cita tomada de Isaías 42, 1-4 y 41, 9. Véase Mt. 3, 17; 17, 5.

19. Nadie oirá su voz en las plazas: Vemos aquí que los frutos que permanecen no son los de un apostolado efectista y ruidoso. Véase Jn. 15, 16 y nota. “El bien no hace ruido y el ruido no hace bien” (S. Francisco de Sales).

24. Sobre Beelzebul véase 10, 25 y nota.

31 ss. El pecado de los fariseos consiste en atribuir al demonio los milagros que hacía Jesús y en resistir con obstinación a la luz del Espíritu Santo, que les mostraba el cumplimiento de las profecías en Cristo. Es el pecado de cuantos, también hoy, se escandalizan de Él y se resisten a estudiarlo. Cf. 11, 6 y nota.

34. La boca habla de la abundancia del corazón: La lengua es el espejo del corazón. La boca del justo es un canal de vida (Pr. 10, 11), mas la lengua del impío es una cloaca llena de cieno. Véase Ef. 4, 29; 5, 4-6; St. 1, 26; 3, 6 y 8; Pr. 12, 14; Si. 21, 29. S. Agustín lo aplica a Jesús y dice que el Evangelio es la boca por donde habla su corazón.

40. Alude a su resurrección. Véase 27, 60; 28, 5.

42. La reina de Sabá, que vino del Mediodía para ver a Salomón (1 R. 10, 1-13).

46. La voz hermano comprende entre los judíos también a los primos y otros parientes. Los llamados hermanos de Jesús son sus primos: Santiago el Menor, Simón, Judas Tadeo y José el Justo, hijos de Cleofás o Alfeo.

47. Admiremos la modestia silenciosa de la divina Madre que se queda afuera, esperando de pie, para no distraer a Jesús en su predicación.

1. Véase Mc. 4, 1 ss.; Lc. 8, 4 ss.

3. Parábola, término griego que significa “comparación”. Las del Señor nos hacen comprender de una manera insuperable las verdades de la fe sobrenatural. Más que todas las explicaciones científicas, son las parábolas el medio apropiado para instruir a los de corazón recto, sean letrados o ignorantes, aunque se explica que a aquéllos les sea más difícil hacerse enseñables (11, 25; Jn. 6, 45; 8, 43; 1 Co. 1, 22 ss.; 2, 14; 2 Co. 10, 5). Como a los ricos en bienes (Lc. 18, 25), a los que se sienten ricos de pensamiento les cuesta mucho hacerse “pobres en el espíritu” (5, 3 y nota). Por eso las parábolas de Jesús son mucho menos comprendidas de lo que creemos (v. 11 y 57). Cf. Lc. 1, 53.

9. Jesús usa esta expresión cuando quiere llamar nuestra atención sobre algo muy fundamental o muy recóndito para la lógica humana. Con respecto a esta parábola, Él muestra en efecto que ella contiene una enseñanza básica, pues nos dice (Mc. 4, 13) que el que no la entiende no podrá entender las demás.

12. Es una ley en la economía del Reino que una gracia traiga otra, y que se pierdan por un pecado también los méritos antes obtenidos; si bien, como observa San Ambrosio, el perdón hace renacer los méritos perdidos, en tanto que los pecados borrados desaparecen para siempre. ¡Tal es la misericordia de la Ley de la Gracia a que estamos sometidos!

14 s. Véase Is. 6, 9 s.; Jn. 12, 40; Hch. 28, 26 s.

19. No la comprende. Es decir que no hay excusa para no comprenderla, puesto que el Padre la descubre a los pequeños más aún que a los sabios (11, 25). El que no entiende las palabras de Jesús, dice S. Crisóstomo, es porque no las ama. Ya se arreglaría para entenderlas si se tratase de un negocio que le interesase. Porque esas palabras no son difíciles, sino profundas. No requieren muchos talentos sino mucha atención (v. 23; Lc. 6, 47 y nota).

23. La comprende: Ahí está todo (v. 19 y 51). El que se ha dejado penetrar por la virtud sobrenatural de las palabras del Evangelio, queda definitivamente conquistado en el fondo de su corazón, pues experimenta por sí mismo que nada puede compararse a ellas (Jn. 4, 42; Sal. 118, 85 y nota). De ahí el fruto que ya aseguraba David en Sal. 1, 1 ss.

24. La parábola de la cizaña encierra la idea de que hay y habrá siempre el mal junto al bien y que la completa separación de los malos y de los buenos no se realizará hasta el fin del siglo, cuando Él vuelva (v. 39 ss.). Muestra también la santidad de la Iglesia, pues que subsiste a pesar del enemigo.

30. Dejadlos crecer, etc.: La paciencia del Padre Celestial espera, “porque hay muchos que antes eran pecadores y después llegan a convertirse” (S. Agustín) y para que por los malos se pruebe la virtud de los buenos, porque “sin las persecuciones no hay mártires” (S. Ambrosio). Véase sobre esto 2 Pe. 3, 9: Ap. 6, 10 s.

31 s. Cf. Lc. 13, 18 ss. y nota.

33. Escondió: San Crisóstomo y otros hacen notar que no se dice simplemente que “puso” sino que lo hizo en forma que quedara oculta. Según suele explicarse, la mujer simbolizaría a la Iglesia; la levadura, la Palabra de Dios; la harina, a los hombres, de manera que así como la levadura va fermentando gradualmente la harina, así la fe iría compenetrando no solamente todo el ser de cada hombre, sino también a toda la humanidad. Pero las interpretaciones difieren mucho en este pasaje que San Jerónimo llama discurso enigmático de explicación dudosa. San Agustín opina que la mujer representa la sabiduría; S. Jerónimo, la predicación de los apóstoles o bien la Iglesia formada de diferentes naciones. Según S. Crisóstomo, la levadura son los cristianos, que cambiarán el mundo entero; según Rábano Mauro es la caridad, que va comunicando su perfección al alma toda entera, empezando en esta vida y acabando en la otra; según S. Jerónimo, es la inteligencia de las Escrituras; según otros, es el mismo Jesús. Las tres medidas de harina que, según S. Crisóstomo, significan una gran cantidad indeterminada, según San Agustín representan el corazón, el alma y el espíritu (22, 37), o bien las tres cosechas de ciento, de sesenta y de treinta (v. 23), o bien los tres hombres justos de que habla Ezequiel: Noé, Daniel y Job (Ez. 14, 14); según S. Jerónimo, podrían ser también las tres partes del alma que se leen en Platón: la razonable, la irascible y la concupiscible; según otros, sería la fe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo; según otros, la Ley, los Profetas y el Evangelio; según otros, las naciones salidas de Sem, de Cam y Jafet. Santo Tomás trae a este respecto una observación de S. Hilario, según el cual “aunque todas las naciones hayan sido llamadas al Evangelio, no se puede decir que Jesucristo haya estado en ellas “escondido”, sino manifiesto, ni tampoco puede decirse que haya fermentado toda la masa”. Por eso conviene buscar la solución de otra manera. Fillion hace notar que la levadura es mencionada en otros pasajes como símbolo de corrupción, sea de la doctrina, sea de las costumbres (16, 6 y 12; 1 Co. 5, 6 ss.; Ga. 5, 9; cf. Ag. 2, 11 ss.), y Cornelio a Lapide explica por qué lo fermentado estaba prohibido, tanto en los sacrificios como en la Pascua (Ex. 12, 15; 13, 7; Lv. 2, 11; 6, 17; 10, 12, etc.) y expresa que por levadura se entiende la malicia, significando místicamente vicio y astucia. Añade que la levadura de los fariseos mataba las almas y que Cristo manda a los suyos cuidarse de esto, no en cuanto enseñaban la Ley, sino en cuanto la viciaban con sus vanas tradiciones. No faltan expositores que prefieren aquí este sentido, por su coincidencia con la Parábola de la cizaña que va a continuación. Cf. Lc. 13, 21 y nota.

35. Véase Sal. 77, 2.

44. El tesoro es la fe y la gracia que vienen del Evangelio, como lo dice Benedicto XV. El mismo Pontífice aplica esta parábola a los que se dedican al estudio de la Sagrada Escritura y alega como ejemplos a los dos grandes Doctores Agustín y Jerónimo, que en su dicha de haber encontrado el tesoro de la divina Palabra se despidieron de los placeres del mundo (Encicl. “Spiritus Paraclitus”). Véase 6, 21 y nota.

45. Perla fina es llamado el reino de los cielos para indicar que quien lo descubre en el Evangelio, lo prefiere a cuanto pueda ofrecer el mundo. Otra interpretación de gran enseñanza espiritual es que Jesús dio todo lo que tenía por la Iglesia y por cada alma (Ga. 2, 20) que para Él es una perla de gran valor (Jn. 10, 39; Cf. 4, 1; 7, 11 y notas). Así se ha dado también a estas parábolas un sentido profético, aplicando la perla preciosa a la Iglesia y el tesoro escondido a Israel, por cuya caída Él extendió su obra redentora a toda la gentilidad. Cf. Rm. 11, 11 y 15.

47. La red es la Iglesia visible con sus apóstoles encargados de reunir en uno a los hijos de Dios (Jn. 11, 52), pescando en el mar que es el mundo. En esta parábola nos muestra Cristo, como en la del banquete (22, 8-14), la existencia de buenos y malos dentro de esa Iglesia, hasta el día en que los ángeles hagan la separación y Jesús, celebrando sus Bodas con el Cuerpo místico, arroje del festín a los que no tenían el traje nupcial.

49. Santo Tomás dice que es de notar que Jesús expone la parábola sólo en cuanto a los malos, y luego observa que esos malos están entre los buenos como está la cizaña en medio del trigo (y la levadura en medio de la masa), tratándose por tanto aquí de los que no están separados de la Iglesia por diversidad de dogmas sino de los que hacen profesión de pertenecer a ella. Vemos así que no es ésta una repetición de la parábola de la cizaña, pues allí el campo no es la Iglesia sino todo el mundo (v. 38), mientras que aquí la red de pescar se refiere a la Iglesia apostólica formada por aquellos que “echaban la red en el mar, pues eran pescadores” (4, 18), y a quienes Jesús hizo “pescadores de hombres” (ibid. 19).

51 s. ¿Habéis entendido todo esto? Santo Tomás muestra cómo, según Jesús, la inteligencia de todas esas parábolas –más misteriosas de lo que parecen– es necesaria para “todo escriba que ha llegado a ser discípulo del Reino” (v. 52; cf. vv. 19 y 23 y notas; Mc. 4, 13). De esa manera será semejante al Dueño de casa, que es el mismo Jesús, a quien deben parecerse sus discípulos (10, 23) y el cual saca de su tesoro (v. 52) eternas verdades del Antiguo Testamento y misterios nuevos que Él vino a revelar, tanto sobre su venida a predicar el “año de la reconciliación”, cuanto sobre su retorno en el “día de la venganza” (Lc. 4, 17-21; Is. 61, 1 s.). El mismo Jesús confirma esto en Lc. 24, 44. Por donde, dice San Agustín, debéis entender de modo que las cosas que se leen en el A. T. sepáis exponerlas a la luz del Nuevo. Vemos, pues, aquí el conocimiento que el cristiano y principalmente el apóstol han de tener de todos los misterios revelados por Cristo y que se refieren tanto a sus padecimientos cuanto a su futuro triunfo (1 Pe. 1, 11).

54 s. Su patria: Nazaret. Sus hermanos: cf. 12, 46 y nota.

57. He aquí el gran misterio de la ceguera, obra del príncipe de este mundo que es el padre de la mentira (Jn. 8, 44) y cuyo poder es “de la tiniebla” (Lc. 22, 53). Veían lo admirable de su sabiduría y la realidad de sus milagros (v. 54) y en vez de alegrarse y seguirlo o al menos estudiarlo… se escandalizaban. Y claro está, como tenían que justificarse a sí mismos, sus parientes decían que era loco, y los grandes maestros enseñaban que estaba endemoniado (Mc. 3, 21-22). Por esto es que Él hablaba en parábolas (vv. 10-17), para que no entendieran sino los simples que se convertirían (cf. 11, 25 ss.). Los otros no habrían podido oír la verdad sin enfurecerse, como sucedió cuando entendieron la parábola de los viñadores (Mc. 12, 12 ss.). Por eso es Jesús “signo de contradicción” (Lc. 2, 34) y lo seremos también sus discípulos (Jn. 15, 20 ss.): a causa del “misterio de la iniquidad” o sea del poder diabólico (2 Ts. 2, 7 y 9) cuyo dominio sobre el hombre conocemos perfectamente por la tragedia edénico. (véase Sb. 2, 24 y nota) y cuyo origen se nos ha revelado también, aunque muy “arcanamente”, en la rebelión de los ángeles, que algunos suponen sucedió en el momento situado entre Gn. 1, 1 y 2. Cf. nuestro estudio sobre Job y el misterio del mal, del dolor y de la muerte.

1. Herodes Antipas, hijo de aquel cruel Herodes que mató a los niños de Belén. Tetrarca, indica que tenía sólo la cuarta parte del reino de su padre.

3. San Juan había increpado a Herodes por haberse casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, en vida de éste.

9. Herodes no estaba obligado a cumplir un juramento tan contrario a la Ley divina y fruto del respeto humano. S. Agustín, imitando a San Pablo (1 Co. 4, 4 s.), decía : “Pensad de Agustín lo que os plazca; todo lo que deseo, todo lo que quiero y lo que busco, es que mi conciencia no me acuse ante Dios”. Cf. Sal. 16, 2 y nota.

19. Como Jesucristo, así también nosotros hemos de bendecir la comida rezando y levantando el corazón al Padre de quien procede todo bien. Véase 1 Tm. 4, 3-5; Hch. 2, 46 y nota.

23. Jesús se retiraba cada vez que podía (véase Mc. 1, 35; Lc. 5, 16; 6, 12; 9, 18, y 28; Jn. 6, 3, etc.) para darnos ejemplo y enseñarnos que el hombre que quiere descubrir y entender las cosas de Dios tiene que cultivar la soledad. No porque sea pecado andar en tal o cual parte, sino que es simplemente una cuestión de atención. Porque no se puede atender a un asunto importante cuando se está distraído por mil bagatelas (cf. Sb. 4, 12). No es otro el sentido de la semilla que cae entre abrojos (Mt. 13, 22). Cualquiera sabe y comprende, por ejemplo, que el que tiene novia necesita una gran parte de su tempo para visitarla, escribirle, leer sus cartas, ocuparse de lo que a ella le interesa, etc. Si pretendiésemos que esto no es lo mismo y que hay otras cosas más importantes, o que nos apremian más que nuestra relación con Dios, no entenderemos jamás la verdad, ni sabremos defender nuestros intereses reales, ni gozar de la vida espiritual, ni aprovechar de los privilegios en los cuales Dios, que todo lo puede, da por añadidura todo lo demás a quien le hace el honor de prestarle atención a Él (Mt. 6, 33). Pues Él nos enseña a poner coto a nuestros asuntos temporales, porque al que maneja muchos negocios le irá mal en ellos (Si. 11, 10 y nota), y además caerá en los lazos del diablo (1 Tm. 6, 9). Las maravillas de Dios, que consisten principalmente en el amor que nos tiene, no pueden verse sino en la soledad interior. Compárese el azul diáfano del cielo en el cenit con el color grisáceo que tiene más abajo, en el horizonte, cuando se acerca a esta sucia tierra.

1 ss. Véase el pasaje paralelo en Mc. 7, 1-23.

3. “Meditando cosas como éstas –dice un piadoso obispo alemán– descubrimos con saludable humildad, aunque no sin dolorosa sorpresa, cuán lejos del espíritu de Jesucristo solemos estar nosotros y nuestro mundo de cosas que llamamos respetables, cuyo más fuerte apoyo está en la soberbia que busca la gloria de los hombres”. Cf. Denz. 190.

4. Cf. Ex. 20, 12; 21, 17; Lv. 20, 9; Dt. 5, 16; Pr. 20, 20; Ef. 6, 2.

5. Los fariseos pretendían que sus ofrendas dadas al Templo los librasen de cuidar de sus padres, siendo que ante Dios esto constituía otra obligación distinta y no menos grave que aquélla, según el cuarto mandamiento. Cf. Mc. 7, 10 ss.

8. Véase Is. 29, 13. Cf. 2 Co. 4, 18 y nota.

13. Sobre el sentido de esta sentencia, cf. 9, 37 y nota.

24. Con la aparente dureza de su respuesta, el Señor prueba la fe de la cananea, mostrando a la vez que su misión se limita a los judíos: cf. 10, 6 y nota. Pronto veremos que el lenguaje del Maestro pasa a la mayor dulzura, haciendo un admirable elogio de aquella mujer, cuya fe había querido probar. Cf. 1 Pe. 1, 7.

30. Véase 11, 5; Mc. 7, 31 ss.

39. Magadán, situada, según San Jerónimo, al este del mar de Galilea; según otros, al norte de Tiberíades, o sea en la orilla N. O. del Lago.

3. Las señales de los tiempos: el cumplimiento de las profecías mesiánicas, los milagros y la predicación de Jesús. Como por el arrebol pueden opinar sobre el tiempo que ha de hacer, así podrían reconocer la llegada del Mesías por el cumplimiento de los vaticinios. (Cf. 24, 32 ss.; Mc. 13, 28 ss.; Lc. 21, 29 ss.).

12. Sobre levadura véase 13, 33 y nota.

13. Cesarea de Filipo, hoy día Baniás, situada en el extremo norte de Palestina, cerca de una de las fuentes del Jordán.

18. Pedro (Piedra) es, como lo dice su nombre, el primer fundamento de la Iglesia de Jesucristo (véase Ef. 2, 20), que los poderes infernales nunca lograrán destruir. Las llaves significan la potestad espiritual. Los santos Padres y toda la Tradición ven en este texto el argumento más fuerte en pro del primado de S. Pedro y de la infalible autoridad de la Sede Apostólica. “Entretanto, grito a quien quiera oírme: estoy unido a quienquiera lo esté a la Cátedra de Pedro” (S. Jerónimo).

20. Como señala Fillion, las palabras de este pasaje marcan “un nuevo punto de partida en la enseñanza del Maestro”. Cf. Jn. 17, 11; 18, 36. Desconocido por Israel (v. 14), que lo rechaza como Mesías-Rey para confundirlo con un simple profeta, Jesús termina entonces con esa predicación que Juan había iniciado según “la Ley y los Profetas” (Lc. 16, 16; Mt. 3, 10; Is. 35, 5 y notas) y empieza desde entonces (v. 21) a anunciar a los que creyeron en Él (v. 15 s.) la fundación de su Iglesia (v. 18) que se formará a raíz de su Pasión, muerte y resurrección (v. 21) sobre la fe de Pedro (v. 16 ss.; Jn. 21, 15 ss.; Ef. 2, 20), y que reunirá a todos los hijos de Dios dispersos (Jn. 11, 52; 1, 11-13), tomando también de entre los gentiles un pueblo para su nombre (Hch. 15, 14) ; y promete Él mismo las llaves del Reino a Pedro (v. 19). Éste es, en efecto, quien abre las puertas de la fe cristiana a los judíos (Hch. 2, 38-42) y luego a los gentiles (Hch. 10, 34-46). Cf. 10, 6 y nota.

23. Así como los apóstoles en general, tampoco San Pedro llegó a comprender entonces el pleno sentido de la misión mesiánica de Jesús, que era inseparable de su Pasión. Vemos así que el amor de Pedro era todavía sentimental, y continuó siéndolo hasta que recibió al Espíritu Santo el día de Pentecostés. Esto explica que en Getsemaní abandonase a Jesús y luego lo negase en el palacio del pontífice.

24. Entonces, es decir, vinculando con lo que precede. Conviene notar aquí el contraste de Jesús con el mundo. Éste, siguiendo al pagano Séneca, nos recomienda, como una virtud, el “Afírmate”. Jesús, sin el cual nada podemos, nos dice, en cambio: “Niégate” (para que Yo te afirme). No nos dice: Resignate a la desdicha, sino al revés: Hazte niño confiado y obediente, entrégate como hijo mimado, y Yo te daré el gozo mío (Jn. 17, 13); tendrás cuanto pidas (Mc. 11, 24) y mi Padre velará para que nada te falte (6, 33).

28. Algunos discuten el sentido de este pasaje. La opinión de San Jerónimo y San Crisóstomo, que refieren estas palabras a la Transfiguración de Jesús, la cual es una visión anticipada de su futura gloria, está abonada por lo que dicen los apóstoles (Jn. 1, 14; 2 Pe. 1, 16-19). Véase Mc. 8, 38y 9, 1; Lc. 9. 27.

3. En la interpretación de los Santos Padres, Moisés representa la Ley Antigua, y Elías a los Profetas. Ambos vienen a dar testimonio de que Jesús es el verdadero Mesías, en quien se cumplen todos los divinos oráculos dados a Israel. Cf. 16, 20 y nota.

5. Escuchadlo: “Si a cualquier pueblo, culto o salvaje, se dijera que la voz de un dios había sido escuchada en el espacio, o que se había descubierto un trozo de pergamino con palabras enviadas desde otro planeta… imaginemos la conmoción y el grado de curiosidad que esto produciría, tanto en cada uno como en la colectividad. Pero Dios Padre habló para decirnos que un hombre era su Hijo, y luego nos habló por medio de ese Hijo y enviado suyo (Hb. 1, 1 ss.) diciendo que sus palabras eran nuestra vida. ¿Dónde están, pues, esas palabras? y ¡cómo las devorarán todos! Están en un librito que se vende a pocos céntimos y que casi nadie lee. ¿Qué distancia hay de esto al tiempo anunciado por Cristo para su segunda venida, en que no habrá fe en la tierra ?” (P. d’Aubigny).

11 s. Jesús no lo niega, antes bien les confirma que la misión de Juan es la de Elías. Pero les hace notar, en 11, 11-15 que su misión mesiánica sería rechazada por la violencia, y entonces Elías tendrá que volver al fin de los tiempos como precursor de su triunfo. Cf. Lc. 1, 17; 16, 16; Mal. 3, 1; 4, 5.

20 s. Falta de fe: en griego apistía. Algunos códices dicen: poca fe (oligopistía). La Vulgata dice: incredulidad. Lo que el Señor agrega en este v. y lo que dijo en el v. 17 parece confirmar esta versión, lo mismo que el paralelo de Lc. 17, 6. El v. 21, que va entre corchetes, falta en el Codex Vaticanus y todo el contexto de este pasaje muestra, como hemos visto, que se trata más bien de una lección de fe. Pásate de aquí allá, etc.: según S. Crisóstomo, Cristo quiere enseñarnos la eficacia de la fe que vence todos los obstáculos. Las “montañas” más grandes son las conversiones de almas que Dios permite hacer a aquellos que tienen una fe viva. Cf. Lc. 17, 6.

1 ss. Sobre este punto fundamental cf. Lc. 1, 49 ss.; Mc. 10, 14 s. y notas. “Si el valor de una conducta se mide por el premio, aquí está la principal. ¡Y pensar que la pequeñez es lo que menos suele interesarnos!”.

3. Si no volviereis, etc.: todos hemos sido niños. El volver a serlo no puede extrañarnos, pues Jesús dice a Nicodemo que hemos de nacer de nuevo (Jn. 3, 3 ss.). “¡Ser niño! He aquí uno de los alardes más exquisitos de la bondad de Dios hacia nosotros. He aquí uno de los más grandes misterios del amor, que es uno de los puntos menos comprendidos del Evangelio, porque claro está que si uno no siente que Dios tiene corazón de Padre, no podrá entender que el ideal no esté en ser para Él un héroe, de esfuerzos de gigante, sino como un niñito que apenas empieza a hablar. ¿Qué virtudes tienen esos niños? Ninguna, en el sentido que suelen entender los hombres. Son llorones, miedosos, débiles, inhábiles, impacientes, faltos de generosidad, y de reflexión y de prudencia; desordenados, sucios, ignorantes y apasionados por los dulces y los juguetes. ¿Qué méritos puede hallarse en semejante personaje? Precisamente el no tener ninguno, ni pretender tenerlo robándole la gloria a Dios como hacían los fariseos (cf. Lc. 16, 15; 18, 9 ss.; etc). Una sola cualidad tiene el niño, y es el no pensar que las tiene, por lo cual todo lo espera de su padre”.

5 s. A Mí me recibe: cf. 10, 40 y 25, 40. Recompensa incomparable de quienes acogen a un niño para educarlo y darle lo necesario “en nombre de Jesús”; y máxima severidad (v. 6) para los que corrompen a la juventud en doctrina o conducta. Escándalo es literalmente todo lo que hace tropezar, esto es, a los que creen, matando su fe en Él, o deformándola.

7. Forzoso: inevitable, en un mundo cuyo príncipe es Satanás, el hallar tropiezo y tentación para nuestra naturaleza harto mal inclinada (cf. 1 Co. 11, 19). Pero ¡ ay del que nos tiente! y ¡ ay de nosotros si tentamos! Grave tema de meditación frente a las modas y costumbres de nuestro tiempo.

8 s. Manos, pies, ojos: Quiere decir que debemos renunciar aún a lo más necesario para evitar la ocasión de pecado. “Huye del pecado como de la vista de una serpiente, porque si te arrimas a él te morderá” (Si. 21, 2). San Pablo enseña a dejar aún lo lícito cuando puede escandalizar a un ignorante (1 Co. 8, 9 ss. y notas).

10. En esto se funda la creencia en los Angeles Custodios.

11. Éste v., cuyo sentido no se descubre aquí, falta en varios códices. Sin duda es una glosa a los vv. 12 ss. tomada de Lc. 19, 10.

14. Literalmente: “Así no hay voluntad delante de vuestro Padre celestial que se pierda”, etc. El verdadero sentido según el contexto se ve mejor invirtiendo la frase: “Es voluntad… que no se pierda”. Así lo demuestra esta parábola de la oveja descarriada. Véase Lc. 15, 1 ss. y notas.

15. Las palabras “contra ti” faltan en los mejores códices y proceden quizá del v. 21 o de Lc. 17, 4. Buzy y otros modernos las suprimen. Cf. Lv. 19, 17; Dt. 19, 17; 1 Co. 6, 1 ss.

17. “Por lo cual los que están separados entre sí por la fe o por el gobierno no pueden vivir en este único cuerpo (Iglesia) y de este su único Espíritu” (Pío XII, Encíclica del Cuerpo Místico). Cf. 1 Co. 5, 3 ss.

18. Los poderes conferidos a S. Pedro (16, 19) son extendidos a todos los apóstoles (vv. 1, 17 y 19 s.); sin embargo no habrá conflicto de poderes, ya que Pedro es la cabeza visible de la Iglesia de Cristo, pues sólo él recibió “las llaves del reino de los cielos”. Véase Jn. 20, 22 ss.; Hch. 9, 32. Cf. Hch. 2, 46; Col. 4, 15.

19. De entre vosotros: A todos los que queremos ser sus discípulos nos alcanzan estas consoladoras palabras.

20. Grandiosa promesa: Jesús es el centro y el alma de tan santa unión y el garante de sus frutos.

22. Es decir: siempre. Dedúcese de aquí la misericordia sin límites, con que Dios perdona, puesto que Jesús nos presenta a su Padre como modelo de la misericordia que nosotros hemos de ejercitar (Lc. 6, 35 s.).

24. Diez mil talentos: más de 50 millones de pesos.

28. Cien denarios: menos de cien pesos, esto es, una suma enormemente inferior a la que debía él a su amo.

35. Aplicación de la quinta petición del Padre Nuestro. Véase 6, 14 s.

4 ss. Véase Gn. 1, 27; 2, 24; 1 Co. 6, 16; 7, 10; Ef. 5, 31; Dt. 24, 1-4; Mt. 5, 31 y nota.

12. La virginidad es el camino más perfecto, pero no todos son llamados a él, porque no somos capaces de seguirlo sin una asistencia especial de la gracia divina. Véase 1 Co. 7, 5.

14. Muchas veces nos exhorta Jesús a la infancia espiritual, porque ella es el camino único para llegar a Él (18, 3). Santa Teresa del Niño Jesús extrajo esta espiritualidad como esencia del Evangelio y Benedicto XV la llama “el secreto de la santidad”.

16 ss. Véase Lc. 18, 18 ss. y notas. Acerca de lo bueno; en S. Lucas: ¿Por qué me llamas bueno? En ambos casos Él nos enseña que la bondad no es algo en sí misma, como norma abstracta, sino que la única fuente y razón de todo bien es Dios y lo bueno no es tal en cuanto llena tal o cual condición, sino en cuanto coincide con lo que quiere el divino Padre (cf. Sal. 147, 9 y nota). “Alejémonos hermanos queridísimos, de esos innovadores que no llamaré dialécticos sino heréticos, que en su extrema impiedad sostienen que la bondad por la cual Dios es bueno, no es Dios mismo. Él es Dios, dicen, por la divinidad, pero la divinidad no es el mismo Dios. ¿Tal vez es ella tan grande que no se digna ser Dios, ya que es ella quien lo hace a Dios?” (S. Bernardo).

26. Para Dios todo es posible: ¡Qué inmenso consuelo para cuantos sentimos nuestra indignidad! Notemos que no dice esto el Señor aludiendo a la omnipotencia que Dios tiene como Autor y Dueño de la creación, sino a su omnipotencia para dar la gracia y salvar a quien Él quiera, según su santísima voluntad. ¡Qué felicidad la nuestra al saber que esa voluntad es la de “un Padre dominado por el amor”! (Pío XII). Cf. Rm. 9, 15 ss.

28. En la regeneración: esto es, en la resurrección; según S. Crisóstomo, en la regeneración y renovación del mundo en el día del Juicio. Cf. Lc. 22, 30; Jn. 5, 24; Hch. 3, 21; Rm. 8, 19 ss.; 1 Co. 6, 2 s.; 2 Pe. 2, 4; Jud. 14; Ap. 20, 4; 21, 1 y notas. Doce tronos: en Lc. 22, 28, no se fija el número.

29. Véase Mc. 10, 30. Como se ve, estas recompensas extraordinarias no son prometidas, como a veces se cree, por toda obra de misericordia, sino para los que se entregan plenamente a Jesús, dentro de la vida religiosa o aún fuera de ella. Cf. Lc. 18, 29 s.

1 s. El padre de familia, Dios, invita al apostolado en su viña. El día de trabajo es la vida; el denario, el reino de los cielos. Llama la atención el hecho de que todos reciban “el mismo salario”, aún los últimos. Es que el reino de los cielos no puede dividirse, y su participación es siempre un don libérrimo de la infinita misericordia de Dios (Lc. 8, 47; 15, 7).

12. El peso del día: El que así habla es como el de la parábola de las minas que pensaba mal de su Señor y que por eso no pudo servirlo bien, porque no lo amaba (Lc. 19, 21-23). El yugo de Jesús es “excelente” (11, 30) y los mandamientos del Padre “no son pesados” (1 Jn. 5, 3), sino dados para nuestra felicidad (Jr. 7, 23) y como guías para nuestra seguridad (Sal. 24, 8). El cristiano que sabe estar en la verdad frente a la apariencia, mentira y falsía que reina en este mundo tiranizado por Satanás, no cambiaría su posición por todas las potestades de la tierra. Esta parábola de los obreros de la viña nos enseña, pues, a pensar bien de Dios (Sb. 1, 1). El obrero de la última hora pensó bien puesto que esperó mucho de Él (cf. Lc. 7, 47 y nota), y por eso recibió lo que esperaba (Sal. 32, 22). Esto que parecería alta mística, no es sino lo elemental de la fe, pues no puede construirse vínculo alguno de padre a hijo si éste empieza por considerarse peón y creer que su Padre le quiere explotar como a tal.

15. Nótese el contraste entre el modo de pensar de Dios y el de los hombres. Estos sólo avaloran la duración del esfuerzo. Dios en cambio aprecia, más que todo, las disposiciones del corazón. De ahí que el pecador arrepentido encuentre siempre abierto el camino de la misericordia y del perdón en cualquier trance de su vida (Jn. 5, 40; 6, 37).

16. Así: es decir, queda explicado lo que anticipó en 19, 30. Sin duda la Parábola señalaba la vocación de nosotros los gentiles, no menos ventajosa por tardía. En ella el Corazón de Dios se valió también de las faltas de unos y otros para compadecerse de todos (Rm. 11, 30-36); y lo más asombroso aún es que igual cosa podamos aprovechar nosotros en la vida espiritual, para sacar ventajas de nuestras faltas que parecieran cerrarnos la puerta de la amistad con nuestro Padre. Véase Lc. 7, 41 ss.; 15, 11 ss.; Rm. 8, 28; Col. 4, 5 y nota.

20 ss. Los hijos de Zebedeo, los apóstoles Juan y Santiago el Mayor. La madre se llamaba Salomé El cáliz (v. 22) es el martirio. “Creía la mujer que Jesús reinaría inmediatamente después de la Resurrección y que Él cumpliría en su primera venida lo que está prometido para la segunda” (S. Jerónimo). Cf. Hch. 1, 6 s. En realidad, ni la mujer ni los Doce podían tampoco pensar en la Resurrección, puesto que no habían entendido nada de lo que Jesús acababa de decirles en los vv. 31 ss., como se hace notar en Lc. 18, 34. Véase 18, 32 y nota.

23. No es cosa mía. Véase expresiones semejantes en Mc. 13, 32; Jn. 14, 28; Hch. 1, 7 y notas. Cf. Jn. 10, 30; 16, 15; 17, 10.

25. Véase Lc. 22, 25 y nota.

26 ¡No será así entre vosotros! (cf. Mc. 10, 42; Lc. 22, 25 ss.). Admirable lección de apostolado es ésta, que concuerda con la de Lc. 9, 50 (cf. la conducta de Moisés en Nm. 11, 26.29), y nos enseña, ante todo, que no siendo nuestra misión como la del César (23, 17) no hemos de ser intolerantes ni querer imponer la fe a la fuerza por el hecho de ser una cosa buena (cf. Ct. 3, 5; 2 Co. 1, 23; 6, 3 ss.; 1 Ts. 2, 11; 1 Tm. 3, 8; 2 Tm. 4; 1 Pe. 5, 2 s.; 1 Co. 4, 13, etc.), como que la semilla de la Palabra se da para que sea libremente aceptada o rechazada (Mt. 13, 3). Por eso los apóstoles, cuando no eran aceptados en un lugar, debían retirarse a otro (10, 14 s. y 12; Hch. 13, 51; 18, 6) sin empeñarse en dar “el pan a los perros” (7, 6). Pero al mismo tiempo, y sin duda sobre eso mismo, se nos enseña aquí el sublime poder del apostolado, que sin armas ni recursos humanos de ninguna especie (10, 9 s. y nota), con la sola eficacia de las Palabras de Jesús y su gracia consigue que no ciertamente todos –porque el mundo está dado al Maligno (1 Jn. 5, 19) y Jesús no rogó por él (Jn. 17, 9)–, pero sí la tierra que libremente acepta la semilla, dé fruto al 30, al 60 y al 100 por uno (13, 23; Hch. 2, 41; 13, 48, etc.).

28. Al saber esto los que, siendo hombres miserables, tenemos quienes nos sirvan ¿no trataremos de hacérnoslo perdonar con la caridad hacia nuestros subordinados, usando ruegos en vez de órdenes y viendo en ellos, como en los pobres, la imagen envidiable del divino Sirviente? (Lc. 22, 27). Nótese que esto, y sólo esto, es el remedio contra los odios que carcomen a la sociedad. En rescate por muchos, esto es, por todos. “Muchos” se usa a veces en este sentido más amplio. Cf. 24, 12; Mc. 14, 24.

1. Betfagé: Un pequeño pueblo situado entre Betania y Jerusalén. El Monte de los Olivos o “monte Olivete” está separado de Jerusalén por el valle del Cedrón.

3. Los necesita: cf. Lc. 19, 31 y nota.

5. Sión se llamaba en la antigüedad la colina en que estaba el Templo. Hija de Sión: la ciudad de Jerusalén. Notable cita de Is. 62, 11, en que se suprime el final de dicho v. y se añade en cambio el final de Za. 9, 9, en tanto que el final del primero es referido en Ap. 22, 12. Cf. Is. 40, 10 y nota.

9. Hosanna es una palabra hebrea que significa: ¡ayúdanos! (¡oh Dios!) y que se usaba para expresar el júbilo y la alegría. El término “Hijo de David” es auténticamente mesiánico. Véase 9, 27. Cf. Mc. 11, 10; Lc. 19, 38; Jn. 12, 13. Como se ve, todos los evangelistas han registrado, usando expresiones complementarias, esta memorable escena en que se cumplió lo previsto en Dn. 9, 25. Según los cálculos rectificados por el P. Lagrange, ella ocurrió el 2 de abril del año 30, cumpliéndose así en esa profecía de Daniel la semana 69 (7 + 62) de años hasta la manifestación del “Cristo Príncipe”, o sea 483 años proféticos, de 360 días (como los de Ap. 12, 6 y 14) –que equivalen exactamente a los 475 años corrientes según el calendario juliano– desde el edicto de Artajerjes 1º sobre la reconstrucción de Jerusalén (Ne. 2, 1-8) dado en abril del 445 a.C.

13. Véase Is. 56, 7; Jr. 7, 11. Cf. Mc. 11, 15-18; Lc. 19, 45-47; Jn. 2, 14-16.

16. Véase Sal. 8, 3.

19. La higuera seca simboliza al pueblo judío que rechazó a Jesús y por eso fue rechazado él mismo (cf. Lc. 13, 6 ss.). En sentido más amplio nos muestra a todos los hombres que por tener una fe muerta no dan los frutos propios de la fe (7, 16). Cf. St. 2, 18 y nota.

21. Véase sobre este importante problema 17, 20 y nota.

23 ss. Apreciemos esta lección de independencia espiritual que nos da el Maestro de toda humildad y mansedumbre. La timidez no es virtud; antes bien suele venir de la vanidad preocupada de agradar a los hombres. Cf. Ga. 1, 10.

28. El primero de los dos hijos es el tipo de los que honran a Dios con los labios, pero cuyo corazón está lejos de Él (15, 8); el segundo es el hombre que, sobrecogido de los remordimientos de su conciencia, se arrepiente y se salva. “El remordimiento, dice S. Ambrosio, es una gracia para el pecador. Sentir el remordimiento y escucharlo prueba que la conciencia no está enteramente apagada. El que siente su herida, desea la curación y toma remedios. Donde no se siente el mal, no hay esperanza de vida”. Cf. 27, 5 y Si. 40, 8 y nota.

31. Jesús se refiere a los dos casos extremos, y no indica ningún caso donde el que promete cumpla. Si añadimos a esto el tremendo fracaso de Pedro en sus promesas, que Dios quiso recalcarnos reiterándolo en los cuatro Evangelios (Mt. 26, 35; Mc. 14, 29; Lc. 22, 33; Jn. 13, 37), parece descubrirse aquí, con un carácter notablemente general, la falla de los que prometen y la doblez de los que se nos presentan melosamente (Si. 12, 10; 27, 25 ss., etc.). Aquí, claro está, el que promete cree ser sincero en el momento, como lo fue Pedro. La enseñanza estaría precisamente en prevenirnos que esa actitud de prometerle a Dios encierra en sí muchísimas veces una falacia, revelando una presunción que Él confunde, porque es vano ofrecer semejante anticipo a Quien está viendo que mañana tal vez ya no viviremos (St. 4, 14 s.), y que es el Único en saber si seremos o no fieles puesto que sólo Él puede darnos la gracia de la fidelidad. De ahí que la actitud de verdadera fidelidad, lejos de prometer a Dios, implora de Él su sostén. Entonces sí que la fidelidad es segura, precisamente porque desconfía de sí misma y sólo se apoya en Dios. Tal ha de ser, pues, el espíritu de todo verdadero propósito de enmienda.

34 ss. Los viñadores representan al pueblo judío que rechazó al Mesías y, por eso, fue desechado. El “hijo del dueño de casa” es Jesucristo; los “criados” son los profetas y los apóstoles. Esta parábola nos enseña también a nosotros que el privilegio del don de Dios no se entrega sin grandísima responsabilidad. Véase Rm. 11, 17 ss.

42 ss. Véase Sal. 117, 22; Is. 28, 16; Rm. 9, 33; 1 Pe. 2, 7. El primer caso del v. 44 es Israel (cf. Lc. 2, 34). El segundo, los gentiles. Cf. Dn. 2, 45.

14. También esta parábola se refiere en primer lugar al pueblo escogido de la Antigua Alianza. A las fiestas de las bodas de su Hijo con la humanidad convida el Padre primeramente a los judíos por medio de sus “siervos”, los profetas. Los que despreciaron la invitación perderán la cena (Lc. 14, 24). Los “otros siervos” son los apóstoles que Dios envió sin reprobar aún a Israel (Lc. 13, 6 ss.), durante el tiempo de los Hechos, es decir, cuando Jesús ya había sido inmolado y “todo estaba a punto” (v. 4; Hch. 3, 22; Hb. 8, 4 y notas). Rechazados esta vez por el pueblo, como Él lo fuera por la Sinagoga (Hch. 28, 25 ss.) y luego “quemada la ciudad” de Jerusalén (v. 7), los apóstoles y sus sucesores, invitando a los gentiles, llenan la sala de Dios (Rm. 11, 30). El hombre que no lleva vestido nupcial es aquel que carece de la gracia santificante, sin la cual nadie puede acercarse al banquete de las Bodas del Cordero (Ap. 19, 6 ss.). Cf. 13, 47 ss. y notas.

17. César: los emperadores romanos, de los cuales los judíos eran tributarios.

21. Con estas palabras Jesús nos enseña a obedecer a las autoridades y pagar los impuestos, porque el poder de aquéllos viene de Dios. Véase Lc. 20, 25 y nota; Rm. 13, 1-7.

24 ss. Véase Dt. 25, 5-6. Se trata aquí de la ley del levirato, según la cual el hermano del que moría sin hijos, había de casarse con la viuda. Los saduceos ponen esta pregunta, no porque fuesen observantes ejemplares de la Ley, sino para mofarse de la resurrección de los muertos.

29. ¡Erráis Por no entender las Escrituras! ¿No es éste un reproche que hemos de recoger todos nosotros? Pocos son, en efecto, los que hoy conocen la Biblia, y no puede extrañar que caiga en el error el que no estudie la Escritura de la Verdad, como tantas veces lo enseña Jesús, y tanto lo recuerdan los Sumos Pontífices al reclamar su lectura diaria en los hogares. Cf. v. 31; 21, 42; Jn. 5, 46 y nota.

32. Es de notar que aún no se había anunciado aquí la resurrección de 27, 52 s.

37 ss. Véase Dt. 6, 5; Lv. 19, 18; Mt. 7, 12; Rm. 13, 9 s.; 5, 14; St. 2, 8; Si. 13, 19.

44. Véase Sal. 109, 1 y nota. Es la dable naturaleza de Cristo, quien como hombre es hijo de David, pero en cuanto Dios es su Señor. Jesús proclama así claramente la divinidad de su Persona como Hijo eterno y consubstancial del Padre.

5. En las filacterias o cajitas de cuero, sujetas con correas a la frente y a los brazos, llevaban los judíos pergaminos o papeles en que estaban escritos algunos pasajes de la Ley. Los fariseos formulistas habían exagerado esta piadosa práctica, destinada a tener siempre a la vista la Palabra de Dios. Véase Dt. 6, 8; 22, 12.

8. Véase 20, 25 ss. Cf. Col. 2, 8 y nota; Ap. 2, 6 y nota.

11. Meditemos esto en Lc. 22, 27 y nota.

12. Es la doctrina del Magníficat (Lc. 1, 52; 14, 11; 18, 14).

13. Cf. 11, 12; Lc. 11, 52 y notas.

14. El versículo 14 falta en los mejores códices.

15. Hacer un prosélito: convertir a un gentil a la religión judía. Había dos clases de prosélitos, según recibiesen o no la circuncisión: los prosélitos de la puerta y los de la justicia. Jesús enseña aquí que no siempre la mucha actividad es verdadero apostolado, si no está movida por la fe viva que obra por la caridad (15, 8; Jn. 4, 23; Ga. 5, 6; 1 Co. 3, 12-15). Sobre la gehenna véase 5, 22 y nota.

23. Los judíos tenían que dar los diezmos de les frutos al Templo. Pero esto no bastaba a los fariseos: ellos, por pura vanagloria, extendían los diezmos a las hierbas insignificantes que cultivaban en sus huertos. Por lo cual, pretendiendo tener méritos, muy al contrario, se acarreaban el juicio. Por eso S. Crisóstomo llama a la vanagloria “madre del infierno”. S. Basilio dice: “Huyamos de la vanagloria, insinuante expoliadora de las riquezas espirituales, enemiga lisonjera de nuestras almas, gusano mortal de las virtudes, arrebatadora insidiosa de todos nuestros bienes”. Véase 6, 1 ss. y notas.

25 s. Este espíritu de apariencia, contrario al Espíritu de verdad que tan admirablemente caracteriza nuestro divino Maestro, es propio de todos los tiempos, y fácilmente lo descubrimos en nosotros mismos. Aunque mucho nos cueste confesarlo, nos preocuparía más que el mundo nos atribuyera una falta de educación, que una indiferencia contra Dios. Nos mueve muchas veces a la limosna un motivo humano más que el divino, y en no pocas cosas obramos más por quedar bien con nuestros superiores que por gratitud y amor a nuestro Dios. Cf. 1 Co. 6, 7 y nota. En el v. 26 Jesús nos promete que si somos rectos en el corazón también las obras serán buenas. Cf. Pr. 4, 23.

27. Según la costumbre judía se blanqueaban todos los años las partes exteriores de los “sepulcros”, para que los transeúntes los conociesen y no contrajesen impureza legal al tocarlos. Cf. Hch. 23, 3. En Lc. 11, 44 la figura es inversa. Cf. 7, 15 y nota.

35. Este Zacarías no puede ser idéntico con el profeta del mismo nombre. S. Jerónimo cree que Jesús alude a aquel Zacarías que fue muerto por Joás (2 Cro. 24, 21) y cuyo padre se llamaba Joiada.

39. “Las palabras hasta que digáis aluden, según los mejores intérpretes, a la vuelta de Cristo como juez y a la conversión de los judíos. Cf. Rm. 11, 25 ss. Reconociendo en Él a su Redentor lo saludarán entonces con la aclamación mesiánica: Bendito, etc. Cf. 21, 9; Sal. 117, 26” (Fillion). “Si no estuviéramos seguros de que el discurso fue pronunciado después del día de Ramos (21, 9), veríamos en él una profecía de las aclamaciones de Betfagé y del Monte de los Olivos. Pero el discurso es ciertamente posterior. Tenemos, pues, aquí el primer anuncio, aun impreciso de esa misteriosa Parusía de que va a tratarse en los capítulos siguientes y que no es otra que la Venida gloriosa del Hijo del Hombre al fin de los tiempos” (Pirot). En otra ocasión formuló Jesús este mismo anuncio en su imprecación contra Jerusalén (Lc. 13, 35). Cf. 24, 30 y nota.

4 ss. Para comprender este discurso y los relatos paralelos en Mc. 13 y Lc. 21, hay que tener presente que según los profetas los “últimos tiempos” y los acontecimientos relacionados con ellos que solemos designar con el término griego escatológicos, no se refieren solamente al último día de la historia humana, sino a un período más largo, que Sto. Tomás llama de preámbulos para el juicio o “día del señor”, que aquél considera también inseparable de sus acontecimientos concomitantes. (Cf. 7, 22 y nota). No es, pues, necesario que todos los fenómenos anunciados en este discurso se realicen juntos y en un futuro más o menos lejano. Algunos de ellos pueden haberse cumplido ya, especialmente teniendo en cuenta el carácter metafórico de muchas expresiones de estilo apocalíptico (cf. 1 Co. 6, 2 s. y nota). Por su parte, S. Agustín señala en una fórmula cuatro sucesos como ligados indisolublemente: la Venida. de Elías (cf. 11, 14 y nota; Ap. 11); la conversión de los judíos (cf. 23, 39; Jn. 19, 37; Rm. 11, 25 ss., etc.); la persecución del Anticristo (2 Ts. 2, 3 ss.; Ap. 13 y notas), y la Parusía o segunda venida de Cristo.

5. Cf. Hch. 8, 9 y nota.

6. No es todavía el fin: El exegeta burgalés J. A. Oñate, que señala como tema central de este discurso la historia del Reino de Dios y sus relaciones con la Parusía, pone aquí la siguiente cita: “Las guerras, las turbulencias, los terremotos, el hambre y las pestes, que suelen ser sus consecuencias; los fenómenos cósmicos aterradores…, nos indican la proximidad de la Parusía, que pondrá fin a todos estos males. Los apóstoles no deben espantarse por nada de esto, sino saber que les aguardan en la evangelización del Reino otros muchos trabajos y sinsabores, en cuya comparación, los indicados no son más que el comienzo de los dolores” (v. 8). ¡Todos esos dolores estuvieron presentes en el sudor de sangre de Getsemaní!

12. Literalmente “de los muchos”, o sea de la gran mayoría (véase 20, 28 y nota). Nótese que Jesús, fundador de la Iglesia, no anuncia aquí su triunfo temporal entre las naciones, sino todo lo contrario. Cf. Lc. 18, 8; 2 Ts. 2, 1-12.

14. La predicación del Evangelio por todas las tierras la afirma ya el Apóstol de los Gentiles (Col. 1, 6 y 23; Rm. 10, 18), y no como hipérbole retórica, pues él conocía mejor que nosotros los caminos misioneros de los apóstoles, los cuales sin duda cumplían la orden de hacer discípulos en todos los pueblos (28, 19). Si los primeros cristianos tan ansiosamente esperaban la segunda Venida del Señor, como lo vemos en los discursos y las cartas de S. Pablo, de Santiago y de S. Pedro, es porque consideraban que este testimonio del Evangelio había sido dado a todas las naciones, según la condición puesta por Cristo. Las cosas cambiaron sin duda con el retiro de Israel (Hch. 28, 25 ss.) y hoy no podemos, como observa Pirot, “mantenernos en el horizonte estrecho de la ruina de Jerusalén”, sino llegar “hasta la ruina del mundo”.

15. Alusión a la profecía de Daniel (Dn. 9, 27; 11, 31; 12, 11). En 1 M. 1, 57 esta profecía se aplica a la profanación del Templo en tiempos de los Macabeos. Jesús enseña que volverá a cumplirse en los tiempos que Él anuncia. Algunos Padres la creían cumplida en la adoración de la imagen del César en el Templo en tiempos de Pilato o en la instalación de la estatua ecuestre de Adriano en ese mismo lugar. Otros Padres refieren este vaticinio a los tiempos escatológicos y al Anticristo. El que lee: Joüon añade las Escrituras. Tal es el sentido de estas palabras que, como observa Fillion, no son del Evangelista sino de Jesús, que las repite en Mc. 13, 14.

20 s. El cumplimiento total de la profecía sobre la destrucción de Jerusalén es una imagen de cómo se cumplirá también todo lo que Jesús profetizó sobre el fin de los tiempos. El historiador judío Flavio Josefo describe la devastación de la capital judía, que se verificó a la letra y tal como Jesús lo había profetizado, en el año 70 de la era cristiana.

23. Buzy, llamando la atención sobre el hecho de que Jesús habla constantemente en plural de falsos Mesías y de falsos profetas y nunca de un falso Mesías en singular o de un Anticristo, concluye: “que en la enseñanza de Jesús como en la de S. Juan (1 Jn. 2, 18-23) no hay un Anticristo individual; no hay sino una colectividad, poderosa y terrible, de anticristos”. Lo mismo observa dicho autor en su nota a 2 Ts. 2, 7.

24. Los elegidos se librarán del engaño porque al justo se le dará por defensa un juicio seguro (Sb. 5, 19). Cf. 2 Ts. 2, 10 ss. y nota.

28. Locución proverbial. Así como las águilas, así también los hombres acudirán volando al lugar donde esté Cristo (Maldonado). Véase 1 Ts. 4, 16 s.; Lc. 17, 37.

30. La señal del Hijo del Hombre: en general se cree que es la Cruz y que aparecerá el mismo día de la Parusía. Según las Constituciones Apostólicas, sería muchos días antes. Todas las tribus (cf. Ez. 36, 31; 37, 15 ss.): harán duelo, como dice el P. Lagrange, en cuanto esa señal les recordará la muerte de Cristo (cf. 23, 39; Jn. 19, 37; Ap. 1, 7; Za. 12, 10 s.). Pirot, en la gran edición reciente de la Biblia comentada, anota aquí: “Y ellos verán: notar la paronomasia. kópsontai… kai ópsontai: se lamentarán y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo con poder y gran aparato: este último rasgo es visiblemente tomado de Dn. 7, 13. De esta manera Jesús se identifica claramente con el Hijo del Hombre que, en la célebre visión del Profeta, es el fundador del Reino de Dios”.

31. Cf. Mc. 13, 27. Un poeta americano evoca esta gran trompeta en una poesía que titula “Canto de esperanza”, e invoca el retorno de Cristo, diciéndole con tanto fervor como belleza lírica:

Y en tu caballo blanco que miró el Visionario pasa. Y suene el divino clarín extraordinario.

¡Mi corazón será brasa de tu incensario!

Juntarán: el griego usa el mismo verbo que en 2 Ts. 2, 1: “episynáxusin”. Alude aquí el Señor al admirable rapto en su encuentro en las nubes que está prometido a nosotros los vivientes “que quedemos” (1 Ts. 4, 17). Cf. 1 Co. 15, 51; 2 Ts. 2, 1; Hb. 10, 25. Del cielo: es de notar que no dice de la tierra (cf. v. 30). Estos parecen ser los que el v. 28 llama las águilas. Véase Mc. 13, 27 y nota.

32. El árbol de la higuera (Lc. 21, 29) es figura de Israel según la carne (21,19; Mc. 11, 13), a quien se dio un plazo (Lc. 13, 8) para que antes de la destrucción de Jerusalén creyese en el Cristo resucitado que le predicaron los apóstoles (cf. Hb. 8, 4 y nota). Pero entonces no dio fruto y fue abaldonado como pueblo de Dios. Cuando empiece a mostrar signos precursores del fruto sabremos que Él está cerca. Las grandes persecuciones que últimamente han sufrido los judíos (cf. Za. 13, 8; Ez. 5, 1-13), los casos singulares de conversión, la vuelta a Palestina y al idioma hebreo, etc., bien podrían ser señales, aunque no exclusivas, que no hemos de mirar con indiferencia. Véase Lc. 21, 28.

34. La generación ésta: según S. Jerónimo, aludiría a todo el género humano; según otros, al pueblo judío, o sólo a los contemporáneos de Jesús que verían cumplirse esta profecía en la destrucción de la ciudad santa. Fillion, considerando que en este discurso el divino Profeta se refiere paralelamente a la destrucción de Jerusalén y a los tiempos de su segunda Venida, aplica estas palabras en primer lugar a los hombres que debían ser testigos de la ruina de Jerusalén y del Templo, y en segundo lugar a la generación “que ha de asistir a los últimos acontecimientos históricos del mundo”, es decir, a la que presencie las señales aquí anunciadas (cf. Lc. 21, 28). En fin, según otra bien fundada interpretación, que no impide la precedente, “la generación ésta” es la de fariseos, escribas y doctores, a quienes el Señor acaba de dirigirse con esas mismas palabras en su gran discurso del capítulo anterior (23, 36). Véase la nota a Lc. 21, 32.

36. El Padre solo: Cf. Mc. 13, 32 y nota.

42. Es indispensable velar para poder “estar en pie ante el Hijo del Hombre” (Lc. 21, 34-36); hay que luchar constantemente por la fidelidad a la gracia contra las malas inclinaciones y pasiones, especialmente contra la tibieza y somnolencia espiritual (Ap. 3, 15 s.). Tenga cuidado de no caer el que se cree firme (1 Co. 10, 12). “Marcháis cargados de oro, guardaos del ladrón” (S. Jerónimo). Cf. 25, 1 ss. y nota.

44. A la hora que no pensáis, etc.: Es, pues, falso decir: Cristo no puede venir en nuestros días. La venida de Cristo no es un problema matemático, sino un misterio, y sólo Dios sabe cómo se han de realizar las señales anunciadas. En muchos otros pasajes se dice que Cristo vendrá como un ladrón, lo cual no se refiere a la muerte de cada uno, sino a Su Parusía (1 Ts. 5, 2 s.; 2 Pe. 3, 10; Ap. 3, 3; 16, 15).

45. Jesús pone esta pregunta no porque no conociera al siervo fiel y prudente, sino para mostrar cuán pocas veces se hallan estas cualidades (S. Crisóstomo). El sentido de este pasaje se ve más claro en Lc. 12, 41.

47. Véase Lc. 12, 37. Toda su hacienda: En sentido espiritual; las almas (Jn. 10, 29 y nota). Es una promesa análoga a la de 16, 19; Lc. 19, 17; 22, 30.

49. Cf. Lc. 12, 45 ss.; 1Pe. 5, 1 ss.

1 ss. Esta parábola, como la anterior, quiere enseñarnos la necesidad de estar siempre alerta, porque nadie sabe el día ni la hora del advenimiento de Cristo. Del esposo: La Vulgata añade: “y de la esposa”. El texto griego se refiere solamente al esposo, lo que cuadra mejor con las costumbres hebreas, porque las vírgenes solían estar con la novia, y junto con ella esperaban la venida del esposo acompañado de sus amigos. En cuanto a la explicación de la parábola, advierte ya S. Jerónimo que las diez vírgenes simbolizan a todos los cristianos. “La espera es el período que precede a la segunda venida del Salvador; su venida es la Parusía gloriosa; el festín de la felicidad del Reino de los cielos… Los fieles que no están preparados a la venida de Cristo serán eliminados de la beatitud parusíaca… El momento de la Parusía es capital… y hay que tener siempre a mano la provisión de aceite” (Pirot). En efecto, la lámpara sin aceite es la fe muerta que se estereotipa en fórmulas (15, 8). La fe viva, que obra por amor (Ga. 5, 6), es la que produce la luz de la esperanza que nos tiene siempre en vela; lo que no se ama no puede ser esperado pues no se lo desea. S. Pedro enseña que esa lámpara o antorcha con que esperamos a Jesús en estas tinieblas es la esperanza que nos dan las profecías basta que amanezca el día cuando Él venga (2 Pe. 1, 19). David enseña igualmente que esa luz para nuestros pies nos viene de la Palabra de Dios (Sal. 118, 105), la cual, dice S. Pablo, debe permanecer abundantemente en nosotros, ocupando nuestra memoria y nuestra atención (Col. 3, 16), para que no nos engañe este siglo malo (Ga. 1, 4). El sueño –que no es aquí reproche, pues todas se durmieron– representa, dice Pirot, lo imprevisto y súbito de la Parusía, de modo que la lámpara de nuestra fe no se mantendrá iluminada con la luz de la amorosa esperanza, si no tenemos gran provisión del aceite de la palabra, que es lo que engendra y vivifica la misma fe (Rm. 10, 17).

14. El hombre que va a otro país, es imagen de Jesucristo que sube al cielo, desde donde volverá a juzgar a los vivos y a los muertos (1 Pe. 4, 5 ss.). Los criados somos nosotros. Los talentos son los dones que Dios nos regala como Padre y Creador, como Hijo y Redentor, y como Espíritu Santo y Santificador. Pero los dones o cantidades son distintos, como los servicios que tenemos que prestar. Lo que Dios exige es solamente nuestra buena voluntad para explotar sus dones, de modo que la fe obre por la caridad (Ga. 5, 6).

15. A cada cual según su capacidad: es decir, su capacidad receptiva. María enseñó que la abundancia será para los hambrientos (Lc. 1, 53; cf. 1 Re. 2, 5; Sal. 33, 11), por lo cual es de pensar que aquí también se da más al que tiene menores fuerzas, o sea al que menos alardea de ellas, ya que toda nuestra fuerza nos viene de Él (Jn. 15, 5; cf. Lc. 18, 9 ss.). Recordemos que el aceite de la viuda se detuvo cuando no hubo más vasos vacíos (2 R. 4, 6).

29. Frase de hondo sentido espiritual: Los que aprovechan la gracia, no solamente la guardan, sino que crecen en ella y son recompensados con nuevos dones.

32. Todas las naciones: “Como en las grandes asambleas apocalípticas que presentan los profetas (Jl. 3, 2 y 9; Za. 14, 2)” Pirot. Cf. 3, 10 ss. y nota.

34. Venid… tomad: Sto. Tomás hace notar que parece extraño decir esto a los justos salvados ya mucho antes. Es que el alma sola no es toda la persona. Cf. Lc. 21, 28 y nota.

35. Vemos así que el amor es un mandamiento obligatorio que encierra todos los demás mandamientos; es la “plenitud de la Ley”, según la cual sentenciará el Juez (Rm. 13, 10; Ga. 5, 14 ss.).

40. A mí lo hicisteis: es la doctrina divinamente admirable del Cuerpo Místico (cf. 10, 40; 18, 5; Hch. 9, 10). Así también lo hecho a Él es hecho a nosotros. Cf. Rm. 6, 4; Ga. 2, 19 ss.; Ef. 2, 6; Fil. 3, 10 s.; Col. 3, 3 s.

9. Los apóstoles tenían caja común para satisfacer las necesidades de la vida y dar limosnas a los pobres.

13. En el sentir de la mayoría de los intérpretes, esta mujer era María de Betania, hermana de Lázaro, en tanto que S. Jerónimo y muchos otros se pronuncian contra esta identificación. Véase Mc. 14, 3-9; Lc. 7, 37; Jn. 11, 2; 12, 1-8.

14. Iscariote, es decir, hombre de Kariot, que significa aldea y es también el nombre propio de una población de Idumea. Véase la profecía de Abdías que es toda contra Edom. Cf. v. 24; Sal. 59, 11; 75, 11; Is. 63, 1 ss.; Ha. 3, 3; Ap. 19, 13 ss.

17. Los ázimos son panes sin levadura, que los judíos comían durante la Octava de la Fiesta de Pascua. El día era un jueves, ese mismo en que ellos anticipadamente debían comer el cordero pascual (Lc. 22, 8; Jn. 18, 28 y nota).

25 Tú lo has dicho: Jesús pronunció estas palabras en voz baja, de modo que los otros discípulos no las entendieron, como se ve en Jn. 13, 28-29. La traición de Judas no es solamente fruto de su avaricia, sino también de la falsa idea que tenía del Mesías. Para él un Mesías humilde y doliente era un absurdo, porque no comprendía que Jesús quiso poner a prueba la fe de sus discípulos, con su humildad, que también estaba anunciada por los profetas lo mismo que los esplendores de su reino (Is. 49, 7 s.; 53, 1 ss.; 61, 1 ss.). Véase Lc. 24, 46 y nota.

26. Cf. Lc. 22, 20 y nota. Merk cita aquí Ex. 24, 8; Jr. 31, 31; Za. 9, 11; Hb. 9, 12 y 20. El texto de Jeremías es el que S. Pablo reproduce ampliamente en Hb. 8, 8 ss., donde trata del sacerdocio de Cristo. Véase Mc. 14, 14 y nota. La Iglesia Católica Apostólica Romana profesa la fe de que, diciendo: “éste es el cuerpo mío”, Jesús convirtió la substancia del pan en su Cuerpo, así como después la substancia del vino en su Sangre. Con esto no sólo quedó instituido el sacramento de la Eucaristía, sino también El sacrificio de la Santa Misa, en que Jesús se ofrece constantemente al Padre. Véase los lugares paralelos.

31. Cf. v. 56 y nota; Jn. 16, 32; Za. 13, 7.

35. Dios nos deja en este pasaje una lección insuperable de desconfianza en nosotros mismos. Cf. v. 75; 21, 28 ss. y notas.

36. Que ellos se sienten, mientras Él va a postrarse en tierra. Lo que sigue muestra cómo respondieron ellos… y nosotros.

42. Esto es: quiero que tu voluntad de salvar a los hombres, para lo cual me enviaste (Jn. 6, 38-40), se cumpla sin reparar en lo que a Mí me cueste. Ya que ellos no aceptaron mi mensaje de perdón (Mc. 1, 15; Jn. 1, 11; Mt. 16, 20 y nota), muera el Pastor por las ovejas (Jn. 10, 11 y nota). Aquí se ve la libre entrega de Jesús como víctima “en manos de los hombres” (17, 12 y 22) para que no se malograse aquella voluntad salvífica del Padre. ¿Acaso no le habría Éste mandado al punto más de doce legiones de ángeles? (v. 53). “Esta voz de la Cabeza es para salud de todo el cuerpo porque es ella la que ha instruido a los fieles, inflamado a los confesores, coronado a los mártires” S. León.

45. ¿Dormís ahora y descansáis? Véase Mc. 14, 41 y nota.

50. No le pregunta Jesús a qué ha venido, sino que le manifiesta conformidad con que lleve adelante su propósito, como cuando le dijo: lo que haces, hazlo cuanto antes (Jn. 13, 27).

51 s. Fue S. Pedro (Jn. 18, 10). Cf. Gn. 9, 6; Ap. 3, 10 y nota.

53. Véase v. 42 y nota. La bondad del divino Maestro no excluye a Judas (v. 50). Cf. Jn. 13, 27.

54. Véase Is. 53, 7-10.

56. ¡Todos! Véase Mc. 14, 50 y nota. Es muy digno de observar el contraste entre esta fuga y la escena precedente (v. 51-54). Allí vemos que se intenta una defensa armada de Jesús, es decir, que si Él la hubiese aceptado, obrando como los que buscan su propia gloria (Jn. 5, 43), los discípulos se habrían sin duda jugado la vida por su caudillo (Jn. 11, 16; 13, 37). Pero cuando Jesús se muestra tal cual es, como divina Víctima de la salvación, en nuestro propio favor, entonces todos se escandalizan de Él, como Él se lo tenía anunciado (v. 31 ss.), y como solemos hacer muchos cuando se trata de compartir las humillaciones de Cristo y la persecución por su Palabra (13, 21). Algo análogo había de suceder a Pablo y Bernabé en Listra, donde aquél fue lapidado después de rechazar la adoración que se les ofrecía creyéndolos Júpiter y Mercurio (Hch. 14, 10-18).

60. Eran dos falsos testigos, que tampoco estaban acordes en su testimonio, como vemos en Mc. 14, 59.

65. La blasfemia consiste, a los ojos de los sanhedrinitas, en el testimonio que Jesús da de Sí mismo, confesando la verdad de que Él es el Hijo de Dios. Cf. Lv. 24, 16.

75. Pedro cayó, porque presumió de sus propias fuerzas, según se lo advirtió el mismo Cristo. Si hubiera pensado, como David, que sólo la gracia nos da la constancia y fortaleza, no habría caído ciertamente.

5. Mientras Pedro llora contrito, Judas se suicida, porque le falta la confianza en la misericordia de Dios, que a todos perdona. Es la diferencia entre el solo remordimiento, que lleva. a la desesperación, y el arrepentimiento, que lleva al perdón. Cf. 21, 28 y nota.

9. Véase Za. 11, 12 s.; Jr. 32, 6 ss.

18. Por envidia: se refiere a los sacerdotes (Mc. 15, 10), contra cuya maldad apelaba Pilato ante el pueblo. Marcos (15, 11) reitera lo que aquí vemos en el v. 20 sobre la influencia pérfida con que aquéllos decidieron al pueblo, que tantas veces había mostrado su adhesión a Jesús, a servirles de instrumento para saciar su odio contra el Hijo de Dios, hasta el punto de persuadirlo a que lo pospusiese a un criminal (Lc. 23, 18; Jn. 18, 40). San Pedro recuerda al pueblo esta circunstancia en Hch. 3, 14-17.

19. Según una tradición piadosa, se llamaba Claudia Prócula. La Iglesia griega la venera como santa.

24. Pilato dice este justo, confesando así públicamente la inocencia de Jesús; y sin embargo, lo condena a morir en una cruz. Vemos aquí el tipo del juez inicuo, que por política y cobardía abusa de su poder y viola gravemente los deberes de su cargo. Sus vacilaciones se prolongan por largo rato; pero puede más lo que él cree su interés, que la voz de su conciencia y la previsión de su mujer (v. 19). Véase Mc. 15, 2 ss.; Lc. 23, 3 ss.; Jn. 18, 33 ss.

27. Nótese que no son obra directa del pueblo judío, como suele creerse, las atrocidades cometidas en la Pasión de Cristo. Los que azotan a la divina Víctima, le colocan la corona de espinas, le escarnecen y le crucifican son los soldados romanos (Jn. 19, 2 ss.), a cuya autoridad Jesús había sido entregado por los jefes de la Sinagoga (v. 18 y nota).

32. Esta obra de caridad valió a Simón la gracia de convertirse. Murió, según una antigua tradición cristiana, como Obispo de Bosra. Sus hijos Alejandro y Rufo aparecen en el Evangelio de San Marcos como cristianos (Mc. 15, 21). Cf. Rm. 16, 13.

35. Cf. Sal. 21, 19. Los que lo crucificaron… “El Evangelio está hecho para poner a prueba la profundidad del amor, que se mide por la profundidad de la atención prestada al relato: porque no hay en él una sola gota de sentimentalismo que ayude a nuestra emoción con elementos de elocuencia no espiritual. Por ejemplo, cuando llegan los evangelistas a la escena de la crucifixión de Jesús, no solamente no la describen, ni ponderan aquellos detalles inenarrables, sino que saltan por encima, dejando la referencia marginal indispensable para la afirmación del hecho. Dos de ellos dicen simplemente: Y llegaron al Calvario donde lo crucificaron. Otro dice menos aún: Y habiéndolo crucificado, dividieron sus vestidos. ¡Y cuidado con pensar que hubo indiferencia en el narrador! Porque no sólo eran apóstoles o discípulos que dieron todos la vida por Cristo, sino que es el mismo Espíritu Santo quien por ellos habla”.

45. Hora sexta: mediodía. Hora nona: a media tarde.

46. Véase Sal. 21, 2; Mc. 15, 34 y nota.

51. Según S. Jerónimo, al rasgarse milagrosamente el velo del Templo que separaba el “Santo” del “Santo de los Santos”, Dios quiso revelar que los misterios antes escondidas iban a ser en Cristo manifestados a todos los pueblos. Según S. Pablo, el velo figuraba la carne de Cristo que al romperse nos dio acceso al Santuario Celestial (Hb. 6, 19; 9, 3; 10, 20-22).

52 s. “El abrirse los sepulcros tuvo sin duda relación con el terremoto y con el hendirse de las rocas, y se efectuó a la vez que estos dos fenómenos. En cuanto a la resurrección de los muertos, estuvo indudablemente relacionada con su aparición en la ciudad, lo cual aconteció después de haber resucitado Jesucristo. Estos “santos” eran justos insignes del Antiguo Testamento, venerados de manera especial de los judíos, de los contemporáneos de Jesucristo y de aquellos a quienes se aparecieron, y fallecidos con la fe puesta en el Redentor prometido. Su resurrección, etc. (v. 53) tenía por objeto dar fe de la de Cristo en Jerusalén y hacer patente que mediante la muerte redentora de Jesucristo había sido vencida la muerte, y que su gloriosa Resurrección encerraba la prenda segura de la nuestra. Cf. Hb. 2, 14 s.; Jn. 5, 25; 11, 25 s.; 1 Co. 15, 14-26 y 54 s.; Col. 1, 18; 2, 15; 1 Pe. 1, 3 y 21; Ap. 5, 5” (Schuster Holzammer). Véase la nota 1 Co. 15, 26. A estos santos parece referirse S. Ignacio de Antioquía cuando dice: “Cómo podríamos nosotros vivir fuera de Él, a quien hasta los profetas, sus discípulos en espíritu esperaban como a su Maestro. Por eso Él, después de su venida –por ellos justamente esperada– los resucitó de entre los muertos” (carta a los Magnesios 9).

57. José de Arimatea se atreve a ser partidario de un ajusticiado, colocándolo en su propio sepulcro, para dar a entender a todos que Él era inocente. El noble senador, que no había consentido en la condenación de Jesús (Lc. 23, 51), es el modelo del cristiano intrépido que confiesa su fe sin cálculos humanos.

59 s. Entierro anunciado en Is. 53, 9.

62. Preparación, en griego “Parasceve”. Así se llamaba el viernes, por ser el día en que hacían los preparativos para el sábado.

66. Estas precauciones que tomaron los sacerdotes y fariseos nos han proporcionado un testimonio muy valioso en favor de la resurrección del Señor. Porque esta misma guardia tuvo que confesar que Cristo había resucitado (28, 11).

1. La otra María: la madre de Santiago el Menor (27, 56). Su marido se llamaba Cleofás o Alfeo.

5. Notemos la lección del ángel: el que busca a Jesús nada tendrá que temer, ni aun frente a un terremoto como aquél. Así será en “el último día”. Véase 1 Ts. nn, 2-4; Lc. 21, 36; Sal. 45, 3.

13. El fracaso de los argumentos contra la Resurrección es más que evidente: recurren a “testigos dormidos”. “¡Oh infeliz astucia!, exclama S. Agustín; cuando estaban durmiendo, ¿cómo pudieron ver? Si nada vieron, ¿cómo pueden ser testigos?”.

19. Véase 10, 6 y nota.

20. Enseñándoles a conservar todo cuanto os he mandado: Las enseñanzas de Jesús fueron completadas, según lo anunciara Él mismo (cf. Jn. 16, 13), por el Espíritu Santo, que inspiró a los apóstoles los demás Libros sagrados que hoy forman el Nuevo Testamento. De esta manera, según se admite unánimemente (cf. 1 Tm. 6, 3 y 20), la Revelación divina quedó cerrada con la última palabra del Apocalipsis. “Erraría, pues, quien supusiese que ésta (la jerarquía) estuviera llamada a crear o enseñar verdades nuevas, que no hubiere recibido de los apóstoles, sea por la tradición escrita en la Biblia, sea por tradición oral de los mismos apóstoles”. Se entiende así cómo la Jerarquía eclesiástica no es, ni pretende ser, una nueva fuente de verdades reveladas, sino una predicadora de las antiguas, según aquí ordena Cristo, de la misma manera que la misión del tribunal superior encargado de interpretar y aplicar una carta constitucional, y de una universidad encargada de enseñarla, no es la de crear nuevos artículos, ni quitar otros, sino al contrario, guardar fielmente el depósito, de modo que no se disminuya ni se aumente. De ahí, como lo dice Pío XII, la importancia capitalísima de que el cristiano conozca en sus fuentes primarias ese depósito de la Revelación divina, ya que, según declara el mismo Pontífice, “muy pocas cosas hay cuyo sentido haya sido declarado por la autoridad de la Iglesia, y no son muchas más aquellas en las que sea unánime la sentencia de los santos Padres” (Enc. “Divino Afflante”).